La misión
7.6
56,935
Aventuras. Drama
Hispanoamérica, siglo XVIII. En plena jungla tropical junto a las cataratas de Iguazú un misionero jesuita, el padre Gabriel (Jeremy Irons), sigue el ejemplo de un jesuita crucificado, sin más armas que su fe y un oboe. Al ser aceptado por los indios guaraníes, Gabriel crea la misión de San Carlos. Entre sus seguidores está Rodrigo Mendoza (Robert De Niro), ex-traficante de esclavos, mercenario y asesino, que buscando el perdón se hace ... [+]
10 de abril de 2014
10 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película trata de la iniciativa del padre Gabriel (Jeremy Irons) quien encabezará la labor pastoral en solitario acompañado de una Biblia. Poco a poco su labor va adquiriendo cuerpo hasta que pasado el tiempo, apoyado por otros sacerdotes jesuitas logra crear las misiones en la zona. Se le unirá Rodrigo de Mendoza (Robert de Niro) quien fue alguna vez cazador de indios, pero ahora se plantea acercarse al mundo espiritual. La labor de los dos será interrumpida por la decisión de expulsar a los jesuitas de los dominios hispanos ante lo cual uno tomara el camino de la fe y el otro el de la espada. Esta película aborda una parte interesante de la historia de América, las labores de evangelización y como las decisiones que les afectaban no dependían exclusivamente de la religión había mucha política inmiscuida. Me parece una película buena, es larga pero a quien le gusta el tema no tendrá problema en verla completa.
29 de junio de 2014
29 de junio de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película interesantísima por la historia que relata y sobre todo por el maravilloso estado de gracia de sus dos protagonistas, los cuales nos hacen volar en cada plano: aparecen como verdaderos ángeles, etéreos y absolutamente adorables. Irons es el perfecto reflejo de un sacerdote santo y jesuita, ejem, y de Niro es un cacho de pan al cual perdonamos todas sus desvergonzadas burlas al stablishment actuales. Nada más que mostrar por parte de loas dos actors, más ahora que la música es de obra maestra y la ambientación inteligentísima: cine en estado de gracia para relatar sin complejos la verdad de lo que sucedía en las reducciones del Paraguay y el papel de la Iglesia y la Corona real en las colonias del nuevo mundo. Diría imprescindible, a juzgar por la alta calidad de sus elementos.
21 de diciembre de 2014
21 de diciembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La misión de Roland Joffé es un drama de aventuras históricas basado en la América colonial del siglo XVIII, que narra la historia de dos jesuitas que luchan cada uno a su manera para salvar a un poblado guaraní, uno con sus rezos y el otro con su espada. Dirigida con un ritmo pausado y con un estilo hermoso y profundo por su belleza natural y mensaje de sincera libertad, es una obra excepcional que cautiva con el corazón al público, dejando tras de sí una huella indeleble por ser una película extraordinaria y bien trabajada de principio a fin. Además, tiene el aliciente de tener en su interior un gran elenco actoral, una soberbia fotografía y una banda sonora de las más inspiradoras que existen para deleite de toda clase de públicos.
La fotografía muestra la naturaleza en todo su esplendor, exhibiendo imágenes evocadoras y bien cuidadas en detalles que cautivan en un luminoso trabajo que es sensacional en resultado. La música es emotiva y enardecedora dentro de su belleza, sacando a la palestra unos sonidos inolvidables que con profunda melancolía serán del agrado de todos gracias a la mano experta de Ennio Morricone. Los planos y movimientos de cámara consuman una sobresaliente labor técnica mediante el uso de la cámara en mano, panorámicos, reconocimiento, rotación, steadycam, avanti, grúas, primeros y primerísimos planos que sacan lo mejor de la acción en todo su contexto.
Las actuaciones son relucientes y con profundidad psicológica. Como protagonistas Jeremy Irons está admirable y convincente como buen jesuita, Robert De Niro trabaja con firmeza y determinación y Liam Neeson está acertado y pertinente en su tarea, siendo notables las interpretaciones de Ray McAnally, Aidan Quinn, Cherie Lunghi y Ronald Pickup entre otros. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones humildes y carentes por un lado y típicos de tribus indias por otro, en una magnífico trabajo que junto con los sugestivos decorados te transportan in situ.
El guion, escrito por Robert Bolt, es hermoso y sincero, además también tiene momentos apasionantes cuando llega la acción, siendo al completo un regalo para el corazón al utilizar a Dios como excusa para echar de sus tierras a los indios, los cuales además bajo el nombre de Dios ayudaron a crear las misiones, concluyendo un film excepcional y emotivo que merece la pena ser descubierto por toda clase de públicos. Esto se lleva a cabo con una narrativa con voz en off afable y enigmática que narra las vivencias de los jesuitas con tono clásico e impecable, logrando captar la total atención del espectador con sus palabras.
Para finalizar, la considero una obra sensacional e imperecedera en el séptimo arte que brilla con luz propia y sobrevive notablemente el paso del tiempo, ya que su mensaje sincero cala en el corazón de todos los públicos y en especial en los de todos aquellos que siguen la justicia y lo éticamente correcto en todas sus variantes. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados y narrativa que hacen de La misión, un film bello y conmovedor que no defraudará a ninguna clase de público.
La fotografía muestra la naturaleza en todo su esplendor, exhibiendo imágenes evocadoras y bien cuidadas en detalles que cautivan en un luminoso trabajo que es sensacional en resultado. La música es emotiva y enardecedora dentro de su belleza, sacando a la palestra unos sonidos inolvidables que con profunda melancolía serán del agrado de todos gracias a la mano experta de Ennio Morricone. Los planos y movimientos de cámara consuman una sobresaliente labor técnica mediante el uso de la cámara en mano, panorámicos, reconocimiento, rotación, steadycam, avanti, grúas, primeros y primerísimos planos que sacan lo mejor de la acción en todo su contexto.
Las actuaciones son relucientes y con profundidad psicológica. Como protagonistas Jeremy Irons está admirable y convincente como buen jesuita, Robert De Niro trabaja con firmeza y determinación y Liam Neeson está acertado y pertinente en su tarea, siendo notables las interpretaciones de Ray McAnally, Aidan Quinn, Cherie Lunghi y Ronald Pickup entre otros. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones humildes y carentes por un lado y típicos de tribus indias por otro, en una magnífico trabajo que junto con los sugestivos decorados te transportan in situ.
El guion, escrito por Robert Bolt, es hermoso y sincero, además también tiene momentos apasionantes cuando llega la acción, siendo al completo un regalo para el corazón al utilizar a Dios como excusa para echar de sus tierras a los indios, los cuales además bajo el nombre de Dios ayudaron a crear las misiones, concluyendo un film excepcional y emotivo que merece la pena ser descubierto por toda clase de públicos. Esto se lleva a cabo con una narrativa con voz en off afable y enigmática que narra las vivencias de los jesuitas con tono clásico e impecable, logrando captar la total atención del espectador con sus palabras.
Para finalizar, la considero una obra sensacional e imperecedera en el séptimo arte que brilla con luz propia y sobrevive notablemente el paso del tiempo, ya que su mensaje sincero cala en el corazón de todos los públicos y en especial en los de todos aquellos que siguen la justicia y lo éticamente correcto en todas sus variantes. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados y narrativa que hacen de La misión, un film bello y conmovedor que no defraudará a ninguna clase de público.
6 de febrero de 2016
6 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película cuenta la historia de la dominación occidental sobre los indígenas americanos. Guste o no, su trama está basada en la historia del siglo XVIII en América y permite entender entender ese escenario histórico.
Describe la situación de los guaraníes, de las fuerzas políticas españolas y portuguesas y del poder e intereses del papado. Durante toda la película existe una lucha de fuerzas entre una orden religiosa, el poder político occidental y el Papa. La orden cristiana es la de los jesuitas, éstos solamente deben obedecer al Papa cumpliendo el voto de obediencia. Los jesuitas se dedicaban a defender las injusticias de cualquier ámbito incluida las de la Iglesia y a crear misiones en las nuevas tierras para evangelizar a los indígenas.
Debido a estas actividades, los jesuitas recibieron la oposición del poder político e incluso del eclesiástico.
El rey portugués y español ansiaban la conquista de estas misiones para enriquecerse, tanto mediante la venta de esclavos como por la potente producción económica de esas tierras.
Por lo que respecta a las características de la producción de la película es necesario destacar la conocida banda sonora de Ennio Morricone ya que juega un papel importante. Sin embargo, no lo considero como lo mejor de la película ya que en esta posición colocaría la excelente recreación de un escenario selvático virgen. También es sorprendente la recreación del vestuario, las tradiciones, los estamentos sociales y la ambientación de las escenas.
Los personajes principales, Gabriel y Mendoza están protagonizados por Jeremy Irons y Robert de Niro respectivamente. Éstos realizan una puesta en escena magnífica ya que transmiten a la perfección los sentimientos que afloran en sus personajes en cualquier momento del largometraje.
Como conclusión, esta película muestra la auténtica realidad por la que se mueve la sociedad basada en el dinero y la avaricia, ésta es capaz de renunciar a sus principios para conseguir más poder ya sea material o de control.
Describe la situación de los guaraníes, de las fuerzas políticas españolas y portuguesas y del poder e intereses del papado. Durante toda la película existe una lucha de fuerzas entre una orden religiosa, el poder político occidental y el Papa. La orden cristiana es la de los jesuitas, éstos solamente deben obedecer al Papa cumpliendo el voto de obediencia. Los jesuitas se dedicaban a defender las injusticias de cualquier ámbito incluida las de la Iglesia y a crear misiones en las nuevas tierras para evangelizar a los indígenas.
Debido a estas actividades, los jesuitas recibieron la oposición del poder político e incluso del eclesiástico.
El rey portugués y español ansiaban la conquista de estas misiones para enriquecerse, tanto mediante la venta de esclavos como por la potente producción económica de esas tierras.
Por lo que respecta a las características de la producción de la película es necesario destacar la conocida banda sonora de Ennio Morricone ya que juega un papel importante. Sin embargo, no lo considero como lo mejor de la película ya que en esta posición colocaría la excelente recreación de un escenario selvático virgen. También es sorprendente la recreación del vestuario, las tradiciones, los estamentos sociales y la ambientación de las escenas.
Los personajes principales, Gabriel y Mendoza están protagonizados por Jeremy Irons y Robert de Niro respectivamente. Éstos realizan una puesta en escena magnífica ya que transmiten a la perfección los sentimientos que afloran en sus personajes en cualquier momento del largometraje.
Como conclusión, esta película muestra la auténtica realidad por la que se mueve la sociedad basada en el dinero y la avaricia, ésta es capaz de renunciar a sus principios para conseguir más poder ya sea material o de control.
2 de diciembre de 2016
2 de diciembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces, se habla más sobre la religión argumentando sus sacrificios que resaltando sus virtudes.
Se nos machaca la cabeza con los "no" y los "prohibido", hasta que se consigue dejar de lado la modesta belleza del compromiso personal.
Cuando la verdad es que, para muchos, el catolicismo no es tanto promesa de una vida tras la muerte como la seguridad de hacer lo correcto y necesario en la propia vida.
'La Misión' consigue, de manera muy sencilla, encapsular todos esos pequeños matices, las más de las veces relegados a notas de pie de página, e intenta devolverles todo el valor que deberían tener en el alma de una persona.
Llama la atención que, de hecho, en ningún momento de la historia haya apenas ninguna referencia cristiana, ninguna enseñanza aleccionadora: el sorprendente mensaje de la película tiene más que ver con cómo perciben el cristianismo sus personajes que con cómo lo podrías percibir tú.
No hay ningún ejemplo a destiempo, ningún mártir por el que llorar, y todo reviste una sencillez que llega por la honestidad con la que parece capturada.
La misma que recorre sus primeros momentos: nada más honesto y puro que una carta narrada en off sobre la impresionante vista de las cataratas de Igazú, que habla de hechos pero en realidad busca hablar de personas.
Gente como el padre Gabriel, que habiendo conquistado las cataratas, y en vez de traer la usual violencia, decide sentarse en un claro a merced de los indios guaraní, simplemente tocando música. Los indios en primer momento le amenazan y violentan (el hombre blanco) pero después, con ninguna palabra de por medio, aceptan su mensaje y amistad.
Uno de esos momentos en los que puede más lo que se hace que cualquier cosa que se pueda decir.
Lo mismo pasa con el otro protagonista de la historia, Rodrigo Mendoza, un violento cazador de esclavos entre los indios que, a merced de su dolorosa e imborrable culpa, decide machacarse el cuerpo casi tanto como el alma, poniéndose a levantar toda la carga física de su conciencia (su armadura esclavista) a lo largo de barro, tierra y jungla.
Los indios le encuentran, le reconocen y le insultan después. Amenazan con matarle, ahora que está desválido y completamente perdido, y a él no le importaría. Pero entonces, sin que nadie lo pudiese preveer, decidan darle la mano.
Y llora Rodrigo Mendoza su carga, una tan grande y tan dolorosa que solo sus supuestos enemigos podrían haberle quitado con un acto de amistad tan imposible. Otro ejemplo de que valdrá más lo que se hace, y lo que se calla no hace falta expresarlo.
Tras sendos ejemplos de buen sentimiento, organizados en torno a la fe pero nunca dependiente de ella, llegarán los portugueses a discutir con los españoles su trozo de tierra, en donde está situada la misión de San Carlos, ahora convertida en un imposible oasis de convivencia y comunicación.
Es asombroso como responden Mendoza y Gabriel a las provocaciones del enviado portugués: mostrando, sin ansia ni provocación, que dentro de las misiones el cristianismo es solo una excusa para salvar la vida a personas desplazadas dentro de su propia tierra. Cuando llegamos a San Carlos, la música lo transforma en una suerte de edén primigenio, rodeado de vegetación y felicidad, que parece merecer mucho más la pena que se conserve frente a inútiles disputas de tierra.
De nuevo será la violencia de los hombres la que ignorará su belleza, y Mendoza el único padre que se planteará hasta donde llega la fe que él pretende defender.
Es en ese momento cuando 'La Misión' sigue fiel a sus principios, manejando la posibilidad que nunca hemos visto: San Carlos merece defenderse, aún a costa de una supuesta integridad cristiana que deja de tener sentido en tiempos de necesidad.
¿Lo haríamos nosotros? Depende, quién sabe. Pero Mendoza, Gabriel y allegados lo hacen porque saben que solo ellos pueden hacerlo, y porque merece la pena devolver ese gesto de amistad desinteresada que les mostraron los guaraníes, cuando ambos estaban perdidos a sus respectivas maneras.
En su final, la historia habla de grandes decisiones, pero también de sacrificios.
Los que ambos se hacen por una causa buena y justa, no importa al amparo de que ideología crezca.
Pero también los que se hacen porque acabó el tiempo de las palabras, y solo ciertos actos tienen sentido.
Exactamente lo mismo que ha ocurrido desde el principio, entre hombres con más alma humilde que ambición.
Se nos machaca la cabeza con los "no" y los "prohibido", hasta que se consigue dejar de lado la modesta belleza del compromiso personal.
Cuando la verdad es que, para muchos, el catolicismo no es tanto promesa de una vida tras la muerte como la seguridad de hacer lo correcto y necesario en la propia vida.
'La Misión' consigue, de manera muy sencilla, encapsular todos esos pequeños matices, las más de las veces relegados a notas de pie de página, e intenta devolverles todo el valor que deberían tener en el alma de una persona.
Llama la atención que, de hecho, en ningún momento de la historia haya apenas ninguna referencia cristiana, ninguna enseñanza aleccionadora: el sorprendente mensaje de la película tiene más que ver con cómo perciben el cristianismo sus personajes que con cómo lo podrías percibir tú.
No hay ningún ejemplo a destiempo, ningún mártir por el que llorar, y todo reviste una sencillez que llega por la honestidad con la que parece capturada.
La misma que recorre sus primeros momentos: nada más honesto y puro que una carta narrada en off sobre la impresionante vista de las cataratas de Igazú, que habla de hechos pero en realidad busca hablar de personas.
Gente como el padre Gabriel, que habiendo conquistado las cataratas, y en vez de traer la usual violencia, decide sentarse en un claro a merced de los indios guaraní, simplemente tocando música. Los indios en primer momento le amenazan y violentan (el hombre blanco) pero después, con ninguna palabra de por medio, aceptan su mensaje y amistad.
Uno de esos momentos en los que puede más lo que se hace que cualquier cosa que se pueda decir.
Lo mismo pasa con el otro protagonista de la historia, Rodrigo Mendoza, un violento cazador de esclavos entre los indios que, a merced de su dolorosa e imborrable culpa, decide machacarse el cuerpo casi tanto como el alma, poniéndose a levantar toda la carga física de su conciencia (su armadura esclavista) a lo largo de barro, tierra y jungla.
Los indios le encuentran, le reconocen y le insultan después. Amenazan con matarle, ahora que está desválido y completamente perdido, y a él no le importaría. Pero entonces, sin que nadie lo pudiese preveer, decidan darle la mano.
Y llora Rodrigo Mendoza su carga, una tan grande y tan dolorosa que solo sus supuestos enemigos podrían haberle quitado con un acto de amistad tan imposible. Otro ejemplo de que valdrá más lo que se hace, y lo que se calla no hace falta expresarlo.
Tras sendos ejemplos de buen sentimiento, organizados en torno a la fe pero nunca dependiente de ella, llegarán los portugueses a discutir con los españoles su trozo de tierra, en donde está situada la misión de San Carlos, ahora convertida en un imposible oasis de convivencia y comunicación.
Es asombroso como responden Mendoza y Gabriel a las provocaciones del enviado portugués: mostrando, sin ansia ni provocación, que dentro de las misiones el cristianismo es solo una excusa para salvar la vida a personas desplazadas dentro de su propia tierra. Cuando llegamos a San Carlos, la música lo transforma en una suerte de edén primigenio, rodeado de vegetación y felicidad, que parece merecer mucho más la pena que se conserve frente a inútiles disputas de tierra.
De nuevo será la violencia de los hombres la que ignorará su belleza, y Mendoza el único padre que se planteará hasta donde llega la fe que él pretende defender.
Es en ese momento cuando 'La Misión' sigue fiel a sus principios, manejando la posibilidad que nunca hemos visto: San Carlos merece defenderse, aún a costa de una supuesta integridad cristiana que deja de tener sentido en tiempos de necesidad.
¿Lo haríamos nosotros? Depende, quién sabe. Pero Mendoza, Gabriel y allegados lo hacen porque saben que solo ellos pueden hacerlo, y porque merece la pena devolver ese gesto de amistad desinteresada que les mostraron los guaraníes, cuando ambos estaban perdidos a sus respectivas maneras.
En su final, la historia habla de grandes decisiones, pero también de sacrificios.
Los que ambos se hacen por una causa buena y justa, no importa al amparo de que ideología crezca.
Pero también los que se hacen porque acabó el tiempo de las palabras, y solo ciertos actos tienen sentido.
Exactamente lo mismo que ha ocurrido desde el principio, entre hombres con más alma humilde que ambición.
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