Pat Garrett y Billy el Niño
1973 

7.5
9,449
Western. Drama
William Bonney era conocido por todos como "Billy el Niño". Estando encarcelado en Lincoln, después de ser condenado a morir en la horca, llega a sus manos un colt 44, con el que intimida a los guardianes y consigue huir a México. El sheriff Pat Garrett, que en otros tiempos cabalgó junto a él, será el encargado de darle caza. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2018
3 de mayo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace mucho tiempo y en circunstancias singulares, cuando estudiaba, invité a una amiga a ver esta película. A ella me parece que no le gustó mucho pero yo salí encantado con el film y con la enorme banda sonora de Bob Dylan que entonces era más icono que ahora. Fue una de esas películas que se me quedó grabada a fuego, con un grande como Peckinpah y dos actores como Coburn y el cantante de folk-country Kristofersson.
El argumento de esta película es sencillo. Pat Garrett había pertenecido a la banda de William Bonney, más conocido como Billy the Kid o Billy el Niño, el mítico bandido y pistolero. Pero ahora se encuentra del otro lado de la ley y se ha reconvertido en sheriff del condado de Lincoln.
Sam Peckinpah está como siempre genial con este western atípico, en el cual se esmera con gran acierto en narrar con un ritmo pausado pero tenso y violento, las andanzas de Garrett y Billy, en una especie de persecución parsimoniosa pero “in crescendo”, con una violencia y cámara lenta al puro estilo de Peckinpah. Tiene el film un magnífico guión de Rudy Wurlitzer en cuyas páginas se pergeñan de forma nítida, secuencias diversas, algunas antológicas, y unos diálogos que son como para ver la película varias veces.
Un punto y aparte merece la primera y gran música compuesta por Bob Dylan para el cine, que da lugar a una banda sonora del mismo título de la película, con temas sublimes de guitarra y cantados (incluye “Knockin´ on Heaven´s Doors”, una de las canciones más representativas del catálogo de su autor); y a veces la música es instrumental, como el tema. La fotografía de John Coquillon tiene un tono sepia que viene como anillo al dedo a la historia.
En el reparto el protagonismo se lo reparten a partes iguales un James Coburn de mirada fría y gran capacidad para los registros dramáticos de sheriff empecinado, osado y despiadado; y ello, junto a un Kris Kristofferson que da la talla como Billy el Niño, un individuo diferente, jovial y sociable. Jason Robards excelente. Una Madura Katy Jurado estupenda. Bob Dylan como Alias da el pego, además de componer la música. Richard Jaeckel muy bien. O Slim Pickens muy emotivo.
Peckinpah construye una cinta con elementos desgarradores y fatalista, de una amistad que en cierto modo sobrevive más allá de la traición y la muerte (por ejemplo Garrett no permite que le corten el dedo a Billy después de muerto). Es el drama interior de unos seres desengañados que se ven apresados entre el pasado y un futuro incierto, entre una era que finaliza y otra que nace.
En este film ya no están los tópicos del western convencional. No hay desaforadas persecuciones a tiro limpio, no hay un solo tiroteo justo, no hay duelos donde haya algún atisbo de duda sobre el vencedor, no hay justicia, los muertos mueren acribillados como animales, acorralados, cogidos de sorpresa o borrachos entre putas, y muchos son asesinados por amigos, camaradas o compañeros de viaje. Lo que vemos es más bien estoicismo, desconsuelo y nostalgia. Ambos personajes continúan su cometido, sabiendo a ciencia cierta que en ello les va o la traición a sí mismos o la muerte. Los personajes matan sin énfasis ni ganas y mueren sin penar, como un hombre que tras ser tiroteado camina vacilante hasta llegar al río para morir resignadamente.
El clima que lo envuelve todo es gris y como de anochecida. Por supuesto, suena esta música sensacional, poética y maravillosa, la que yo he escuchado docenas de veces, notas soberbias paridas por el enorme Dylan, que me siguen gustando como en aquellos entonces.
Los personajes están en las postrimerías del camino, Billy lo sabe y Garrett lo intuye y se da cuenta de ello en el justo momento en que siente la necesidad de disparar sobre su propia imagen reflejada en un espejo, un plano excelso de escalofriante exaltación. Película con resonancias de tragedia griega y unos personajes que alcanzan cotas muy elevadas de estatura ética y moral.
Peckinpah ha borrado cualquier rastro del clásico romanticismo del western tradicional, creando una obra crepuscular que respira nostalgia por todos lados. Hasta los viejos amigos se matan entre sí. Esto es lamentable, esto es doloroso, intenso, punzante. Pocas veces una película ha sido tan triste y melancólica como ésta.
El argumento de esta película es sencillo. Pat Garrett había pertenecido a la banda de William Bonney, más conocido como Billy the Kid o Billy el Niño, el mítico bandido y pistolero. Pero ahora se encuentra del otro lado de la ley y se ha reconvertido en sheriff del condado de Lincoln.
Sam Peckinpah está como siempre genial con este western atípico, en el cual se esmera con gran acierto en narrar con un ritmo pausado pero tenso y violento, las andanzas de Garrett y Billy, en una especie de persecución parsimoniosa pero “in crescendo”, con una violencia y cámara lenta al puro estilo de Peckinpah. Tiene el film un magnífico guión de Rudy Wurlitzer en cuyas páginas se pergeñan de forma nítida, secuencias diversas, algunas antológicas, y unos diálogos que son como para ver la película varias veces.
Un punto y aparte merece la primera y gran música compuesta por Bob Dylan para el cine, que da lugar a una banda sonora del mismo título de la película, con temas sublimes de guitarra y cantados (incluye “Knockin´ on Heaven´s Doors”, una de las canciones más representativas del catálogo de su autor); y a veces la música es instrumental, como el tema. La fotografía de John Coquillon tiene un tono sepia que viene como anillo al dedo a la historia.
En el reparto el protagonismo se lo reparten a partes iguales un James Coburn de mirada fría y gran capacidad para los registros dramáticos de sheriff empecinado, osado y despiadado; y ello, junto a un Kris Kristofferson que da la talla como Billy el Niño, un individuo diferente, jovial y sociable. Jason Robards excelente. Una Madura Katy Jurado estupenda. Bob Dylan como Alias da el pego, además de componer la música. Richard Jaeckel muy bien. O Slim Pickens muy emotivo.
Peckinpah construye una cinta con elementos desgarradores y fatalista, de una amistad que en cierto modo sobrevive más allá de la traición y la muerte (por ejemplo Garrett no permite que le corten el dedo a Billy después de muerto). Es el drama interior de unos seres desengañados que se ven apresados entre el pasado y un futuro incierto, entre una era que finaliza y otra que nace.
En este film ya no están los tópicos del western convencional. No hay desaforadas persecuciones a tiro limpio, no hay un solo tiroteo justo, no hay duelos donde haya algún atisbo de duda sobre el vencedor, no hay justicia, los muertos mueren acribillados como animales, acorralados, cogidos de sorpresa o borrachos entre putas, y muchos son asesinados por amigos, camaradas o compañeros de viaje. Lo que vemos es más bien estoicismo, desconsuelo y nostalgia. Ambos personajes continúan su cometido, sabiendo a ciencia cierta que en ello les va o la traición a sí mismos o la muerte. Los personajes matan sin énfasis ni ganas y mueren sin penar, como un hombre que tras ser tiroteado camina vacilante hasta llegar al río para morir resignadamente.
El clima que lo envuelve todo es gris y como de anochecida. Por supuesto, suena esta música sensacional, poética y maravillosa, la que yo he escuchado docenas de veces, notas soberbias paridas por el enorme Dylan, que me siguen gustando como en aquellos entonces.
Los personajes están en las postrimerías del camino, Billy lo sabe y Garrett lo intuye y se da cuenta de ello en el justo momento en que siente la necesidad de disparar sobre su propia imagen reflejada en un espejo, un plano excelso de escalofriante exaltación. Película con resonancias de tragedia griega y unos personajes que alcanzan cotas muy elevadas de estatura ética y moral.
Peckinpah ha borrado cualquier rastro del clásico romanticismo del western tradicional, creando una obra crepuscular que respira nostalgia por todos lados. Hasta los viejos amigos se matan entre sí. Esto es lamentable, esto es doloroso, intenso, punzante. Pocas veces una película ha sido tan triste y melancólica como ésta.
8 de junio de 2020
8 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A principios de los sesenta, con el western moribundo, llegó un italiano a llenarlo de polvo, suciedad y miradas turbias, y de ese modo, sorprendentemente, le dio una nueva vida.
En los setenta fué Peckinpah quien le añadió más sangre, más muerte y menos escrúpulos.
No hay buenos, y el supuesto protagonista es el peor, matando uno a uno a los que un día fueron sus secuaces.
Usar a Dylan para la banda sonora es otra muestra de la genialidad del director, que además supo rodearse de unos actores a los que la ropa sucia y la barba de tres días les sienta como un guante.
En los setenta fué Peckinpah quien le añadió más sangre, más muerte y menos escrúpulos.
No hay buenos, y el supuesto protagonista es el peor, matando uno a uno a los que un día fueron sus secuaces.
Usar a Dylan para la banda sonora es otra muestra de la genialidad del director, que además supo rodearse de unos actores a los que la ropa sucia y la barba de tres días les sienta como un guante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película comienza con la muerte de Pat Garrett, e inmediatamente retrocede en el tiempo a un momento donde Billy el niño y sus amigos disparan a unas gallinas, pura sutileza.
Unos niños juegan con la soga de la horca. Minutos después juegan con un muerto. Más adelante, toda una familia, grandes y pequeños, son testigos de un duelo a muerte en el que, además, los dos duelistas hacen trampas. Con qué frialdad te muestra por qué de mayores tenían que vivir sin escrúpulos.
Unos niños juegan con la soga de la horca. Minutos después juegan con un muerto. Más adelante, toda una familia, grandes y pequeños, son testigos de un duelo a muerte en el que, además, los dos duelistas hacen trampas. Con qué frialdad te muestra por qué de mayores tenían que vivir sin escrúpulos.
10 de abril de 2021
10 de abril de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"No me sorprendería, Pat, que Billy te volara la cabeza de un tiro: siempre has sido un padre para él".
Vista dos veces en mi vida, la primera de ellas tendría yo uno diecisiete y la vi en el cine de barrio de Burtzena (Barakaldo, Bizkaia). Y vi la versión que dieron en los cines españoles en su momento, esto es, mutilada.
Y esto pensé de ella:
"Buen film. Digno del maestro Peckinpah, uno de mis favoritos.
Puede que un pelo larga, pero el autor tiene la necesidad de contarnos muchas cosas y tomarse su tiempo para ello, por lo que no se le debe tomar en cuenta.
Emocionante, violenta, sensible, realista...
Un estupendo film a no perderse".
La segunda vez, ahora en agosto de 2020, por una cadena privada de televisión, tengo la inmensa suerte de ver la versión completa. Y compruebo que, en efecto, así se puede refrendar el completo sentido de este estupendo filme.
Porque las escenas eliminadas no eran simples partes de un diálogo o alguna escena supérflua, sino que he podido admirar escenas como el largo diálogo de Pat Garrett con su esposa, el diálogo del mismo Pat con el personaje de Barry Sullivan o escenas de Billy el Niño con el personaje de Paco ("Indio" Fernández" o con el del Bob Dylan. Y también, claro, y esto es más normal en la España de Franco, reprimida sexualmente, la escena de Garrett con las prostitutas, que fue mutilada prácticamente en su totalidad.
En esta ocasión se manifiesta la grandeza de Sam Peckinpah, que supo, en este trabajo y otras cintas, mostrar la muerte del viejo Oeste y comienzos del nacimiento del Nuevo. En este diálogos se puede comprobar:
"- No te imagino al lado de la Ley, Pat.
- Es una manera de sobrevivir. Este país está envejeciendo, y yo con él".
Viejas amistades lastradas por impedimento del Progreso, los grandes Terratenientes y el simple miedo a envejecer y no tener un futuro seguro.
Muy buena, redescubrirla ha sido un gran acierto.
https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Vista dos veces en mi vida, la primera de ellas tendría yo uno diecisiete y la vi en el cine de barrio de Burtzena (Barakaldo, Bizkaia). Y vi la versión que dieron en los cines españoles en su momento, esto es, mutilada.
Y esto pensé de ella:
"Buen film. Digno del maestro Peckinpah, uno de mis favoritos.
Puede que un pelo larga, pero el autor tiene la necesidad de contarnos muchas cosas y tomarse su tiempo para ello, por lo que no se le debe tomar en cuenta.
Emocionante, violenta, sensible, realista...
Un estupendo film a no perderse".
La segunda vez, ahora en agosto de 2020, por una cadena privada de televisión, tengo la inmensa suerte de ver la versión completa. Y compruebo que, en efecto, así se puede refrendar el completo sentido de este estupendo filme.
Porque las escenas eliminadas no eran simples partes de un diálogo o alguna escena supérflua, sino que he podido admirar escenas como el largo diálogo de Pat Garrett con su esposa, el diálogo del mismo Pat con el personaje de Barry Sullivan o escenas de Billy el Niño con el personaje de Paco ("Indio" Fernández" o con el del Bob Dylan. Y también, claro, y esto es más normal en la España de Franco, reprimida sexualmente, la escena de Garrett con las prostitutas, que fue mutilada prácticamente en su totalidad.
En esta ocasión se manifiesta la grandeza de Sam Peckinpah, que supo, en este trabajo y otras cintas, mostrar la muerte del viejo Oeste y comienzos del nacimiento del Nuevo. En este diálogos se puede comprobar:
"- No te imagino al lado de la Ley, Pat.
- Es una manera de sobrevivir. Este país está envejeciendo, y yo con él".
Viejas amistades lastradas por impedimento del Progreso, los grandes Terratenientes y el simple miedo a envejecer y no tener un futuro seguro.
Muy buena, redescubrirla ha sido un gran acierto.
https://filmsencajatonta.blogspot.com/
17 de octubre de 2023
17 de octubre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La versión de Sam Peckinpah sobre William Henry McCarthy (Billy el Niño, 1859-1881) y sus encontronazos, con lo que entonces llamaban justicia, representada en la última etapa de la vida del forajido por el sheriff de Lincoln (Pat Garret, 1850-1908), es una canción triste sobre una juventud truncada de manera violenta e inevitable. La leyenda del afamado pistolero, de orígenes maternos irlandeses, condenado a vagar por las inhóspitas tierras de Nuevo México, como cualquiera de nuestras coplas de ciego, está impregnada de alguna verdad, algún deseo, algún misterio... y aliñada con grandes dosis de imaginación.
Lo que hizo el director californiano fue poner carne, huesos y sangre sobre unos personajes convertidos en mitos por las inexactitudes históricas, el bisbiseo tabernario de un siglo y las elucubraciones de memorias poco fiables, cuando no interesadas. Y eso lo hizo bien, porque si algo supo hacer de forma sobresaliente este destructor de convencionalismos, fue encontrar algo de poesía en los pozos más secos, en las más adversas condiciones y hasta en los momentos más imprevisibles e inadecuados.
Solo en el área cinematográfica, se han llevado a cabo más de cincuenta aproximaciones sobre la "supuesta" corta estancia entre los mortales de Billy The Kid. Esta reformulación del salvaje oeste de la mano de uno de los padres crepusculares del género es, sin duda, si no la mejor, una de ellas.
Lo que hizo el director californiano fue poner carne, huesos y sangre sobre unos personajes convertidos en mitos por las inexactitudes históricas, el bisbiseo tabernario de un siglo y las elucubraciones de memorias poco fiables, cuando no interesadas. Y eso lo hizo bien, porque si algo supo hacer de forma sobresaliente este destructor de convencionalismos, fue encontrar algo de poesía en los pozos más secos, en las más adversas condiciones y hasta en los momentos más imprevisibles e inadecuados.
Solo en el área cinematográfica, se han llevado a cabo más de cincuenta aproximaciones sobre la "supuesta" corta estancia entre los mortales de Billy The Kid. Esta reformulación del salvaje oeste de la mano de uno de los padres crepusculares del género es, sin duda, si no la mejor, una de ellas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Entrecomillo, en la parte superior, lo de supuesta porque hay quien defiende la teoría de que el jovencito Billy no murió en el envite con el marshal, dada su antigua amistad. En un país tan dado a las conspiraciones, ¡con los réditos que dan!, siempre hay que dejar otra posible salida que dé pie a una secuela, de lo que sea. De hecho en la propia película, de nuestro amigo Peckinpah, se hace hincapié en que la muerte tiene lugar en la noche y de una manera precipitada y confusa.
13 de mayo de 2013
13 de mayo de 2013
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la idea que tenía Sam Peckinpah de los héroes del Far West es la que aparece aquí, mejor que esta época y sus gentes tan poco ejemplares pasaran a la historia. La desaparición de criminales, asesinos, ladrones y pendencieros que se pasan la vida entre el delito y la vagancia entre alcohol, mujerzuelas y juego se ve que le da mucha pena a bastante gente. Por esto les gusta "Pat Garrett y Billy The Kid". Aquí, como también sucede en "Grupo Salvaje", se glorifica ese estilo de vida anárquico, indecente y brutal. De hecho el héroe es precisamente Billy (Kris Kristofferson), un tipo en la vida real al que se le atribuyen, entre otros delitos, 21 asesinatos y no su perseguidor, Pat (James Coburn), que tampoco es que sea trigo muy limpio. Amistades de mentirijilla, poesía del tres al cuarto y mística de la violencia es lo que hay aquí, pero sobre todo, mucho nihilismo. A estos les da igual todo. Así aunque queramos hacer de este duelo algo antológico, como en realidad son dos matados, pues la cosa se desinfla.
Evidentemente, se puede glorificar el Oeste auténtico y hacerlo muy bien. Pero me da sensación de que Peckinpah no tiene sensibilidad para ello. En este sentido, la inolvidable "Bailando con Lobos" (1990) puede que sea el mejor ejemplo de esa mirada absolutamente nostálgica de un mundo, además un mundo bello, no de forajidos desalmados, porque lo son, pese a querer ponerlos de buenos, condenado a desaparecer. Cierto que el director pretende hacer algo artístico, desmitificador y diferente y la verdad que lo consigue con este western rebozado de música. Pero el que algo sea distinto no lo hace ni mejor ni peor. Prefiero los clásicos de Leone o las andanzas de Wyatt Earp, y en todo caso, de los héroes con ideales de toda la vida. Por lo demás, una obra pretenciosa, narrada con desgana, con muchísima hojarasca, mujeres como carnaza, escenas flojas y la penosísima actuación de Bob Dylan. Al menos su "Knockin' on Heaven's Door" es buena, aunque prefiero la versión de los Guns N’ Roses.
Evidentemente, se puede glorificar el Oeste auténtico y hacerlo muy bien. Pero me da sensación de que Peckinpah no tiene sensibilidad para ello. En este sentido, la inolvidable "Bailando con Lobos" (1990) puede que sea el mejor ejemplo de esa mirada absolutamente nostálgica de un mundo, además un mundo bello, no de forajidos desalmados, porque lo son, pese a querer ponerlos de buenos, condenado a desaparecer. Cierto que el director pretende hacer algo artístico, desmitificador y diferente y la verdad que lo consigue con este western rebozado de música. Pero el que algo sea distinto no lo hace ni mejor ni peor. Prefiero los clásicos de Leone o las andanzas de Wyatt Earp, y en todo caso, de los héroes con ideales de toda la vida. Por lo demás, una obra pretenciosa, narrada con desgana, con muchísima hojarasca, mujeres como carnaza, escenas flojas y la penosísima actuación de Bob Dylan. Al menos su "Knockin' on Heaven's Door" es buena, aunque prefiero la versión de los Guns N’ Roses.
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