Clouzot sabe como lograr la tensión a partir de la simplicidad más absoluta, un "sencillo" viaje en camión se transforma en una bomba de tiempo que amenaza con explotar en cada gesticulación de los protagonistas.

Es una pena que siendo un director capaz de lograr tanto desde el minimalismo no haya sabido contenerse. No soy ni la primera ni la última que le reclame por el estiramiento de las escenas, la introducción eterna de personajes donde sobra todo el tiempo hasta que Vanel entra en escena y además la pelea sin sentido en el bar, un viaje que debió ser más corto, y un final donde pasan demasiadas cosas juntas y encima el bailecito con el camión que pese a estar bien montado es de lo más absurdo que he visto en el cine.

Las actuaciones son más que correctas, destacar la labor de Vanel.

Lo que es digno de elogio es la utilización de los lenguajes, al menos 5 lenguas diferentes y pese a algunos acentos -como el de Verita- es admirable la exigencia y preocupación por cuidar este detalle.

No condene a Clouzot por el desmedido final, y de última dele una oportunidad a "Las diabólicas" (1955) donde, ahí sí, la tensión no decae nunca.

Lo mejor: la tensión que logra durante el viaje.
Lo peor: el chapucero y patético final.

Cuánto daño han hecho al cine las actrices de escaso talento casadas o emparejadas con grandes directores. Véase a Carolina Bang y Alex de la Iglesia. Pero es mucho peor el caso de Vera Clouzot, que sólo ha hecho tres películas, las tres dirigidas por su marido y dos de las cuáles son grandes obras que podrían haber sido mejores sin su presencia. Aunque Vera Clouzot hace más daño en El salario del miedo que en Las diábolicas, el daño está hecho. Su imposible acento venezolano, sus llantos agudos y fuera de tono, hacen que cada vez que aparece en pantalla la película pierda un par de puntos de valoración. Hay otra cosa imposible de creer en está película: el final. Ya han hablado de él en numerosas críticas, así que no voy a abundar en lo ridículo que resulta o en lo fácil que habría sido hacerlo igual de dramático, pero menos infantil.

Todo lo demás es para quitarse el sombrero. Ese retrato de un grupo de desarraigados, atraídos como moscas al calor de una multinacional americana, el retrato del variopinto grupo de perdedores, de las relaciones entre ellos y del mestizaje cultural y racial que destila el filme de Clouzot convierte la película en obligatoria. Lamento haberme extendido más en lo malo que en lo bueno. Pero es que lo malo de esta película es muy malo.

La vi de niño. Han pasado más de 25 años desde entonces y aún perdura el recuerdo la explosiva tensión que se vive a lo largo de todo su metraje, como el invitado de piedra de este excepcional film, la nitroglicerina.

Tras la sorpresa inicial de tener una película en VO y descubrir que empiezan hablando en español, para luego pasar al francés, inglés e italiano, me dispuse a disfrutarla.
La pelí tiene dos partes muy diferentes, una inicial más tranquila en el que se presentan los personajes y los conflictos que surgen entre ellos y donde también se hace una breve descripción del momento histórico en el que se encuentran (aquí me hubiera gustado que profundizaran un poco más). Y una segunda parte llena de tensión donde se narra la odisea de los protagonistas con los camiones.
Las dos funcionan bien, sin embargo es la segunda por la que destaca la película. Mientras que en la primera parte el papel de la novieta es bastante ridículo y no aporta nada en la segunda parte todo funciona como un reloj, creando secuencias que les hubiese encantado grabar a Hitchcock o Frankenheimer. Pese a tener ya 63 años se mantiene perfectamente, aunque es una pena que se grabara en formato 1.37 : 1 porque en uno más amplio hubiera lucido más.
Si tuviera que cambiar algo reduciría algo la primera parte ya que, aunque no aburre en ningún momento, creo que le quita el peso necesario a la segunda mitad; y el final, que aunque está muy bien realizado, creo que se podría haber terminado de manera muy similar pero justificándolo mejor.

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Cuando se ve algo así uno se da cuenta que resulta ridículo y desagradecido cuando se queja por los insignificantes problemillas que pueda tener. El horror, el vacío, la miseria, la tristeza, la desesperanza...Perfectamente ambientada en los años 50, me trae a la memoria el más crudo existencialismo, el de "la náusea", o "el extranjero". La nada, el vacío, el horror de una existencia cruel y sin sentido. Peligrosamente nihilista.