Cinema Paradiso
1988 

8.3
95,272
Drama. Comedia
'Cinema Paradiso' es una historia de amor por el cine. Narra la historia de Salvatore, un niño de un pueblecito italiano en el que el único pasatiempo es ir al cine. Subyugado por las imágenes en movimiento, el chico cree ciegamente que el cine es magia; pero, un día, Alfredo, el operador, accede a enseñarle al pequeño los misterios y secretos que se ocultan detrás de una película. Salvatore va creciendo y llega el momento en el que ... [+]
22 de febrero de 2010
22 de febrero de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinema Paradiso es una obra espectacularmente sencilla y dulce que cautiva y llega al espectador.
No es una película difícil ni pesada, no trata sobre temas típicamente complicados ni de situaciones trascendentales ni complejas. Cinema Paradiso es una película con una trama amable donde resalta por encima de todo la amistad y el amor.
Un largometraje para el hombre cinéfilo que desee evadirse con una buena película huyendo de otras rudas y violentas.
Giuseppe Tornatore con Cinema Paradiso hace revivir lo que fue el cine antaño y la magia en el que él se vivía.
Emociónense.
Martí L.C.
No es una película difícil ni pesada, no trata sobre temas típicamente complicados ni de situaciones trascendentales ni complejas. Cinema Paradiso es una película con una trama amable donde resalta por encima de todo la amistad y el amor.
Un largometraje para el hombre cinéfilo que desee evadirse con una buena película huyendo de otras rudas y violentas.
Giuseppe Tornatore con Cinema Paradiso hace revivir lo que fue el cine antaño y la magia en el que él se vivía.
Emociónense.
Martí L.C.
8 de agosto de 2010
8 de agosto de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinceramente, hay pocas películas que son capaces de sorprenderme tanto como para hacerme pensar el porqué me encanta el cine, y Cinema Paradiso es una de ellas, es más diría que hoy he visto la declaración más impresionante de amor al séptimo arte que pueda proyectarse en una pantalla.
Esta cinta es el reflejo de cómo es la verdadera nostalgia, el amor por hacer las cosas, las esperanzas y los sueños, pero sobre todo es el reflejo de la vida misma a través del arte del cine.
Aparte de lo ya mencionado, si nos referimos a los aspectos técnicos es excelente. La fotografía, el montaje, el guión, las actuaciones, la inolvidable banda sonora de Ennio Morricone absolutamente todo es irreprochable, una demostración maravillosa de cómo se deben transmitir emociones con una película.
Para finalizar, nada que añadir a lo que ya se ha dicho de este film, es una obra maestra, totalmente imprescindible, para cualquier cinéfilo, y cualquier persona que no quiera ver una película, sino el reflejo de una vida en la pantalla.
Esta cinta es el reflejo de cómo es la verdadera nostalgia, el amor por hacer las cosas, las esperanzas y los sueños, pero sobre todo es el reflejo de la vida misma a través del arte del cine.
Aparte de lo ya mencionado, si nos referimos a los aspectos técnicos es excelente. La fotografía, el montaje, el guión, las actuaciones, la inolvidable banda sonora de Ennio Morricone absolutamente todo es irreprochable, una demostración maravillosa de cómo se deben transmitir emociones con una película.
Para finalizar, nada que añadir a lo que ya se ha dicho de este film, es una obra maestra, totalmente imprescindible, para cualquier cinéfilo, y cualquier persona que no quiera ver una película, sino el reflejo de una vida en la pantalla.
9 de julio de 2020
9 de julio de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un clásico inmortal, el propio letrero con sus luces de neón es un icono reconocible para los cinéfilos, aunque excesivamente blando y meloso para los más exigentes, sobre todo si lo comparamos con las historias pérfidas y amargas que se han hecho recreando el séptimo arte, seguramente superiores a ésta y desde un prisma más cínico y escéptico. En todo caso yo la he visto por enésima vez sin perder esa emoción que es la esencia del buen cine , sin menoscabo del interés en su mensaje humanista y reconciliador. Despliega con habilidad los hilos del melodrama, la comedia costumbrista y coral, así como una puesta en escena siempre creativa e inteligente.
Más que una oda al cine, que lo es, en esta conmovedora historia lo que prevalece, y creo que lo auténticamente importante es la relación paterno-filial entre Alfredo, esquivo y gruñón, frente a Totó, travieso y de gran sensibilidad, para el primero es el hijo que nunca tuvo en su solitaria existencia y para el segundo es el padre que no conoció. Ambos se necesitan y se atraen, el cine es la bendita escusa, un maravilloso pretexto, porque en esa pantalla de cine, es donde Alfredo y Totó encuentran una ventana a los sueños, a través de las películas que proyectan, y para el pequeño es descubrir la vida, el amor, la música y el baile, la aventura y los problemas sociales del país. Alfredo utiliza su experiencia y los diálogos que ha memorizado de sus grandes estrellas del celuloide para ilustrar e instruir a su joven ayudante: “Totó no pierdas el tiempo, eres joven y el mundo es tuyo, márchate a Roma”, es el consejo para huir de la mediocridad y el olvido.
Fragmentos de La diligencia, La tierra tiembla, Arroz amargo, Ana, sirven para ilustrar la época, los carteles publicitarios de Casablanca, Gilda, Lo que el viento se llevó, y tantas otras obras que formaban parte de la memoria de aquella sociedad a la que el censor le privaba de esos besos apasionados, esos momentos de amor que censuraban los poderes facticos, es lo que prevalece en la memoria de su director a efectos autobiográficos. El descubrimiento del amor juvenil de Totó es otro tema que está tratado con pudor y ternura, seguramente las diferencias sociales se convierten en un obstáculo insalvable.
Hay un aire de tristeza y melancolía que descubre la cinefilia del director, Tornatore escarnado por el Totó adulto en el regreso a sus orígenes, me recuerda al senador Stoodard (James Stewart) al principio de “El hombre que mató a Liberty Valance”, acude a rendir homenaje a su mentor y protector Tom Doniphon (John Wayne) de cuerpo presente. Por otro lado es un testimonio de aquella época, esa misteriosa caja que hereda Totó subrayada por la música del maestro Morricone, que te emociona hasta las lágrimas. Es un legado sentimental que queda de aquellas tardes de cine en un lugar apartado del mundo donde apenas había otra diversión, ni otra manifestación cultural que aquella sala oscura del CINEMA PARADISO que iluminaba el proyector de Alfredo (un memorable Phillippe Noiret).
El mejor detalle técnico del film lo describo en zona spoiler.
Más que una oda al cine, que lo es, en esta conmovedora historia lo que prevalece, y creo que lo auténticamente importante es la relación paterno-filial entre Alfredo, esquivo y gruñón, frente a Totó, travieso y de gran sensibilidad, para el primero es el hijo que nunca tuvo en su solitaria existencia y para el segundo es el padre que no conoció. Ambos se necesitan y se atraen, el cine es la bendita escusa, un maravilloso pretexto, porque en esa pantalla de cine, es donde Alfredo y Totó encuentran una ventana a los sueños, a través de las películas que proyectan, y para el pequeño es descubrir la vida, el amor, la música y el baile, la aventura y los problemas sociales del país. Alfredo utiliza su experiencia y los diálogos que ha memorizado de sus grandes estrellas del celuloide para ilustrar e instruir a su joven ayudante: “Totó no pierdas el tiempo, eres joven y el mundo es tuyo, márchate a Roma”, es el consejo para huir de la mediocridad y el olvido.
Fragmentos de La diligencia, La tierra tiembla, Arroz amargo, Ana, sirven para ilustrar la época, los carteles publicitarios de Casablanca, Gilda, Lo que el viento se llevó, y tantas otras obras que formaban parte de la memoria de aquella sociedad a la que el censor le privaba de esos besos apasionados, esos momentos de amor que censuraban los poderes facticos, es lo que prevalece en la memoria de su director a efectos autobiográficos. El descubrimiento del amor juvenil de Totó es otro tema que está tratado con pudor y ternura, seguramente las diferencias sociales se convierten en un obstáculo insalvable.
Hay un aire de tristeza y melancolía que descubre la cinefilia del director, Tornatore escarnado por el Totó adulto en el regreso a sus orígenes, me recuerda al senador Stoodard (James Stewart) al principio de “El hombre que mató a Liberty Valance”, acude a rendir homenaje a su mentor y protector Tom Doniphon (John Wayne) de cuerpo presente. Por otro lado es un testimonio de aquella época, esa misteriosa caja que hereda Totó subrayada por la música del maestro Morricone, que te emociona hasta las lágrimas. Es un legado sentimental que queda de aquellas tardes de cine en un lugar apartado del mundo donde apenas había otra diversión, ni otra manifestación cultural que aquella sala oscura del CINEMA PARADISO que iluminaba el proyector de Alfredo (un memorable Phillippe Noiret).
El mejor detalle técnico del film lo describo en zona spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El mejor detalle técnico del film se produce en la cabina, de cómo la tragedia de Alfredo, el fuego de ese inflamable acetato de celulosa, material donde estaban plasmados los sueños, sirve para sellar definitivamente la amistad eterna entre Alfredo y Salvatore, la elipsis de la mano de Alfredo que escruta el rostro de Totó, al que ya no puede ver, le sirve a Tornatore para dar el salto en el tiempo de un Totó niño a un adolescente aplicado.
15 de febrero de 2010
15 de febrero de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que está llena de ternura y pasión por las cosas grandes que nos marcan, a fuego, una herida que permanece como cicatriz, hasta el fin de nuestros días.
Una oda a la magia del cine, entremezclada con el primer amor, y los hechos que se suceden una sola vez en la vida. Aquellos que nos llenan y alimentan. Aquellos que recordamos y salvaguardamos, en lo más profundo de nuestra alma.
Rebosa calma, sencillez, nostalgia, inocencia y calor, por lo único que tiene sentido. La parte de nuestras vidas, que vivimos con plenitud e intensidad. Aquellas experiencias que forman parte de nosotros mismos, y que conforman el ser humano, o no, en qué nos convertimos.
Hace mucho tiempo que no dejo esa puerta abierta. Es… la buhardilla de la casa, el baúl de los recuerdos, el desván atestado de utensilios cargados de un valor sentimental incalculable, las fotos en blanco y negro que aguardan polvorientas dentro de una caja, en aquella cómoda de la abuela. Ese fragmento de existencia que vivimos mágicamente y que nunca más, se repetirá. Esa puesta de sol, ese amanecer, ese amor…
Y todo ello, exultantemente remarcado por unas interpretaciones magistrales, certeras y directas.
Todo eso es esta película. Eso… y un pequeño pedacito de alma, arrancado al corazón de cada espectador.
Gracias.
Una oda a la magia del cine, entremezclada con el primer amor, y los hechos que se suceden una sola vez en la vida. Aquellos que nos llenan y alimentan. Aquellos que recordamos y salvaguardamos, en lo más profundo de nuestra alma.
Rebosa calma, sencillez, nostalgia, inocencia y calor, por lo único que tiene sentido. La parte de nuestras vidas, que vivimos con plenitud e intensidad. Aquellas experiencias que forman parte de nosotros mismos, y que conforman el ser humano, o no, en qué nos convertimos.
Hace mucho tiempo que no dejo esa puerta abierta. Es… la buhardilla de la casa, el baúl de los recuerdos, el desván atestado de utensilios cargados de un valor sentimental incalculable, las fotos en blanco y negro que aguardan polvorientas dentro de una caja, en aquella cómoda de la abuela. Ese fragmento de existencia que vivimos mágicamente y que nunca más, se repetirá. Esa puesta de sol, ese amanecer, ese amor…
Y todo ello, exultantemente remarcado por unas interpretaciones magistrales, certeras y directas.
Todo eso es esta película. Eso… y un pequeño pedacito de alma, arrancado al corazón de cada espectador.
Gracias.
17 de diciembre de 2011
17 de diciembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Cinema Paradiso" es una película que llega a mucha gente, como un flechazo, un guiño, algo inexplicable que genera la lealtad absoluta del primer amor. Sin embargo, hay otro sector del público que la observa, que siente repulsión ante algo empalagoso, les suena a romanticismo pre-fabricado, la tachan de sus listas y la entierran en el olvido, salvo para desmenuzarla como algo sobrevalorado.
En primer lugar, afirmar la perogruyada siempre necesaria de que toda opinión fundamentada y respetuosa es legítima, pero creo que en muchos de esos casos, puedo estar equivocado, les faltan las coordenadas de ruta, el código en el que está escrito la obra de Tornatore. Estamos en un ambiente tan urbanita, de multicine en polígonos industriales, que nos cuesta ponernos en la mente de un pueblo de Sicilia en la II Guerra Mundial... ¿Qué era el cine?
Pensadlo por un momento, es una explanda, durante un verano interminable, es el sitio donde llegan los rollos en bicicleta, a veces se equivocan, el mismo pistolero muere dos veces y luego vuelve a aparecer, los materiales son inflamables y el cura se dedica a cortar los besos que puedan incitar a las jóvenes parejas a lo pecaminoso. Puede ser Sicilia, tal vez Palermo, o Iznájar, Rute, Bari... Cultura mediterránea, un pueblo deseoso de emocionarse, de aprenderse los diálogos, de ser cinéfilos cuando esa expresión ni siquiera existía.
Por eso, no soy objetivo y no me duelen prendas en admitir mi parcialidad, pero "Cinema Paradiso", por mucho que apele a la sensiblería, es una declaración de amor por aquella primera generación de gentes que descubrieron algo maravilloso, un medio de evasión compartido, un grito común de liberación, una forma de vivir otras vidas, de la sesión continuada, de rozar carteras con la de al lado...
Me gustan las interpretaciones de "Cinema Paradiso", sus diálogos, la ternura que demuestra y le perdono su efectismo y esa manera de apelar a la fibra antes que a la profundidad (no censuro con ella a las obras cinematográficas sesudas, algunas de ese género son fantásticas)...
A veces, a los niños grandes también les apetece que les sigan contando cuentos los ancianos ciegos sentados en un portal donde unos perros duermen una eterna siesta con su cansado dueño que ha hecho tan felices a generaciones y generaciones que ni siquiera se planteaban que algún día estaríamos intercambiando criterios y opiniones sobre aquella maravilla que todavía no alcanzaba el rango de séptimo arte.
En primer lugar, afirmar la perogruyada siempre necesaria de que toda opinión fundamentada y respetuosa es legítima, pero creo que en muchos de esos casos, puedo estar equivocado, les faltan las coordenadas de ruta, el código en el que está escrito la obra de Tornatore. Estamos en un ambiente tan urbanita, de multicine en polígonos industriales, que nos cuesta ponernos en la mente de un pueblo de Sicilia en la II Guerra Mundial... ¿Qué era el cine?
Pensadlo por un momento, es una explanda, durante un verano interminable, es el sitio donde llegan los rollos en bicicleta, a veces se equivocan, el mismo pistolero muere dos veces y luego vuelve a aparecer, los materiales son inflamables y el cura se dedica a cortar los besos que puedan incitar a las jóvenes parejas a lo pecaminoso. Puede ser Sicilia, tal vez Palermo, o Iznájar, Rute, Bari... Cultura mediterránea, un pueblo deseoso de emocionarse, de aprenderse los diálogos, de ser cinéfilos cuando esa expresión ni siquiera existía.
Por eso, no soy objetivo y no me duelen prendas en admitir mi parcialidad, pero "Cinema Paradiso", por mucho que apele a la sensiblería, es una declaración de amor por aquella primera generación de gentes que descubrieron algo maravilloso, un medio de evasión compartido, un grito común de liberación, una forma de vivir otras vidas, de la sesión continuada, de rozar carteras con la de al lado...
Me gustan las interpretaciones de "Cinema Paradiso", sus diálogos, la ternura que demuestra y le perdono su efectismo y esa manera de apelar a la fibra antes que a la profundidad (no censuro con ella a las obras cinematográficas sesudas, algunas de ese género son fantásticas)...
A veces, a los niños grandes también les apetece que les sigan contando cuentos los ancianos ciegos sentados en un portal donde unos perros duermen una eterna siesta con su cansado dueño que ha hecho tan felices a generaciones y generaciones que ni siquiera se planteaban que algún día estaríamos intercambiando criterios y opiniones sobre aquella maravilla que todavía no alcanzaba el rango de séptimo arte.
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