Viridiana
8.1
29,703
Drama
Don Jaime (Fernando Rey), un viejo hidalgo español, vive retirado y solitario en su hacienda desde la muerte de su esposa, ocurrida el mismo día de la boda. Un día recibe la visita de su sobrina Viridiana (Silvia Pinal), novicia en un convento, que tiene un gran parecido con su mujer. Basada libremente en la novela "Halma", de Benito Pérez Galdós. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2022
12 de febrero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perturbadora. Turbadora, incómoda, pero, al mismo tiempo, limpia, con un mensaje oscuro, pero en una estética sin grosor, sin doblez, diáfana. Oscuros intereses anida en los personajes, excepto en Viridiana, que adopta, claramente, el rol de santidad.
Los pobres, los menesterosos, los señoritos, el campo.
Es más interesante la parte primera, claramente erótica, que la segunda, meramente ornamental.
Aunque no coinciden en ninguna escena, puede entenderse como un duelo entre Fernando Rey y Francisco Rabal. Cuando ves al primero no puedes imaginar que sea capaz de igualarle, pero cuando ves al segundo piensas: ¿Ves al mejor actor español de todos los tiempos?
Lo de Silvia Pinal es otra cosa, parece una luz que ilumina toda la escena. La musa de Buñuel,
Muy bonitos los planos en donde se altera el rezo y las labores manuales que constituyen el trabajo ordinario del campo. Toda una visión especial de las cosas, de la vida y del amor.
Una película peculiar, de un director muy especial.
Los pobres, los menesterosos, los señoritos, el campo.
Es más interesante la parte primera, claramente erótica, que la segunda, meramente ornamental.
Aunque no coinciden en ninguna escena, puede entenderse como un duelo entre Fernando Rey y Francisco Rabal. Cuando ves al primero no puedes imaginar que sea capaz de igualarle, pero cuando ves al segundo piensas: ¿Ves al mejor actor español de todos los tiempos?
Lo de Silvia Pinal es otra cosa, parece una luz que ilumina toda la escena. La musa de Buñuel,
Muy bonitos los planos en donde se altera el rezo y las labores manuales que constituyen el trabajo ordinario del campo. Toda una visión especial de las cosas, de la vida y del amor.
Una película peculiar, de un director muy especial.
7 de octubre de 2022
7 de octubre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los sonámbulos. Un toro negro. Leñe.
Es abrupto y un tanto atropellado y no se toma la molestia de justificar las acciones de sus personajes nada más que por encima ni es realmente nada sutil, a su favor lo brutal, la lucidez, el desparpajo, el cachondeo, el ingenio, la inteligencia, la retranca.
Ella. Silvia Pinal. Él. Francisco Rabal.
Sin desmerecer al siempre insuperable Rey ni a la eternamente estupenda Lozano.
Fábula, cuento, nada nos separa, todos los hombres son iguales, más que en las formas, que no es moco de pavo, a los unos de los otros, juguetes con un mecanismo muy simple, con dos o tres pasiones básicas primarias en precarias y previsibles combinaciones, los de arriba y los de abajo, los de dentro y los de fuera, yantar y folgar, el resto es ruido. O propaganda. Peor me lo pones.
También es explícita con ciertas ideas, reflexiones, imágenes, el gato sobre el ratón, el perro y el carro, la cuerda que sirve para todo, descosido y roto, rimas, recurrencias, juegos, prosaica poesía.
A más pobre, más miserable. A más rico, más tarado. En el término medio está la virtud, nada en exceso, el empuje, el común sentido, la industria y la andanza, el negocio, el comercio, el pragmatismo, el escepticismo, el trabajo, el esfuerzo, el orden, el control, el bien en cierto modo, tal vez el único posible. Toda ideología es un embuste o una chifladura, una inocencia o caradura. A lo máximo a lo que se puede aspirar es a cierto bienestar económico y a alguna educación en el trato.
Está muy bien, claro, por supuesto, al raso, al desgaire, a la intemperie, al descubierto, cortadamente, es una obra imperfecta, ¿a dios gracias?, atrabiliaria, un poco a la carrera, a salto de mata, a hachazos o trompicones hecha.
Un puñetazo. Una broma. Una puñeta. Bomba.
Es abrupto y un tanto atropellado y no se toma la molestia de justificar las acciones de sus personajes nada más que por encima ni es realmente nada sutil, a su favor lo brutal, la lucidez, el desparpajo, el cachondeo, el ingenio, la inteligencia, la retranca.
Ella. Silvia Pinal. Él. Francisco Rabal.
Sin desmerecer al siempre insuperable Rey ni a la eternamente estupenda Lozano.
Fábula, cuento, nada nos separa, todos los hombres son iguales, más que en las formas, que no es moco de pavo, a los unos de los otros, juguetes con un mecanismo muy simple, con dos o tres pasiones básicas primarias en precarias y previsibles combinaciones, los de arriba y los de abajo, los de dentro y los de fuera, yantar y folgar, el resto es ruido. O propaganda. Peor me lo pones.
También es explícita con ciertas ideas, reflexiones, imágenes, el gato sobre el ratón, el perro y el carro, la cuerda que sirve para todo, descosido y roto, rimas, recurrencias, juegos, prosaica poesía.
A más pobre, más miserable. A más rico, más tarado. En el término medio está la virtud, nada en exceso, el empuje, el común sentido, la industria y la andanza, el negocio, el comercio, el pragmatismo, el escepticismo, el trabajo, el esfuerzo, el orden, el control, el bien en cierto modo, tal vez el único posible. Toda ideología es un embuste o una chifladura, una inocencia o caradura. A lo máximo a lo que se puede aspirar es a cierto bienestar económico y a alguna educación en el trato.
Está muy bien, claro, por supuesto, al raso, al desgaire, a la intemperie, al descubierto, cortadamente, es una obra imperfecta, ¿a dios gracias?, atrabiliaria, un poco a la carrera, a salto de mata, a hachazos o trompicones hecha.
Un puñetazo. Una broma. Una puñeta. Bomba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ménage à trois. Feliz final. Los premios.
Capítulo aparte merece el lenguaje o jerga de los desharrapados. Un diccionario. Celebración.
Los monises.
La mirada de ella cuando ve a la otra.
Ella se teme a sí misma, por eso no quiere salir del convento. Acierta. No somos nada.
Capítulo aparte merece el lenguaje o jerga de los desharrapados. Un diccionario. Celebración.
Los monises.
La mirada de ella cuando ve a la otra.
Ella se teme a sí misma, por eso no quiere salir del convento. Acierta. No somos nada.
25 de agosto de 2023
25 de agosto de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
De esta forma, como decimos en el título, se anunciaba la proyección clandestina de la película de Buñuel en el Cineclub de la Facultad de Ciencias. Debía ser 1972 y en la sala de proyección, el aula de mayor capacidad, no cabía un alfiler.
La proyección se hizo sin incidentes. A la conclusión cada mochuelo a su olivo a rumiar lo que habíamos visto.
No hubo fórum. ¿Para qué, después de semejante catarata de imágenes?
Hemos visto otras veces la cinta y, como el primer día, nos parece una obra maestra. De lo mejor de la historia del cine.
Potentísimo guion y realización que no deja títere con cabeza en aquella España beaturrona y atrasada, con señorones que viven del cuento y señoritos vivales que le cuentan los pelos a una mosca.
Pero el blanco principal de las críticas buñuelianas son aquí los pobres de solemnidad. Una caterva de pícaros y de malos trabajadores que viven de la limosna y de lo que ampran o roban. No es la pobreza, es la maldad que destilan todos ellos. Es el presunto leproso al que apartan sin contemplaciones o hacen andar arrastrando un bote para anunciar su mal y que se aparten los demás. Enfermo o no, lo vemos atrapar y matar una paloma blanca que luego despluma entre risotadas crueles dando a entender que su maldad y la de sus colegas no tiene cura.
Maravillosa película repleta de símbolos, aunque conviene recordar el gusto de Buñuel por burlarse del presunto simbolismo de sus obras.
No falta el detalle entomológico, en este caso con una abeja.
Lenguaje directo, a palo seco, sin contemplaciones ni concesiones pone a toda la sociedad patas arriba. Tan patas arriba que se solaza a menudo mostrando a sus personajes por los pies: saltando a la comba la niña, paseando o tocando el órgano el señor, bañándolos en un balde, colgando ahorcado de una cuerda o danzando al son del "Aleluya".
De lejos recuerda un poco "La Regenta" de Clarín, aunque en esta los palos se reparten entre eclesiásticos y liberales burgueses. No tardará mucho D. Luis en ajustar las cuentas con estos últimos en "El Ángel exterminador" o en "El discreto encanto ..."
Magnífica fotografía e interpretaciones en general. Solemne banda sonora que incluye la jota de "La hiedra".
No se pierdan esta "Biridiana", otra obra maestra del gran "Vuñuel".
La proyección se hizo sin incidentes. A la conclusión cada mochuelo a su olivo a rumiar lo que habíamos visto.
No hubo fórum. ¿Para qué, después de semejante catarata de imágenes?
Hemos visto otras veces la cinta y, como el primer día, nos parece una obra maestra. De lo mejor de la historia del cine.
Potentísimo guion y realización que no deja títere con cabeza en aquella España beaturrona y atrasada, con señorones que viven del cuento y señoritos vivales que le cuentan los pelos a una mosca.
Pero el blanco principal de las críticas buñuelianas son aquí los pobres de solemnidad. Una caterva de pícaros y de malos trabajadores que viven de la limosna y de lo que ampran o roban. No es la pobreza, es la maldad que destilan todos ellos. Es el presunto leproso al que apartan sin contemplaciones o hacen andar arrastrando un bote para anunciar su mal y que se aparten los demás. Enfermo o no, lo vemos atrapar y matar una paloma blanca que luego despluma entre risotadas crueles dando a entender que su maldad y la de sus colegas no tiene cura.
Maravillosa película repleta de símbolos, aunque conviene recordar el gusto de Buñuel por burlarse del presunto simbolismo de sus obras.
No falta el detalle entomológico, en este caso con una abeja.
Lenguaje directo, a palo seco, sin contemplaciones ni concesiones pone a toda la sociedad patas arriba. Tan patas arriba que se solaza a menudo mostrando a sus personajes por los pies: saltando a la comba la niña, paseando o tocando el órgano el señor, bañándolos en un balde, colgando ahorcado de una cuerda o danzando al son del "Aleluya".
De lejos recuerda un poco "La Regenta" de Clarín, aunque en esta los palos se reparten entre eclesiásticos y liberales burgueses. No tardará mucho D. Luis en ajustar las cuentas con estos últimos en "El Ángel exterminador" o en "El discreto encanto ..."
Magnífica fotografía e interpretaciones en general. Solemne banda sonora que incluye la jota de "La hiedra".
No se pierdan esta "Biridiana", otra obra maestra del gran "Vuñuel".
22 de junio de 2010
22 de junio de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas españolas con más éxito es Viridiana, de Luis Buñuel, que en 1961 se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Según explica el director Carlos Saura, Luis Buñuel una vez le comentó que los pobres no tenían por qué ser buenos. Su situación es límite, por lo que actúan movidos por pasiones más que por razones. Por eso Viridiana sufre un intento de violación, por eso el leproso al que Viridiana ayudó no hace nada, y por eso sí que lo hace después cuando le ofrecen dinero a cambio de hacerlo.
Como no podía ser de otra forma en Buñuel, Viridiana presenta algunos elementos surrealistas, como por ejemplo Fernando Rey poniéndose zapatos de tacón o esa escena, que da incluso cierto miedo, en la que Viridiana aparece vestida de novia con un candelabro. El contraste está claro, sabiendo que la joven es una monja únicamente casada con Dios.
Cuando se propuso rodar esta película, Buñuel fue muy criticado por algunos intelectuales exiliados por volver a España. Sea como fuere, la película tuvo que vérselas con la censura, porque eso de mostrar una corona de espinas ardiendo o una parodia de la última cena hecha con mendigos no lo hacía cualquiera. Por no hablar de ese trío tan bien camuflado bajo una partida de Tute, y esa frase final del primo de Viridiana interpretado magistralmente por Paco Rabal diciendo, no literalmente, “supe que tarde o temprano acabaría jugando al Tute con mi prima Viridiana”.
Disfruté más la película la primera vez que la ví. Da la sensación de que el doblaje empeora la interpretación de los actores.
Según explica el director Carlos Saura, Luis Buñuel una vez le comentó que los pobres no tenían por qué ser buenos. Su situación es límite, por lo que actúan movidos por pasiones más que por razones. Por eso Viridiana sufre un intento de violación, por eso el leproso al que Viridiana ayudó no hace nada, y por eso sí que lo hace después cuando le ofrecen dinero a cambio de hacerlo.
Como no podía ser de otra forma en Buñuel, Viridiana presenta algunos elementos surrealistas, como por ejemplo Fernando Rey poniéndose zapatos de tacón o esa escena, que da incluso cierto miedo, en la que Viridiana aparece vestida de novia con un candelabro. El contraste está claro, sabiendo que la joven es una monja únicamente casada con Dios.
Cuando se propuso rodar esta película, Buñuel fue muy criticado por algunos intelectuales exiliados por volver a España. Sea como fuere, la película tuvo que vérselas con la censura, porque eso de mostrar una corona de espinas ardiendo o una parodia de la última cena hecha con mendigos no lo hacía cualquiera. Por no hablar de ese trío tan bien camuflado bajo una partida de Tute, y esa frase final del primo de Viridiana interpretado magistralmente por Paco Rabal diciendo, no literalmente, “supe que tarde o temprano acabaría jugando al Tute con mi prima Viridiana”.
Disfruté más la película la primera vez que la ví. Da la sensación de que el doblaje empeora la interpretación de los actores.
17 de julio de 2008
17 de julio de 2008
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra dividida en dos partes bien diferenciadas, la primera nos cuenta la llegada de Viridiana, futura monja de clausura a casa de su tío el cual se enamora de ella al ser la viva imagen de su fallecida esposa a la cual venera de una manera fetichista, de la primera parte destaca la elegancia y la ambigüedad de las imágenes. Pero es con la segunda parte del film cuando la obra alcanza las cotas más altas de patetismo sobrepasando el esperpento al entrar en la escena un grupo de pobres que la monja acoge en su casa, el mensaje es claro, el que es pobre lo es porque quiere y no merece ningún tipo de compasión, la religión cristiana es un arma sanguinaria oculta bajo una máscara de represión y símbolos, la importancia de la clase trabajadora y el progreso frente a la vida contemplativa y el estancamiento de la iglesia.
Las actuaciones de los mendigos son soberbias con ese acento analfabeto.
Las actuaciones de los mendigos son soberbias con ese acento analfabeto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
...y el final con la bacanal de los pobres es una genialidad.
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