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La gran belleza

Comedia. Drama En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
Críticas 302
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13 de enero de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gran belleza, Oscar en 2014 a la mejor película en habla no inglesa, sitúa al espectador ante todo un glosario de posibilidades estéticas, como la fotografía, el teatro, la pintura, la escultura, etc. Pero sobre todo lo que subyace es una mirada escéptica, melancólica, acerca de la caducidad e inconsistencia de la vida o las opiniones humanas. El protagonista, Jepp Gambardella, magníficamente interpretado por Toni Servillo escribió un ambicioso libro hace 40 años, El aparato humano, y desde entonces ha conseguido un altísimo nivel de vida como periodista en una prestigiosa revista de arte, entendido el arte en su acepción más extensa. Desde esa primera novela juvenil, Jepp ha querido, infructuosamente escribir la gran novela sobre la nada. Se consuela pensando que Flaubert también se lo propuso y fracasó, lo que nos sitúa ante una referencia literaria, entre otras muchas que podemos hallar en La gran belleza: Proust, Turgeniev, Dostoievski, D’annuzio o el mismísimo Shakespeare, además del ya mencionado Flaubert. Jepp Grambella, deambula, pues, junto al Tíber u observa la vida desde su lujoso ático en la proximidad del Coliseo con actitud escéptica, pero escepticismo con un toque irónico: descreimiento burlón. “Tan sólo este menú es importante”, comenta en un restaurante Jepp a Ramona; o en esa misma cena, cuando Ramona le pregunta lo popular que él es, responde que eso es una receta segura para la infelicidad. “¿Por qué?”, insiste ella, “Por qué soy decepcionante”, asegura el escritor.

Pero no sólo el ser humano nos sorprende con su realidad, sino que todo eso acontece en la ciudad eterna, una de las ciudades más bellas del mundo, si no la más, pero “Roma es decepcionante”, afirma con toda intención Romano, cuyo nombre, obviamente tampoco es casual, justo cuando acaba de conocer el éxito como autor teatral. “Todo es truco” afirma un mago, capaz de hacer desaparecer una jirafa. Todo es falso, intrascendente, relativo.

En La gran belleza encontramos la soledad del hombre ante otros seres humanos o en su compañía, incluso compañía bulliciosa. La soledad del hombre ante el arte. La soledad del hombre ante la degradación, física o moral. La soledad del hombre ante el sexo, cuando el sexo es uno de los grandes alivios para la acedia insana, según sostuvo Robert Burton en Anatomía de la melancolía, un manual de principios del siglo XVII. La soledad del hombre ante las grandes preguntas. “Me encantan estos trenecitos”, afirma Jepp refiriéndose a las cadenas de bailarines, habituales en las fiestas y celebraciones de todo tipo. “Porque no llegan a ningún lado”, culmina su comentario. Y por supuesto, muchísima añoranza de la juventud y sentimiento de vejez en la actualidad.

La presencia del río, como gran metáfora del paso del tiempo, donde sin duda los ejemplos más conocidos son el todo fluye, de Heráclito, o las coplas dedicadas a la muerte de su padre, del castellano Jorge Manrique, es crucial. Por eso, no son escasas las apariciones del río, en particular, o del agua, en general, pues abundan las escenas ambientadas en el mar, lo cual vincula La gran belleza con la iconografía milenaria sobre la melancolía, donde el agua, efectivamente, es símbolo habitual de la tristeza mórbida, de lo que existe numerosa bibliografía y entre ella muy destacable es el estudio de Klibansky, Panofsky y Saxl, Saturno y la melancolía. No en vano, Jepp cree ver el mar en el techo de su habitación: cuando está acostado se imagina que se halla bajo la superficie del agua y lo mismo intenta que consiga Ramona: incluso los títulos de crédito, diseñados como un paseo fluvial bajo los puentes del Tíber.

Por otro lado, si esta producción se erige como compendio de actividades creativas, no podía estar fuera de ella el cine entre cuyas referencias destacan: Visconti, y concretamente su magistral Muerte en Venecia, que se hallan en el tono decadente general de la obra de Sorrentino y en la mirada apenada a la infancia: “Todos necesitamos que alguna vez nos recuerden el niño que fuimos”, manifiesta la directora de la publicación donde trabaja Jepp; el surrealismo de Buñuel, que puede detectarse en la presencia de una enana, la recién citada jefa de Jepp, así como en una bandada de flamencos que, de repente, hace escala en el ático de Jepp, con el Coliseo como telón de fondo; y el magisterio de Fellini, que rodó Amarcord para recordar su niñez, es muy evidente, hasta el punto que la película de Sorrentino ha sido considerada como una versión contemporánea de La dolce vita. Así, podemos apreciar en La gran belleza, por ejemplo, el descerebramiento de las relaciones humanas que inunda el filme del realizador de Rimini, o el tono anticlerical en detalles como un cardenal, papa in pectore, cuyos principales méritos parecen ser las recetas culinarias y a quien también vemos columpiarse infantilmente en la soledad de la campiña. Por fin, otro detalle que apunta a Fellini es la presentación de una futura santa, una misionera de 104 años, que recibe el homenaje de los representantes de todas las confesiones religiosas, incluidas las animistas, sentada en un butacón de mimbre, que recuerda al utilizado por Sylvia Kristel en Emmanuelle.

“Tú y yo ¿nos hemos acostado alguna vez?”, pregunta Jepp a Steffania, una revolucionaria de reality shows, casada y madre de cuatro hijos. “No”, reponde ella. “Estupendo. Asi tenemos algo interesante que hacer en el futuro”. Lo que me parece una perfecta síntesis de todo lo que he comentado más arriba: nostalgia, decadencia, escepticismo, vacío, perennidad, pero endulzado por comentarios ingeniosos en una inagotable sucesión de imperecederos diálogos. Y es que la película de Sorrentino, aunque rezuma melancolía por todos sus poros, siempre constituirá un bálsamo estético.

La gran belleza de la soledad, pues, o quizá la vida consista precisamente en regresar a la soledad original.
8
2 de marzo de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me la encontré en la biblioteca, no tenía ninguna referencia de la misma ni había oído hablar nunca de ella, me gusta el cine, pero como mera manifestación artística, del mismo modo que se admira un cuadro de El Greco y no tenemos ni idea del nombre de ningún pintor contemporáneo.
Pues bien, Oscar mejor película de habla no inglesa en 2013, al menos teníamos algo, eso, y una buena portada.
Prácticamente lo primero que nos muestra el director es un turista japonés afectado por el Síndrome de Stendhal, perder el conocimiento ante una sublime manifestación de belleza, y esa Gran Belleza, no es otra cosa que Roma, la ciudad eterna. Así pues, el director nos va mostrando una sucesión de delicados planos de Roma que son de una magnificencia litúrgica, para después, con un hábil truco, llevarnos hasta la otra cara de la ciudad, la noche, las fiestas, el parecer. Así pues pasamos de misa de doce a after desfasado en un solo grito, pero siempre manteniendo una elegancia notable en cada plano.
Y entre frenéticos bailes, alcohol y coca, nos vamos moviendo, conociendo alguna de las caras que formarán parte de la historia, hasta el momento en que nos toca conocer al personaje que ejercerá como eje central de la película, Jep Gambardella, un escritor reconvertido a crítico de arte, cuya única novela, escrita hace más de treinta años, representa una de las cimas de la literatura italiana. La manera de introducir al protagonista es sumamente interesante, imagen y sonido ralentizados y presentación en off por parte del propio protagonista que nos hace una confesión íntima del porqué estaba destinado a convertirse en Jep Gambardella. Toda esta introducción se muestra en medio de un pasillo de manos coreografiadas que bailan la 'canción' esa de la colita, y es que precisamente lo estamos conociendo en la fiesta de su 65 cumpleaños. Este momento me evoca de alguna extraña manera a cuando las aguas del Mar Rojo se abrieron ante Moisés, pues en cierto modo Jep ejerce de Moisés, guiando a la alta sociedad romana mediante sus críticas culturales y sus fiestas. Pero bueno, igual son alucinaciones de un Poeta Borracho, no quiero dármelas de experto sesudo porque seguramente me la pegaré.
Ya tenemos los ingredientes, ahora queda cocinarlos a fuego lento para ir mostrando esos dos mundos que cohabitan en uno, la majestuosidad de una ciudad repleta de monumentos históricos y cuna de la civilización moderna, con la superficialidad de aquellos que viven en ella aparentando una vana trascendencia. Y el catalizador es precisamente la figura del protagonista, que días después de cumplir los sesenta y cinco comienza a reflexionar sobre lo que ha sido su vida, y sobre su futuro, un viaje interior para encontrarse consigo mismo, y cuyo destino será saber quién es realmente Jep Gambardella.
Así pues, hemos visto que se trata de una historia con un único protagonista rodeado de muchos satélites, que son los que van enriqueciendo la historia. A destacar la performance de arte contemporáneo y posterior entrevista a la actriz que la realiza. La secuencia del funeral, o el destripamiento dialéctico al que somete a una amiga que había estado alardeando de su valía como mujer luchadora, la deconstrucción de esta teoría no tiene precio por la crueldad de las palabras, y por poner de manifiesto lo que todos saben y nadie dice, porque en realidad todos son iguales, tienen vidas vacías, tan solo se juntan para huir de la soledad y chismorrear sobre los demás para, de ese modo, sentirse menos miserables.
En suma, una gran obra del cine moderno, que nos vuelve a mostrar los problemas de la soledad, y la falsedad de buena parte de la humanidad.
7
20 de diciembre de 2013 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perseguir la gran belleza, ésta que se encuentra más allá de nuestro propio ser y esencia y tener que conformarse con la vergüenza, vulgaridad y banalidad de este mundo terrenal y de su insuperable tangibilidad; vivir en la ciudad más hermosa, de más belleza y arte del mundo y no encontrar nada más que desapego y superficialidad, una constante desolación y decepción que profundiza irremediablemente en tu yo más inoportuno. Esa parece ser la gran frustración de nuestro protagonista que recorre los rincones de su espléndida metrópoli buscando motivación, inspiración y emoción que serene y aplaque su alma inquieta y llena de inertes vacíos. Película transgresora muy complicada de visionar y de seguir y con una afinidad muy engorrosa -si logras encontrarla-; totalmente visual y potencialmente sonora, habla a través de las imágenes, de la observación y del recorrido de las alternancias del camino con una latente ópera musical de fondo acompañante que endulza todo el paquete. Todo es ilusión, espejismo; nada va a ninguna parte. Es el típico film muy alabado por la gran crítica pero que para la gran mayoría del público es un tostón, muy aburrida; sólo a unos pocos les va a parecer atractivo y motivador el reto de descubrir lo que quiere comunicar Paolo Sorrentino a través de su impresionante desfiles de símbolos, de sus estrafalarias e impactantes ilustraciones desbordantes y de una apariencia que vive del exceso y el extremismo. Repito, únicamente para público muy específico.

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
9
29 de diciembre de 2013 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son múltiples las referencias que se hacen a Fellini, y concretamente "La dolce vita", cuando se habla de este film. en mi caso, Fellini es un autor que tengo un tanto lejano, sus obras no calaron demasiado en mi cuando las vi, casi de adolescente, y requieren por mi parte un nuevo vistazo, con lo cual me adentro en esta película con la máxima virginidad, ya que además también es el primer film que veo de Paolo Sorrentino.

Pues bien, es difícil explicar "La gran belleza", tan sólo puedo ceñirme a sensaciones, a impresiones, al poso que me ha dejado. Al final de la película, mientras recorremos el Tiber, una sensación de placidez y transcendencia recorre todo mi organismo ante el espectáculo que acabo de ver. La música, el desfile de personajes, el ambiente, ese protagonista (impresionante Tony Servillo), sus reflexiones, sus conversaciones, su deambular por una Roma fantasmal, mundana, decadente, superficial, ociosa, triste, divertida, .... un reflejo de una sociedad, de una época, de una generación, todo es truco, en el teatro de la vida toda mentira es verdad y la superficie es profundidad.

Es un film diferente, que conjuga la belleza de una ciudad imperial, con la chabacanería y el hartazgo que a veces provoca. Una crónica tan original como estimulante de un tiempo fantasmal en el que vivimos. Eterna ..... y bella. Una de las películas del año.
7
31 de enero de 2014 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los mejores regalos que me han hecho, es recomendarme ésta película.

La historia de un escritor dado de vueltas de todo, que asiste y participa de la vida más superficial de Roma. Impedido para volver a escribir, hastiado de todo y de todos, pero a la vez empapado de todos los placeres superficiales de la vida: sexo, fiestas, alta alcurnia y baja cama... El personaje nos sumerge en un emocionante viaje por la nocturnidad romana, plena de personajes bizarros, hipocresía, complacencia y hedonismo.

Y en el hedonismo, el infierno de la insatisfacción que cercena su creatividad.

La película es todo un collage de referencias cinéfilas, formando un ente con una personalidad que asombra por el cuidado de las escenas, las interpretaciones, todo perfectamente coreografiado para llevarnos más allá de esa espiral descendiente hacia el hartazgo, mostrando la superficialidad como un monstruo hermoso y a la vez mezquino y muerto.

Escenas y frases para la eternidad, una película que se degusta como el buen vino: se saborea poco a poco y vas notando como hacia el final, te atrapa y ya no puedes olvidarte de lo que has visto.

Sencillamente sublime aun incluso después de mostrarnos el lado amargo de un personaje que parece tenerlo todo y sucumbir a si mismo: desubicado, sólo y decepcionado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Escenas como la del funeral, el clímax final en el balcón con la monja o la misma conversación con el Obispo...

Una antología de verdades que descuartizan cualquier atisbo de inocencia. Porque esa es la moraleja de la película: perdida la inocencia, muere la pasión por disfrutar las pequeñas cosas de la vida.
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