Una maravilla. Tan buena como la anterior, quizá mejor. Lógicamente el guión no es el original del libro, se tuvo que redactar ad hoc, pero no desmerece la obra maestra. No cuadra mucho el desarrollo del Dr. Praetorius (Ernest Thesiger) que hace de la vida humana en pequeña escala. El actor es espléndido, da realmente miedo, que es de lo que se trata.
La escena del monstruo crucificado es tan buena como su quema en la película anterior en el molido.
Cambia la chica, que ahora es Valerie Hobson...
Es muy entretenida, y tiene toda la fuerza de un clásico.

La he vuelto a revisitar, despues de muchísimos años sin verla, y gran sorpresa me he llevado, esta película parece jóven, recién hecha y brillante en sus tonos monocromos, conserva todo el encanto de los decorados y una fresca y vibrante dirección, ejemplar.

Me gustó Bóris en esta segunda parte, acertado el punto de autoparódia, esos tóques de humor van muy bien a la historia y la hacen entrañable, me gustó mucho su escenografía, decorados perfectos, surrealistas y agobiantes, ejemplares son sus efectos especiales, que más quisieran para si algunos títulos mas actuales, también sus movimientos de cámara, picados, contrapicados y planos en escorzo e inclinados, que mejoran y ensalzan la narración y lo mejor técnicamente, su esplendida fotografía, que conserva su calidad a pesar de los años, es en definitiva, un trabajo de calidad, bien facturado y con mucha imaginación, sinceramente, superior a su antecesora en todos sus apartados, sin duda alguna.

Realmente delicioso visionar clásicos así, y ademas comprobamos que lo de las secuelas en el cine viene dado desde su orígenes, lo mejor verla y disfrutarla, os aseguro que si os gusta el cine clásico esta es un auténtico orgásmo para los sentidos, vamos magnífica (aunque la historia "carezca" de trascendencia, al menos te entretiene en su corta duración).

DOS PARTES, UNA MISMA HISTORIA, OBRAS MAESTRAS EN SU GENERO.
(Para verlas de seguido en una tarde de lluvia y frio, uhhh, que buen plan)

LO MEJOR .- Todo el conjunto, repito su MAGNÍFICA fotografía en blanco y negro.
LO PEOR .- Como siempre en todo lo bueno, que no dure más...ah, me olvidaba, la tia
chillona, si es que sobra...JEN SANTA!!!.

Un saludo.

"La novia de Frankenstein" entra por los ojos casi de inmediato. Ver a Elsa Lanchester en un sagaz prólogo como la escritora que creó al mítico monstruo del buen doctor, ya invita a pensar que uno va a ver una joya del terror de la década de los 30 del pasado siglo. James Whale dirige a un Boris Karloff que se reafirma en uno de los papeles que le dieron el estrellato.

Estamos ante una secuela que arranca justo donde se había dejado la cosa, ambientada en esos excelentes secundarios y pintorescos aldeanos. Eso sí, es conveniente saber a dónde se va cuando uno revisita este film. El guión se complica muy poco la vida con las pretensiones y motivaciones de las criaturas, siendo todo una montaña sin frenos que debe acabar en un castillo y bajo una tormenta de proporciones bíblicas.

Un cine de terror propio de aquel tiempo. Hoy en día, lo que han perdido sus efectos especiales o su sentido del miedo lo ha ganado en humor y entrañable nostalgia, siendo una cita obligatoria para los seguidores de las versiones para la gran pantalla de Frankenstein.

Aunque pueda parecer herejía, no hay gran diferencia, más allá de los medios, en esta rápida manera de poner al espectador en la palestra gótica que en series como "Penny Dreadful", haciendo honor a esos sangrientos, baratos y entrañables folletines de criaturas de ultra-tumba.

Y allí, pocos reinados oscuros igualan al de Frankenstein. Y si lo encarna Karloff, pues mejor.

Es entretenidísima, pero lo que tiene de ágil también de inconexa, hasta pasada la mitad son un montón de episodios que se van sucediendo sin demasiado vinculo entre sí.
Esta vez hacen un Frankenstein un poco más parecido al de la novela, no del todo, ya que en el libro el monstruo era muy inteligente, y acá es como chico pero igual es una evolución de lo que era en la primera película.
Lo mejor: es más violenta, ágil, oscura y patética que la original. Pretorius es un muy buen villano.
Lo peor: la novia de Frnkenstein es el gran cebo, apenas sale y no aporta nada, salvo su presencia hoy totalmente icónica pero como personaje es totalmente prescindible.

Es raro encontrar una secuela que supere a su predecesora, pero aquí nos encontramos con un caso donde la ambición y la inventiva no solo igualan, sino que expanden el universo creado en la película original. Lo que empezó como una historia de terror gótico evoluciona hasta adquirir un tono de opereta desacomplejada, con una mezcla de horror, humor negro y tragedia romántica que la elevan por encima del estándar del género de la época.

El monstruo, lejos de ser simplemente una criatura aterradora, adquiere humanidad, presentándose como un ser que busca compañía y comprensión en un mundo que se rige por la inercia del rechazo a lo desconocido. Su soledad es el núcleo emocional de la historia, y su trágica odisea lo transforma en uno de los personajes más conmovedores del cine clásico.

En el otro vértice de la narración se encuentra el doctor Frankenstein, sufriendo las consecuencias de haber jugado a ser un dios. Sobre ese personaje recaen los elementos de romance y aventura, pues la entrada en escena del doctor Pretorius introduce un elemento de perversión contra quien confrontar.

Es una película que, vista hoy, no ha resistido del todo el paso del tiempo. Su envoltorio de terror gótico, que en su día pudo impresionar, se percibe ahora como grotesco, incluso ridículo por momentos. Lo que debía ser aterrador se siente inocente y teatral, con interpretaciones exageradas que rozan la autoparodia. James Whale convierte el relato en una extraña mezcla de tragedia, comedia y romance, pero el resultado es irregular y poco orgánico. La narración avanza a trompicones, con una evolución de los acontecimientos que parece más un encadenado de escenas que una historia fluida. Los diálogos son otro lastre: excesivamente explicativos, subrayan ideas que la imagen ya transmite, eliminando cualquier sutileza. Al final, lo que queda es una historia contada de una manera muy arraigada a su época. Un cine de entretenimiento que, bajo su envoltorio de película de terror, esconde varias reflexiones sobre la decadencia del hombre luchando por superar a la naturaleza, sobre la soledad, sobre la búsqueda de identidad y sobre la crueldad de un mundo que no tolera lo diferente.

Pero, pese a todos los aspectos en los que ha quedado anticuada, es un producto que se grabó en la cultura pop de todos los tiempos, dejando un imaginario icónico.