The Deep Blue Sea
2011 

5.8
4,929
Romance. Drama
En la puritana sociedad londinense de los años 50, Hester Collyer (Rachel Weisz), la esposa de un juez del Tribunal Supremo Sir William Collyer (Simon Russell Beale), lleva una vida privilegiada. Pero todo cambia cuando, para asombro de todos, decide dejar a su marido para irse a vivir con Freddie Page (Tom Hiddleston), un joven y apuesto ex piloto de la RAF del que ha caído profundamente enamorada. (FILMAFFINITY)
30 de abril de 2024
30 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emite un fuerte aroma visual rancio... Yo diría que a naftalina, parece casi imposible pensar que se rodó en 2.011, su estructura es tan antigua que semeja algo gastado muy deslucido. Escaso peso emocional en una historia que se parece mucho a las novelas de Corín Tellado.
El texto en el que se basa, no me divierte, ni me entretiene. Música molesta de fondo como banda sonora innecesaria. Fotografía de baja calidad; los diálogos aún teniendo en cuenta que el argumento se basa en los años 50, pues aún así, la construcción ofrece tan poco, que resulta profundamente anticuada.
Lamento haberla visto, aunque algunas partes las avancé a gran velocidad. No sé si un 3 como valoración habrá sido muy generosa.
El texto en el que se basa, no me divierte, ni me entretiene. Música molesta de fondo como banda sonora innecesaria. Fotografía de baja calidad; los diálogos aún teniendo en cuenta que el argumento se basa en los años 50, pues aún así, la construcción ofrece tan poco, que resulta profundamente anticuada.
Lamento haberla visto, aunque algunas partes las avancé a gran velocidad. No sé si un 3 como valoración habrá sido muy generosa.
25 de agosto de 2012
25 de agosto de 2012
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es con éste largometraje la primera vez que entro en el cine del británico Terence Davies. No es un cineasta de gran fama ni mundialmente conocido, pero sí se ha ganado un nombre en algunos prestigiosos festivales y también el apoyo de la crítica y cierto sector cinéfilo del público. No es alguien para todos los gustos, y viendo esta película se nota.
¨The Deep Blue Sea¨ es puro cine de autor europeo. El retrato que Davies realiza sobre una historia de amor adúltero es atípica y nada convencional, lejos de lo común. Este es uno de los puntos más destacables del film, que una historia tan vista como ésta, sea llevada a cabo de forma distinta. La mirada de Davies es profunda, como bien su título indica. La lástima es que esa profundidad solo se vea reflejada en el personaje de la maravillosa Rachel Weisz, pues en el de Tom Hiddleston se profundiza menos, lo noto menos desarrollado y es algo que no termina de convencerme. La identificación emocional con el personaje de Weisz es soberbia, al igual que su interpretación.
Davies no solo saca lo mejor de su actriz principal, sino que también dirige con un estilo impecable en todos los sentidos, demostrando sutileza. Igualmente la ambientación del Londres de los años 50 tras la Segunda Guerra Mundial está brillantemente recreada. Son por estos aspectos por los que ¨The Deep Blue Sea¨ es digna de mencionar.
La falta de desarrollo del personaje principal masculino, junto a un ritmo que resulta algo lento e insulso en ciertos pasajes, y la cierta confusión que puede haber al principio con el uso de flashbacks, hacen que por desgracia no sea una película notable. De cualquier modo, seguiré visionando obras de Terence Davies y recomiendo ésta que nos ocupa. No es perfecta, pero sí diferente y con un estilo propio.
¨The Deep Blue Sea¨ es puro cine de autor europeo. El retrato que Davies realiza sobre una historia de amor adúltero es atípica y nada convencional, lejos de lo común. Este es uno de los puntos más destacables del film, que una historia tan vista como ésta, sea llevada a cabo de forma distinta. La mirada de Davies es profunda, como bien su título indica. La lástima es que esa profundidad solo se vea reflejada en el personaje de la maravillosa Rachel Weisz, pues en el de Tom Hiddleston se profundiza menos, lo noto menos desarrollado y es algo que no termina de convencerme. La identificación emocional con el personaje de Weisz es soberbia, al igual que su interpretación.
Davies no solo saca lo mejor de su actriz principal, sino que también dirige con un estilo impecable en todos los sentidos, demostrando sutileza. Igualmente la ambientación del Londres de los años 50 tras la Segunda Guerra Mundial está brillantemente recreada. Son por estos aspectos por los que ¨The Deep Blue Sea¨ es digna de mencionar.
La falta de desarrollo del personaje principal masculino, junto a un ritmo que resulta algo lento e insulso en ciertos pasajes, y la cierta confusión que puede haber al principio con el uso de flashbacks, hacen que por desgracia no sea una película notable. De cualquier modo, seguiré visionando obras de Terence Davies y recomiendo ésta que nos ocupa. No es perfecta, pero sí diferente y con un estilo propio.
21 de octubre de 2014
21 de octubre de 2014
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este cruce entre "Madame Bovary" y "Ana Karenina" con nombre de supercomputadora de ajedrez, "Deep Blue", es un drama romántico inglés excesivamente lento, artificioso, escaso en todo, pero sobre todo aburrido, a cargo de un Terence Davies que me cautivó con su "La casa de la alegría" (2000). La película es la adaptación de la obra teatral homónima de 1952 escrita por Terence Rattigan, lo que se revela en los largos parlamentos y lo poco variado de los escenarios o actores. En este sentido, la que se lleva el protagonismo es Rachel Weisz, que es otra de las muchas bellezas que cuando se acerca a los cuarenta, si no antes, se quedan echas unos palillos y por lo tanto más feas. Insisto en denunciar la excesiva delgadez de las actrices, de las mujeres en general, que no sé bien por qué motivo, se lleva tanto en el presente.
En defensa de "The Deep Blue Sea" diré que tiene cierta elegancia, la composición de planos es a tener en cuanta o que la banda sonora resulta evocadora, por ejemplo el tema "You belong to me" de Jo Stafford, que en realidad es de 1952, o la canción popular irlandesa, "Molly Malone", me han gustado. Pero en su defecto, la trama apenas se desarrolla. Todo viene ya prefabricado, saltándose toda relación entre los amantes, salvo por algún flashback despistante, para llegar a un punto de ruptura más estridente que sensible. Mientras tanto nuestro director se queda sin responder a tres cuestiones fundamentales: ¿Por qué no tienen hijos? ¿Cuánto tiempo llevan casados? y sobre todo, ¿Por qué motivo lo ha hecho con un señor tan mayor? Una joven Rachel Weisz o Hester ¿no ha tenido mejores partidos? Venga ya.
En defensa de "The Deep Blue Sea" diré que tiene cierta elegancia, la composición de planos es a tener en cuanta o que la banda sonora resulta evocadora, por ejemplo el tema "You belong to me" de Jo Stafford, que en realidad es de 1952, o la canción popular irlandesa, "Molly Malone", me han gustado. Pero en su defecto, la trama apenas se desarrolla. Todo viene ya prefabricado, saltándose toda relación entre los amantes, salvo por algún flashback despistante, para llegar a un punto de ruptura más estridente que sensible. Mientras tanto nuestro director se queda sin responder a tres cuestiones fundamentales: ¿Por qué no tienen hijos? ¿Cuánto tiempo llevan casados? y sobre todo, ¿Por qué motivo lo ha hecho con un señor tan mayor? Una joven Rachel Weisz o Hester ¿no ha tenido mejores partidos? Venga ya.
17 de septiembre de 2012
17 de septiembre de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
De inicio ya se aprecia que se trata de una propuesta muy personal en la que las manos del director, el británico Terence Davies, se notan en todo momento. La voz de la siempre impecable Rachel Weisz -aquí no lo es menos- abre la película recitando un par de líneas de una nota de suicidio, porque de eso va ‘The Deep Blue Sea’, de hacerse daño a uno mismo por culpa del amor, y en eso la protagonista obtiene matrícula de honor.
Terence Davies adapta la obra teatral de Terence Rattigan en la que Hester (Rachel Weisz) debe lidiar con la tranquila pero aburrida existencia al lado de marido (Simon Russell Beale) y con la pasión a la que se entrega en su romance con Tom Hiddleston. Sin embargo, la visión idílica y desatada del amor que posee Hester no encontrará semejante correspondencia, algo que iremos conociendo en pequeños flashbacks que nos dibujarán su vida en pareja.
Esa estructura, que puede repeler a alguno, no es nada en comparación con el tono lírico que adopta el filme desde su mismo inicio, aunque, por suerte, lo abandona -o diluye- poco a poco, no sin alguna recaída que celebro como la de la escena del metro. En el fondo todo es cuestión de dejarse embargar por el lirismo que imprime Terence Davies o ahogarse en él, algo así como lo que le ocurre a la Hester tan bien interpretada por Rachel Weisz. Claro que los diálogos precisos, concisos y profundos ayudan bastante a esta película de sentimientos tan intensos.
Terence Davies adapta la obra teatral de Terence Rattigan en la que Hester (Rachel Weisz) debe lidiar con la tranquila pero aburrida existencia al lado de marido (Simon Russell Beale) y con la pasión a la que se entrega en su romance con Tom Hiddleston. Sin embargo, la visión idílica y desatada del amor que posee Hester no encontrará semejante correspondencia, algo que iremos conociendo en pequeños flashbacks que nos dibujarán su vida en pareja.
Esa estructura, que puede repeler a alguno, no es nada en comparación con el tono lírico que adopta el filme desde su mismo inicio, aunque, por suerte, lo abandona -o diluye- poco a poco, no sin alguna recaída que celebro como la de la escena del metro. En el fondo todo es cuestión de dejarse embargar por el lirismo que imprime Terence Davies o ahogarse en él, algo así como lo que le ocurre a la Hester tan bien interpretada por Rachel Weisz. Claro que los diálogos precisos, concisos y profundos ayudan bastante a esta película de sentimientos tan intensos.
14 de agosto de 2014
14 de agosto de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título: (Between the devil and) the deep blue sea. Lo mejor.
Desventuras afectivas de una hija de la Gran Bretaña que se debate entre (the devil and the deep blue sea) la espada y la pared. En este caso, la espada es un jovencito con cara de palo y raya en el pelo marcada de un hachazo, del que lo único que sabemos es que, aparte de vestir horrorosamente, fué piloto de la RAF con marcada afición al golf, la cerveza, cantar en los pubs y no dar palo al agua. La pared sería el esposo de avanzada edad, juez del Tribunal Supremo que rinde pleitesía a su señora madre (de él) -cuya lengua destila puro veneno (la de ella)-, visitándola con su joven esposa para comer (sopas) con cubertería (de plata) y tomar el (five o'clock) tea. Todo lo que sabemos de la protagonista es que su padre es “un hombre de la iglesia” de sólidas convicciones : “Hasta que la muerte os separe”. Tampoco se le conoce oficio ni beneficio alguno (a ella, no al vicario de Cristo), salvo un casamiento de los que te resuelven la economía de bolsillo.
La narración arranca con voz en off que nos lee la típica carta que cualquier suicida que se precie debe redactar : “Mi querido Freddy …. porque esta vez solo sé que me quiero morir” Tampoco es necesario tener el talento de Shakespeare en tal brete, vaya.
Un rótulo nos pone en situación: LONDON ABOUT 1950.
Abreviando que es gerundio: Genuino MELODRAMA “Obra teatral, cinematográfica o literaria cuyos aspectos sentimentales, patéticos o lacrimógenos estén exagerados con la intención de provocar emociones en el público”. En este caso, ni sentimentales ni lacrimógenos, simplemente patéticos. Debo tener menos sensibilidad que una ameba: lo único que me arrancó fue indiferencia y bostezos…
El guión: deplorable. Diálogos propios de ex-alumnos de Oxbridge, totalmente artificiosos y carentes de credibilidad. Uso desmedido de flashbacks que dificultan innecesariamente el desarrollo y hacen confusa la identificación en el tiempo. Todo lo que vemos y oímos en pantalla nos lleva a pensar en los años inmediatamente posteriores al episodio bélico conocido como Batalla de Inglaterra, que tuvo lugar entre julio y octubre de 1940, cuando la acción transcurre supuestamente “around 1950”. Curiosa la escena de la estación de metro bajo los bombardeos alemanes: los años no han alterado para nada el aspecto físico del matrimonio (¡¡¡Rule Britannia!!!) . En cuanto a las cartillas de racionamiento, parece ser que hasta 1948 aprox. sí, efectivamente seguían vigentes. Al final del metraje, al dire se le va la olla y cambia el pincel fino que ha venido usando por la la brocha gorda y descorre los visillos inundando de luz solar la habitación hasta entonces penumbrosa. Esta y otras metáforas de todo jaez que hacen del metraje una sucesión de las mismas, en los minutos finales devienen en orgía metafórica: los escombros de los bombardeos humean al fondo de la calle, cual restos del naufragio (¿del juez? ¿del tarambana? ¿de ella? ¿de la civilización occidental? ¿del sursum corda? Todas ellas, las metáforas (los espejos, ay, los espejos; las cortinas, ay, las cortinas, los calentadores de gas, ay, los calentadores de gas) digo, dignas de celebérrimos artistas que no voy a nombrar por falta de espacio: ni las metáforas, ni los celebérrimos.
Los actores: Hacen que la película no se desmorone como un castillo de naipes. Excelente labor de los secundarios. Al trío de protas se les podría haber sacado más jugo, pero sería injusto criticarlos, bastante tienen con sacar adelante esos diálogos. El fulano que interpreta al ex-piloto pelín tarambana (Hiddleston), o nació con esa cara (de palo) que Dios le dió, o es un genio del transformismo. En cualquier caso, si yo fuese señora, y quisiera agenciarme un “affaire” extraconyugal, vamos, que ni de coña.
La música: Desacertada elección del concierto para Violín de Samuel Barber Y a todo volumen, tanto, que dan ganas de vociferar: “Por Dios, que alguien dispare a ese violinista majadero”. Propuesta alternativa: ¿Qué tal el concierto para para cello de Edward Elgar interpretado por Jacqueline du Pre? Y el volumen más bajito, of course.
La foto, el atrezzo, la iluminación, el montaje, los encuadres, el movimiento de cámaras y otras zarandajas: Un grandioso envoltorio, Todo muy pulcro. Muy “british”. Muy “artístico” y ensayístico”. Mucho filtro “soft” “textura granulosa” y colorido “caliente pero contenido” Tan cuidadas están estas pendejadas que parece que el director haya echado el resto en esta mano y se haya desentendido de que, bueno -no es obligatorio pero se agradece- debería contarnos una historia.
Aspectos positivos, como todo en esta vida, “haberlos haylos” mais … los dejo en mejor pluma.
PD.: La prota solo se lleva una bofetada (bienintencionada) del (no cualificado) doctor en medicina y vecino. Se merecía un par de ellas.
Desventuras afectivas de una hija de la Gran Bretaña que se debate entre (the devil and the deep blue sea) la espada y la pared. En este caso, la espada es un jovencito con cara de palo y raya en el pelo marcada de un hachazo, del que lo único que sabemos es que, aparte de vestir horrorosamente, fué piloto de la RAF con marcada afición al golf, la cerveza, cantar en los pubs y no dar palo al agua. La pared sería el esposo de avanzada edad, juez del Tribunal Supremo que rinde pleitesía a su señora madre (de él) -cuya lengua destila puro veneno (la de ella)-, visitándola con su joven esposa para comer (sopas) con cubertería (de plata) y tomar el (five o'clock) tea. Todo lo que sabemos de la protagonista es que su padre es “un hombre de la iglesia” de sólidas convicciones : “Hasta que la muerte os separe”. Tampoco se le conoce oficio ni beneficio alguno (a ella, no al vicario de Cristo), salvo un casamiento de los que te resuelven la economía de bolsillo.
La narración arranca con voz en off que nos lee la típica carta que cualquier suicida que se precie debe redactar : “Mi querido Freddy …. porque esta vez solo sé que me quiero morir” Tampoco es necesario tener el talento de Shakespeare en tal brete, vaya.
Un rótulo nos pone en situación: LONDON ABOUT 1950.
Abreviando que es gerundio: Genuino MELODRAMA “Obra teatral, cinematográfica o literaria cuyos aspectos sentimentales, patéticos o lacrimógenos estén exagerados con la intención de provocar emociones en el público”. En este caso, ni sentimentales ni lacrimógenos, simplemente patéticos. Debo tener menos sensibilidad que una ameba: lo único que me arrancó fue indiferencia y bostezos…
El guión: deplorable. Diálogos propios de ex-alumnos de Oxbridge, totalmente artificiosos y carentes de credibilidad. Uso desmedido de flashbacks que dificultan innecesariamente el desarrollo y hacen confusa la identificación en el tiempo. Todo lo que vemos y oímos en pantalla nos lleva a pensar en los años inmediatamente posteriores al episodio bélico conocido como Batalla de Inglaterra, que tuvo lugar entre julio y octubre de 1940, cuando la acción transcurre supuestamente “around 1950”. Curiosa la escena de la estación de metro bajo los bombardeos alemanes: los años no han alterado para nada el aspecto físico del matrimonio (¡¡¡Rule Britannia!!!) . En cuanto a las cartillas de racionamiento, parece ser que hasta 1948 aprox. sí, efectivamente seguían vigentes. Al final del metraje, al dire se le va la olla y cambia el pincel fino que ha venido usando por la la brocha gorda y descorre los visillos inundando de luz solar la habitación hasta entonces penumbrosa. Esta y otras metáforas de todo jaez que hacen del metraje una sucesión de las mismas, en los minutos finales devienen en orgía metafórica: los escombros de los bombardeos humean al fondo de la calle, cual restos del naufragio (¿del juez? ¿del tarambana? ¿de ella? ¿de la civilización occidental? ¿del sursum corda? Todas ellas, las metáforas (los espejos, ay, los espejos; las cortinas, ay, las cortinas, los calentadores de gas, ay, los calentadores de gas) digo, dignas de celebérrimos artistas que no voy a nombrar por falta de espacio: ni las metáforas, ni los celebérrimos.
Los actores: Hacen que la película no se desmorone como un castillo de naipes. Excelente labor de los secundarios. Al trío de protas se les podría haber sacado más jugo, pero sería injusto criticarlos, bastante tienen con sacar adelante esos diálogos. El fulano que interpreta al ex-piloto pelín tarambana (Hiddleston), o nació con esa cara (de palo) que Dios le dió, o es un genio del transformismo. En cualquier caso, si yo fuese señora, y quisiera agenciarme un “affaire” extraconyugal, vamos, que ni de coña.
La música: Desacertada elección del concierto para Violín de Samuel Barber Y a todo volumen, tanto, que dan ganas de vociferar: “Por Dios, que alguien dispare a ese violinista majadero”. Propuesta alternativa: ¿Qué tal el concierto para para cello de Edward Elgar interpretado por Jacqueline du Pre? Y el volumen más bajito, of course.
La foto, el atrezzo, la iluminación, el montaje, los encuadres, el movimiento de cámaras y otras zarandajas: Un grandioso envoltorio, Todo muy pulcro. Muy “british”. Muy “artístico” y ensayístico”. Mucho filtro “soft” “textura granulosa” y colorido “caliente pero contenido” Tan cuidadas están estas pendejadas que parece que el director haya echado el resto en esta mano y se haya desentendido de que, bueno -no es obligatorio pero se agradece- debería contarnos una historia.
Aspectos positivos, como todo en esta vida, “haberlos haylos” mais … los dejo en mejor pluma.
PD.: La prota solo se lleva una bofetada (bienintencionada) del (no cualificado) doctor en medicina y vecino. Se merecía un par de ellas.
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