Perdiendo el norte
2015 

5.0
19,684
Comedia
Hugo y Braulio, dos jóvenes con formación universitaria, hartos de no encontrar ni trabajo ni futuro en España, deciden emigrar a Alemania siguiendo los cantos de sirena de un programa de televisión tipo "Españoles por el mundo". Pero pronto descubrirán que sobrar en un sitio no significa ser necesario en otro, y que perseguir el sueño alemán puede tener mucho de pesadilla. (FILMAFFINITY)
25 de marzo de 2015
25 de marzo de 2015
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esos dos que la suspenden no han debido de ver la misma película que yo, porque precisamente creo que "Perdiendo el norte" tiene un guión que discurre con mucha naturalidad, sin forzarlo (bueno, a excepción de la escena que explico en spoiler) y unos diálogos que juegan muy bien con el doble sentido y con la inteligencia de provocar la carcajada en el espectador. En cuanto a que es como un episodio de "7 vidas" o "Aída", será porque la dirige también Nacho García Velilla, porque en mi opinión no se parece en nada a la ficción televisiva.
A quienes piensen que estamos ante un remake de "Vente a Alemania, Pepe", les entusiasmará el enfoque más moderno y actual, con un conglomerado multicultural fruto del mundo globalizado que no existía en los 60-70. Además, la película es muy necesaria en estos momentos con un mensaje feroz sobre una realidad que no es exagerada en el argumento (José Sacristán pone la reflexión más dramática como contrapunto a la comedia). Hugo y Braulio se ven obligados a aceptar cualquier tipo de trabajo y, lo que es peor, nadie salvo ellos mismos puede ayudarles a subsistir.
Por último, el reparto es genial. Me he llevado una sorpresa con Yon González - al que creía un actor de productos juveniles - y especialmente con Blanca Suárez, que está encantadora pese a la primera aparición de su personaje. El resto no desentona, aunque como a Julián López ya lo conocemos más, destacaré a Miki Esparbé porque es el comodín que García Velilla utiliza cuando la película puede sufrir algún altibajo (igual que hizo con López en "Que se mueran los feos"). El director introduce también muchos guiños a su Zaragoza natal, y confía de nuevo en el tandem de mis amigos oscenses Juanjo Javierre y Nacho Moya para una fundamentalmente electrónica banda sonora.
Hay que verla, por todo su contenido y por esas impagables colaboraciones de Arturo Valls y Chicote, así como por las tomas finales, que merecen la pena.
Mi nota: 8,4
A quienes piensen que estamos ante un remake de "Vente a Alemania, Pepe", les entusiasmará el enfoque más moderno y actual, con un conglomerado multicultural fruto del mundo globalizado que no existía en los 60-70. Además, la película es muy necesaria en estos momentos con un mensaje feroz sobre una realidad que no es exagerada en el argumento (José Sacristán pone la reflexión más dramática como contrapunto a la comedia). Hugo y Braulio se ven obligados a aceptar cualquier tipo de trabajo y, lo que es peor, nadie salvo ellos mismos puede ayudarles a subsistir.
Por último, el reparto es genial. Me he llevado una sorpresa con Yon González - al que creía un actor de productos juveniles - y especialmente con Blanca Suárez, que está encantadora pese a la primera aparición de su personaje. El resto no desentona, aunque como a Julián López ya lo conocemos más, destacaré a Miki Esparbé porque es el comodín que García Velilla utiliza cuando la película puede sufrir algún altibajo (igual que hizo con López en "Que se mueran los feos"). El director introduce también muchos guiños a su Zaragoza natal, y confía de nuevo en el tandem de mis amigos oscenses Juanjo Javierre y Nacho Moya para una fundamentalmente electrónica banda sonora.
Hay que verla, por todo su contenido y por esas impagables colaboraciones de Arturo Valls y Chicote, así como por las tomas finales, que merecen la pena.
Mi nota: 8,4
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me flojea un poco el guión cuando Hugo visita a la hija de Andrés, pues no sé cómo consigue las señas de su dirección. Sin embargo, y aunque parezca increíble, sí me cuadra que regrese a tiempo a Berlín para encontrar a Carla (recordemos que la retransmisión de la maraton en TV comienza antes del inicio de la propia carrera, la cual dura más de cinco horas, con lo que tiene margen suficiente para una hora de ceremonia y aún volar hasta Alemania).
10 de marzo de 2015
10 de marzo de 2015
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Divertida comedia que se mueve entre el drama de la crisis y algunas coñas disparatadas para echar unas risas. No es una gran película y su guión hace aguas sobre todo con el incongruente tramo final, pero sí tiene sus puntos necesarios para que no nos arrepintamos de verla en el cine.
El principal problema que tiene es el desequilibrio en sus interpretaciones, al margen de la locura del guión en algunos momentos. Así, realmente el mejor actor es precisamente el que menos sale. Arturo Valls haciendo de sí mismo. En cuanto al cuarteto principal, el único que brilla es Julián López, que le pegan mucho este tipo de papeles (Pagafantas). Yon González deja mucho que desear, Blanca Suárez lo hace regular y Machín y Cámara están absolutamente desaprovechados. Sobre todo esta última no merecía un papel tan residual después de su fenomenal interpretación en Ocho apellidos vascos. En cuanto a Corberó, igualmente desempeña un rol anecdótico. Igual que ella podría haberlo hecho cualquiera. Una pena.
La historia nos ofrece situaciones y pequeñas reflexiones sobre los prejuicios y realidades de buscar empleo en el extranjero. También se proyecta el mensaje de que tratemos de ser lo que queremos, no lo que podamos ser. Porque de lo contrario podríamos condenarnos a no ser felices. Pero ese leve trasfondo es construido en clave de humor de forma que nos podamos reír y dejar de lado los problemas. Así que tampoco esperemos un drama filosófico ni tampoco un guión digno de Goya porque nos encontramos con escenas propias de teleseries con muy poca lógica. Pero si se trata de sonreír frente a una situación dificultosa, creo que cumple con su cometido. Ahora bien, con otros actores hubiese tenido mejor resultado.
El principal problema que tiene es el desequilibrio en sus interpretaciones, al margen de la locura del guión en algunos momentos. Así, realmente el mejor actor es precisamente el que menos sale. Arturo Valls haciendo de sí mismo. En cuanto al cuarteto principal, el único que brilla es Julián López, que le pegan mucho este tipo de papeles (Pagafantas). Yon González deja mucho que desear, Blanca Suárez lo hace regular y Machín y Cámara están absolutamente desaprovechados. Sobre todo esta última no merecía un papel tan residual después de su fenomenal interpretación en Ocho apellidos vascos. En cuanto a Corberó, igualmente desempeña un rol anecdótico. Igual que ella podría haberlo hecho cualquiera. Una pena.
La historia nos ofrece situaciones y pequeñas reflexiones sobre los prejuicios y realidades de buscar empleo en el extranjero. También se proyecta el mensaje de que tratemos de ser lo que queremos, no lo que podamos ser. Porque de lo contrario podríamos condenarnos a no ser felices. Pero ese leve trasfondo es construido en clave de humor de forma que nos podamos reír y dejar de lado los problemas. Así que tampoco esperemos un drama filosófico ni tampoco un guión digno de Goya porque nos encontramos con escenas propias de teleseries con muy poca lógica. Pero si se trata de sonreír frente a una situación dificultosa, creo que cumple con su cometido. Ahora bien, con otros actores hubiese tenido mejor resultado.
5 de marzo de 2015
5 de marzo de 2015
8 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perdiendo el norte es hija de nuestro tiempo, de la crisis económica, del (parece que anunciado) fin del bipartidismo, de la gente indignada por la corrupción, los recortes y el descenso de la calidad de vida que viene sufriendo nuestro país en los últimos años.
En una suerte de actualización de lo mismo que nos contó Carlos Iglesias en 2006 en Un franco, catorce pesetas (porque desgraciadamente ¿acaso no se está repitiendo la historia de la inmigración española en Alemania y otros países del norte de Europa?), Nacho García Velilla nos cuenta la historia de dos amigos, Hugo y Braulio, que dejan atrás familia, novia (en el caso de Hugo), amigos y una existencia miserable condenada al paro pese a su valía intelectual para buscarse la vida en Alemania. Y no se sabe si es porque el tema suena espantosamente familiar, pero el resultado es verdaderamente magnífico. O porque se han hecho muy bien las cosas, que también.
Perdiendo el norte tiene un humor muy español (atención al personaje de Rafa, insufrible al principio y muchísimo más soportable según avanza la trama, que es en quien más se nota que la mano de Velilla estuvo detrás de productos televisivos tan buenos como Siete vidas y otros… no tan buenos, como Aída) y a ratos es también heredera directa de muchas comedias británicas. Y si no me creen, miren secuencias como la de la iglesia o la de toda la pandilla en el coche en el clímax final y digan si no les recuerdan poderosamente a Cuatro bodas y un funeral (M. Newell, 1995) y Notting Hill (R. Michell, 1999), respectivamente. Como comedia es ligera. Tampoco esperen troncharse continuamente porque la cosa no va por ahí. Se trata más bien de arrancar sonrisas, de poner humor a situaciones tan duras como las de la inmigración forzosa o los desahucios (o incluso algún que otro problema médico) y de identificar al público con una de las pandillas de perdedores (pues todos lo son de una forma u otra) más simpáticas que se recuerdan en años en el cine patrio. No va a tener el mismo éxito seguramente, pero en el diseño y desarrollo de los personajes la película es superior a otras comedias recientes como Tres bodas de más o incluso la omnipresente Ocho apellidos vascos. Su mayor punto fuerte es lo bien que encajan todas sus piezas: la reivindicativa, aunque su discurso sea siempre bastante obvio y machacón, la puramente cómica, la de bofetada de realidad en su retrato del “sueño alemán” y la de la historia sobre la amistad entre gente aparentemente dispar. Incluso las subtramas que en principio parecían no tener mucho orden ni concierto, como la del empresario turco, su mujer y sus dificultades para tener hijos, terminan por reconducirse y acoplarse para formar un todo de lo más agradable, que es de lo que se trataba. Además, como historia romántica también funciona perfectamente la película, en parte por la química entre Yon González y Blanca Suárez y en parte porque el guión se marca momentos tan logrados como el paseo por Berlín en Nochebuena de Hugo y Carla o el descubrimiento por parte de Carla de la auténtica situación sentimental de Hugo. De acuerdo, esta parte también está llena de tópicos (chico y chica se conocen, se llevan mal, se van conociendo, se enamoran, hay problemas, etc), pero una vez más el resultado es tan encantador y tan entretenido que termina por no importar su falta de originalidad.
Sobre todo, Perdiendo el norte tiene buenos actores. Muy buenos actores. No pierdan de vista a ese hilarante Younes Bachir (ver cuando descubre cierto secreto de Braulio en un baño) ni a su mujer de ficción Malena Alterio. No se olviden de aplaudir la precisión de Úrsula Corberó como niña de papá y tonta del bote. Julían López borda el papel de pardillo rata de biblioteca con pocas habilidades sociales y amatorias (o no…). Blanca Suárez realiza quizás una de sus mejores actuaciones hasta la fecha en un papel ciertamente simpático y a tono con el encanto general de la película que ella clava a la perfección. José Sacristán sigue siendo uno de los más grandes y aporta grandes momentos de humor. Carmen Machi y Javier Cámara no tienen que esforzarse demasiado, porque sus roles no exigen mucho más que mostrar esa característica personalidad cómica y ese feeling que ambos tienen en comedia, y con eso les basta para arrancar unas cuantas carcajadas. Incluso Miki Esparbé, el más pasado de rosca por exigencias del guión, termina encontrando su hueco dentro de un gran conjunto de intérpretes que empastan a la perfección unos con otros y están entregados en cuerpo y alma a hacer pasar al público un buen rato. Pero es Yon González quien merece los mayores elogios, porque está simple y llanamente perfecto como titubeante galán, como actor cómico y como protagonista llevando el peso de la trama sobre sus hombros. Olvídense de lo que le hayan visto hacer en televisión o de si les convenció o no. Este González no tiene nada que ver con ningún otro que se haya visto previamente y debería reconocerse el enorme esfuerzo que ha hecho en la película y los espléndidos resultados que consigue. Habrá que seguirlo muy de cerca.
No es perfecta. Es posible que le sobren minutos por lo mucho que se extiende en la llegada y aclimatación de los dos amigos a Berlín y sin duda el giro dramático que intenta dar con el personaje de Sacristán no solo no era necesario sino que rompe la armonía del conjunto y paraliza un poco su ritmo cuando mejor se lo está pasando el público, pero no es nada grave. Son pocas cosas y no demasiado importantes. Lo demás es para disfrutarlo y disfrutarlo mucho, además.
En definitiva, una propuesta tierna, divertida, romántica, gamberra a ratos y enormemente simpática. Una muy buena comedia para los tiempos que corren, pero también para el futuro, porque nos recordará lo que fuimos y lo que pasó durante muchos, demasiados años durante la gran crisis económica.
En una suerte de actualización de lo mismo que nos contó Carlos Iglesias en 2006 en Un franco, catorce pesetas (porque desgraciadamente ¿acaso no se está repitiendo la historia de la inmigración española en Alemania y otros países del norte de Europa?), Nacho García Velilla nos cuenta la historia de dos amigos, Hugo y Braulio, que dejan atrás familia, novia (en el caso de Hugo), amigos y una existencia miserable condenada al paro pese a su valía intelectual para buscarse la vida en Alemania. Y no se sabe si es porque el tema suena espantosamente familiar, pero el resultado es verdaderamente magnífico. O porque se han hecho muy bien las cosas, que también.
Perdiendo el norte tiene un humor muy español (atención al personaje de Rafa, insufrible al principio y muchísimo más soportable según avanza la trama, que es en quien más se nota que la mano de Velilla estuvo detrás de productos televisivos tan buenos como Siete vidas y otros… no tan buenos, como Aída) y a ratos es también heredera directa de muchas comedias británicas. Y si no me creen, miren secuencias como la de la iglesia o la de toda la pandilla en el coche en el clímax final y digan si no les recuerdan poderosamente a Cuatro bodas y un funeral (M. Newell, 1995) y Notting Hill (R. Michell, 1999), respectivamente. Como comedia es ligera. Tampoco esperen troncharse continuamente porque la cosa no va por ahí. Se trata más bien de arrancar sonrisas, de poner humor a situaciones tan duras como las de la inmigración forzosa o los desahucios (o incluso algún que otro problema médico) y de identificar al público con una de las pandillas de perdedores (pues todos lo son de una forma u otra) más simpáticas que se recuerdan en años en el cine patrio. No va a tener el mismo éxito seguramente, pero en el diseño y desarrollo de los personajes la película es superior a otras comedias recientes como Tres bodas de más o incluso la omnipresente Ocho apellidos vascos. Su mayor punto fuerte es lo bien que encajan todas sus piezas: la reivindicativa, aunque su discurso sea siempre bastante obvio y machacón, la puramente cómica, la de bofetada de realidad en su retrato del “sueño alemán” y la de la historia sobre la amistad entre gente aparentemente dispar. Incluso las subtramas que en principio parecían no tener mucho orden ni concierto, como la del empresario turco, su mujer y sus dificultades para tener hijos, terminan por reconducirse y acoplarse para formar un todo de lo más agradable, que es de lo que se trataba. Además, como historia romántica también funciona perfectamente la película, en parte por la química entre Yon González y Blanca Suárez y en parte porque el guión se marca momentos tan logrados como el paseo por Berlín en Nochebuena de Hugo y Carla o el descubrimiento por parte de Carla de la auténtica situación sentimental de Hugo. De acuerdo, esta parte también está llena de tópicos (chico y chica se conocen, se llevan mal, se van conociendo, se enamoran, hay problemas, etc), pero una vez más el resultado es tan encantador y tan entretenido que termina por no importar su falta de originalidad.
Sobre todo, Perdiendo el norte tiene buenos actores. Muy buenos actores. No pierdan de vista a ese hilarante Younes Bachir (ver cuando descubre cierto secreto de Braulio en un baño) ni a su mujer de ficción Malena Alterio. No se olviden de aplaudir la precisión de Úrsula Corberó como niña de papá y tonta del bote. Julían López borda el papel de pardillo rata de biblioteca con pocas habilidades sociales y amatorias (o no…). Blanca Suárez realiza quizás una de sus mejores actuaciones hasta la fecha en un papel ciertamente simpático y a tono con el encanto general de la película que ella clava a la perfección. José Sacristán sigue siendo uno de los más grandes y aporta grandes momentos de humor. Carmen Machi y Javier Cámara no tienen que esforzarse demasiado, porque sus roles no exigen mucho más que mostrar esa característica personalidad cómica y ese feeling que ambos tienen en comedia, y con eso les basta para arrancar unas cuantas carcajadas. Incluso Miki Esparbé, el más pasado de rosca por exigencias del guión, termina encontrando su hueco dentro de un gran conjunto de intérpretes que empastan a la perfección unos con otros y están entregados en cuerpo y alma a hacer pasar al público un buen rato. Pero es Yon González quien merece los mayores elogios, porque está simple y llanamente perfecto como titubeante galán, como actor cómico y como protagonista llevando el peso de la trama sobre sus hombros. Olvídense de lo que le hayan visto hacer en televisión o de si les convenció o no. Este González no tiene nada que ver con ningún otro que se haya visto previamente y debería reconocerse el enorme esfuerzo que ha hecho en la película y los espléndidos resultados que consigue. Habrá que seguirlo muy de cerca.
No es perfecta. Es posible que le sobren minutos por lo mucho que se extiende en la llegada y aclimatación de los dos amigos a Berlín y sin duda el giro dramático que intenta dar con el personaje de Sacristán no solo no era necesario sino que rompe la armonía del conjunto y paraliza un poco su ritmo cuando mejor se lo está pasando el público, pero no es nada grave. Son pocas cosas y no demasiado importantes. Lo demás es para disfrutarlo y disfrutarlo mucho, además.
En definitiva, una propuesta tierna, divertida, romántica, gamberra a ratos y enormemente simpática. Una muy buena comedia para los tiempos que corren, pero también para el futuro, porque nos recordará lo que fuimos y lo que pasó durante muchos, demasiados años durante la gran crisis económica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo mejor: Lo bien que mezclan todos los ingredientes (repetimos, aunque de primeras pueda parecer lo contrario) y lo bien que están todos los actores y muy especialmente Yon González.
Lo peor: No hacía ninguna falta el giro dramático del personaje de José Sacristán y no le hubieran venido mal cinco o diez minutos menos.
Lo peor: No hacía ninguna falta el giro dramático del personaje de José Sacristán y no le hubieran venido mal cinco o diez minutos menos.
6 de marzo de 2015
6 de marzo de 2015
5 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando queremos desconectar esa parte de nuestro cerebro que lleva toda la semana trabajando y dar paso a esas neuronas que necesitan muy poco para que nos sintamos contentos, no hay mejor cosa que ver una película como esta, con humor sencillo, sin pretensiones.
Sin lugar a dudas, en este tipo de comedia, se mueve como pez en el agua, Julian Lopez, un genio en estas situaciones cómicas...no os perdáis su escena con el profesor chino cuando están saliendo los créditos del final
Y para redondear la película, un José Sacristán soberbio, sus escasas apariciones dan empaque a la película.
Sin lugar a dudas, en este tipo de comedia, se mueve como pez en el agua, Julian Lopez, un genio en estas situaciones cómicas...no os perdáis su escena con el profesor chino cuando están saliendo los créditos del final
Y para redondear la película, un José Sacristán soberbio, sus escasas apariciones dan empaque a la película.
7 de marzo de 2015
7 de marzo de 2015
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Día de estreno y la gente se agolpa a la puerta de la sala del cine esperando a ser desalojada de la sesión anterior.
Ufff me digo, ésto está de bote en bote, ¿me habré equivocado de sala?...no, todo es correcto y debo saciar mi curiosidad, me acerco a una joven pareja para agudizar mi oído mientras muerdo con dificultad un regaliz...ahhh, ya entiendo, la sombra de "Ocho apellidos vascos" es alargada...ufff me vuelvo a decir, mala señal, ya soy gallo viejo y ésto lo he vivido antes, las "pseudo secuelas" suelen ser peor que la propia secuela que mi regaliz dejará en mis dientes a modo de pegamento.
Comienza la película y pasada la hora, mi rostro ha realizado tres muecas de amago de sonrisa y desde el minuto tres, sobre mi pecho se ha acoplado un peso ficticio que dificulta mi respiración y del que no puedo liberarme.
Lo que ven mis ojos no es una comedia, es un drama, y lo peor de todo, es la vida real.
Termina la película y mi pareja me pregunta "has estado muy serio durante toda la película, ¿no te ha gustado?", y yo pienso, quizás en el trailer me han vendido lo que no es y quizás yo mismo me he equivocado a la hora de no querer autoconvencerme de que hoy tocaba carcaja, pero es que sin esa premisa, estoy ante una película con una historia terrible, que estruja tu corazón y tus esperanzas con una viril y fría mano de realidad.
Y nos han engañado y su final es aún más infinito sin tener dónde agarrarse, y te sientes ingenuo, inseguro, sin esperanzas y sin saber cuál debe ser mi próximo paso...y todo ello a través de una película con muchos y difuminadas muestras de poco talento que el cine español se obsesiona en introducir en cada obra que nos muestra.
Y a pesar de todo, estamos ante una útil fabula sin una moraleja clara.
¡Y yo me sorprendo!
Ufff me digo, ésto está de bote en bote, ¿me habré equivocado de sala?...no, todo es correcto y debo saciar mi curiosidad, me acerco a una joven pareja para agudizar mi oído mientras muerdo con dificultad un regaliz...ahhh, ya entiendo, la sombra de "Ocho apellidos vascos" es alargada...ufff me vuelvo a decir, mala señal, ya soy gallo viejo y ésto lo he vivido antes, las "pseudo secuelas" suelen ser peor que la propia secuela que mi regaliz dejará en mis dientes a modo de pegamento.
Comienza la película y pasada la hora, mi rostro ha realizado tres muecas de amago de sonrisa y desde el minuto tres, sobre mi pecho se ha acoplado un peso ficticio que dificulta mi respiración y del que no puedo liberarme.
Lo que ven mis ojos no es una comedia, es un drama, y lo peor de todo, es la vida real.
Termina la película y mi pareja me pregunta "has estado muy serio durante toda la película, ¿no te ha gustado?", y yo pienso, quizás en el trailer me han vendido lo que no es y quizás yo mismo me he equivocado a la hora de no querer autoconvencerme de que hoy tocaba carcaja, pero es que sin esa premisa, estoy ante una película con una historia terrible, que estruja tu corazón y tus esperanzas con una viril y fría mano de realidad.
Y nos han engañado y su final es aún más infinito sin tener dónde agarrarse, y te sientes ingenuo, inseguro, sin esperanzas y sin saber cuál debe ser mi próximo paso...y todo ello a través de una película con muchos y difuminadas muestras de poco talento que el cine español se obsesiona en introducir en cada obra que nos muestra.
Y a pesar de todo, estamos ante una útil fabula sin una moraleja clara.
¡Y yo me sorprendo!
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