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Éxodo: Dioses y Reyes

Aventuras. Drama Narra la historia de Moisés (Christian Bale), un hombre de extraordinario valor que desafió al faraón Ramsés (Joel Edgerton) y liberó a 600.000 esclavos, que protagonizaron una épica y peligrosa huida a través de Egipto en busca de la Tierra Prometida. (FILMAFFINITY)
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6
6 de diciembre de 2014 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir que EXODUS es una mala película no sería justo, decir que es buena, tampoco. Quiero evitar compararla con otras adaptaciones de este pasaje del libro más antiguo del mundo, ya que no creo que la intención de Ridley Scott haya sido hacer un remake. Él ha hecho su película y como tal hay que valorarla, aunque la falta de historia desde su arranque, es un lastre que no permite empatizar con los protagonistas y el devenir de los hechos. DIOSES Y REYES (Dios es representado por la figura de un niño y al Ramsés de Edgerton le queda muy grande el título de rey) empieza con Moisés y Ramsés ya adultos, enfrascados en una épica batalla más digna de un peplum. Intento imaginar la película con una hora más, contando como llegó Moisés a manos del faraón siendo tan solo un bebé y la forja de su amistad y lealtad con Ramsés desde niños y siento un pinchazo de disgusto, ya que entonces la intensidad de las escenas entre Bale y Edgerton hubieran tenido algo más de sentido y, sobre todo, sentimiento. Salvo Bale, ninguno de los actores llega a transmitir a través de sus personajes, aunque, por supuesto, esto no es culpa suya, sino de un guión falto de diálogos y más peso para los actores secundarios (lo de Aaron Paul, Sigourney Weaver y Sir Ben Kingsley es vergonzoso, sobre todo en el caso de los dos últimos. Tienes a un par de portentos de la interpretación en tu película y no les otorgas más de 15 minutos en pantalla entre los dos juntos en un largo que roza las tres horas -largas, muy largas- de duración). Luego está María Valverde como Sèphora (que ni siquiera dicen su nombre en la película, por cierto), interpretando a la sufrida esposa de Moisés, pero su papel es tan de chica florero, que no merece la pena ni comentarlo. Para resumir en cuanto al apartado actoral, en lo referente a diálogos y profundidad en los personajes, el director ha sido muy, muy pobre. Ha dejado en meras anécdotas los momentos en que los personajes tienen que interactuar (vamos, que apenas hay diálogos y los que hay brillan por su inteligencia y profundidad).

A partir de aquí, continúo en zona SPOILER porque así me lo han pedido los validadores de la página. Solo abstenerse los que no tengan ni idea de la historia que aquí se nos cuenta, los demás pueden leer sin problemas...
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La ambientación, la fotografía, el vestuario, los decorados, los exteriores y los efectos especiales, aprueban con nota y muy alta, pero de efectos no debería vivir una historia épica como la que aquí se nos cuenta. Y llegados a este punto, no me queda otro remedio que compararla (cosa que quería evitar) con aquella obra maestra dirigida por Cecil B. DeMille y protagonizada por unos inconmensurables Charlton Heston y Yul Brynner hace casi sesenta años. Y es que esta última y a pesar de sus limitaciones obvias y lógicas (por supuesto) en cuanto a efectos especiales, le da sopas con honda a este EXODUS en lo que se refiere a emoción y tensión a la hora de mostrar las plagas de Egipto, e incluso en el momento en que se abren los mares (bueno, aquí se retiran, más bien). En la versión 2014, en menos de media hora nos han metido todas las plagas una detrás de otra y aunque hay que reconocer que son visualmente espectaculares, también es justo decir que son argumentalmente anecdóticas, no hay acción-reacción ante esas 9 plagas bíblicas, ya que suceden con el piloto automático encendido y sobre la marcha nos vamos a cruzar el mar con los hebreos (he aquí la escena visualmente más espectacular de todo el film, pero de nuevo, y tristemente, igual de fría y distante). No hay una conexión de los personajes con el espectador que haga que nos importe lo que les está sucediendo y ese es, para mi, junto con la ausencia de diálogos y emoción, el mayor y peor lastre de todo el film.

Debo reconocer que si no hubiera visto la versión de DeMille, probablemente (quizás, no lo sé) me hubiera gustado más, aunque haya tenido la sensación de estar viendo algo más parecido a EL REINO DE LOS CIELOS que a LOS DIEZ MANDAMIENTOS...

- Lo mejor: Christian Bale (no lo tenía muy difícil, la verdad) y todo el apartado técnico.

- Lo peor: una película de este calibre donde la emoción brille por su ausencia, corre el peligro de no ser recordada en el tiempo... Al final, cuando la pantalla se funde a negro, Ridley dedica la película a su hermano Tony, ¿hago flaco favor al film si digo que fue lo que más me emocionó? Y mira que llevaba meses dando la brasa en mi casa por las ganas que tenía de que se estrenara. Menudo chasco...

Por cierto, ni un aplauso cuando acabó, ni público emocionado, ni nada. Mi primer comentario al comienzo de los títulos de crédito a mis acompañantes fue "vaya decepción" y el chico que estaba al lado y al que no conocía de nada dijo "pues si"...

P.D.: La sala estaba a reventar y debo decir que se escucharon muchísimas risas (mis acompañantes y yo incluídos) en varios momentos, ante la absurdez de los diálogos. Los dos que recuerdo porque me reí con ganas, sucedieron casi a la vez. En plena huída de los hebreos por el desierto, Aarón, hermano de Moisés, se acerca a éste y le dice "nos persigue un ejército de 4000 soldados y 1000 carros" y se queda tan pancho (no me pregunten como los contó, pero los contó). Y el otro es un par de minutos después, cuando llegan a la playa y ante la inmensidad del mar y el terror que debe ocasionar el saberse perseguido por un ejército de 4000 soldados y 1000 carros y no tener escapatoria humanamente posible (la divina vendrá después) a Josué (personaje de Aaron Paul con dos o tres frases en todo el film), solo se le ocurre preguntar "¿Esto es marea alta o marea baja?"... Despiporre inmediato en la platea, palabra!
4
7 de diciembre de 2014 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si te lo cuento tal y como me lo han contado a mí... no me vas a creer. Imposible. ¿Por qué? Pues porque tanto tú como yo somos seres racionales cuyas creencias vienen determinadas, principalmente, por aquello que nos transmiten los sentidos, así como por los conocimientos adquiridos mediante procesos lógicos. Porque si te digo que mañana va a llover es porque previamente he llevado a cabo un estudio concienzudo de los patrones según los cuales se mueven variables medibles, tales como la temperatura, la humedad o la presión atmosférica. Por esto mismo. Me temo que si vengo ahora y afirmo que las probabilidades de lluvia son altamente elevadas porque así me lo han contado las entrañas del ganso al que acabo de destripar, creo sinceramente que lo mejor que podrías hacer, aparte de darme un par de buenos puñetazos, sería encerrarme en un manicomio. Sin rencores, que tengo las manos manchadas con la sangre del pobre animal. Me lo merezco.

Eso sí, si esto fuera el Antiguo Egipto, otro pato cantaría. Pues estaríamos tanto tú como yo amorrados a los intestinos del pajarraco, no sólo por el parte meteorológico, sino también por cualquier preocupación que en aquel momento rondara nuestra cabeza. Amor, dinero, trabajo... y por supuesto, las más altas cuestiones de Estado. Tiempos diferentes; tiempos más bárbaros, aunque no mucho más de los que corren ahora mismo. Tiempos en los que tiene lugar uno de los más populares relatos del Antiguo Testamento. El Éxodo es, básicamente, el largo, tortuoso y sufridísimo (por todo el mundo) camino de regreso al hogar del pueblo hebreo. De sobra conocidos son los episodios de la zarza ardiente, o el de las diez plagas, no sólo por su impacto conceptual, sino también dotan de sentido (si es que realmente lo tiene) a la historia. La pregunta que debemos plantearnos a continuación (pues no lo olvidemos, somos seres racionales) es si hay un nexo de unión entre estos highlights que den un mínimo de credibilidad (risas) al cuento.

Pues bien... Si te lo cuento tal y como lo he leído, seguramente creas que lo de la institución psiquiátrica no vaya a ser suficiente para retener a una mente tan rematadamente enferma como la mía. Eh, a mí que me registren, que en el libro venía exactamente así: ''Y sucedió que [en el camino hacia Egipto, a Moisés] le salió al encuentro Yahveh en el lugar donde pasaba la noche y quiso darle muerte. Tomó entonces Seforá un cuchillo de pedernal y, cortando el prepucio de su hijo, tocó los pies de Moisés, diciendo: "Tú eres para mí esposo de sangre." Y Yahveh le soltó; ella había dicho: "esposo de sangre", por la circuncisión.'' Textualmente. Palabra de Dios, nuestro Señor. Pero afortunadamente (o no), estamos en el siglo XXI, y -se supone que- el fervor religioso ha dejado de ser excusa suficiente para justificar la dedicación de nuestro valiosísimo tiempo y/o esfuerzo mental... Y salto temporal hacia atrás, hasta llegar, de nuevo, a la era de los faraones.

Ahí, Moisés frunce el ceño y poco después dibuja una leve sonrisa socarrona. Está presenciando un espectáculo de lo más -ridículamente- deplorable: por increíble que parezca, las maniobras militares del esplendoroso y orgulloso imperio al cual pertenece las está decidiendo una sacerdotisa especializada en (correcto) leer las tripas desparramadas de los gansos. A pesar de que en su carrera abunden los títulos apriorísticamente concebidos para el consumo del gran público, no menos cierto es que dicha circunstancia no ha impedido que Ridley Scott aproveche sus trabajos (sea cual fuere su naturaleza o destino) para reflexionar, con más o menos profundidad / acierto, sobre los temas que más le preocupan, siendo la mayoría de ellos de una trascendencia y complejidad que, en principio, no casan con el status clásico del blockbuster. 'Exodus: Dioses y reyes', a pesar de que huela a fracaso (no hay más que ver la poca convicción con la que sus responsables nos han vendido el producto), es una película que lo tiene todo para dejar huella en la taquilla.

Lo cual para nada implica que sus planteamientos y desarrollos tengan que ceder ante la supuesta (y bastante contrastada) imbecilidad de la gran masa de espectadores a los que están dirigidos. En este sentido, es de apreciar la inteligencia y la valentía con las que el cineasta británico se acerca a las Sagradas Escrituras, prescindiendo de una adaptación literal (algo de lo que estaba bastante más cerca el 'Noé' de Darren Aronofsky) para adoptar así una distancia crítica con respecto a un texto que, admitámoslo de una vez, ha quedado totalmente desfasado. El ''pie de la letra'' queda pues como una invitación demasiado evidente a un ridículo tan desconcertante (al prepucio del hijo de Seforá nos volvemos a remitir) como peligroso en cualquiera de las interpretaciones interesadas a las que se preste ahora la Biblia. La táctica a seguir consiste, entonces, en no apartarse del camino de la lógica más pura, para dejar así al descubierto la finísima línea que separa la locura, de la fe... y del fanatismo.
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En otras palabras, ¿puede considerarse que Moisés fue un terrorista? ¿Pueden explicarse las famosas diez plagas que sufrió Egipto a través de una serie de improbables (aunque posibles) coincidencias científicas? 'Exodus: Dioses y reyes' deja que estos eventos, tan arraigados en el imaginario colectivo, se sucedan con el único puente de comunicación de estas preguntas tan existencialmente amargas. El problema, como en otras ocasiones con Ridley Scott, es que la -brillante- teoría se ve eclipsada por una puesta en escena que, simplemente, no llega a los mínimos exigibles. El pecado capital de la película yace en un error garrafal de cálculos: Sus más de dos horas y media de metraje (peligro) se dedican, en una altísima porción, a la construcción de unos personajes que, a la hora de la verdad, no pueden ocultar su alarmante falta de carisma, fruto ésta de la poca consistencia de un guion demasiado ocupado en cuestiones más elevadas a las que, igualmente, es incapaz de dar solución satisfactoria. Aunque, volviendo a poner los pies en la mundanal la tierra, podría hablarse también del malfuncionamiento (independiente) de algunas de las piezas, tal es el caso de un Joel Edgerton que tiene el dudoso honor de firmar una de las actuaciones más horriblemente apáticas de los últimos años.

El resto queda bajo la recurrente sospecha (casi marca de la casa del propio autor) de que en la sala de montaje se debieron verter, por enésima vez, muchas lágrimas (¿cómo se explica si no la presencia casi testimonial de Sigourney Weaver?)... y de que en la sala de reuniones se intercambiaron palabras muy malsonantes. Así, cuando los endiosados productores y el rey director de 'Exodus' se acuerdan de que lo que tienen entre manos es, al fin y al cabo, una superproducción, ya es demasiado tarde. El aburrimiento ya ha secuestrado el patio de butacas al completo, y ni todas las explosiones, maquetas destruidas y tsunamis de efectos especiales logran siquiera que llegue a vislumbrarse la posibilidad del rescate. ¿Vale con la espectacularidad iracunda (ahora digitalizada) del Antiguo Testamento? No, porque la técnica no sobrepasa los mínimos exigibles a una película de más de 100 millones de dólares... y porque ésta se encuentra, en todos los aspectos, sensiblemente por debajo de la mayoría de referentes bíblicos cinematográficos que ahora mismo vengan a la cabeza. Sí, incluso del 'Noé' de Aronofsky. Dios mío... habemus problema(s). Que alguien llame a la suma sacerdotisa, ¡que alguien desentrañe el jodido misterio de las tripas!
3
18 de diciembre de 2014 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terribles dos horas y media malgastadas en esta aburrida e insípida película.
Un tema tan tremendamente explotado como el de Moisés, debía mostrar muchas novedades para llegar a la gente, y no solo no mostró esas novedades, sino que resta de trabajos anteriores.
El reparto (la mayoría extraidos de actores de televisión) muestra un nivel de actuacón nauseabundo, destacando por encima de todos a Joel Edgerton (Ramses) cuya expresión del rostro no altera en las casi tres horas de película. Si podemos salvar a alguien es sin duda a Bale, pero por otro lado no habla muy bien de él que aceptase un proyecto tan penoso.
5
17 de enero de 2015 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Descreído del cine Bíblico por razones estrictamente personales, aún con el amargo sabor que me dejó Noah y desconfiado de este “pendulante” director, concurrí al cine sin mayores expectativas que las de saciar mi testarudez más que mi curiosidad.

En esta oportunidad, Ridley Scott (el mismo que se atrevió con una inusual aunque desencantadora historia de Robin Hood), más ortodoxo aquí, retoma el argumento oficialmente aceptado por Hollywood –no por los historiadores ni por el mismo Antiguo Testamento, que no hace mención a ningún faraón en particular– de asociar a un personaje bíblico (Moisés) con uno histórico bien conocido (Ramsés II), el cual, a diferencia del primero, se encargó de dejar una huella tan grande en un pasado tan lejano que hasta llegó a nuestros días.

Incluso fue tan así, que hasta su momia le facilitaba a Scott el rostro para que pudiera elegir un actor que interpretara este papel sin dar la espalda a la evidencia arqueológica: Adrien Brody (pero… ir por el rubiecito de Joel Edgerton?).

Tampoco pareciera que Christian Bale, muy lejos del temperamental y determinado Charlton Heston de aquellos tiempos, haya sido elegido por su particular forma de expresar sus palabras (no sabría explicar por este medio la forma de inflexión característica que utiliza para hablar), habida cuenta que el Moisés de las Sagradas Escrituras padecía de una dificultad en el habla, sino más bien por un tema de cartel y representantes.

Pero sigamos…

Si bien hasta aquí no existiría impedimento alguno para que las figuras elegidas y la base argumental fueran digeridos por la gran mayoría, especialmente para aquellos que en su momento se maravillaron con la casi sexagenaria “Los Diez Mandamientos”, el verdadero problema sobreviene en el desarrollo mismo de la historia y en la interacción de sus personajes, a algunos de los cuales les sobra cartel para tan pobre interpretación.

En cuanto a la historia en sí, todo gira en torno al enfrentamiento que se genera entre Moisés y Ramsés II por cuestiones de legitimidad de cuna del primero, y en la cual un Dios, con aspecto de niño que se manifiesta omnipotente y parcial, toma partido y aprovecha para encender la mecha entre ambos.

Así de sencillo es, ya que la película centra mucho más su atención en la lógica argumental típica de la mitología griega (por sus ribetes de espectacularidad, supongo) más que en el hecho de la reclamada liberación del sojuzgado pueblo hebreo. Y aún peor, pareciera que esta sobreviene, casi de casualidad, a raíz de la disputa personal de los excluyentes antagonistas de la historia: un faraón hitleriano y su aguerrido hermanastro devenido en profeta de su pueblo de procedencia, dicho sea de paso, una horda de esclavos hebreos que lo siguen sin chistar rumbo a la Tierra Prometida.

Capítulo aparte merece la personificación que se hace de Dios, ya que aunque admitiendo lo que asume la creencia popular de que el Yahvé del Antiguo Testamento tiene ciertos rasgos de crueldad e ira que no se vislumbran en el Nuevo (en verdad, esto no es así), no lo imagino en la piel de un niño, más caprichoso que furioso, desatando pestes y desastres cuasi mitológicos sobre Egipto en auxilio de un Moisés que se ve derrotado.

Respecto a la puesta en escena, la ambientación y los efectos, se puede decir que están a la altura de lo que la mejor tecnología digital permite actualmente, aunque hubiera sido conveniente que las pirámides lucieran tal como se veían en esos tiempos (grandes bloques de piedra caliza blanca perfectamente ensamblados) y no deslucidas y escalonadas como se ven en la actualidad.

En síntesis: Mantengo mi postura frente al género.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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¿Era necesario el enfrentamiento final entre Moisés y Ramsés II en el medio de la cuenca desagotada del Mar Rojo, poco antes que el tsunami que produce la unión de sus aguas se abata sobre ellos y, para peor, sobrevivan, después de que todo un ejército no corrió la misma suerte?
2
24 de marzo de 2015 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realmente no sabia si hacer esta critica, porque cuando se tratan temas religiosos, uno no sabe cuando al tratar de exponer un argumento hiere las creencias de otros. Pero bueno, creo que estamos en tiempos donde la discusion esta abierta sobre todo, y no es malo hablar de esto, siempre y cuando se haga con respeto.
Antes que nada, tengo que decir que soy un gran admirador de Ridley Scott, y cuando veo la firma de el me dispongo a pasar un buen momento ante la pantalla, ya sea con una pelicula en el peor de los casos aceptable. Aun las peliculas maltratadas por la critica, como "Prometheus" me encantaron.
Es por eso que esta pelicula me sorprendio. Para mal, desafortunadamente.
Si bien la historia biblica es por todos conocidas, por las dudas continuo spoiler todo el resto.
Todo aquel demasiado dogmatico con el tema religioso, no lo abra.
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En toda pelicula hay un dejo de suspenso. Aun en historias conocidas veridicas, o basadas en ella, que uno ya sabe quien puede morir y quien no, siempre dejan ese margen de excitacion y duda de saber que va a pasar, como y de que manera. Pero el que Dios este en uno de los dos bandos, quita toda esperanza de esperar algo diferente en el final de que termine ganando quien tiene la deidad atras apoyandolo.
En esta pelicula, Moises erra todos los caminos. Y siempre aparece Dios para salvarle el pellejo. Asi cualquiera es profeta venerado.
Siempre la historia del antiguo testamento me cayo muy mal, con un Dios tanto o mas cruel que sus adversarios, a diferencia del Dios paz y amor del nuevo testamento. Y quizas la historia de Moises y compañia, es una de las mas crueles al respecto. ¿Si sos Dios, necesitas matar a los chicos? ¿No era suficiente con enfermar al ejercito? ¿Por que un Dios de todos los hombres, se pone camiseta de una raza? Pero estas son preguntas mas para discutir en otro lado, en un foro religioso o algo asi.
Cuando la pelicula del mismo tema de Cecil DeMille salio, en la decada del 50, una pelicula con esta idea podria haber sido mas de acuerdo con el espiritu de la epoca, tiempos de posguerra en donde uno queria ver a los nazis muertos, donde se perseguia a los homosexuales como delincuentes, donde las madres solteras eran casi vistas como algo a ocultar, donde en Estados Unidos los macartistas perseguian a muerte a todo aquel que en algun momento habia simpatizado levemente en algun momento con ideas comunistas, en donde el regimen de la vieja URSS era visto como el gran temor en occidente, en donde el fachismo seguia en muchos lugares, en donde gobiernos militares seguian existiendo en muchos paises occidentales, donde la mujer raramente era mas que la acompañante del hombre, entre tantas otras cosas ya superadas. En resumen, un espiritu muy de tomar bandos, de buenos y malos, de respetables y no respetables, de deber ser con dogmas establecidos y no con mentes abiertas.
Hoy, esta pelicula, con este Dios vengativo suena como fuera de epoca. Lo unico que le agrega a dicha a "Los Diez Mandamientos" es la espectacularidad de los efectos especiales de la actualidad. El resto, como que mantiene lo mismo. Y visto como una persona imparcial, hace que uno no tome partido por ninguno de los dos bandos, siendo tan desagradables ambos en su actuar. Tanto asi, que hasta los propios actores parecen poco convencidos del rol que les toca en la pelicula, como teniendo que hacer cosas que no entienden, y que los supera en crueldad a los que ellos desean.
Me parecio por momentos estar como estaba uno en la iglesia de chico, escuchando sermones que no sabia ni entendia lo que decia, ni cual era la enseñanza que dejaban la mayoria de las veces.
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