Un lugar en el mundo
1992 

7.8
22,936
Drama
Ernesto hace un viaje a la provincia argentina de San Luis, a un remoto pueblo en un valle puntano, para recordar su infancia y las circunstancias que han determinado su vida: sus padres se habían exiliado voluntariamente de Buenos Aires para vivir en una comunidad campesina. La llegada de un geólogo español, contratado por el cacique local para buscar petróleo, representa una amenaza para la forma de vida de los campesinos. (FILMAFFINITY) [+]
28 de abril de 2008
28 de abril de 2008
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arraigo que tiene la tierra donde prosperas, creas vida a la vez que te la consume, arriesgas para ganar porque es tu pan de cada día. Tu familia al final es tu máximo apoyo pero siempre está contigo, no se moverán sin ti. Esta es la tierra donde yo quiero vivir, amar y morir.
Así es como un Maestro después de una larga vida planta sus raíces en Valle Bermejo. Raíces que crecen con el coraje de superación y obstinación y dan sus frutos, a veces dulces, a veces agrios.
Es placentero sumergirse en esta historia. Sencilla pero completa, llena de matices que te hacen emocionarte, sonreír, llorar, sufrir.
Grandes actores y actuaciones, sobre todo Luppi que está soberbio en todo el metraje.
P.D.: Conste que es la primera película argentina que me veo ;)
Así es como un Maestro después de una larga vida planta sus raíces en Valle Bermejo. Raíces que crecen con el coraje de superación y obstinación y dan sus frutos, a veces dulces, a veces agrios.
Es placentero sumergirse en esta historia. Sencilla pero completa, llena de matices que te hacen emocionarte, sonreír, llorar, sufrir.
Grandes actores y actuaciones, sobre todo Luppi que está soberbio en todo el metraje.
P.D.: Conste que es la primera película argentina que me veo ;)
31 de agosto de 2011
31 de agosto de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pertenencia a un determinado lugar es algo muy complicado, pues son numerosos los lazos que pueden ligarnos a un sitio: el trabajo, los estudios, la familia, las esperanzas e incluso los sueños. Pero más allá de esos puntos de unión que pueden ser temporales o efímeros hay una pregunta que todos nos habremos hecho alguna vez ¿cuál es el lugar al que de verdad pertenezco y del que me siento parte? , y ésta es en realidad un cuestión profunda y personal y que cada uno debe resolver por sí mismo, ya que se puede recorrer el mundo de cabo y rabo pero tu lugar será sólo aquel al que te sientas conectado por un sensación extraña y espiritual que te asegura que ahí eres necesario, feliz y hay algo en ti que no se podría realizar o desarrollar en otro parte.
En esa ardua búsqueda, la familia formada por Mario, maestro, su esposa Ana, médica, y su hijo Ernesto, habían pasado de residir en grandes capitales, como Madrid o Buenos Aires, a un pequeño rancho en los vastos campos y planicies de las Pampas. Allí, para solucionar los problemas de los labradores y ganaderos, crearon una cooperativa para que todo se repartiera por igual y esas gentes tuvieran una mejor vida que al servicio del patrón local. Y con algo de ayuda y plata consiguieron formaron una comunidad, con su capilla, su escuela y su consulta. Sin embargo, el hecho de que Ana fuera judía y quisieran una división más equitativa de los bienes llevó a que se los acusara de muchas cosas, entre ellas comunistas. No obstante, y a pesar de todas los problemas y calamidades descubrieron, en especial Mario, que en aquellos parajes solitarios y apartados podían hacer algo grande que los colmara. Aunque quizás a los demás y sobre a Ernesto les tocaba seguir buscando.
Es realmente interesante la cantidad de sorpresas que tiene reservadas el cine hispanoamericano, y más en concreto la cinematografía argentina, porque primero me cautivó con grandes cintas como “La historia oficial” y “El hijo de la novia” y ahora vuelve a conseguirlo con un logrado drama lleno de matices y experiencias, narrado y realizado con sencillez en la puesta en escena, mas con emotividad y calado en su genuina historia y personajes. Y el responsable de esto es el realizador Adolfo Arastarain, que no sólo la dirigió, sino que también la produjo y escribió su excelente guión. A lo que hay que sumarle la serena banda sonora compuesta por--------------, y las interpretaciones de un reparto de altos vuelos formado por José Sacristán, en el papel del geólogo español Hans, Filippo Luppi, Gastón Batyi, encantador como el joven Ernesto que descubre por primera vez el amor, y Cecilia Roth, que nos permite ver de nuevo su incuestionable talento en una actuación sincera, natural, realista y equilibrada.
En esa ardua búsqueda, la familia formada por Mario, maestro, su esposa Ana, médica, y su hijo Ernesto, habían pasado de residir en grandes capitales, como Madrid o Buenos Aires, a un pequeño rancho en los vastos campos y planicies de las Pampas. Allí, para solucionar los problemas de los labradores y ganaderos, crearon una cooperativa para que todo se repartiera por igual y esas gentes tuvieran una mejor vida que al servicio del patrón local. Y con algo de ayuda y plata consiguieron formaron una comunidad, con su capilla, su escuela y su consulta. Sin embargo, el hecho de que Ana fuera judía y quisieran una división más equitativa de los bienes llevó a que se los acusara de muchas cosas, entre ellas comunistas. No obstante, y a pesar de todas los problemas y calamidades descubrieron, en especial Mario, que en aquellos parajes solitarios y apartados podían hacer algo grande que los colmara. Aunque quizás a los demás y sobre a Ernesto les tocaba seguir buscando.
Es realmente interesante la cantidad de sorpresas que tiene reservadas el cine hispanoamericano, y más en concreto la cinematografía argentina, porque primero me cautivó con grandes cintas como “La historia oficial” y “El hijo de la novia” y ahora vuelve a conseguirlo con un logrado drama lleno de matices y experiencias, narrado y realizado con sencillez en la puesta en escena, mas con emotividad y calado en su genuina historia y personajes. Y el responsable de esto es el realizador Adolfo Arastarain, que no sólo la dirigió, sino que también la produjo y escribió su excelente guión. A lo que hay que sumarle la serena banda sonora compuesta por--------------, y las interpretaciones de un reparto de altos vuelos formado por José Sacristán, en el papel del geólogo español Hans, Filippo Luppi, Gastón Batyi, encantador como el joven Ernesto que descubre por primera vez el amor, y Cecilia Roth, que nos permite ver de nuevo su incuestionable talento en una actuación sincera, natural, realista y equilibrada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Algo curioso fue lo que le sucedió a este filme en la gala de los Óscar de 1993, en la que fue nominada en la categoría de mejor película extranjera, pero la anularon porque fue inscrita por Uruguay en lugar de por Argentina, país que había costeado la mayoría del presupuesto. Desde luego fue una lástima, pues es una muy buena película que me ha sorprendido gratamente, me ha hecho disfrutar de buen cine y que le recomendaría a cualquiera sin pensarlo dos veces.
19 de junio de 2012
19 de junio de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Referente en el cine latinoamericano, nos encontramos con, tal vez, la mejor película de un profesional tan comprometido con su país como Adolfo Aristarain (Martin (H)ache). Capaz de retratar generacionalmente la sociedad desde su base y en los últimos años de una tierra aparentemente enseñoreada a ojos del mundo pero castigada por unos regímenes militares (que aquí se insinúen), se aborda la militancia de unos protagonistas sólidos; Mario y Nelda (el matrimonio formado por Federico Luppi y Cecilia Roth), supervivientes fuera de sus tierras, que regresan a unos lugares que, por no ser comunes, ya que se han educado en Buenos Aires y en Madrid, reeducan unas libertades negadas por una simple razón de ser y enseñan el significado de la dignidad de unas gentes que viven de la ganadería y podrían quedar subordinadas por un terrateniente llamado Andrada (Rodolfo Ranni).
En éste postal nostálgico (el film empieza como un “flash-back” con el hijo de la pareja, Ernesto, recién entrado en la edad adulto) también aparecen unos personajes más que humanos y con un papel decisivo en la historia: el geólogo Hans (José Sacristán) cuyas indagaciones asombran al joven Ernesto: un chico inquieto enamorado de Luciana (Lorena del Río) la hija de Zamora (Hugo Arana), la mano derecha de Andrada y a quien se le priva una educación intelectual que Ernesto ha conseguido con creces gracias a sus padres.
Adolfo Aristarain traslada a sus protagonistas en ese vacío árido dónde la esperanza reverdece. Esa libre familia que también incluye a un hijo único, Ernesto aprendiz, maestro, testigo y promesa de futuro en esas benignas tierras donde crean una cooperativa y ayudan a la alfabetización creando una escuela en el mismo hogar. Y luego queda el escenario donde quedarse; el lugar donde ha valido la pena luchar…
En éste postal nostálgico (el film empieza como un “flash-back” con el hijo de la pareja, Ernesto, recién entrado en la edad adulto) también aparecen unos personajes más que humanos y con un papel decisivo en la historia: el geólogo Hans (José Sacristán) cuyas indagaciones asombran al joven Ernesto: un chico inquieto enamorado de Luciana (Lorena del Río) la hija de Zamora (Hugo Arana), la mano derecha de Andrada y a quien se le priva una educación intelectual que Ernesto ha conseguido con creces gracias a sus padres.
Adolfo Aristarain traslada a sus protagonistas en ese vacío árido dónde la esperanza reverdece. Esa libre familia que también incluye a un hijo único, Ernesto aprendiz, maestro, testigo y promesa de futuro en esas benignas tierras donde crean una cooperativa y ayudan a la alfabetización creando una escuela en el mismo hogar. Y luego queda el escenario donde quedarse; el lugar donde ha valido la pena luchar…
25 de febrero de 2013
25 de febrero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un lugar en la memoria, en la historia, en nuestros hábitos y costumbres. Un lugar en el que amar, descubrir y sentir quién es uno. En el que encontrar, buscar y emprender. Un lugar para ser, un lugar desde el que ser, un lugar entre el cielo y la tierra, entre lo crudo y lo cocido, que nos presente y nos engendre. Un lugar que construir, donde actuar sea indispensable función.
El existencialismo del que hace gala Aristarain no es nuevo ni sorprendente, pero ilumina. Lanza las preguntas más antiguas para intentar saber quiénes somos, de dónde venimos o hacia dónde vamos. Y las pone de relieve porque adentrarse en esas dudas supone vérselas con lo que nos manejamos día a día. ¿De qué otro modo elaborar leyes o construir sociedades sino desde el conocimiento de tus semejantes? ¿De qué otro modo sino desde la experiencia humana, desde la capacidad de crear?
El maravilloso elenco que propone "Un lugar en el mundo" puede desviar nuestra atención sobre las grandes pretensiones universales, y es normal que ocurra. Pocas veces se cuenta con la majestuosidad de José Sacristán en un papel sereno y seguro. Lo de Federico Luppi es de monumento en toda ciudad que se digne amante de las artes escénicas. El argentino borda un papel que viene repitiendo en varias películas, sin salirse mucho del mismo registro, pero que encanta, convence y araña las palabras tal y como los valientes querrían pronunciar. Por su lado Cecilia Roth nos devuelve al humano dolor de la fidelidad, al sentimiento de resignación, a la belleza que sólo unas pocas en la historia pudieron mostrar: la capacidad de herir y enamorar por igual, enseñándonos la crudeza de algunas situaciones y la fuerza con la que afrontar los grandes y severos problemas que atañen a todo el que se atreva a amar.
La película es una descripción de la realidad campesina que sacudió un momento concreto de la Argentina peronista en el momento en que muchos emigraron (entre ellos grandes intelectuales) a otros países o al campo para refugiarse de la política totalitarista reinante. Pero no se centra en el desafío político, sino en la dificultad que suponía enfrentar la cultura a una población iletrada o hacer comprender el significado del empoderamiento popular. Plusvalía, dignidad, trabajo y patria son términos que aparecen para afianzar la fortaleza humana más allá de los esperados acontecimientos sentimentales. Por eso aprendemos a la vez que nos emocionamos.
Mucho más allá de los posicionamientos, el retrato del protagonista es una declaración de intenciones. Las contradicciones a las que se ve uno sometido en el juicio y la acción suelen acompañarnos de tal modo fiel que lamentamos de la inseparable moralidad. Pero también creamos orgullo con ello, todo es cuestión de hacerlo lo mejor posible.
El amor pasa por diferentes fases en menos de dos horas, la ingenua y primera bofetada por un beso, el intransigente deseo de acercarse a quién se marchará, la vocación marchita por la jerárquica maldad de quienes no la tienen. Por eso los destinatarios de ese amor son tan diferentes, desde el trabajador más leal al aventurero desconocido, de la metafísica duda a la inocente niña que nos mira y nos convierte.
Al ver "Un lugar en el mundo" uno experimenta momentos encontrados, acomete las preguntas que el director pone de relieve y se pregunta una vez más ¿Qué significa ser de un lugar? El sentimiento de pertenencia se escucha mucho entre los que nunca se lo preguntaron, y aquí atendemos a un concepto que pasa por vivir, padecer y aprender la tierra de la que uno come, en la que se deja el sudor, a la que debe los momentos tanto felices como dolorosos. Y entonces sabemos lo que es nuestro, o mejor, lo que debemos defender. Es entonces cuando nos despedimos de los personajes, lloramos con ellos y nos sabemos afortunados por haber compartido con ellos este ratito que nos acerca más a la vida.
Disculpad la sensibilidad, pero las verdades se acentúan cuando uno las traza con valentía, todos los días se juegan carreras y duelos a los que asistimos para ganar, para seguir luchando, para seguir siendo. Para todo lo demás, aprendamos a leer.
El existencialismo del que hace gala Aristarain no es nuevo ni sorprendente, pero ilumina. Lanza las preguntas más antiguas para intentar saber quiénes somos, de dónde venimos o hacia dónde vamos. Y las pone de relieve porque adentrarse en esas dudas supone vérselas con lo que nos manejamos día a día. ¿De qué otro modo elaborar leyes o construir sociedades sino desde el conocimiento de tus semejantes? ¿De qué otro modo sino desde la experiencia humana, desde la capacidad de crear?
El maravilloso elenco que propone "Un lugar en el mundo" puede desviar nuestra atención sobre las grandes pretensiones universales, y es normal que ocurra. Pocas veces se cuenta con la majestuosidad de José Sacristán en un papel sereno y seguro. Lo de Federico Luppi es de monumento en toda ciudad que se digne amante de las artes escénicas. El argentino borda un papel que viene repitiendo en varias películas, sin salirse mucho del mismo registro, pero que encanta, convence y araña las palabras tal y como los valientes querrían pronunciar. Por su lado Cecilia Roth nos devuelve al humano dolor de la fidelidad, al sentimiento de resignación, a la belleza que sólo unas pocas en la historia pudieron mostrar: la capacidad de herir y enamorar por igual, enseñándonos la crudeza de algunas situaciones y la fuerza con la que afrontar los grandes y severos problemas que atañen a todo el que se atreva a amar.
La película es una descripción de la realidad campesina que sacudió un momento concreto de la Argentina peronista en el momento en que muchos emigraron (entre ellos grandes intelectuales) a otros países o al campo para refugiarse de la política totalitarista reinante. Pero no se centra en el desafío político, sino en la dificultad que suponía enfrentar la cultura a una población iletrada o hacer comprender el significado del empoderamiento popular. Plusvalía, dignidad, trabajo y patria son términos que aparecen para afianzar la fortaleza humana más allá de los esperados acontecimientos sentimentales. Por eso aprendemos a la vez que nos emocionamos.
Mucho más allá de los posicionamientos, el retrato del protagonista es una declaración de intenciones. Las contradicciones a las que se ve uno sometido en el juicio y la acción suelen acompañarnos de tal modo fiel que lamentamos de la inseparable moralidad. Pero también creamos orgullo con ello, todo es cuestión de hacerlo lo mejor posible.
El amor pasa por diferentes fases en menos de dos horas, la ingenua y primera bofetada por un beso, el intransigente deseo de acercarse a quién se marchará, la vocación marchita por la jerárquica maldad de quienes no la tienen. Por eso los destinatarios de ese amor son tan diferentes, desde el trabajador más leal al aventurero desconocido, de la metafísica duda a la inocente niña que nos mira y nos convierte.
Al ver "Un lugar en el mundo" uno experimenta momentos encontrados, acomete las preguntas que el director pone de relieve y se pregunta una vez más ¿Qué significa ser de un lugar? El sentimiento de pertenencia se escucha mucho entre los que nunca se lo preguntaron, y aquí atendemos a un concepto que pasa por vivir, padecer y aprender la tierra de la que uno come, en la que se deja el sudor, a la que debe los momentos tanto felices como dolorosos. Y entonces sabemos lo que es nuestro, o mejor, lo que debemos defender. Es entonces cuando nos despedimos de los personajes, lloramos con ellos y nos sabemos afortunados por haber compartido con ellos este ratito que nos acerca más a la vida.
Disculpad la sensibilidad, pero las verdades se acentúan cuando uno las traza con valentía, todos los días se juegan carreras y duelos a los que asistimos para ganar, para seguir luchando, para seguir siendo. Para todo lo demás, aprendamos a leer.
11 de febrero de 2014
11 de febrero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un lugar en el mundo de Adolfo Aristarain, es un drama basado en la vida rural de Argentina. Dirigida con un ritmo tranquilo y majestuoso, es particular y subjetiva, además de bella y maravillosa de ver por su sencillez. Realizada de manera soberbia y humana, obtiene un resultado sencillo, emotivo y nostálgico, que cala en el espectador de forma impecable.
La fotografía, está estéticamente trabajada en sugerencia al campo y la vida rural del entorno, evocando con sus imágenes confortantes, y mostrando la humildad de sus personajes de manera encantadora y terrenal. Y la música, es sentimental y armoniosa, gracias a sus sonidos hermosos y acertados, que llegan al público por ser agradables e inspiradores, cautivando al espectador con su sutil acompañamiento de la trama.
Las actuaciones, son naturales, impolutas y campechanas. Con Federico Luppi con personalidad y convicción en un deslumbrante y acertado papel, José Sacristán en su línea, auténtico y oportuno, Cecilia Roth sentida y sincera. Y notables interpretaciones de Leonor Benedetto, Gastón Batyi y Lorena del Río. Usando unos vestuarios humildes, sugestivos y elaborados de modo rural, muy sencillos y acertados para la historia. Y destacando también un sobrio y buen trabajo técnico de movimientos de cámara y planos panorámicos.
El guion, escrito por el mismo director junto con Alberto Lecchi, es cercano, agradable y melancólico, argumentado de manera muy realista y verosímil, gusta precisamente por destacar y centrarse en una humanidad sincera, con toques desesperanzadores y profundos que dan grandiosidad al film. Y llevado a cabo con una narrativa con voz afable del joven protagonista, que es explicativa, sentimental y emotiva, dejando claro ya desde el principio que estará dotada de gran belleza, pero también de un sentido pesimismo.
En conclusión, la considero una obra inolvidable, sencilla e insustituible, por su gran calidad humana, en la que destaca lo emotivo y sentimental, tratado con mucha profundidad, y que fue justamente nominada al oscar como mejor película extranjera, aunque al final no pudo ser votada. Recomendable por su dirección, guion, interpretaciones, fotografía, música y narrativa que convierten a Un lugar en el mundo, en un film cercano y sincero.
La fotografía, está estéticamente trabajada en sugerencia al campo y la vida rural del entorno, evocando con sus imágenes confortantes, y mostrando la humildad de sus personajes de manera encantadora y terrenal. Y la música, es sentimental y armoniosa, gracias a sus sonidos hermosos y acertados, que llegan al público por ser agradables e inspiradores, cautivando al espectador con su sutil acompañamiento de la trama.
Las actuaciones, son naturales, impolutas y campechanas. Con Federico Luppi con personalidad y convicción en un deslumbrante y acertado papel, José Sacristán en su línea, auténtico y oportuno, Cecilia Roth sentida y sincera. Y notables interpretaciones de Leonor Benedetto, Gastón Batyi y Lorena del Río. Usando unos vestuarios humildes, sugestivos y elaborados de modo rural, muy sencillos y acertados para la historia. Y destacando también un sobrio y buen trabajo técnico de movimientos de cámara y planos panorámicos.
El guion, escrito por el mismo director junto con Alberto Lecchi, es cercano, agradable y melancólico, argumentado de manera muy realista y verosímil, gusta precisamente por destacar y centrarse en una humanidad sincera, con toques desesperanzadores y profundos que dan grandiosidad al film. Y llevado a cabo con una narrativa con voz afable del joven protagonista, que es explicativa, sentimental y emotiva, dejando claro ya desde el principio que estará dotada de gran belleza, pero también de un sentido pesimismo.
En conclusión, la considero una obra inolvidable, sencilla e insustituible, por su gran calidad humana, en la que destaca lo emotivo y sentimental, tratado con mucha profundidad, y que fue justamente nominada al oscar como mejor película extranjera, aunque al final no pudo ser votada. Recomendable por su dirección, guion, interpretaciones, fotografía, música y narrativa que convierten a Un lugar en el mundo, en un film cercano y sincero.
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