El hombre de mimbre
7.0
9,622
Intriga. Terror
Una carta que hace sospechar que una joven desaparecida ha sido asesinada lleva al sargento Howie de Scotland Yard hasta Summerisle, una isla en la costa de Inglaterra. Allí el inspector se entera de que hay una especie de culto pagano, y conoce a Lord Summerisle, el líder religioso de la isla... (FILMAFFINITY)
8 de mayo de 2016
8 de mayo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas, que al visionarlas, necesitan poco para convertirse en obras de culto. The wicker man es una de esas obras. Desde las dos canciones que enlazan con sus créditos iniciales y el aeroplano que sobrevuela alguna isla británica perdida ya se intuye algo diferente.
La película empieza con un tono ceremonioso, un ambiente de liturgia que impregna la pantalla. Poco después, vemos como el sargento Howie llega en aeroplano a una pequeña isla donde debe investigar la desaparición de una adolescente. A partir de aquí, todo lo que descubre son personajes que parecen ocultar información, extraños comportamientos y sucesos y tradiciones inexplicables.
La película apuesta por un ritmo pausado que se funde con la incredulidad de lo que ves en pantalla. Desde las habas turquesas, a la canción que todo el bar dedica a la hija de la posadera tildándola de puta (y su alegría por ello), a las orgías masivas, las cucarachas en los pupitres o el cordón umbilical en los árboles frutales. Frente a toda esta espiral de locura por lo que ve (por lo que vemos) Howie se muestra con una impasibilidad horrorizada.
¿Puede una película de terror estar también llena de luz? The wicker man tiene un tono pesadillesco pero sin seguir prácticamente en ningún momento los códigos del género. Desde la luz, la tranquilidad, el apaciguamiento, la felicidad de sus habitantes la película construye un tono demoledor, ya que combina esa paz con la extrañeza de los comportamientos de sus habitantes. Esta luz en la imagen combina con otra gran película de terror de los años 70, la española ¿Quién puede matar a un niño? de Chicho Ibáñez Serrador. En ese caso era la costa alicantina que recibía a una pareja de extranjeros de turismo. Sol, niños, descanso vacacional. ¿Qué puede ir mal? También sin abandonar la luz en ningún momento todo se transforma en pesadilla. Otra cinta de culto.
La otra lectura evidente de la película es la confrontación entre etnocentrismo/animismo/religiones alternativas/reencarnación y cristianismo. Por un lado desde el punto de vista de la autoridad que llega a un sitio protegido y preservado de su mirada inquisitoria. La película juega muy bien con todo esto. Por un lado es obvia nuestra perplejidad como espectadores ante el desconcertante modo de vida de sus habitantes, así que rápidamente nos alineamos con el punto de vista del extraño que no entiende nada. Luego, sin embargo, se abre de manera sutil un momento de duda: ¿por qué la rectitud moral del protagonista es la mejor manera de interpretar la realidad? ¿Qué mal están haciendo en su isla este particular grupo de personas? La película abre la duda y es imposible no pensar en las hordas cristianas que masacraron e impusieron su manera de ver el mundo en África o Sudamérica, a esos supuestos salvajes. Hay una frase demoledora del protagonista: "Solo me interesa la ley y vosotros sois súbditos de un país cristiano". ¿Quién es el loco? ¿La moral exacerbada o el libertinaje? ¿La ley o la naturaleza pura? Se abre la sospecha... Todo esto se expone magníficamente en las conversas y el antagonismo amigable de Howie y Lord Summerise, protagonizado por un Christopher Lee brillante.
Hay escenas sublimes en la película como el intento de danza de seducción y atracción de la hija de la posadera a través de las paredes, el lirismo del desfile final, las canciones que se oyen en el bar y en la ofrenda a la fertilidad de los niños o como todo el propio tramo final con sus bellas imágenes. Solo una muestra, hay decenas de escenas, imágenes, ideas que salpican toda la obra de extrañeza e incomodidad.
The wicker man, puro cine de culto.
https://incertidumbreycine.wordpress.com/2016/05/08/el-hombre-de-mimbre-the-wicker-man-robin-hardy-1973/
La película empieza con un tono ceremonioso, un ambiente de liturgia que impregna la pantalla. Poco después, vemos como el sargento Howie llega en aeroplano a una pequeña isla donde debe investigar la desaparición de una adolescente. A partir de aquí, todo lo que descubre son personajes que parecen ocultar información, extraños comportamientos y sucesos y tradiciones inexplicables.
La película apuesta por un ritmo pausado que se funde con la incredulidad de lo que ves en pantalla. Desde las habas turquesas, a la canción que todo el bar dedica a la hija de la posadera tildándola de puta (y su alegría por ello), a las orgías masivas, las cucarachas en los pupitres o el cordón umbilical en los árboles frutales. Frente a toda esta espiral de locura por lo que ve (por lo que vemos) Howie se muestra con una impasibilidad horrorizada.
¿Puede una película de terror estar también llena de luz? The wicker man tiene un tono pesadillesco pero sin seguir prácticamente en ningún momento los códigos del género. Desde la luz, la tranquilidad, el apaciguamiento, la felicidad de sus habitantes la película construye un tono demoledor, ya que combina esa paz con la extrañeza de los comportamientos de sus habitantes. Esta luz en la imagen combina con otra gran película de terror de los años 70, la española ¿Quién puede matar a un niño? de Chicho Ibáñez Serrador. En ese caso era la costa alicantina que recibía a una pareja de extranjeros de turismo. Sol, niños, descanso vacacional. ¿Qué puede ir mal? También sin abandonar la luz en ningún momento todo se transforma en pesadilla. Otra cinta de culto.
La otra lectura evidente de la película es la confrontación entre etnocentrismo/animismo/religiones alternativas/reencarnación y cristianismo. Por un lado desde el punto de vista de la autoridad que llega a un sitio protegido y preservado de su mirada inquisitoria. La película juega muy bien con todo esto. Por un lado es obvia nuestra perplejidad como espectadores ante el desconcertante modo de vida de sus habitantes, así que rápidamente nos alineamos con el punto de vista del extraño que no entiende nada. Luego, sin embargo, se abre de manera sutil un momento de duda: ¿por qué la rectitud moral del protagonista es la mejor manera de interpretar la realidad? ¿Qué mal están haciendo en su isla este particular grupo de personas? La película abre la duda y es imposible no pensar en las hordas cristianas que masacraron e impusieron su manera de ver el mundo en África o Sudamérica, a esos supuestos salvajes. Hay una frase demoledora del protagonista: "Solo me interesa la ley y vosotros sois súbditos de un país cristiano". ¿Quién es el loco? ¿La moral exacerbada o el libertinaje? ¿La ley o la naturaleza pura? Se abre la sospecha... Todo esto se expone magníficamente en las conversas y el antagonismo amigable de Howie y Lord Summerise, protagonizado por un Christopher Lee brillante.
Hay escenas sublimes en la película como el intento de danza de seducción y atracción de la hija de la posadera a través de las paredes, el lirismo del desfile final, las canciones que se oyen en el bar y en la ofrenda a la fertilidad de los niños o como todo el propio tramo final con sus bellas imágenes. Solo una muestra, hay decenas de escenas, imágenes, ideas que salpican toda la obra de extrañeza e incomodidad.
The wicker man, puro cine de culto.
https://incertidumbreycine.wordpress.com/2016/05/08/el-hombre-de-mimbre-the-wicker-man-robin-hardy-1973/
30 de octubre de 2020
30 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando una película consigue entrarte tanto por los ojos como por los oídos, es difícil que te deje indiferente.
El filme de Robin Hardy mezcla thriller policíaco con terror psicológico, con una ambientación que la hace especialmente interesante: el lirismo de sus imágenes contrasta con la tensión que emanan todos y cada uno de los curiosos personajes que pueblan la isla de Summerisle (o la isla del verano, como si el solsticio fuera perenne allí). Además, la música folk que adorna la banda sonora transporta al espectador a esa comunidad sectaria de fieles de creencias paganas, con toques de rituales celtas y druídicos propios de la historia de las islas británicas, mezclados con ideología new age.
No es casualidad que el personaje principal sea un policía de férrea educación cristiana (Edward Woodward).Así, el choque con las costumbres bárbaras y heréticas de los habitantes de la comuna es inevitable, dotando a la trama de una intensidad extra muy característica del cine de los setenta.
Las actuaciones son, en general, bastante notables, destacando el duelo entre Edward Woodward (abanderado del cristianismo) y el siempre imponente Christopher Lee (señor de Summerisle y creador del culto). Ambos representan el bien y el mal respectivamente, o el mártir y el diablo, siendo más clara la analogía en el caso del sargento de Scotland Yard: su puritanismo se pone a prueba varias veces, se ve sometido a la tentación carnal y sufre un terrible tormento.
En 2006 Neil LaBute realizó un remake de menor calidad, interpretado por Nicolas Cage, y el mismo Robin Hardy volvería a en 2010 con "The Wicker Tree": una especie de spin-off de su notable primera película, rescatando además a Christopher Lee.
Otra joya más de los setenta que merece la pena redescubrir.
El filme de Robin Hardy mezcla thriller policíaco con terror psicológico, con una ambientación que la hace especialmente interesante: el lirismo de sus imágenes contrasta con la tensión que emanan todos y cada uno de los curiosos personajes que pueblan la isla de Summerisle (o la isla del verano, como si el solsticio fuera perenne allí). Además, la música folk que adorna la banda sonora transporta al espectador a esa comunidad sectaria de fieles de creencias paganas, con toques de rituales celtas y druídicos propios de la historia de las islas británicas, mezclados con ideología new age.
No es casualidad que el personaje principal sea un policía de férrea educación cristiana (Edward Woodward).Así, el choque con las costumbres bárbaras y heréticas de los habitantes de la comuna es inevitable, dotando a la trama de una intensidad extra muy característica del cine de los setenta.
Las actuaciones son, en general, bastante notables, destacando el duelo entre Edward Woodward (abanderado del cristianismo) y el siempre imponente Christopher Lee (señor de Summerisle y creador del culto). Ambos representan el bien y el mal respectivamente, o el mártir y el diablo, siendo más clara la analogía en el caso del sargento de Scotland Yard: su puritanismo se pone a prueba varias veces, se ve sometido a la tentación carnal y sufre un terrible tormento.
En 2006 Neil LaBute realizó un remake de menor calidad, interpretado por Nicolas Cage, y el mismo Robin Hardy volvería a en 2010 con "The Wicker Tree": una especie de spin-off de su notable primera película, rescatando además a Christopher Lee.
Otra joya más de los setenta que merece la pena redescubrir.
10 de octubre de 2021
10 de octubre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi el remake de esta cinta hace tiempo y le puse un 2. Me pareció horrorosa. Esta es la original y se supone que será otra cosa. Está catalogada como película de miedo, aunque quizá, con los cánones actuales, debiera calificarse de thriller policial.
Cinta de culto, de un director muy poco prolífico, sólo cinco películas y varias relacionadas con ésta, que debe ser muy importante, porque ha creado un género propio, autónomo.
Está bien narrada la sensación de sociedad claustrofóbica, cerrada, opaca, con singularidades. El fanatismo religioso está muy bien tratado, en una mezcla de erotismo y pensamiento alucinatorio.
Mantiene muy bien la tensión, narra bien las circunstancias y te mantiene atento. Noes de un terror asustadizo, ni tampoco sádico o salvaje, lleno de sangre u ordinarieces, sustos y demás casquería sin sentido. Es turbadora e interesante, más intelectual que miedosa. Es una película con tensión, con algo de discurso y muy original y libertaria. El sexo como liberación y culto. Me ha parecido más interesante que buena y, desde luego, no es bonita.
Cinta de culto, de un director muy poco prolífico, sólo cinco películas y varias relacionadas con ésta, que debe ser muy importante, porque ha creado un género propio, autónomo.
Está bien narrada la sensación de sociedad claustrofóbica, cerrada, opaca, con singularidades. El fanatismo religioso está muy bien tratado, en una mezcla de erotismo y pensamiento alucinatorio.
Mantiene muy bien la tensión, narra bien las circunstancias y te mantiene atento. Noes de un terror asustadizo, ni tampoco sádico o salvaje, lleno de sangre u ordinarieces, sustos y demás casquería sin sentido. Es turbadora e interesante, más intelectual que miedosa. Es una película con tensión, con algo de discurso y muy original y libertaria. El sexo como liberación y culto. Me ha parecido más interesante que buena y, desde luego, no es bonita.
13 de abril de 2022
13 de abril de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A “El hombre de mimbre” le juega una mala pasada el irremediable paralelismo con "Midsommar" (2019), por tanto, dado que la que nos ocupa es anterior, debo concluir que se trata de una película con un buen guion. Esta idea queda reforzada por el desenlace, que sí me parece bueno.
Pero más allá de esto, la filmación por momentos me da la sensación de ser amateur y en lo relativo a las actuaciones, los intérpretes parece que no se tomen en serio su papel. Por momentos me acuerdo de aquel Béla Lugosi, famoso por su interpretación de Drácula en 1927, que ahogado (literal) por las deudas del alcohol, no le quedó otro remedio que aceptar un papel en una película de Ed Wood... Más tarde, da la impresión de que se repite la historia con Cristopher Lee, el famoso Drácula de 1958, que tiene que aceptar este papel... En fin, si fuera Gary Oldman y recibiera una llamada de Santiago Segura, ¡correría sin parar!
Por lo tanto, como he leído en alguna crítica: "Buena idea mal ejecutada".
PD: Por lo visto es la película favorita de Tim Burton… ahí lo dejo.
Pero más allá de esto, la filmación por momentos me da la sensación de ser amateur y en lo relativo a las actuaciones, los intérpretes parece que no se tomen en serio su papel. Por momentos me acuerdo de aquel Béla Lugosi, famoso por su interpretación de Drácula en 1927, que ahogado (literal) por las deudas del alcohol, no le quedó otro remedio que aceptar un papel en una película de Ed Wood... Más tarde, da la impresión de que se repite la historia con Cristopher Lee, el famoso Drácula de 1958, que tiene que aceptar este papel... En fin, si fuera Gary Oldman y recibiera una llamada de Santiago Segura, ¡correría sin parar!
Por lo tanto, como he leído en alguna crítica: "Buena idea mal ejecutada".
PD: Por lo visto es la película favorita de Tim Burton… ahí lo dejo.
4 de junio de 2023
4 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Wicker man es una extraña mezcla de géneros con una atmósfera inquietante a partir de elementos de folk horror, sin descuidar un subtexto provocador e inteligente. Una perla de culto.
La novela RITUAL de David Pinner como embrión, la lúcida adaptación del guionista Anthony Shaffer (responsable del guión de maravillas como Frenzy (1972) o Sleuth (1972)) y la bizarra dirección de Robin Hardy que aprovecha los bucólicos paisajes y la música de aires celtas para potenciar la sensación de extrañeza en el espectador.
La película narra la historia de un agente de policía que visita la isla de Summerisle, en una remota ubicación escocesa para investigar una denuncia anónima sobre la desaparición de una niña. La mirada del policía sirve para conducir al espectador a una tensión creciente al ir descubriendo los rituales ancestrales que practican los lugareños, muy alejados de los standards occidentales.
El film juega la liga del terror a plena luz del día, en la línea de QUIEN PUEDE MATAR A UN NIÑO (1976) o MIDOSMMAR (2019), cosa que ya de por sí, sorprende al espectador acostumbrado a localizaciones góticas, paisajes oscuros y monstruos siniestros. La cuidadísima música de Paul Giovanni ejerce también un poderoso efecto de desconcierto al ubicarnos automáticamente en un mood hippie muy característico de los años 70 del siglo XX. Esos aires folkies y el desparpajo con el que los protagonistas practicas sus tradiciones paganas son la principal baza del film.
La alienación que provoca la religión y el relativismo cultural subyacen en el subtexto del film. La mirada de un extraño (el policía llegado de "la metropolis") sirve para conducir al espectador entre el contraste entre paisajes bucólicos, personajes costumbristas aparentemente amigables y una puesta en escena happyflower, pero trasfondo inquietante.
El Wicker man al que alude el título parte de una ilustración real de 1676, sobre un totem que se usaba en sacrificios célticos. Hedonismo pagano anárquico, sacrificios animales, fanatismo religioso, ausencia de pudor, promiscuidad sexual son los ingredientes que el film va desvelando conforme avanza el metraje. Un eficaz casting y dirección de actores y un Christopher Lee como maestro de ceremonias que borda su interpretación son otro elemento de interés del film.
Estamos ante una propuesta que arriesga, innova, inquieta y interpela al espectador. Una maravilla.
La novela RITUAL de David Pinner como embrión, la lúcida adaptación del guionista Anthony Shaffer (responsable del guión de maravillas como Frenzy (1972) o Sleuth (1972)) y la bizarra dirección de Robin Hardy que aprovecha los bucólicos paisajes y la música de aires celtas para potenciar la sensación de extrañeza en el espectador.
La película narra la historia de un agente de policía que visita la isla de Summerisle, en una remota ubicación escocesa para investigar una denuncia anónima sobre la desaparición de una niña. La mirada del policía sirve para conducir al espectador a una tensión creciente al ir descubriendo los rituales ancestrales que practican los lugareños, muy alejados de los standards occidentales.
El film juega la liga del terror a plena luz del día, en la línea de QUIEN PUEDE MATAR A UN NIÑO (1976) o MIDOSMMAR (2019), cosa que ya de por sí, sorprende al espectador acostumbrado a localizaciones góticas, paisajes oscuros y monstruos siniestros. La cuidadísima música de Paul Giovanni ejerce también un poderoso efecto de desconcierto al ubicarnos automáticamente en un mood hippie muy característico de los años 70 del siglo XX. Esos aires folkies y el desparpajo con el que los protagonistas practicas sus tradiciones paganas son la principal baza del film.
La alienación que provoca la religión y el relativismo cultural subyacen en el subtexto del film. La mirada de un extraño (el policía llegado de "la metropolis") sirve para conducir al espectador entre el contraste entre paisajes bucólicos, personajes costumbristas aparentemente amigables y una puesta en escena happyflower, pero trasfondo inquietante.
El Wicker man al que alude el título parte de una ilustración real de 1676, sobre un totem que se usaba en sacrificios célticos. Hedonismo pagano anárquico, sacrificios animales, fanatismo religioso, ausencia de pudor, promiscuidad sexual son los ingredientes que el film va desvelando conforme avanza el metraje. Un eficaz casting y dirección de actores y un Christopher Lee como maestro de ceremonias que borda su interpretación son otro elemento de interés del film.
Estamos ante una propuesta que arriesga, innova, inquieta y interpela al espectador. Una maravilla.
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