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Western

Drama Una cuadrilla de obreros alemanes sienta campamento en un pueblo búlgaro para levantar una central hidráulica. Molesta el descaro zafio de su despliegue, ofende la saña eficiente con que desarraigan el paisaje, y agravian con sus sudores masculinos de beberse la paga y silbar agudo al paso de las chicas. Va a estallar el conflicto...
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
17 de junio de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película aparentemente neutra, pero que resulta inquietante los cien minutos que dura. Una cinta un poco extraña cara al espectador ordinario que, empero, de la mano de la directora alemana Valeska Grisebach, deviene trabajo intenso con atmósfera masculina, la de un grupo de trabajadores alemanes llegados a un pueblo búlgaro en la frontera con Grecia. La cinta funciona en plan Western, como género obligando al mito a morder el polvo de lo real, que mantiene al espectador en un estado de incómoda tensión.

Los obreros alemanes, que hacen las veces de nuevos colonos, tienen por encargo levantar una central hidráulica; incluso colocan su bandera nacional. Han sido enviados por su empresa a ese lugar perdido con muchos problemas para su cometido y momentos en los que da la sensación de que alguno de esos problemas puede estallar en cualquier momento de manera explosiva.

Estos hombres se enfrentan a cierto sentimiento de aventura, a lo cual se suman los prejuicios del lugar, la desconfianza de la gente y la barrera idiomática. Los alemanes se encuentran en un paisaje agreste y caluroso donde cuenta igualmente la carga sexual de hombres jóvenes librados a su destino. Un drama laboral atípico en el cual la situación habrá de cambiar cuando los trabajadores empiecen a granjearse el favor y la confianza de los habitantes autóctonos que se equivaldrían a los indios o los mejicanos de otros western de antaño. La propia Valeska Grisebach cuenta que ella creció, como casi todos, delante del televisor viendo 'westerns'. Con esa sensación de soledad y la melancolía de los héroes, la mitología masculina o la intimidad del duelo a muerte. Ella, además, lo hizo en el propio Oeste. Más concretamente en el Oeste de Berlín, con la inalienable presencia del Muro, de la frontera.

La directora Valeska Grisebach, con un guión de su autoría, sabe poner en imágenes que a veces resultan perturbadoras, a unos hombres inicialmente desorientados, que de alguna forma hacen valer su insolencia y su dinero frente a los pobres lugareños. Consigue Grisebach construir un film elegante y a la vez complejo que relata un drama sin tiempo ni historia, edificado sobre gestos imperceptibles, con firmeza y cargado de poesía. La directora pone en imágenes una tragedia de enorme fuerza que se edifica sobre la perspicacia, sobre cierto silencio flotante.

En todo western hay una América silvestre por colonizar que aquí es la Bulgaria agreste actual, sumida en el atraso y la pobreza. Los colonizadores son los alemanes, país que ya había perpetrado esta acción en épocas de anteriores guerras y con intenciones menos limpias. Paisajes derretidos bajo un sol implacable. Apetecibles mujeres a la otra orilla del río, paisajes virginales y movimientos de cámara propios de cine del Oeste; hay caballos, bebida a tragos cortos y secos, partida de póquer, pero por encima de todo un personaje próximo a este género de vaqueros: hombre enjuto y sobrio que está solo ante los múltiples riesgos, sujeto fibroso y mañoso que se las arregla y al que nadie puede someter, ése es nuestro ‘cowboy icono’, el protagonista amigo de los nativos y sobre el cual se teje una enorme fábula fruto de la intriga a que da lugar la dificultad de comunicarse en diferentes idiomas.

El eje principal que vertebra la historia es la incomunicación entre unos personajes que apenas comparten un vocabulario básico en la misma lengua y que hablan sin entenderse; sólo alguna palabra suelta, algún indicio idiomático que sirve para recrear una realidad que acaba por ser medio inventada e incluso mítica, como cuando todos creen que el protagonista es un legionario y duro guerrero curtido en mil batallas.

Un perfecto trabajo con actores que en realidad no lo son y que impresionan en su precisión. El principal personajes es encarnado por un excelente y adusto Meinhard Neumann (hombre a quien la directora descubrió en un mercado de caballos en Brandemburgo), lo mejor del reparto como protagonista de un drama fronterizo en la figura de alguien que carece de pasado, que no hace migas con casi nadie, obrero alemán y amigo de algunos de los búlgaros que en su enigmática independencia y en su capacidad de observación del mundo que lo rodea, identifica al fin en su existencia oscura –como la de esos vaqueros de vida anónima que tanto hemos visto en el cine-, un lugar que le gusta y en el cual cree que podrá ser libre. Acompañando en otros roles unos excelentes Reinhardt Wetrk, Waldemar Zang y Detlef Schaich, entre otros. Un equipo de gran mérito actoral, sobre todo dada su impericia en el oficio.

Loable película que además de todo lo dicho, hace la cabal radiografía de la Unión Europea, donde coexisten sioux y vaqueros, países de primera y de cuarta. Grisebach afirma la responsabilidad de Alemania en que Europa salga adelante es básica; Alemania tiene la obligación de crear Europa y de expandir la idea que la soporta por el Este. Es por lo tanto un western político.

Un film revelador de facetas diversas y lecturas distintas, cinta relevante. Es la longanimidad con que la directora mira y analiza a sus personajes, la intimidad que captura en el proceso y la exactitud con que penetra en la psicología masculina, todo ello, lo que tiñe este Western de una enorme resonancia emocional.

En suma, estamos ante una película moderna que es Western que se apoya en los pilares del género, con una fuerte carga física. Además, presenta la obra también un perfil más abstracto que enfoca enigmas sustanciales de la convivencia entre los humanos y el ciclo de la vida.
Kikivall
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30 de marzo de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sinopsis de ''Western'' no podría ser mas simple. Un grupo de obreros alemanes que son enviados a un pueblo de la Bulgaria mas rustica. Desde el principio la tensión se manifiesta en los cuerpos y en los rostros. Debido a un incidente en el rió se nos muestran dos bandos claramente diferenciados. Los soberbios alemanes que desprecian a los pueblerinos y tienen una constante actitud soberbia y desafiante y los habitantes del pueblo que no aceptan ninguna ofensa de los extranjeros. El único que intenta aliviar un poco el climax de tensión y malestar general es el entrañable Meinhard. Un hombre que esta de paso, alguien que no se siente ni de aquí ni de aya. Y lo que empieza como un intento de aproximación hacia los pueblerinos se convierte en una amistad emergente en la que nuestro protagonista cree encontrar una nueva familia.
Sin embargo las cosas no serán tan fáciles como pensaba.
La riqueza de ''Western'' no se entiende en la película en si, si no en las múltiples referencias que hace y el contexto en el que se sitúa. Su valor subyace debajo de su trama, oculto ante lo aparente.
De un modo totalmente magistral nos presenta dos pueblos con identidades totalmente diferentes y que tienen diferencias irreconciliables. No solo desde el punto de vista cultural, tambien desde el social y el económico.
Meinhard pasa de ser un forastero a convertirse en un conquistador. El cowboy solitario que tiene un alma ruda pero un corazón sensible. El hombre independiente y marcado por un pasado oculto que lo ha tallado en piedra,
haciéndolo indestructible ante los golpes.
Pero en su fase de conquistador, Meinhard olvida que no es mas que un forastero. Aunque acabaran por recordarselo al final.
Porque donde no hay comprensión, no puede haber entendimiento.
Tan solo una leve aproximación hacia lo opuesto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nadja
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14 de junio de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cosas buenas del séptimo arte es que hay películas dirigidas a públicos con gustos muy variados, y uno de los casos es el de esta coproducción europea cuya historia se desarrolla en Bulgaria, y que retrata muy bien, con un ritmo pausado y una narración intimista, la inmigración y la confrontación entre unos trabajadores alemanes que son contratados en la construcción de una presa cercana a una pequeña localidad de Bulgaria, en una zona árida. El enfrentamiento entre los ciudadanos búlgaros y los recién llegados origina una tensión que se va aumentando poco a poco, y esa cocción a fuego lento está muy bien reflejada en el guión, así como la diferencia de razas y culturas, y otros temas que parecen secundarios pero que poco a poco se van integrando en la trama como el machismo, el amor y la supervivencia.
La película se presentó en el festival de cine de Cannes, ya que formó parte de la prestigiosa sección Un Certain Regard, aunque se fue de vacío del festival francés, lo que no sucedió en su paso por el festival de cine europeo de Sevilla en donde recibió el Gran Premio del jurado. Unas semanas después se proyectó en el FICX, en donde pude verla por primera vez, ya que la película estaba incluida en la sección Esbilla del pasado festival asturiano. También ha sido candidata a 2 premios Lola ( los Goya alemanes ), los de película y dirección, y está dirigida por Valeska Grisebach, en lo que es el tercer largometraje de la directora alemana.

La propuesta se ha rodado en exteriores, en el escenario real en donde se desarrolla la historia, en concreto en la localidad de Petrelik, situada al sur de Bulgaria y cercana la frontera con Grecia. En esa región árida, con poca vegetación, aunque existe algo de flora teniendo en cuenta que existe un pantano en donde se está contrayendo esa presa, hay dificultades para entenderse y la manera de abordar el relato es bastante creíble a la hora de mostrar esas diferencias idiomáticas y la comunicación por gestos, que origina confusiones y aumentará esa desconfianza de unos en los otros. Curiosamente los inmigrantes son alemanes, lo que suena extraña teniendo en cuenta que ese país parece que únicamente acoge personas procedentes de otros países, pero que como vemos en esta película también hay trabajadores que buscan un futuro mejor en otro país aparentemente de mayor pobreza. Los alemanes hacen piña para lograr la supervivencia y si pueden aprovecharse de la pobreza y la incultura de los habitantes de esa zona, y lo mismo podemos decir en el caso de los búlgaros que ven a los recién llegados como una amenaza para su vida diaria tranquila.

Pero hay un personaje, el de Meinhard, que mantiene su independencia, lo que generará conflicto entre sus compañeros de trabajo, que fluctuará entre dos bandos echando en cara los comportamientos egoístas y equivocados a sus compatriotas, sobre todo de Vincent, el que lleva la voz cantante dentro de los trabajadores alemanes. Ese recién llegado se irá poco a poco ganando la confianza y amistad de los que sienten que esos inmigrantes están ocupando sus puestos de trabajo y llevando al caos a los habitantes de Petrelik, y todo ello unido al amor surgió entre el alto y espigado alemán y una joven búlgara, hará que la atmósfera enigmática y la tensión acentúe el interés.
No es una película sencilla por su ritmo pausado, por su larga duración superior a las dos horas, y por su carácter intimista y alejarse de elementos distorsionados como la música, lo que aburrirá incluso al público medio. Me parece un acierto la ausencia casi total de música original y una fotografía bastante buena de Bernhard Keller.
Lo más destacado es el guion y los temas que aborda y desarrolla bastante bien, y también me parecen destacadas la dirección de Grisebach, la fotografía de Bernhard Keller y las actuaciones de los dos protagonistas, Meinhard Neumann como Meinhard y Reinhardt Wetrek en el papel de Vincent.
Muy recomendable a los que disfrutan con los dramas sociales narrados a ritmo lento y con un trasfondo complejo pero bastante cercano a la realidad actual en la Europa del siglo XXI.

LO MEJOR: El guion. Saber reflejar muy bien los conflictos por los problemas lingüísticos de comunicación.
LO PEOR: Tarda un poco en arrancar.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
WILLY74
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9 de abril de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como su título indica parece una película del viejo oeste cuyo protagonista sea un pistolero solitario. Una cuadrilla de Alemanes llega a un paraje aislado de Bulgaria para la construcción de una central hidroeléctrica ,un pueblo todavía resentido por la invasión alemana en la segunda guerra mundial y donde es casi imposible entenderse con los habitantes por tener idiomas tan diferentes.

El choque cultural es inevitable la corrupción, la arrogancia y el nacionalismo alemán al colgar la bandera en su campamento, así como burlarse de algunas chicas del pueblo hacen que los residentes locales empiecen a enseñar los dientes.

Con un planteamiento casi documental la película va construyéndose lentamente y van tomando forma los personajes de los cuales destaca uno Meinhard con un aspecto muy curtido y ojos hundidos es el único que muestra un poco de respeto e intenta integrarse en la cultura y vida del pueblo. Dirige Valeska Grisebach siendo esta su tercera película, está interpretada por personas que no son actores pero que cumplen perfectamente con la verosimilitud de la historia.

El guión no sigue un desarrollo normal, pero los grandes silencios, y los diálogos hacen que avance hasta una conclusión bastante sencilla pero efectiva. Una película recomendable pero con un ritmo bastante lento.
Destino Arrakis.com
videorecord
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9 de abril de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La inmigración ha saltado a la primera plana de la actualidad en muchas geografías diferentes. A diario vemos escenas de asaltos al primer mundo, de trabajadores regulares o irregulares causando inseguridades variadas, de un nuevo lumpen de colores que inspira terror al blanco. Pero, como todo, la inmigración es también cuestión de clases, y sin embargo, este es un discurso permanentemente ausente en la oficialidad de la prensa escrita, televisiones, opinólogos virtuales, contertulios de todo pelaje… Algo así vino a decirnos hace ya una década Ulrich Seidl en su excelente Import/Export (2007), y algo así nos dice también Valeska Grisebach en su no menos excelente y más reciente Western (2017).

El film de Grisebach se centra en una cuadrilla de trabajadores alemanes que se desplazan a Bulgaria a construir una central eléctrica. En principio, nada muy diferente de todo ese flujo de migración norte-sur habitual. Este grupo de trabajadores debe entablar relaciones necesarias con la población autóctona, y estas relaciones serán problemáticas. Hasta aquí tampoco debería haber grandes diferencias. Y, sin embargo, las hay, y son profundas. Si Seidl era más explícito y preparaba para su película una estructura bipartita para mostrar la diferencia, Grisebach nos coloca frente a un espejo y da por conocido el contraplano. Ya no se trata de comparar, sino de mostrar solo el término negativo de la comparación, convenientemente situado, y hacer aflorar lo que permanece oculto, velado por la ideología dominante, que no es otra cosa que nuestra sociedad occidental, el equívoco western del título.

En efecto, en Western se nos coloca frente al funcionamiento sistémico de los flujos coloniales del capital desde su perspectiva más baja, desde su misma base, y se nos hace ver de manera evidente, palmaria e inevitable, cómo se sustenta en los comportamientos de la clase obrera dirigidos desde la clase dominante. Que se trate de comportamientos de enfrentamiento y agresión justificados en las nuevas formas de patriotismo que en su fanatismo irracional se expresan antes en términos de hooligan futbolero que de discurso político quizás sea lo de menos. Lo importante es ver cómo esa bandera de Alemania, clavada en tierra búlgara en el mismo inicio del filme, deviene un símbolo inmediato de hasta qué punto el capital ha entrado en una fase de colonialismo económico dentro del primer mundo que se lleva a cabo mediante la pura conquista y exterminio del otro, exactamente igual que se retrataba en el western clásico y que un anticlásico como Jim Jarmusch destruyó sin piedad en su genial Dead Man (1995).

Grisebach se acerca con tranquilidad a sus protagonistas (todos ellos actores no profesionales), con la pausa que imponen los presupuestos de las formas observacionales de realismo que se llevan desarrollando en el cine europeo en las últimas dos décadas, desde que Pedro Costa diera el pistoletazo de salida con En el cuarto de Vanda (No quarto da Vanda, 2000), y a las que Grisebach ya se había aproximado en su anterior filme, el portentoso Senhsucht (2005). Y también en este aspecto el título parece darnos la clave. Todo el aparato formal de Western, toda su estética, parecen constituirse como una contestación profunda a las formas del western, género ideológico por excelencia en el Hollywood de los estudios, y aún después.

En definitiva, Valeska Grisebach hace un filme valiente que es una oposición a lo dominante en todos los sentidos. En primer lugar, en el sentido moral y político es una reflexión muy potente sobre el comportamiento colonizador que reproducen espontáneamente los habitantes del primer mundo, pero también sobre cómo es posible construir estructuras de entendimiento entre personas radicalmente diferentes, que quizás ni siquiera cuentan con un idioma común para facilitar esta dinámica, si existe una voluntad de enfrentar las relaciones de dominación y destruir los privilegios propios. En segundo lugar, Western es también una oposición al régimen estético y narrativo dominante, aquel llevado a los máximos niveles de efectividad sistémica en el Hollywood clásico y que hoy todavía perdura. Así, Western, en su reposo visual, en su exigencia formal y en el lirismo de sus imágenes se convierte en símbolo de una resistencia integral a una cultura basada en el atavismo. Es obvio que este filme no cambiará este mundo, pero al menos hará más fácil vivir en él.
souldecember
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