El castillo de cristal
6.5
4,069
13 de diciembre de 2024
13 de diciembre de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La acusan de ser una película condescendiente con el maltrato infantil, empalagosa en su final, apologética con la unión familiar. Yo veo, en general, que las críticas negativas mínimamente fundamentadas siempre tienen su parte de razón, una parte siempre es así. Y lo mismo, por la misma ley, ocurre con las críticas positivas. De lo que se trataría, pues, es de ver cuál es el peso de los diferentes aspectos que se critican.
Es cierto que vi cierta exageración argumental desmedida, en algunos momentos. Que se exprime la dramatización en otros, con el objetivo de hacer más digestible el producto. Y que se endulzan otros en aras a una mejor comercialización.
Con todo, apuntaré los aspectos que me han hecho decantarme por una visión más positiva de esta cinta:
LA FAMILIA: Hay gente a la que parece que le molesta que se ensalce esta construcción social. Ha sido la base de nuestra sociedad hasta hace pocos años, a ella le debemos adonde hemos llegado. Aunque ahora está siendo triturada, ya. A muchos parece que lo que les atrae es que las instituciones estatales, con toda su falta de humanidad, con toda su crueldad, sean las ordenadoras de la base social. Son proclives a que sea el Estado el que determine cómo, dónde y cuándo hay que educar a los hijos. Que a los padres se les quite la patria potestad en cuánto no se cumplan sus normas. Es entonces que sería el Estado en nuevo pater familias, eso es lo que están apoyando. Yo abogo por la libertad de los padres, por la confianza en su responsabilidad, por aceptar sus errores. Desde luego desconfío de la arbitrariedad de las decisiones de los poderes públicos. En la película, yo siento a unos padres que aman a sus hijos. Unos padres que arrastran defectos de personalidad importantes, pero que no son ni unos ignorantes ni unos inconscientes completos. La vida a veces es muy dura, pero Jeanette Walls nos atestigua que no tanto como para destruir su vida.
LA REBELDÍA: Encontrarte en el cine de hoy con personajes que portan rebeldía nada complaciente con nuestro sistema de vida, es algo aislado. Y como a fin de cuentas proceden de la inspiración de unos hechos reales, pues se gana en credibilidad. A mí me aportó mucha riqueza esta cuestión, el que unos seres humanos sean capaces de mostrarse rebeldes, con actos, frente a la tiranía de los aparatos institucionales. El tener unas convicciones tan claras y el ser capaces de llevarlas a la práctica, un estímulo. Pensémoslo un momento: No poder sacar a tu hija del hospital a voluntad, es una situación harto injusta y opresora, aplaudo cualquier acto que por parte de unos padres trate de evitar esa imposición. Lo mismo digo de la escolarización obligatoria.
LA FORTALEZA INTERIOR: Aunque Jeanette sufrió, en una parte de su vida, la incomprensión de sus padres, hay algo que de mayor le costó entender: Lo que logró en su vida, ya por su propio esfuerzo, fue gracias a las enseñanzas de sus padres, pero en particular de su padre. Ella le debe a él ese espíritu combativo, esa capacidad de lucha contra las dificultades. Fue su padre, en una importante medida, quien favoreció que esas cualidades crecieran con esa potencia en ella. Más tarde, cuando ya de mayor le creó tantos problemas, ella ya era adulta y podía decidir sobre su destino, y es lo que hizo, pues su interior albergaba una fortaleza enormemente estimulada.
MALOS TRATOS: Janette nos trasmite que, al perdonar a su padre, su alma pudo descansar tranquila. Si no somos capaces de perdonar a nuestros semejantes, y particularmente a nuestros padres, tenemos poco de humanos. Hay casos y casos, por supuesto. Pero veo, entre los muchos que se quejan aquí de los malos tratos que se ven en la película, que ante la violencia estatal (policía, sistemas coercitivos de todo tipo), callan y agachan la cabeza, cuando, en ese caso… ¿No habría que rechazar también la tutela estatal?
A pesar de sus aspectos tóxicos, me cayó simpático el personaje del padre (encarnado por Woody Harrelson), aparte de tener una gran actuación. Un personaje con sus creencias propias, con sus taras mentales provenientes de abusos familiares, con su anhelo de vida libre. Qué quieren que les diga, un personaje con una autenticidad así, cuando menos, me permite pensar que hoy día todavía se puede ver cine con un mínimo de valores auténticamente libertarios. Un 7,5.
Es cierto que vi cierta exageración argumental desmedida, en algunos momentos. Que se exprime la dramatización en otros, con el objetivo de hacer más digestible el producto. Y que se endulzan otros en aras a una mejor comercialización.
Con todo, apuntaré los aspectos que me han hecho decantarme por una visión más positiva de esta cinta:
LA FAMILIA: Hay gente a la que parece que le molesta que se ensalce esta construcción social. Ha sido la base de nuestra sociedad hasta hace pocos años, a ella le debemos adonde hemos llegado. Aunque ahora está siendo triturada, ya. A muchos parece que lo que les atrae es que las instituciones estatales, con toda su falta de humanidad, con toda su crueldad, sean las ordenadoras de la base social. Son proclives a que sea el Estado el que determine cómo, dónde y cuándo hay que educar a los hijos. Que a los padres se les quite la patria potestad en cuánto no se cumplan sus normas. Es entonces que sería el Estado en nuevo pater familias, eso es lo que están apoyando. Yo abogo por la libertad de los padres, por la confianza en su responsabilidad, por aceptar sus errores. Desde luego desconfío de la arbitrariedad de las decisiones de los poderes públicos. En la película, yo siento a unos padres que aman a sus hijos. Unos padres que arrastran defectos de personalidad importantes, pero que no son ni unos ignorantes ni unos inconscientes completos. La vida a veces es muy dura, pero Jeanette Walls nos atestigua que no tanto como para destruir su vida.
LA REBELDÍA: Encontrarte en el cine de hoy con personajes que portan rebeldía nada complaciente con nuestro sistema de vida, es algo aislado. Y como a fin de cuentas proceden de la inspiración de unos hechos reales, pues se gana en credibilidad. A mí me aportó mucha riqueza esta cuestión, el que unos seres humanos sean capaces de mostrarse rebeldes, con actos, frente a la tiranía de los aparatos institucionales. El tener unas convicciones tan claras y el ser capaces de llevarlas a la práctica, un estímulo. Pensémoslo un momento: No poder sacar a tu hija del hospital a voluntad, es una situación harto injusta y opresora, aplaudo cualquier acto que por parte de unos padres trate de evitar esa imposición. Lo mismo digo de la escolarización obligatoria.
LA FORTALEZA INTERIOR: Aunque Jeanette sufrió, en una parte de su vida, la incomprensión de sus padres, hay algo que de mayor le costó entender: Lo que logró en su vida, ya por su propio esfuerzo, fue gracias a las enseñanzas de sus padres, pero en particular de su padre. Ella le debe a él ese espíritu combativo, esa capacidad de lucha contra las dificultades. Fue su padre, en una importante medida, quien favoreció que esas cualidades crecieran con esa potencia en ella. Más tarde, cuando ya de mayor le creó tantos problemas, ella ya era adulta y podía decidir sobre su destino, y es lo que hizo, pues su interior albergaba una fortaleza enormemente estimulada.
MALOS TRATOS: Janette nos trasmite que, al perdonar a su padre, su alma pudo descansar tranquila. Si no somos capaces de perdonar a nuestros semejantes, y particularmente a nuestros padres, tenemos poco de humanos. Hay casos y casos, por supuesto. Pero veo, entre los muchos que se quejan aquí de los malos tratos que se ven en la película, que ante la violencia estatal (policía, sistemas coercitivos de todo tipo), callan y agachan la cabeza, cuando, en ese caso… ¿No habría que rechazar también la tutela estatal?
A pesar de sus aspectos tóxicos, me cayó simpático el personaje del padre (encarnado por Woody Harrelson), aparte de tener una gran actuación. Un personaje con sus creencias propias, con sus taras mentales provenientes de abusos familiares, con su anhelo de vida libre. Qué quieren que les diga, un personaje con una autenticidad así, cuando menos, me permite pensar que hoy día todavía se puede ver cine con un mínimo de valores auténticamente libertarios. Un 7,5.
4 de marzo de 2019
4 de marzo de 2019
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en hechos reales, “El castillo de cristal” narra la infancia de la periodista Jeannette Walls marcada por unos padres errantes, “okupas” y fugitivos de los acreedores, la policia y los servicios sociales.
La película no idealiza al moderno Robinson, “indie“ antisistema, sino que refleja cómo detrás de la inadaptación social hay drogadicción o cuando menos inmadurez y narcisismo patológico, la no aceptación del mundo que a cada ser humano toca vivir, una huida que hunde sus raíces en heridas afectivas de la infancia sin cerrar, terribles en el caso del alcohólico padre de familia que encarna Woody Harrelson.
Los cuatro vástagos de los Walls carecieron de una residencia fija, vivieron la insalubridad, padecieron necesidades básicas, un padre alcohólico y una madre irresponsable, vivieron situaciones muy duras, no tuvieron amigos del “cole”... ¿Qué salvó entonces a estos niños de un destino peor? ¿Cómo acabaron eligiendo libremente ser personas de provecho para la sociedad? La película refleja que el matrimonio Walls tiene algunas virtudes importantes en los padres educadores: a su modo, quieren a sus hijos (les dedican tiempo) y cuidan su intelecto (son homeschoolers), dan a sus hijos un ejemplo de coherencia (viven como piensan, no piensan como viven), se perdonan y permanecen unidos, han sido generosos con sus hijos (dándoles hermanos) y no los han educado en la cultura de la abundancia y el deseo.
Otro aspecto bien reflejado es lo injustos que son los hijos juzgando a sus padres. Solo la muerte, la madurez y descubrir que tampoco nosotros somos perfectos nos hace ser más indulgentes.
Woody Harrelson borda un personaje dificilísimo, atormentado y vitalista a la vez, superdotado y disfuncional, detestable y soñador, alcohólico y luchador. Brie Larson resulta muy convincente, de niña también fue “homeschooler” y en una entrevista reveló que no se habla con su padre.
En el lado negativo, se echa en falta un metraje más reducido que te piden películas tan dramáticas.
Juan Pablo II definió la familia como “el centro y el corazón de la civilización del amor” y la
película viene a demostrar que ciertamente estamos ante una institución natural CREADA para humanizarnos y para sobrevivir incluso en las peores circunstancias. Como la vida en el desierto, la bondad, ese trozo de Dios que llevamos dentro, siempre es capaz de brotar en forma de perdón o redención en la familia.
La película no idealiza al moderno Robinson, “indie“ antisistema, sino que refleja cómo detrás de la inadaptación social hay drogadicción o cuando menos inmadurez y narcisismo patológico, la no aceptación del mundo que a cada ser humano toca vivir, una huida que hunde sus raíces en heridas afectivas de la infancia sin cerrar, terribles en el caso del alcohólico padre de familia que encarna Woody Harrelson.
Los cuatro vástagos de los Walls carecieron de una residencia fija, vivieron la insalubridad, padecieron necesidades básicas, un padre alcohólico y una madre irresponsable, vivieron situaciones muy duras, no tuvieron amigos del “cole”... ¿Qué salvó entonces a estos niños de un destino peor? ¿Cómo acabaron eligiendo libremente ser personas de provecho para la sociedad? La película refleja que el matrimonio Walls tiene algunas virtudes importantes en los padres educadores: a su modo, quieren a sus hijos (les dedican tiempo) y cuidan su intelecto (son homeschoolers), dan a sus hijos un ejemplo de coherencia (viven como piensan, no piensan como viven), se perdonan y permanecen unidos, han sido generosos con sus hijos (dándoles hermanos) y no los han educado en la cultura de la abundancia y el deseo.
Otro aspecto bien reflejado es lo injustos que son los hijos juzgando a sus padres. Solo la muerte, la madurez y descubrir que tampoco nosotros somos perfectos nos hace ser más indulgentes.
Woody Harrelson borda un personaje dificilísimo, atormentado y vitalista a la vez, superdotado y disfuncional, detestable y soñador, alcohólico y luchador. Brie Larson resulta muy convincente, de niña también fue “homeschooler” y en una entrevista reveló que no se habla con su padre.
En el lado negativo, se echa en falta un metraje más reducido que te piden películas tan dramáticas.
Juan Pablo II definió la familia como “el centro y el corazón de la civilización del amor” y la
película viene a demostrar que ciertamente estamos ante una institución natural CREADA para humanizarnos y para sobrevivir incluso en las peores circunstancias. Como la vida en el desierto, la bondad, ese trozo de Dios que llevamos dentro, siempre es capaz de brotar en forma de perdón o redención en la familia.
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