Harakiri
1962 

8.5
14,945
18 de agosto de 2018
18 de agosto de 2018
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Por esas casualidades de la vida, me vi en corto espacio de tiempo dos películas japonesas sobre samuráis, ésta “Harakiri” y “El ocaso del samurai”, y es increíble la cantidad de coincidencias que tienen ambas: historias de samuráis hundidos en la pobreza, desplazados de su terreno habitual, lejanos ya los tiempos gloriosos de los clanes, encadenados vitalmente a unos códigos de obediencia hacia sus superiores desproporcionados y desfasados, y con la virtud cinematográfica de ser capaces de mostrarnos personajes sumidos en la miseria que brillan por sus profundas creencias personales sobre el honor y la integridad del individuo. Los personajes se muestran tan humanos que es imposible no acabar padeciendo con ellos.
Realmente la historia de “Harakiri” es bien sencilla e incluso se podría contar en apenas 10 minutos, sería una de esas historias cortas que se usan de modo ejemplarizante para utilizar finalmente su moraleja, pero Kobayashi utiliza un tono pausado y reflexivo, rico en matices, lleno de gestos, con intercambios de diálogos sin tomar ningún atajo, que va calando en el espectador. Es una película eminentemente de palabras, diálogos sólidos y profundos que apenas dejan hueco a las imágenes de los recuerdos narrados por el protagonista. Y lo que más sorprende, es que todo resulta ser una crítica feroz al sistema de clanes y al código obsoleto del samurai en tiempo de paz, basado en una servidumbre absoluta hacia su señor, que lo convierte en un títere que es manejado muchas veces de forma incongruente. Tras las ropas relucientes y los gestos ceremoniosos se esconden samuráis que corresponden a generaciones que nunca han estado en una guerra, y que pregonan discursos sobre el honor sin saber su verdadero significado.
Como occidental siempre me había parecido el acto del harakiri un sinsentido, pero viendo con el tiempo películas de samuráis he llegado a la conclusión de que no sólo era utilizado en casos de faltas extremas del honor, sino también por otras cuestiones que resultaban relativamente banales en comparación al valor que tiene una vida humana. Muchas veces ordenaban harakiris a samuráis cuando el clan caía en deshonra por una derrota o su señor sufría algún desagravio del emperador, menospreciando así sus vidas alejados de su señor y negándoles su individualidad fuera del clan. Era como decirles “sin tu señor tu vida no tiene sentido”.
El protagonista, Hanshiro Tsugumo, enfundado en su kimono sucio y con su aspecto físico desmejorado, brillará en cambio con su determinación entre tanta pose e hipocresía encubierta. Demostrará con su historia que el verdadero honor es hacer en cada momento lo que se considera justo, y afrontar con entereza cada faceta de la vida hasta cuando resulte adversa. La breve pero intensa participación en la historia de su yerno Motome Chijiiwa y sus espadas de bambú, le darán al conjunto una profundidad dramática que cambiará la percepción de todo lo que habíamos visto hasta ese momento.
Los últimos quince minutos de “Harakiri” dan sentido a las dos horas previas, el final del relato de Tsugumo acabará atando los cabos sueltos, hará confluir la historia de su vida con el presente de los que la escuchan, e interpretaremos con un nuevo sentido sus actos y sus intenciones. Una vez que suceda lo inevitable, no sólo sus palabras de reproche hacia el honor ficticio del clan seguirá resonando entre los muros, sino que seremos capaces nosotros mismos de sacar las conclusiones oportunas leyendo el epílogo escrito por el clan Lyi.
Maravillosa.
Realmente la historia de “Harakiri” es bien sencilla e incluso se podría contar en apenas 10 minutos, sería una de esas historias cortas que se usan de modo ejemplarizante para utilizar finalmente su moraleja, pero Kobayashi utiliza un tono pausado y reflexivo, rico en matices, lleno de gestos, con intercambios de diálogos sin tomar ningún atajo, que va calando en el espectador. Es una película eminentemente de palabras, diálogos sólidos y profundos que apenas dejan hueco a las imágenes de los recuerdos narrados por el protagonista. Y lo que más sorprende, es que todo resulta ser una crítica feroz al sistema de clanes y al código obsoleto del samurai en tiempo de paz, basado en una servidumbre absoluta hacia su señor, que lo convierte en un títere que es manejado muchas veces de forma incongruente. Tras las ropas relucientes y los gestos ceremoniosos se esconden samuráis que corresponden a generaciones que nunca han estado en una guerra, y que pregonan discursos sobre el honor sin saber su verdadero significado.
Como occidental siempre me había parecido el acto del harakiri un sinsentido, pero viendo con el tiempo películas de samuráis he llegado a la conclusión de que no sólo era utilizado en casos de faltas extremas del honor, sino también por otras cuestiones que resultaban relativamente banales en comparación al valor que tiene una vida humana. Muchas veces ordenaban harakiris a samuráis cuando el clan caía en deshonra por una derrota o su señor sufría algún desagravio del emperador, menospreciando así sus vidas alejados de su señor y negándoles su individualidad fuera del clan. Era como decirles “sin tu señor tu vida no tiene sentido”.
El protagonista, Hanshiro Tsugumo, enfundado en su kimono sucio y con su aspecto físico desmejorado, brillará en cambio con su determinación entre tanta pose e hipocresía encubierta. Demostrará con su historia que el verdadero honor es hacer en cada momento lo que se considera justo, y afrontar con entereza cada faceta de la vida hasta cuando resulte adversa. La breve pero intensa participación en la historia de su yerno Motome Chijiiwa y sus espadas de bambú, le darán al conjunto una profundidad dramática que cambiará la percepción de todo lo que habíamos visto hasta ese momento.
Los últimos quince minutos de “Harakiri” dan sentido a las dos horas previas, el final del relato de Tsugumo acabará atando los cabos sueltos, hará confluir la historia de su vida con el presente de los que la escuchan, e interpretaremos con un nuevo sentido sus actos y sus intenciones. Una vez que suceda lo inevitable, no sólo sus palabras de reproche hacia el honor ficticio del clan seguirá resonando entre los muros, sino que seremos capaces nosotros mismos de sacar las conclusiones oportunas leyendo el epílogo escrito por el clan Lyi.
Maravillosa.
29 de mayo de 2019
29 de mayo de 2019
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El Bushido o "Camino del Guerrero" seguido en Japón durante los periodos de las distintas guerras que ha sufrido el país se ve excelentemente reflejado en esta película rodada en un sistema In Extremis (cercano al final) y con gran cantidad de saltos en el tiempo a lo largo del guión (flashbacks).
Presenta una narrativa excelente y muy bien expuesta a lo largo del largometraje. Este ritual ceremonial funerario cobra todo el sentido tras ver los acontecimientos de la trama y pone al espectador en situaciones de cierta grima o asco con suma excelencia y elegancia.
Una película de la que se puede aprender muchísimo sobre este país y su cultura durante la transición de las épocas del Shogunato Tokugawa o Edo a la Restauración Meiji y la progresiva caída de los Samurai.
Presenta una narrativa excelente y muy bien expuesta a lo largo del largometraje. Este ritual ceremonial funerario cobra todo el sentido tras ver los acontecimientos de la trama y pone al espectador en situaciones de cierta grima o asco con suma excelencia y elegancia.
Una película de la que se puede aprender muchísimo sobre este país y su cultura durante la transición de las épocas del Shogunato Tokugawa o Edo a la Restauración Meiji y la progresiva caída de los Samurai.
8 de abril de 2020
8 de abril de 2020
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Un título que nos introduce al universo disciplinario de los samuráis. Harakiri es un relato y una oda al orgullo y honor de los samuráis, así como a su voluntad “inquebrantable”. Masaki Kobayashi articula una historia contundente, hipnotizante y abrumadora, construida a partir de diálogos y secuencias de planos -sobre todo la ejecución de los zooms- muy bien elaborados y estructurados. Su evolución es esencial para apelar esa película como un pilar del cine oriental. Harakiri es un viaje a la época de los samuráis, un destino marcado por la muerte y la crueldad.
8 de mayo de 2020
8 de mayo de 2020
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Una de esas películas contadas de una forma sublime. Llena de misterios y descubrimientos al mismo tiempo. Simplemente una película que quedará en tu memoria, no solo por su trama sino por las escenas y forma de ser filmada. Venganza, justicia, honor, lealtad, tradición, hipocresía, vida y muerte son los conceptos claves de esta obra de arte. La amaré siempre.-
9 de mayo de 2020
9 de mayo de 2020
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Harakiri es una rara avis dentro de su genero: una película de samuráis que critica la absurdez del honor, la futilidad de los símbolos o la hipocresía de guardar las apariencias y que en ultima instancia, se critica a si misma y a su época (Un Japón que incluso hoy día sigue nutriéndose de estas cuestiones.)
Esta es una película rodada con una maestría desorbitante; la estructura narrativa, el perfecto control del espacio fílmico, los precisos movimientos de cámara, una planificación magistral, en la que ni falta ni sobra nada; las geniales interpretaciones.
Kobayashi se adelanta a su tiempo haciendo que incluso el remake parezca anticuado. Los flashbacks, las elipsis, el montaje. Todo esto no solo la convierte en una obra maestra sino que la hace una película cercana y disfrutable, que estoy seguro que a cualquier espectador de hoy en día seguiría cautivando.
Esta es una película rodada con una maestría desorbitante; la estructura narrativa, el perfecto control del espacio fílmico, los precisos movimientos de cámara, una planificación magistral, en la que ni falta ni sobra nada; las geniales interpretaciones.
Kobayashi se adelanta a su tiempo haciendo que incluso el remake parezca anticuado. Los flashbacks, las elipsis, el montaje. Todo esto no solo la convierte en una obra maestra sino que la hace una película cercana y disfrutable, que estoy seguro que a cualquier espectador de hoy en día seguiría cautivando.
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