La invasión de los ladrones de cuerpos
1956 

7.6
17,396
Ciencia ficción. Fantástico. Terror
En una pequeña ciudad de California empiezan a suceder cosas muy extrañas: el comportamiento de algunas personas cambia de tal manera que causa estupor e incluso miedo entre sus parientes y amigos. (FILMAFFINITY)
1 de octubre de 2018
1 de octubre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una silenciosa amenaza se cierne sobre la especie humana, veloz y furtivamente, como un virus que llega sin aviso.
Nadie está a salvo, no se puede confiar en nadie, los que antes considerabas amigos y familiares son de repente tus enemigos de una manera inexplicable y misteriosa...
Asfixia y un terror tan realista que pone la carne de gallina, elementos principales del inolvidable clásico de la ciencia-ficción que es "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos". El eficiente doctor Miles Bennell abandona un congreso de medicina rápidamente a causa de una llamada de su enfermera y regresa al otrora apacible y bonito pueblo californiano de Santa Mira. Algo grave les ocurre a algunos habitantes, pues según sus testimonios no reconocen a sus propios familiares y desconfían de ellos.
Para Miles esos extraños sucesos no tienen mucha lógica, y según la opinión de su colega Dan Kauffman quizás se trata de una especie de contagiosa histeria colectiva causada por los problemas sociales que está confundiendo y trastornando a las personas. Una teoría muy razonable, sin embargo, aquellos que antes se sentían preocupados y nerviosos se muestran de repente muy serenos, lo que hace crecer la inquietud de Miles y de su reencontrada ex-novia Becky, quien también nota algo extraño en los habitantes del pueblo.
En los años '40 y '50, el género, tanto en su corriente literaria como cinematográfica, presentaba multitud de importantes lecturas relacionadas con la política y la situación social del momento; la Guerra Fría, el terror nuclear, la política de McCarthy, la denominada Caza de Brujas, aspectos que se exponían en forma de crítica disfrazados de fantásticas e increíbles historias. En ese contexto se hallan muchas novelas y films de ficción de aquella turbia década, y entre ellas está "The Body Snatchers", de Jack Finney, fascinante escritor que ha visto varias obras suyas adaptadas a la gran pantalla, tales como "La Casa de los Números" o "Asalto al Queen Mary". El guión sería escrito por Daniel Mainwaring y el productor Walter Wanger se haría con los derechos.
Una noche, Jack, amigo de Miles, halla algo extraordinario en su desván: un cuerpo sin huellas, sin líneas de expresión y con el agravante de un parecido físico exacto; nadie les cree, todos les toman por locos, pero una fuerza desconocida se está apoderando de Santa Mira y su gente, y al parecer proviene del espacio exterior. La ciencia-ficción actual no se basa más que en el inverosímil entretenimiento, todo está lleno de luces, efectos visuales y digitales, asquerosos alienígenas, explosiones por todas partes (...¡trillados clichés!).
Wanger se vio obligado a recortar el presupuesto en innumerables ocasiones por exigencias del estudio, lo que provocó la contratación de actores no muy conocidos y de suprimir la mayor parte de la historia original de Finney. El elegido para ponerse tras las cámaras sería el incombustible Don Siegel, que venía de firmar algunos notables títulos como "El Veredicto", "China Venture" o "Motín en el Pabellón 11". Rodada en Superscope y presentada en forma de "flashback", cosa que desaprobaron tanto el director como el guionista (el estudio quería un final más positivo), "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos" es una gran historia de suspense e intriga, demostrado con esos primeros veinte minutos que remiten al mejor cine negro, cuya capacidad para enganchar al espectador es admirable.
Los brillantes efectos especiales de Milt Rice y los medios en los que se apoya Siegel son mínimos, pero esto no es ningún problema para él, que se centra en crear una atmósfera inquietante y angustiosa que nos atrapa del mismo modo que al aterrado dr. Bennell. El terror provocado por la amenaza de unos invasores del espacio que suplantan a los seres humanos transformándolos en recipientes desprovistos de emociones parece dibujarse como una alegoría de significativos temas (los antes mencionados temores del "mccarthysmo", la guerra nuclear, la paranoia anticomunista, la Guerra Fría...) convertida en una apabullante realidad en manos del director, quien declaró, no obstante, que su única intención era contar una entretenida fábula sobre extraterrestres.
Destacan la genial fotografía de Ellsworth Fredericks y la banda sonora de Carmen Dragon, que crean el clima de misterio y terror adecuado para la película. Kevin McCarthy, que ya había colaborado con Siegel anteriormente, y la estrella televisiva Dana Wynter forman un dúo perfecto como esa pareja en fuga huyendo de la amenaza extraterrestre, mientras son secundados por unos solventes King Donovan, Carolyn Jones y Larry Gates; el más tarde realizador de "Grupo Salvaje" y "Perros de Paja", Sam Peckinpah, tiene un pequeño papel en la película (el empleado del gas), además de servir como revisor de los diálogos.
Tenebroso relato que nos sumerge con inusitada crudeza y elegancia en el atávico miedo del hombre a perder su identidad y su humanidad, siendo la más memorable y brillante de las versiones que se han hecho de la novela de Finney.
Pese a sus similitudes con las anteriores "El Enigma de Otro Mundo" (la naturaleza vegetal del invasor) e "Invasores de Marte", de William Cameron Menzies (la posesión de la identidad), ésta sigue manteniéndose como una pequeña gran joya de la ciencia-ficción, influencia seminal para futuros títulos.
Su único punto bajo es su muy discutible conclusión, la cual Don Siegel siempre desaprobó.
Nadie está a salvo, no se puede confiar en nadie, los que antes considerabas amigos y familiares son de repente tus enemigos de una manera inexplicable y misteriosa...
Asfixia y un terror tan realista que pone la carne de gallina, elementos principales del inolvidable clásico de la ciencia-ficción que es "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos". El eficiente doctor Miles Bennell abandona un congreso de medicina rápidamente a causa de una llamada de su enfermera y regresa al otrora apacible y bonito pueblo californiano de Santa Mira. Algo grave les ocurre a algunos habitantes, pues según sus testimonios no reconocen a sus propios familiares y desconfían de ellos.
Para Miles esos extraños sucesos no tienen mucha lógica, y según la opinión de su colega Dan Kauffman quizás se trata de una especie de contagiosa histeria colectiva causada por los problemas sociales que está confundiendo y trastornando a las personas. Una teoría muy razonable, sin embargo, aquellos que antes se sentían preocupados y nerviosos se muestran de repente muy serenos, lo que hace crecer la inquietud de Miles y de su reencontrada ex-novia Becky, quien también nota algo extraño en los habitantes del pueblo.
En los años '40 y '50, el género, tanto en su corriente literaria como cinematográfica, presentaba multitud de importantes lecturas relacionadas con la política y la situación social del momento; la Guerra Fría, el terror nuclear, la política de McCarthy, la denominada Caza de Brujas, aspectos que se exponían en forma de crítica disfrazados de fantásticas e increíbles historias. En ese contexto se hallan muchas novelas y films de ficción de aquella turbia década, y entre ellas está "The Body Snatchers", de Jack Finney, fascinante escritor que ha visto varias obras suyas adaptadas a la gran pantalla, tales como "La Casa de los Números" o "Asalto al Queen Mary". El guión sería escrito por Daniel Mainwaring y el productor Walter Wanger se haría con los derechos.
Una noche, Jack, amigo de Miles, halla algo extraordinario en su desván: un cuerpo sin huellas, sin líneas de expresión y con el agravante de un parecido físico exacto; nadie les cree, todos les toman por locos, pero una fuerza desconocida se está apoderando de Santa Mira y su gente, y al parecer proviene del espacio exterior. La ciencia-ficción actual no se basa más que en el inverosímil entretenimiento, todo está lleno de luces, efectos visuales y digitales, asquerosos alienígenas, explosiones por todas partes (...¡trillados clichés!).
Wanger se vio obligado a recortar el presupuesto en innumerables ocasiones por exigencias del estudio, lo que provocó la contratación de actores no muy conocidos y de suprimir la mayor parte de la historia original de Finney. El elegido para ponerse tras las cámaras sería el incombustible Don Siegel, que venía de firmar algunos notables títulos como "El Veredicto", "China Venture" o "Motín en el Pabellón 11". Rodada en Superscope y presentada en forma de "flashback", cosa que desaprobaron tanto el director como el guionista (el estudio quería un final más positivo), "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos" es una gran historia de suspense e intriga, demostrado con esos primeros veinte minutos que remiten al mejor cine negro, cuya capacidad para enganchar al espectador es admirable.
Los brillantes efectos especiales de Milt Rice y los medios en los que se apoya Siegel son mínimos, pero esto no es ningún problema para él, que se centra en crear una atmósfera inquietante y angustiosa que nos atrapa del mismo modo que al aterrado dr. Bennell. El terror provocado por la amenaza de unos invasores del espacio que suplantan a los seres humanos transformándolos en recipientes desprovistos de emociones parece dibujarse como una alegoría de significativos temas (los antes mencionados temores del "mccarthysmo", la guerra nuclear, la paranoia anticomunista, la Guerra Fría...) convertida en una apabullante realidad en manos del director, quien declaró, no obstante, que su única intención era contar una entretenida fábula sobre extraterrestres.
Destacan la genial fotografía de Ellsworth Fredericks y la banda sonora de Carmen Dragon, que crean el clima de misterio y terror adecuado para la película. Kevin McCarthy, que ya había colaborado con Siegel anteriormente, y la estrella televisiva Dana Wynter forman un dúo perfecto como esa pareja en fuga huyendo de la amenaza extraterrestre, mientras son secundados por unos solventes King Donovan, Carolyn Jones y Larry Gates; el más tarde realizador de "Grupo Salvaje" y "Perros de Paja", Sam Peckinpah, tiene un pequeño papel en la película (el empleado del gas), además de servir como revisor de los diálogos.
Tenebroso relato que nos sumerge con inusitada crudeza y elegancia en el atávico miedo del hombre a perder su identidad y su humanidad, siendo la más memorable y brillante de las versiones que se han hecho de la novela de Finney.
Pese a sus similitudes con las anteriores "El Enigma de Otro Mundo" (la naturaleza vegetal del invasor) e "Invasores de Marte", de William Cameron Menzies (la posesión de la identidad), ésta sigue manteniéndose como una pequeña gran joya de la ciencia-ficción, influencia seminal para futuros títulos.
Su único punto bajo es su muy discutible conclusión, la cual Don Siegel siempre desaprobó.
8 de enero de 2019
8 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es sorprendente que muchos de los espectadores que contemplaron atónitos esta obra maestra de la serie B de los cincuenta hallaran muy evidentes connotaciones políticas entre los pliegues de su argumento, en apariencia una simple historia de ciencia-ficción acerca de unos invasores alienígenas que duplican la entidad física de los todos los habitantes de Santa Mira, una pueblecito de California. Y es que los ecos de la película de Don Siegel continúan vivos y palpables una vez que la proyección llega a su fin y nos empujan hacia reflexiones sociopolíticas de primer orden acerca del derecho a pensar diferente y de cómo los poderes fácticos luchan cotidianamente por conseguir una línea ideológica uniforme y desapasionada en las comunidades que padecen bajo su yugo. La película, personificando el mensaje en la desesperación del doctor Miles Benell, resulta un grito de reivindicación por la libertad de pensamiento y la independencia de la voluntad humana.
Como argumento de ciencia-ficción la película funciona perfectamente. Posee la cadencia justa para introducir al espectador en el corazón del misterio sin desvelar la monstruosa realidad de forma precipitada. El comienzo, con el doctor siendo interrogado en la clínica psiquiátrica, ya nos hace entrar en materia respecto a los resultados de su peripecia, pero la escena siguiente, en «flashback», nos ofrece un entorno casi idílico: un médico reclamado por sus pacientes que tiene que volver al agradable pueblecito de Santa Mira, donde todos le conocen y le respetan, y que se encuentra allí con un antiguo amor. Enseguida, un incidente en una calle cercana despierta su curiosidad y muy pronto las extrañas reacciones que percibe en sus vecinos le harán comprender que algo muy extraño ocurre en la comunidad. En este sentido el guion posiciona al espectador al mismo nivel que el protagonista, sin desvelarle más información que la que Benell va descubriendo. Esto hace que la película gane en interés conforme avanza y que las bases de la trama vayan configurando poco a poco el horror que subyace bajo las premisas argumentativas.
Cuando el pánico se desata por fin comprendemos las aterradoras consecuencias de la brutal alienación que están padeciendo los habitantes del pueblo y que esta peste, además, corre el riesgo de expandirse fuera de sus lindes, con consecuencias potencialmente apocalípticas. En entonces cuando la película plantea importantes dilemas respecto a nuestro derecho a elegir cómo pensar y cómo vivir. Pese a que los alienados aseguran que no padecen sufrimientos ni preocupaciones, así como tampoco son capaces de sentir amor ni afecto, los humanos que intentan escapar a la «invasión» se aferran a su facultad para experimentar sentimientos, aunque estos muchas veces les hagan padecer. La encrucijada nos habla de la forma en la que nos sujetamos a nuestra esencia humana, a nuestro núcleo ontológico, ese al que no estamos dispuestos a renunciar. Los alienados, sea como fuere, no otorgan ningún tipo de alternativa, haciendo que la uniformidad de pensamiento y la enajenación se vuelvan completamente imperativas, aunque para ello tengan que recurrir a la violencia o el asesinato.
«La invasión de los ladrones de cuerpos» es probablemente una de las cumbres de la llamada «serie B», una película magistral que no admite revisiones ni «remakes» porque la profundidad de su mensaje trasciende su sencillez formal, y se vale de una enorme inteligencia narrativa para sortear las posibles limitaciones de un presupuesto exiguo. Se hace fuerte en la contundencia de su guion y traslada su mensaje al espectador mediante un relato inquietante y sobrecogedor.
Como argumento de ciencia-ficción la película funciona perfectamente. Posee la cadencia justa para introducir al espectador en el corazón del misterio sin desvelar la monstruosa realidad de forma precipitada. El comienzo, con el doctor siendo interrogado en la clínica psiquiátrica, ya nos hace entrar en materia respecto a los resultados de su peripecia, pero la escena siguiente, en «flashback», nos ofrece un entorno casi idílico: un médico reclamado por sus pacientes que tiene que volver al agradable pueblecito de Santa Mira, donde todos le conocen y le respetan, y que se encuentra allí con un antiguo amor. Enseguida, un incidente en una calle cercana despierta su curiosidad y muy pronto las extrañas reacciones que percibe en sus vecinos le harán comprender que algo muy extraño ocurre en la comunidad. En este sentido el guion posiciona al espectador al mismo nivel que el protagonista, sin desvelarle más información que la que Benell va descubriendo. Esto hace que la película gane en interés conforme avanza y que las bases de la trama vayan configurando poco a poco el horror que subyace bajo las premisas argumentativas.
Cuando el pánico se desata por fin comprendemos las aterradoras consecuencias de la brutal alienación que están padeciendo los habitantes del pueblo y que esta peste, además, corre el riesgo de expandirse fuera de sus lindes, con consecuencias potencialmente apocalípticas. En entonces cuando la película plantea importantes dilemas respecto a nuestro derecho a elegir cómo pensar y cómo vivir. Pese a que los alienados aseguran que no padecen sufrimientos ni preocupaciones, así como tampoco son capaces de sentir amor ni afecto, los humanos que intentan escapar a la «invasión» se aferran a su facultad para experimentar sentimientos, aunque estos muchas veces les hagan padecer. La encrucijada nos habla de la forma en la que nos sujetamos a nuestra esencia humana, a nuestro núcleo ontológico, ese al que no estamos dispuestos a renunciar. Los alienados, sea como fuere, no otorgan ningún tipo de alternativa, haciendo que la uniformidad de pensamiento y la enajenación se vuelvan completamente imperativas, aunque para ello tengan que recurrir a la violencia o el asesinato.
«La invasión de los ladrones de cuerpos» es probablemente una de las cumbres de la llamada «serie B», una película magistral que no admite revisiones ni «remakes» porque la profundidad de su mensaje trasciende su sencillez formal, y se vale de una enorme inteligencia narrativa para sortear las posibles limitaciones de un presupuesto exiguo. Se hace fuerte en la contundencia de su guion y traslada su mensaje al espectador mediante un relato inquietante y sobrecogedor.
27 de febrero de 2019
27 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La invasión de los ladrones de cuerpos es a estas alturas todo un clásico de ciencia ficción filmado con muy poco dinero pero mucho talento y versionado en multitud de ocasiones aunque solo la del 78 es una digna imitadora.
La idea de la suplantación de las personas por seres duplicados de origen extraterrestre encajaba muy bien en una época caracterizada por la paranoia comunista y la amenaza nuclear. Un argumento inquietante que trasciende su momento de ahí que cada cierto tiempo se ruede un nuevo remake.
El gran Don Siegel consigue con esta película una de sus obras más destacadas demostrando su versatilidad a la hora de tocar cualquier género con la maestría que le caracteriza. Ritmo, tensión y suspense para un film que sigue conservando todo su vigor.
La idea de la suplantación de las personas por seres duplicados de origen extraterrestre encajaba muy bien en una época caracterizada por la paranoia comunista y la amenaza nuclear. Un argumento inquietante que trasciende su momento de ahí que cada cierto tiempo se ruede un nuevo remake.
El gran Don Siegel consigue con esta película una de sus obras más destacadas demostrando su versatilidad a la hora de tocar cualquier género con la maestría que le caracteriza. Ritmo, tensión y suspense para un film que sigue conservando todo su vigor.
5 de octubre de 2019
5 de octubre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andaba el protagonista de la cinta Kevin McCarthy (1914-2010) mosqueado porque su amigo Montgomery Clift rodaba una superproducción ("El árbol de la vida" / Edward Dmytryk ) junto a Elizabeth Taylor (sin ofender a Dana Wynter por supuesto) mientras que él rodaba una de serie B cuyo guión no le gustaba para mayor inri. Lo que son las cosas, "El árbol de la vida" que aspiraba a emular a "Lo que el viento se llevó", acabó siendo un discreto y olvidable melodrama recordado desgraciadamente por el accidente que durante el rodaje sufrió el propio Clift desfigurandole el rostro. Por contra "La invasión..." se convirtió en un clásico de culto que a la postre le inmortalizó.
La produjo Walter Wagner mítico paradigma de productor independiente, con títulos como "La diligencia" de Ford mientras que intentaba en la década de los 50 recuperarse económicamente tras el sonado fracaso de la "Juana de Arco" (Victor Fleming / 1948) protagonizada por Ingrid Bergman. Wagner se fue recuperando hasta que el monumental desastre de "Cleopatra", acabó con su carrera. Entre medias se las tuvo que ver con la caza de brujas de McCarthy e intentó volarle el pene de un tiro al amante de su esposa Joan Bennett cuando los pilló infraganti.
La dirigió Don Siegel (1912-1991) un "tipo duro" de Chicago que sabía muy bien lo que hacía detrás de la cámara y nos dejó un buen puñado de títulos míticos, entre ellos este, para la historia. Con los mimbres del mejor noir en blanco y negro Siegel con pocos minutos y presupuesto narró admirablemente una historia inquietante, con un manejo de los tiempos y el ritmo ejemplares, dosificando los giros con habilidad de la historia del escritor estadounidense de thrillers y ciencia ficción Jack Finney. Siegel tuvo problemas con el formato de pantalla y el jefe del estudio Allied Artist les censuró todo el humor que trufaba la cinta. El rodaje fue extenuante sobre todo para los actores por la falta de tiempo (19 días) y a la postre la metáfora psicológica que pretendía Siegel acabó por ser universal y atemporal aunque en la época se le diera un cariz político en medio de la guerra fría (amenaza comunista) y el McCarthysmo sumado a los antecedentes ideológicos de Wagner. Cabe destacar por otro lado la mirada sobre la vida cotidiana en una pequeña ciudad norteamericana.
Tres nuevas versiones en el 78, 93 y 2007 con desigual acierto nos recuerdan que en este mundo que vivimos hay mucho "vaina" por ahí suelto.
cineziete.wordpress.com
La produjo Walter Wagner mítico paradigma de productor independiente, con títulos como "La diligencia" de Ford mientras que intentaba en la década de los 50 recuperarse económicamente tras el sonado fracaso de la "Juana de Arco" (Victor Fleming / 1948) protagonizada por Ingrid Bergman. Wagner se fue recuperando hasta que el monumental desastre de "Cleopatra", acabó con su carrera. Entre medias se las tuvo que ver con la caza de brujas de McCarthy e intentó volarle el pene de un tiro al amante de su esposa Joan Bennett cuando los pilló infraganti.
La dirigió Don Siegel (1912-1991) un "tipo duro" de Chicago que sabía muy bien lo que hacía detrás de la cámara y nos dejó un buen puñado de títulos míticos, entre ellos este, para la historia. Con los mimbres del mejor noir en blanco y negro Siegel con pocos minutos y presupuesto narró admirablemente una historia inquietante, con un manejo de los tiempos y el ritmo ejemplares, dosificando los giros con habilidad de la historia del escritor estadounidense de thrillers y ciencia ficción Jack Finney. Siegel tuvo problemas con el formato de pantalla y el jefe del estudio Allied Artist les censuró todo el humor que trufaba la cinta. El rodaje fue extenuante sobre todo para los actores por la falta de tiempo (19 días) y a la postre la metáfora psicológica que pretendía Siegel acabó por ser universal y atemporal aunque en la época se le diera un cariz político en medio de la guerra fría (amenaza comunista) y el McCarthysmo sumado a los antecedentes ideológicos de Wagner. Cabe destacar por otro lado la mirada sobre la vida cotidiana en una pequeña ciudad norteamericana.
Tres nuevas versiones en el 78, 93 y 2007 con desigual acierto nos recuerdan que en este mundo que vivimos hay mucho "vaina" por ahí suelto.
cineziete.wordpress.com
29 de julio de 2020
29 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida es ya una inmensa verdulería.
Retrato exacto de nuestros tiempos actuales. Todos muertos. Todos zombis.
Lechuguinos. Atomatados. Una purrusalda sin alma ni criterio. Berzas, berenjenas, zanahorias. Borregos.
Masa inerte al retortero. Ejército de puerros. Ensalada de remolachas.
Una macedonia abominable de huesos sin orden ni concierto. Una cosecha de mastuerzos.
Un espeluznante inventario de hortalizas, frutas, verduras y todas esas cosas tan horripilantes. Ya no hay humanos.
Solo quedan semillas siniestras vagando por el espacio. Vainas cósmicas aterrizando en la tierra, atraídas por tanto idiota.
No hay remedio; es imposible distinguir ya entre una persona y una acelga, son la misma cosa.
Lo que anunciaba esta película ya se cumplió. Vivimos inmersos en ello, hace bastante tiempo, eso me temo, a las pruebas me remito. Judías todos.
Dormir es de cobardes.
Vigor narrativo pueril, rocoso, hercúleo, ritmo vertiginoso y mucho simpático meollo.
No hay salvación ni escapatoria, ahora el proceso se da solo, no hay necesidad de este tinglado que aquí nos muestran con gracioso encanto; sobra tanto emporio, transporte, camiones, gente, trabajadores, organización en la sombra, vainas en la noche, sótanos y conciliábulos oscuros. Ahora ya nacen muertos, preparados para recibir con agradecimiento toda la sal, el vinagre y el aceite, dispuestos a ser devorados sonriendo, con mucho asentimiento.
Retrato exacto de nuestros tiempos actuales. Todos muertos. Todos zombis.
Lechuguinos. Atomatados. Una purrusalda sin alma ni criterio. Berzas, berenjenas, zanahorias. Borregos.
Masa inerte al retortero. Ejército de puerros. Ensalada de remolachas.
Una macedonia abominable de huesos sin orden ni concierto. Una cosecha de mastuerzos.
Un espeluznante inventario de hortalizas, frutas, verduras y todas esas cosas tan horripilantes. Ya no hay humanos.
Solo quedan semillas siniestras vagando por el espacio. Vainas cósmicas aterrizando en la tierra, atraídas por tanto idiota.
No hay remedio; es imposible distinguir ya entre una persona y una acelga, son la misma cosa.
Lo que anunciaba esta película ya se cumplió. Vivimos inmersos en ello, hace bastante tiempo, eso me temo, a las pruebas me remito. Judías todos.
Dormir es de cobardes.
Vigor narrativo pueril, rocoso, hercúleo, ritmo vertiginoso y mucho simpático meollo.
No hay salvación ni escapatoria, ahora el proceso se da solo, no hay necesidad de este tinglado que aquí nos muestran con gracioso encanto; sobra tanto emporio, transporte, camiones, gente, trabajadores, organización en la sombra, vainas en la noche, sótanos y conciliábulos oscuros. Ahora ya nacen muertos, preparados para recibir con agradecimiento toda la sal, el vinagre y el aceite, dispuestos a ser devorados sonriendo, con mucho asentimiento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Qué pasó con el marido de la Becky?
¿Por qué en la primera dormida de la Becky se salva y en la segunda, en un instante de nada traspuesta, en los brazos sucios de Morfeo, ya la pillan a la pobre y se vuelve mala, muy bellaca?
Los pueblos pequeños y olvidados esconden en sus adentros la más grande ponzoña.
No te fíes nunca de un psiquiatra, son con diferencia los seres más perversos y abyectos.
Lo mejor es la subida por la escalera que va al cielo.
Al final, todos los que rodean al bueno de Miles, esos que parece que van a avisar a las sagradas autoridades, aunque disimulen, todos están rendidos, muertos, son ellos, también pepinos. De hecho, la película la hicieron apios. No lo dudéis ni un segundo, se nota mucho.
¿Por qué en la primera dormida de la Becky se salva y en la segunda, en un instante de nada traspuesta, en los brazos sucios de Morfeo, ya la pillan a la pobre y se vuelve mala, muy bellaca?
Los pueblos pequeños y olvidados esconden en sus adentros la más grande ponzoña.
No te fíes nunca de un psiquiatra, son con diferencia los seres más perversos y abyectos.
Lo mejor es la subida por la escalera que va al cielo.
Al final, todos los que rodean al bueno de Miles, esos que parece que van a avisar a las sagradas autoridades, aunque disimulen, todos están rendidos, muertos, son ellos, también pepinos. De hecho, la película la hicieron apios. No lo dudéis ni un segundo, se nota mucho.
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