Es una película muy dulce con algunos momentos realmente empalagosos, las actuaciones son sencillas y su fotografía es hermosa, cumple cabalmente su función: te hace reír y quizá te saca una que otra lagrima.

Su debilidad está en ser demasiado simple, todos los personajes son tan bonitos físicamente como predecibles, no hay matices ni sorpresas.

Como gran gourmet que soy esta película ofrece un menú con buenos ingredientes, bien cocinado o sea buena factura y se come con agrado pero de ahí a aspirar a una estrella Michelín, pues no, se la quito y lo dejo en simplemente recomendado.
La historia es curiosa, una señora que regenta un afamado restaurante con estrella Michelín a la que a pocos metros se le instala otro de comida asiática.
En realidad no es que deba ser una competencia directa pero no le hace ninguna gracia.
Se suceden varios encontronazos y....
También es un alegato contra la discriminación racial.
Helen Mirren, como siempre, magnífica.

Un viaje demasiado largo, aunque gran parte de la película resulta entretenida, a pesar de su ritmo lento y contemplativo.

Donde comienza el problema es después de la mitad de la película, en que la historia se pone tediosa y aburrida, perdiendo por completo el toque mágico de la narración fílmica y se convierte, sin la menor discreción ni toque de creatividad, en un melodrama líneal.

Las tres fortalezas protagónicas y estructurales de este viaje de 100 pies son: la hermosa fotografía, la comida y Helen Mirren.