La doble vida de Verónica
Drama
Weronika vive en Polonia y tiene una brillante carrera como cantante, pero padece una grave dolencia cardíaca. En Francia, a más de mil kilómetros, vive Véronique, otra joven idéntica que guarda muchas similitudes vitales con ella, como su enfermedad y su gran pasión por la música. Ambas, a pesar de la distancia y de no tener aparentemente ninguna relación, son capaces de sentir que no están solas. (FILMAFFINITY)
14 de abril de 2018
14 de abril de 2018
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Drama psicológico basado en la vida de dos mujeres con el mismo nombre, mismo aspecto pero diferentes destinos. Al principio es un poco desconcertante y no coges muy bien el hilo de la historia pero como todo buen ejemplo de buen cine las dudas se van resolviendo a medida que avanza. Notable interpretación de Irene Jacob, es sin duda para mi lo mas destacable de la cinta. Película interesante que merece la pena su visionado.
22 de septiembre de 2018
22 de septiembre de 2018
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Es una película grandiosa y no sólo por la música (Preisner es eterno). Expresa ideas terriblemente complejas y arriesgadas de una forma poética (es casi como explicar en un soneto los pasos a seguir para armar un mueble de IKEA) y con una aparente facilidad. La bella Irène Jacob también hace posible la magia del filme y todas las implicaciones éticas de cada cara de la moneda, teniendo en cuenta también la eterna incertidumbre vital reflejada en las vidas de Verónica. Estamos ante un mundo entero de significados, poblado por un vasto terreno de implicaciones filosóficas (al puro estilo de Kieslowski) y todo esto sin pasarse al rococó, permaneciendo en el limbo de la sencillez y la espiritualidad terrenas.
Esto sí que es una obra maestra.
Esto sí que es una obra maestra.
21 de marzo de 2019
21 de marzo de 2019
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Una combinación perfecta y un uso increíble de las facultades cinematográficas. Un Krzysztof Kieslowski ya experimentado se encamina a hacer de esta película una increíble pieza de arte. La historia, atrapante y enigmática, nos regala un sinfín de giros inesperados anexados a una estructura dramática narrativa muy dinámica. Irène Jacob es un pilar fundamental en la cinta. Su actuación y su naturaleza nos regalan una/s Verónica/s totalmente ajenas entre sí, pero que sin embargo calzan perfectamente la una con la otra. Los planos distorsionados fotográficamente son más que bellos, y la iluminación es, además de simbólica, una estética interesante a poner en juego. La música en los momentos de tensión es muy dramática (marca de la casa de nuestro querido director) y más de una vez impresiona al espectador sin previo aviso. El montaje está hecho a la perfección e hila escenas y planos cosiendo cada detalle con extremo cuidado y cautela. El peso dramático de cada escena es realmente llamativo y jamás se siente fuera de lugar. Tiene una estructura muy lógico-causal, lo que le da la etiqueta de una película clásica en la contemporaneidad.
20 de agosto de 2020
20 de agosto de 2020
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Con un guión ingenioso esta doble historia que converge y diverge nos acerca al protagonismo de estas dos mujeres que con sus pasiones y sus emociones va desarrollando una buena historia para relatarse.
Buenas interpretaciones y una buena dirección todo con sumo gusto y cuidado en todos los detalles que dan más notoriedad a todo lo que nos cuentan.
Buenas interpretaciones y una buena dirección todo con sumo gusto y cuidado en todos los detalles que dan más notoriedad a todo lo que nos cuentan.
7 de mayo de 2021
7 de mayo de 2021
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Según una leyenda japonesa, hay relaciones humanas que están predestinadas a materializarse. Los dioses han atado un sutil hilo rojo al dedo meñique de aquellas dos personas cuyos destinos, tarde o temprano, terminarán cruzándose.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando esto tiene lugar, en la plaza del Mercado de la ciudad de Cracovia, son sendos guantes rojos los que envuelven los dedos de Weronika y Véronique. Hilos de marionetas, bajo los caprichosos designios de dioses jugando a ser titiriteros, contando la historia de mundos frágiles, cuentos infantiles sobre esferas traslúcidas que invierten la imagen que adivinamos a través de ellas. Arriba es abajo, y París queda en realidad al este de Polonia.
Drama de profundo aliento poético, donde Kieślowski proyecta hilos de luz (algunos de color esmeralda, otros de un ambarino casi anaranjado que termina siendo terroso) para alumbrarnos la vida de dos jóvenes mujeres conectadas a una misma vida, a un mismo corazón, un corazón roto de tanta belleza, pero que continúa latiendo mientras una de las dos siga sintiendo la vitalista música de las esferas, el ritmo del amor que marca un tiempo, aquel 23 de noviembre de 1966, a las tres de la mañana, cuando dos niñas nacieron en dos ciudades distintas, separadas por miles de kilómetros, dos niñas de pelo oscuro y ojos de un color marrón verdoso, entre el esmeralda más profundo y la tierra agrietada por el implacable sol del mediodía. Dos niñas. Weronika, en Cracovia, y Véronique, en París.
Y aunque están a punto de cumplirse treinta años de aquel instante, en una sala de cine de una ciudad que no se halla ni en Cracovia ni en París, de hecho, hace tiempo que dejó de ser un teatro, en el frío invierno de 1992, yo, en aquella sala de cine, a mis 21 años, aquel momento, cuando vi reflejado en la pantalla rodeada de oscuridad la escena donde un lazo de luz roja unió para siempre los destinos de dos jóvenes mujeres, allí, en la plaza del Mercado de la ciudad de Cracovia, el dedo meñique de Weronika y Véronique, el mismo hilo de luz roja que todavía me ata a esta película tanto tiempo después, atrapado en un esfera de cristal donde el mundo exterior aparece invertido. Abajo es arriba y, por extraño que parezca, aquí dentro las leyenda se convierten en realidad.
https://twitter.com/cautivodelmal
https://letterboxd.com/cautivodelmal/
Drama de profundo aliento poético, donde Kieślowski proyecta hilos de luz (algunos de color esmeralda, otros de un ambarino casi anaranjado que termina siendo terroso) para alumbrarnos la vida de dos jóvenes mujeres conectadas a una misma vida, a un mismo corazón, un corazón roto de tanta belleza, pero que continúa latiendo mientras una de las dos siga sintiendo la vitalista música de las esferas, el ritmo del amor que marca un tiempo, aquel 23 de noviembre de 1966, a las tres de la mañana, cuando dos niñas nacieron en dos ciudades distintas, separadas por miles de kilómetros, dos niñas de pelo oscuro y ojos de un color marrón verdoso, entre el esmeralda más profundo y la tierra agrietada por el implacable sol del mediodía. Dos niñas. Weronika, en Cracovia, y Véronique, en París.
Y aunque están a punto de cumplirse treinta años de aquel instante, en una sala de cine de una ciudad que no se halla ni en Cracovia ni en París, de hecho, hace tiempo que dejó de ser un teatro, en el frío invierno de 1992, yo, en aquella sala de cine, a mis 21 años, aquel momento, cuando vi reflejado en la pantalla rodeada de oscuridad la escena donde un lazo de luz roja unió para siempre los destinos de dos jóvenes mujeres, allí, en la plaza del Mercado de la ciudad de Cracovia, el dedo meñique de Weronika y Véronique, el mismo hilo de luz roja que todavía me ata a esta película tanto tiempo después, atrapado en un esfera de cristal donde el mundo exterior aparece invertido. Abajo es arriba y, por extraño que parezca, aquí dentro las leyenda se convierten en realidad.
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