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Vida en sombras

Drama Carlos es un joven que tiene desde niño fijación por el cine. Ahora, casado con Ana, ha conseguido convertir su afición en un medio de vida al convertirse en reportero gráfico. Pero el mismo día que comienza la Guerra Civil ocurre algo que le hace renegar de las cámaras para siempre. (FILMAFFINITY)
Críticas 16
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10
16 de agosto de 2017
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de las más extraordinarias, audaces y sorprendentes películas del cine español de toda su historia. Canto de amor sin límites al cine y retrato de una obsesión por el séptimo arte, es una película precursora, inaudita y promesa de lo que podría haber sido el cine español fuera del estrecho marco de la censura de los años 40. Durante muchos años permaneció olvidada –el propio Fernando Fernán Gómez la había olvidado- hasta que, redescubierta a partir de los años 80, nos deja sencillamente atónitos, con los ojos como platos por su brillantez, elegancia narrativa e inteligencia de deslumbrante modernidad, por la ausencia total de cualquier gota de aire castizo o dicción campanuda, en suma, por su valor excepcional.

Carlos Durán es un hombre de cine. De hecho, nace en un cine y acabará por convertirse en operador de cámara. La película nos muestra su obsesión por el séptimo arte al tiempo que compartimos sus vivencias, su amor por Ana –interpretada por María Dolores Pradera su esposa también la vida real- los remordimientos por la muerte de ella durante la guerra civil en Barcelona, lo que le hace abandonar, amargado, el cine y luchar en el frente y lo que le convierte en un hombre solitario y taciturno hasta que el milagro, justamente a través del cine, se opera cuando asiste al estreno de “Rebeca” de Hitchcock, en la que se ve reflejado, que le permite conjurar sus obsesiones y remordimientos –hay un claro paralelismo en la escena de las películas caseras- para volver a su antiguo amor por el cine.

Hay una voluntad de estilo indiscutible en LLobet con elegantes planos secuencia, inéditos en el cine español del momento, movimientos de cámara y, sobre todo, admirables elipsis que nos permiten un completo pero nada molesto repaso histórico y cinematográfico por numerosos acontecimientos: el cine de los hermanos Lumière y de Melies, la primera guerra mundial, las protestas contra Maura, Charlot, la guerra de África –donde había muerto el padre de ella- la Expo de Barcelona de 1929, la llegada del sonoro con “El cantor de Jazz”, la llegada de la segunda república –sorprendente plano en el que se sustituye un crucifijo por la imagen de la república-, la autonomía catalana, el frente popular, la olimpiada popular de Barcelona, el alzamiento de 1936, la reacción de los sindicatos, la guerra en Madrid, el asalto al cuartel de montaña, las consignas de la Generalitàt ¡hablando en catalán!, el horror de la guerra, la llegada del cine en color, Cukor y su “Romeo y Julieta” –otra magnífica escena en la que se comprometen-, Hitchcock y Rebeca y siempre con el continuo “leit-motiv” de la linterna mágica símbolo de su actividad, de su vida, de su obsesión.

La película atesora un gran número de escenas magistrales: aquella en la que Carlos descubre el cadáver de su mujer muerta, a manos posiblemente de una partida de anarquistas, filmada en picado o la genial, sutil elipsis que explica el final de la guerra con la sombra de un crucifijo sobre la tumba de ella o, por no insistir, la convulsión necrófila y cinéfila a un tiempo que siente al ver “Rebeca” de Hitchcock o la última escena, cierre perfecto, brillante, en el que ficción y realidad se unen como si, en el fondo, vida y cine fuesen una misma cosa. Película insólita, única, maldita. Extraordinaria obra maestra. Descúbranla, por favor.
4
27 de febrero de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Vida en sombras" es una película rara, y más para ser cine español y aún más para estar filmada en 1948. Además, está narrada desde una cierta asepsia política, lo que es aun más raro en filmes de esa época y cuyo argumento se desarrolla antes, durante y después de la guerra civil española. Seguramente era además demasiado "moderna" para su época, de ahí su fracaso. Es una peli de "cine dentro del cine" y tiene unas cuantas cosas buenas, como esa utilización del expresionismo, de los planos, de los movimientos de cámara, o la curiosidad de ver trabajar juntos al entonces matrimonio de María Dolores Pradera y Fernán-Gómez, la presencia de Isabelita Pomés, y ese trasfondo de amor al cine, que incluso te hace volver a la vida después de ese periodo de sombras, a través de la visión de una peli emblemática, "Rebeca", que tuvo un éxito arrollador en España y cuyo argumento tiene puntos en común con el de "Vida en sombras". Sin embargo, para mí tiene un debe grande: durante muchos momentos la película es un tostón, aburrida y sin ritmo, y eso que es corta. Es una pena, porque ya digo que hay cosas interesantes, pero le falta gasolina en cantidad. Pero merece la pena echarle un vistazo a una película maldita.
9
2 de junio de 2015
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film se vio afectado por una serie de dificultades en su financiación, que daría lugar al retraso del estreno en Barcelona y Madrid hasta 1953 y en salas de segunda categoría, cayendo pronto en el olvido. Casi cuarenta años después fue restaurada y reivindicada como la película de más impacto entre las que se rodaron en la ciudad condal en la década de los cuarenta. Su recuperación se basó en dos aspectos: el hecho de ser una obra de autor (Llorenç Llobet-Gracia (1911-1976), que prácticamente no se daba en su época, y en la originalidad del tema, que se basa en la fuerte pasión de un hombre joven por el cine. La condición del protagonista como “alter ego” del director es diáfana. El film es una visión del cine desde dentro, en tono intimista y enmarcada en la subdesarrollada coyuntura de nuestra cinematografía.

La trama de la película se apoya sobre la síntesis de dos vidas que nacen y se desarrollan de forma paralelas: la del protagonista y la del séptimo arte. Carlos Duran ve la luz durante una proyección en la barraca de una feria. A partir de ese instante vivirá toda su vida bajo el signo de las sombras cinematográficas. El guión lo escribió el propio director junto a Victorio Aguado, que también redactó los diálogos. Fue protagonizada por Fernando Fernando-Fernán Gómez y Maria Dolores Pradera (Carlos y Ana), matrimonio en la vida real en aquel 1948, quienes encarnaban una pareja sencilla y encantadora. Reportero cinematográfico durante la Guerra Civil, los acontecimientos importantes en su vida se verán jalonados por Melies, Chaplin (En la calle de la paz), Cukor (Romeo y Julieta) e Hitchcock (Rebeca).

El film como toda buena obra, empieza y termina en sí misma, carece de antecedentes y herederos, constituyendo a la vez el eslabón perdido de una modernidad desgraciadamente frustrada. Uno de los más conmovedores ejercicios de integridad y coherencia realizado por cineasta español alguno, un discurso sobre la realidad y su representación, sobre el poder del cine para relacionar al individuo con el entorno. Su concepción de la imagen fílmica como elemento mágico y herramienta de vampirización se vieron truncados por la incomprensión más absoluta. Una obra excepcional por su calidad intrínseca y por su posición en el contexto de su época que seguramente sólo agradecerán los buenos amantes del cine.

“Vida en sombras” es, más allá de lo anecdótico, una reflexión del auto conocimiento y la dinámica del proceso creativo, la planificación e iluminación van transmutando el naturalismo inicial en un exacerbado onirismo a la sombra de “Rebeca” y de los luminosos del “Cine Coliseum”. Todo ello contribuye al tono obsesivo que respira el film, incluso el bigote y el batín de Carlos intentan emular a los del señor Max De Winter, el marido de Rebeca, la influencia del amor de otra mujer. “Vida en sombras” tiene la virtud de conservar – como esa sonrisa de Ana en el retrato – el candor y la ilusión por la vida. Aspectos que – no por desprestigiados hoy en día – dejan de ser propios de la naturaleza humana.
7
20 de septiembre de 2015 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vida en Sombras (Vida en Sombras, 1948) es una extrañísima película española, dirigida por el aún más enigmático director Lorenzo Llobet-Gràcia, que sólo dirigió una película en toda su carrera, evidentemente, esta. Sin embargo, esto no quiere decir que el director fuera un desconocido en el mundo del cine, sino más bien lo contrario. Llobet-Gràcia fue un empedernido enamorado del cine, desde los 17 años, a los que su padre le regaló una cámara[1]. Pero seguiría durante toda su vida, formando clubs por ejemplo algún que otro club cinéfilo. La película es principalmente un gran homenaje al cine. Desgraciadamente el filme fue olvidado y no fue hasta la década de los años ochenta en que se recuperó la película y pasó del ostracismo a convertirse por algunos cinéfilos reducidos en una obra de culto. En definitiva, una historia digna de su director.

Carlos, el protagonista del filme, es de hecho el alter ego del cineasta. Además, para gloria de todos está interpretado por Fernando Fernán Gómez un actor que por aquel entonces aún no era tan conocido (a pesar de haber rodado alguna película interesante y haber estado en manos de directores como Edgar Neville). El personaje se presenta desde su nacimiento (mostrado en la película) que como no podía ser de otra manera es en un cine (un lugar simbólico, aunque no será el único) como un auténtico cinéfilo. Desde pequeño ya está devorando cualquier asunto relacionado con el cine, y a medida que crece desea trabajar en algo relacionado con el séptimo arte. Finalmente nuestro personaje encontrará el amor en Ana, un personaje que interpreta María Dolores Pradera. Desgraciadamente, la guerra civil irrumpe en sus vidas, trayendo la tragedia.

Si en la primera parte nos encontrábamos con la formación de nuestro protagonista y su amor por el cine, en la segunda parte del filme el metraje da un vuelco, convirtiéndose en un drama con referencias cinéfilas, un tour de force dramático. Aún así no podemos decir que la película se divida exactamente en dos partes, sino más bien que contiene una estructura claramente circular. De hecho, sólo hay que ver principio y final del filme.

Los homenajes al cine son constantes. Para empezar, somos testigos del nacimiento del propio medio, en la escena del parto, donde el director introduce elementos bastante fidedignos con la historia (no es un cine propiamente dicho, sino una barraca de feria, donde era habitual que se estrenaran las primeras películas) y de su evolución a medida que avanza el metraje. Los filmes de Chaplin por ejemplo, la estrella cómica del cine mudo por excelencia. Y por supuesto, el cine de Hitchcock, que aparece en la película con un homenaje sincero, y que a pesar de que uno vea el filme sin información, se nota que viene desde el corazón. El filme de Hitchock es en concreto, Rebecca (Rebeca, 1940) que además tiene una importancia capital en el filme, pues las relaciones argumentales entre una y otra película son más que evidentes. En definitiva, la película entera es un tour vital que recorre los sentimientos del director por su amor al cine.

Un hecho negativo lo encontramos en el montaje. El metraje es realmente corto, apenas un poco más de setenta minutos de duración y desgraciadamente el director no es capaz de mostrar una historia totalmente consistente. En muchos momentos al espectador le da la sensación de que lo que está viendo sucede demasiado deprisa, sin que se respeten los tempos. A más a más, también nos encontramos con un guión ciertamente confuso, que parece adolecer de poca profesionalidad. Por ejemplo, la manera en cómo se presenta la guerra civil española es ciertamente amateur, aunque seguramente esto se lo debamos a la censura franquista (el filme se estrenó en poquísimos cines y de una manera estrepitosa) que tuvo bastante trabajo con esta película, que nos presenta una indeterminación bastante sensible en nuestro protagonista. Los discursos políticos por supuesto son inexistentes y lo mismo podemos decir de las motivaciones de los personajes delante de la guerra.

La película también cuenta con alguna secuencia realmente espectacular, como aquella en la que nuestro protagonista graba en primera mano la guerra civil, y es donde el director muestra todo su potencial con una puesta en escena atrevida, que muestra un recorrido de cámara realmente impresionante.

En definitiva, Vida en Sombras es una película única. Puede que encontremos numerosos fallos, pero desde luego todos ellos son permisibles, porque realmente nos encontramos ante un filme singular. Una película crítica en plena dictadura franquista (cuando ni siquiera esta se había relajado), con una idea realmente singular (en un mundo lleno de producciones mediocres y repetitivas) y con algunos guiños autoreferenciales que ya los querrían para ellos muchos otros directores.

[1] TORRES, Augusto, Directores Españoles Malditos, Ed. Huerga y Fierros, Barcelona 2004, p.189

https://neokunst.wordpress.com/
9
14 de febrero de 2015
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que si esta película la hubiese realizado un director inglés, francés o americano, ahora estaría considerada una obra maestra. Pero la hizo un director español (catalán, por más inri) en la época más oscura y cerril del franquismo, así que las cosas pasaron como pasaron. “Vida en sombras” es una obra que debe ser reivindicada. Aun aceptando la pobreza de algunos diálogos, estamos ante una película original y única en cuanto a forma y contenido, que habría tenido que ser una bocanada de aire fresco en el cine español y europeo. Resulta imaginativa para la época la manera en que está narrada la historia. Hay continuos saltos en el espacio y tiempo, pero también una idea recurrente de estructura circular de la trama, o más bien de espejos que hacen que una historia se refleje en otra. El noviazgo de Carlos y Ana nacerá del reencuentro tras años de separación, y como continuación de una amistad de la infancia. Su historia de amor surge tras la proyección de otra historia como “Romeo y Julieta” (ambas con un claro componente trágico). El cine encarna la tragedia de Carlos y su sentimiento de culpa, pero posteriormente también le servirá de redención. El protagonista ve reflejada su historia en la pantalla al ver “Rebeca”… Y, por supuesto, la película se abre y se cierra con la misma escena de una pareja haciéndose una fotografía. Eso sí, en el desenlace de la historia, la apertura de campo nos hace ver que, en realidad, esa última escena forma parte de una filmación, lo que lleva al otro gran tema de la película, como es la relación entre cine y realidad.

Resulta obvio ver en la película un tono autobiográfico, y establecer una relación directa entre el personaje de Carlos y Llobet-Gràcia. Ello es fácil a toro pasado, viendo el fracaso comercial del film y considerando que el director fue un enamorado del cine que no llegó a estrenar más películas. Lo que sí es incuestionable es que “Vida en sombras” constituye el personal homenaje del director a un medio artístico que, para bien o para mal, marcó su vida. La ya comentada última escena, y la imagen de Fernán-Gómez alterando el escenario de una batalla para dar más dramatismo a su filmación, son en realidad toda una declaración de principios y la plasmación de una apuesta vital arriesgada pero decidida.

Además, “Vida en sombras” demuestra las dotes y conocimientos de cine de Llobet-Gràcia, con un lenguaje artístico que no era usual en el cine español de la época: grandes planos-secuencia, delicados movimientos de cámara, iluminación expresionista, lenguaje onírico… Y todo ello por no hablar de ideas visuales muy poéticas y emocionantes. Destaco dos. La primera, Carlos enfrentándose a la imagen de Ana deshojando una margarita, una idea que después hemos visto repetidísima en otros directores modernos, Almodóvar sin ir más lejos. La segunda, la pareja a contraluz dándose un beso en primer plano sobre la imagen al fondo de un “Fin” en la pantalla, en orden inverso al usual (en las películas, es el “Fin” el que sigue al beso y el que se pone en primer plano), como un símbolo de que la historia de amor no es más que la traslación a la realidad de una bella película…

Quizá el gran error de Llobet-Gràcia fue atreverse a hacer referencias a la Guerra Civil, y encima hablar del “glorioso alzamiento” como lo que en realidad fue, un golpe de estado. Sin ni siquiera cargar las tintas…

Una desgracia que a estas alturas estemos hablando de una carrera cinematográfica truncada. Llobet-Gràcia fue un visionario del poder del cine como lenguaje y todo un explorador en el arte de contar historias. Y, sobre todo, se adelantó en más de 40 años a Tornatore para hacer su particular “Cinema Paradiso”.
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