Los bingueros

Intentar encontrar en este esperpento paralelismos históricos, equivale a lo que en el refranero castellano se define por "tomar el rábano por las hojas".
Ninguna de las comedietas del señor Mariano Ozores pretendía ser testigo de ningún momento histórico, sino de sacar la risa fácil del espectador, emulando a las coétaneas comedias infames italianas protagonizadas, normalmente, por Álvaro Vitali, Lino Banfi, y Edwige Fenech (buenísima que estaba esa señora, Jesús).

Sugerír que este bodrio es un documento de la España de la transición, es tan disparatado como decír que "Siete novias para siete hermanos" refleja con exactitud la vida de los granjeros del lejano oeste americano. Que haya quien goce con el humor grueso y las memeces que protagonizan los personajes, es una cosa: pero de eso a que haya algún tipo de semejanza con la sociedad española de entonces, dista un mundo. Como diría el experimento de sociología (o quizás mera broma) intelectual: yo de éso sé bastante, porque me tocó vivirlo.

Eso sin contar conque, para quien no se haya molestado en repasar la extensísima filmografía del tal Ozores (que yo sufrí casi íntegra en los cines de reestreno), hay otra obra del mismo autor, con diferente título (no me acuerdo cual es, y no me molestaré en buscarlo), con casi el mismo reparto (el prota en ésa era el Antonio Ozores, y de gafe si no recuerdo mal estaba el Codeso), que es exactamente una copia plano a plano del cagallón que nos ocupa. Un intento de sacarle más leche a la misma teta.

En fin: que después del landismo, y antes de la tonelada de pelis sobre la guerra civil que nos aburrió en los 80', estuvo el humor campestre, soez, y tan sólo fotocopia de las pelis italianas en las que se vislumbraban tetas tiesas con chistes, en áquel entonces gamberros, del señor Ozores y compañía. Querer encontrarle a éso valor histórico es como licuar diez kilos de nabos, y decír que el puré resultante es dulce zumo de naranja.

Peli mala, sin ningún valor técnico o artístico, cuyo único interés era el poder oír palabrotas en tiempos en que los personajes de las pelis hablaban mejor que Jacinto Benavente, y con la esperanza -siempre cumplida- de poder rememorar al llegar a casa la tetilla vista de refilón, que en aquel entonces tan sólo quien comprase el intervíu, o fuese lo bastante mayor como para tener novia o esposa, podía saber lo que era en toda su magnitud.

Los dos comentarios, ajenos a la patata que nos ocupa, en el spoiler y sin que tengan vinculación alguna con la peli-tubérculo (por cierto, que el título de esta crítica se refiere al hecho de querer encontrar algo profundo donde no lo hay).