Esta estupenda película de un jubilado bebedor, cascarrabias y aficionado a las apuestas de caballos, con una vida poco recomendable, que se llega a hacer cargo de un niño cuya madre no puede cuidar por su exceso de trabajo. Tras mil aventuras, el niño comienza a ver en el viejo gruñón a una persona solitaria de gran corazón.

El director Theodore Melfi hace a medias en su ópera prima lo que habría tenido que hacer por entero y en una sólida unidad de comedia melancólica y a la vez alegre. Melfi es una especie de alumno aplicado y aventajado de la Escuela Alexander Payne, pero aún no domina tan bien la gradación tonal de sus obras: por ejemplo “A propósito de Schmidt”, 2002; o, “Nebraska”, 2013.

St. Vincent es como un cuento, pero un cuento que responde a personajes que no son fantásticos sino que podrían fácilmente ser de carne y hueso y tener existencia propia. En eso la batuta de Melfi ha tenido buen tino, o sea, en ponernos delante de la calamidad que es la vida para muchas personas, bajo la mirada cándida de un niño que sabe sacar metal precioso en lo que otros verían mera ganga y chatarra.

Sé que el guión de Theodore Melfi no es muy original, pero me atrevo a decir que está lo suficientemente trabajado como para que merezca un reconocimiento. Tiene una bonita música de Theodore Shapiro y buena fotografía de John Lindley.

En cuanto al reparto, plato fuerte, no puede ser más genial. Bill Murray, parece saborear de forma complaciente su ya apuntalada condición de axioma de la nueva comedia melancólica. Melissa McCarthy está magnífica y sensible y Naomi Watts borda un rol que tiene sus dificultades en que sorprende como deslenguada “chica de la noche”.

A mí me ha encantado la película y la considero una perla del celuloide que puede poner en marcha toda la gama emocional del espectador. Puedes reír a gusto, a veces en la garganta se te puede hacer un nudo, alguno llorará, y así.

En realidad el cine es esto, magia, la capacidad para en un instante trasladarte a otro mundo insospechado, dura poco, lo que dura la película y… algo más. En el caso de esta cinta creo que uno no quiere que acabe, al menos eso me pasó a mí y a quienes me acompañaban. Cuando la película toca a su fin y la realidad se impone, entonces pensamos en lo que hemos visionado e incluso vivido vicariamente, y echamos en falta esos sentimientos, esa grandeza humana, añoramos la ficción y esa esfera de ensueño al que hemos sido transportados.

Interesante film aunque mucha comedia no es como algunos la califican. Un niño sin madre que lo cuide, un viejo que vive la vida, obstaculos de la vida, educación religiosa y buenos sentimientos son el cocktel que ofrece este film. Interesante su visión con un buen final.

Capullo enorme con defectos meets a chaval de buen corazón y buena educación para el que acaba de ejercer como antimentor en una relación mutua que será benificiosa para ambos.

Sí - estamos ante terrenos un tanto vistos, sobre todo en la carrera de Murray, que ha sido durante mucho tiempo un especialista en interpretar a mamoncetes adorables con más buen fondo de lo que parece.

¿Sorpresas? Pocas. ¿Drama? Suficiente. ¿Solvencia? Toda. Material engrasado, sin pegas serias, que se ve con agrado y podrías poner de sobremesa a tu abuela sin demasiadas pegas. Una feel-good-movie decente.

St. Vicent (2014).
Drama con tintes cómicos donde el gran Bill Murray se hace acompañar del debutante J. Liebeher, un crío con un brillante futuro como actor. La película es una mezcla entre el Gran Torino que protagonizara Eastwood, el Schmidt de Nicholson y una pizca del Diario de Noa (recordemos el papel de Gardner). Como no me canso de repetir en cuanto al cine estadounidense, los secundarios son de lujo, desde la "inconmensurable" Melissa McCarthy hasta la preciosa Naomi Wats, aun haciendo de prostituta embarazada, a la que el niño la denomina "dama de la noche". Un personaje, el de Murray, muy agradecido, y que no me extrañaría diera grandes alegrías a su intérprete en forma de estatuillas... Recomendable, aunque no para los que busquen un humor facilón o simple.

Raúl Cabral.

La historia de este cascarrabias magistralmente interpretado por BILL MURRAY, es el gran aliciente de este film, porque sin el carisma del de Illinois, propuestas como esta tan estereotipadas no tendrían sentido alguno.
Resulta entrañable la relación tan bonita y especial que surgen entre su nuevo vecino, ese niño que descubre nuevas cosas al lado del personaje de Vincent, muchas de ellas no necesariamente las más adecuadas para la edad de un tierno infante, pero tan bien narrado y tan buena dirección de actores por medio de THEODORE MELFI, que a uno no se le quita la sonrisita de nuestro rostro durante todo el visionado.
Porque hay que saber dirigir muy bien a tus actores para hacer que la normalmente insufrible MELISSA MCCARTHY, en papeles cómicos de los que tiran directamente para atrás, logre aquí un cambio tan sustancial, creyéndonos en todo momento ese papel de madre sufridora, con escasos medios y a punto de divorciarse.
Un final un poco edulcorado es lo único que estropea esta buena propuesta cinematográfica, de las que tanta falta hacen en la cartelera, cine del que a veces aunque sea de vez en cuando huimos de la rutina de las superproducciones con tanto héroe, secuelas, remakes, y similares aburridas propuestas.