Ordet (La palabra)
1955 

8.2
12,281
Drama
Hacia 1930, en un pequeño pueblo de Jutlandia occidental, vive el viejo granjero Morten Borgen. Tiene tres hijos: Mikkel, Johannes y Anders. El primero está casado con Inger, tiene dos hijas pequeñas y espera el nacimiento de su tercer hijo. Johannnes es un antiguo estudiante de Teología que, por haberse imbuido de las ideas de Kierkegaard e identificarse con la figura de Jesucristo, es considerado por todos como un loco. El tercero, ... [+]
26 de julio de 2006
26 de julio de 2006
42 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Teodorito compró un globo,
le dio aire y lo anudó;
observó que se elevaba, que subía, que volaba,
que burlaba sus golpeos y con él se
divirtió.
Cogió el globo, impaciente,
insaciable y retador;
no sería una maruja, lo pinchó con una aguja;
el globito dijo NO y la diversión se
evaporó.
Fue a la tienda y compró otro,
lo llevó a su habitación;
observó que sin comida, el juguete perdía vida;
no existía la emoción y pensó una
solución.
“Lo inflaré de aire de nuevo,
que se tense hasta el dolor.
Que se acerque a su rotura, que su piel se vuelva dura;
que se ponga de rodillas suplicando
compasión.”
Una vez hinchado el globo
procedió sin dilación:
cogió el celo y las tijeras, y de buenas a primeras
hizo veinte tiras sueltas y en la goma las
pegó.
Cuatrocientos alfileres
encontró en algún cajón;
y con ellos, lentamente, con el cuerpo y con la mente
horadó todas las tiras hasta que se puso el
Sol.
Tras el rito el crío quiso
comprobar la reacción:
Retiró los alfileres como si fuesen mujeres
y llorando lentamente, el balón se
desinfló.
le dio aire y lo anudó;
observó que se elevaba, que subía, que volaba,
que burlaba sus golpeos y con él se
divirtió.
Cogió el globo, impaciente,
insaciable y retador;
no sería una maruja, lo pinchó con una aguja;
el globito dijo NO y la diversión se
evaporó.
Fue a la tienda y compró otro,
lo llevó a su habitación;
observó que sin comida, el juguete perdía vida;
no existía la emoción y pensó una
solución.
“Lo inflaré de aire de nuevo,
que se tense hasta el dolor.
Que se acerque a su rotura, que su piel se vuelva dura;
que se ponga de rodillas suplicando
compasión.”
Una vez hinchado el globo
procedió sin dilación:
cogió el celo y las tijeras, y de buenas a primeras
hizo veinte tiras sueltas y en la goma las
pegó.
Cuatrocientos alfileres
encontró en algún cajón;
y con ellos, lentamente, con el cuerpo y con la mente
horadó todas las tiras hasta que se puso el
Sol.
Tras el rito el crío quiso
comprobar la reacción:
Retiró los alfileres como si fuesen mujeres
y llorando lentamente, el balón se
desinfló.
28 de abril de 2013
28 de abril de 2013
23 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con esta película se confirma que no siempre es bueno guiarse por las valoraciones de la mayoría de votantes a la hora de escoger una película, si es que a esto se le pueda llamar película. No sólo los cambios de plano son de lo más burdo que pueda haber, aunque esto pudiera justificarse por el momento de rodaje, cosa que no conlleva más problema. La fotografía es de más justito que puede haber, bien que el peor punto del que adolece esta película es el ritmo y su duración totalmente injustificada, que harían perder la paciencia hasta a un caracol que ha tomado una sobredosis de ansiolíticos. Como ejemplo, véase la escena en que el doctor dice "tenemos que darnos prisa" y va a buscar el instrumental con toda la calma del mundo terrenal y celestial. Este intento de drama, que más que película, no tiene nada que envidiar a la más pura propagandística religiosa de lavados de cerebro que intentan hacernos a todos los pobres carentes de fe ver la luz. En este caso, de un proyector de cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Este plagio en su más horripilante versión de "Romeo y Julieta" a lo campesino, está más visto que el tebeo. La actitud bipolar del abuelo de no permitir casarse a los hijos que pasa por obra y gracia de Dios a bendecir la unión, roza los límites de la inverosimilitud. El personaje de Johannes es patético y absurdo, aunque pese a ello, otorga al film el único atisbo de gracia y frescura que se puede intuir hasta que nuestro gozo cae en un pozo al tornarse el personaje cómico y por todos tomado por un loco en el profeta caído de los cielos en un giro de 180º y con dos saltos mortales de guión.
El personaje femenino de Ignes, carente de personalidad e interpretando a la perfección el papel de "la mujer en casa y con la pata quebrada", como más gusta a los buenos parroquianos de la comunidad, tiene una personalidad que tiende a cero y cuya muerte es, probablemente, una de las que menos haya sentido en el cine.
Pero el colmo de todos los esperpentos de esta película es el final, en la que Ignes vuelve de entre los muertos con cara digna de cualquier zombie de "The walking dead" abogando por el "si tienes fe, el muerto cobra vida". Yo ni tengo fe, ni tengo fe en la fe, pero invito a cualquiera de los muchos que han dado un 10 a este circo de los horrores a que me enseñe cuando, gracias a la enorme fe de la que hace apología la película, consigan devolver la vida a un fallecido. Porque esto no es una película, es una manipulación de sentimientos en todo el esplendor del que la religión viene haciendo alarde durante siglos y que deberían prohibir como medida higiénica para que la gente mantenga limpia la cabeza de semejantes deshechos.
El personaje femenino de Ignes, carente de personalidad e interpretando a la perfección el papel de "la mujer en casa y con la pata quebrada", como más gusta a los buenos parroquianos de la comunidad, tiene una personalidad que tiende a cero y cuya muerte es, probablemente, una de las que menos haya sentido en el cine.
Pero el colmo de todos los esperpentos de esta película es el final, en la que Ignes vuelve de entre los muertos con cara digna de cualquier zombie de "The walking dead" abogando por el "si tienes fe, el muerto cobra vida". Yo ni tengo fe, ni tengo fe en la fe, pero invito a cualquiera de los muchos que han dado un 10 a este circo de los horrores a que me enseñe cuando, gracias a la enorme fe de la que hace apología la película, consigan devolver la vida a un fallecido. Porque esto no es una película, es una manipulación de sentimientos en todo el esplendor del que la religión viene haciendo alarde durante siglos y que deberían prohibir como medida higiénica para que la gente mantenga limpia la cabeza de semejantes deshechos.
26 de marzo de 2010
26 de marzo de 2010
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que a estas alturas mi crítica poco o nada va a aportar a nadie pues, como puede observarse, no son pocos los usuarios que ya han hecho comentarios muchos más certeros y diestros que el mío. Éste no es más que un mero apunte que me veo en la obligación de publicar para poder expresar, aunque sea someramente, la multitud de virtudes y elevados conceptos que este pequeño inmenso filme encierra en lo más profundo de sus entrañas y que han logrado estremecerme como hacía tiempo que no sucedía.
He de decir que me enfrenté a esta película con unas expectativas altísimas, casi desproporcionadas me atrevería a decir. Este hecho no hace sino aumentar aún más si cabe la grandeza de este filme pues, a diferencia de los que suele ocurrir en este tipo de situaciones, la película no solo no me defraudó, sino que además me fascinó más allá de lo que nunca hubiera imaginado en un principio.
"La palabra" es, por méritos propios, la película definitiva sobre la temática religiosa que jamás se ha rodado. Muchos filmes se han interesado por este tema, e igualmente son múltiples y dispares los resultados. Pero creo que son pocas las películas que lo tratan con una profundidad tan exhaustiva como lo hace "Ordet". Desde el primer minuto hasta el último somos testigos de un sinfín de reflexiones y discusiones en torno a la religión, a su validez y sus usos, a los prejuicios que crea, a las intolerancias que provoca, a las alegrías que ofrece, las satisfacciones que nos proporciona... Dreyer (guionista y director) decidió echar toda la carne en el asador y, ciertamente, la jugada le salió perfecta.
El filme narra la historia de la familia Borgensgaard, encabezada por el intransigente patriarca Morten Borgen, quien vive en la granja de su propiedad junto a sus tres hijos y la familia de uno de ellos. Cuando una serie de desafortunados incidentes se ciernan sobre la familia Borgen, el patriarca verá cómo los cimientos de sus creencias religiosas comienzan a tambalearse...
Sobre el guión poco hay que comentar. Posee momentos realmente arrolladores y perturbadores que, bajo la certera batuta de Dreyer, logran rozar la perfección más absoluta y elevar determinadas imágenes a la categoría de lo mítico, de lo antológico. La dirección de Dreyer es un derroche de planificación y de puesta en escena que consigue dejar con la boca abierta al espectador. La magnificencia de muchos de los largos e interminables planos, calculados con una precisión enfermiza, dejan en el espectador una sensación de incredulidad que en no pocos momentos logra rozar la irrealidad por lo asombrosa que resulta. Nunca un manejo de la cámara tan aparentemente insignificante y convencional ha generado tal cantidad de magia a su alrededor.
He de decir que me enfrenté a esta película con unas expectativas altísimas, casi desproporcionadas me atrevería a decir. Este hecho no hace sino aumentar aún más si cabe la grandeza de este filme pues, a diferencia de los que suele ocurrir en este tipo de situaciones, la película no solo no me defraudó, sino que además me fascinó más allá de lo que nunca hubiera imaginado en un principio.
"La palabra" es, por méritos propios, la película definitiva sobre la temática religiosa que jamás se ha rodado. Muchos filmes se han interesado por este tema, e igualmente son múltiples y dispares los resultados. Pero creo que son pocas las películas que lo tratan con una profundidad tan exhaustiva como lo hace "Ordet". Desde el primer minuto hasta el último somos testigos de un sinfín de reflexiones y discusiones en torno a la religión, a su validez y sus usos, a los prejuicios que crea, a las intolerancias que provoca, a las alegrías que ofrece, las satisfacciones que nos proporciona... Dreyer (guionista y director) decidió echar toda la carne en el asador y, ciertamente, la jugada le salió perfecta.
El filme narra la historia de la familia Borgensgaard, encabezada por el intransigente patriarca Morten Borgen, quien vive en la granja de su propiedad junto a sus tres hijos y la familia de uno de ellos. Cuando una serie de desafortunados incidentes se ciernan sobre la familia Borgen, el patriarca verá cómo los cimientos de sus creencias religiosas comienzan a tambalearse...
Sobre el guión poco hay que comentar. Posee momentos realmente arrolladores y perturbadores que, bajo la certera batuta de Dreyer, logran rozar la perfección más absoluta y elevar determinadas imágenes a la categoría de lo mítico, de lo antológico. La dirección de Dreyer es un derroche de planificación y de puesta en escena que consigue dejar con la boca abierta al espectador. La magnificencia de muchos de los largos e interminables planos, calculados con una precisión enfermiza, dejan en el espectador una sensación de incredulidad que en no pocos momentos logra rozar la irrealidad por lo asombrosa que resulta. Nunca un manejo de la cámara tan aparentemente insignificante y convencional ha generado tal cantidad de magia a su alrededor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Creo que no hace falta que mencione que la escena final es, a todos los niveles, una de las más gloriosas páginas que el cine ha escrito en toda su historia. Es la culminación definitiva de un guión arrollador, de unos personajes llevados al límite y de unas situaciones que traspasan las fronteras de la realidad para penetrar en el terreno de los milagros sin que el espectador se ofenda ni se sienta insultado. Es más, lo que verdaderamente logra es estremecer aún más si cabe el compungido corazón del público y darle un nuevo golpe definitivo que termina por hacernos caer irremediablemente en la tela de araña que pacientemente ha ido tejiendo Dreyer desde el minuto uno de película. No existen palabras para explicar el conjunto de emociones que uno puede sentir al ver a Inger levantarse de su ataúd, ante la mirada absorta de los presentes, y abrazarse con su marido en uno de los planos más inolvidables del cine.
Llevo un rato y realmente aún no he dicho nada. Y creo que no hay manera de poder decir nada en tan breve espacio porque este filme posee tal cantidad de información y de mensajes que los 6000 caracteres que Filmaffinity permite se nos quedan verdaderamente pequeños.
¿Qué decir del personaje de Johannes? Un auténtico Mesías que es condenado al ostracismo por los incrédulos y corruptos tiempos modernos, y por sus líderes religiosos que se afanan a ideales atrofiados y completamente vacíos de significado que les impiden ver ni contemplar la posibilidad de los milagros que tan concienzudamente defienden a la hora de captar adeptos. ¿Y qué se puede decir de las interpretaciones? Cada uno de los actores da un particular recital interpretativo como pocas veces se han visto. ¿Y Dreyer? Lo de este hombre no es normal. En este filme nos encontramos ante uno de los trabajos de dirección cinematográfica más complejos y laboriosos que jamás se hayan visto.
En definitiva, "Ordet" ofrece un espectáculo de primer orden a todos los niveles: la dirección de Dreyer logra tocar el cielo; las interpretaciones poseen una intensidad grandiosa; el guión rebosa de conceptos e ideales que difícilmente son tratados en el cine por su enorme complejidad... Todo ello, unido a unas escenas memorables y a un pulso narrativo absorbente logra generar una verdadera experiencia religiosa para el espectador, tanto a nivel cinematográfico como personal.
Llevo un rato y realmente aún no he dicho nada. Y creo que no hay manera de poder decir nada en tan breve espacio porque este filme posee tal cantidad de información y de mensajes que los 6000 caracteres que Filmaffinity permite se nos quedan verdaderamente pequeños.
¿Qué decir del personaje de Johannes? Un auténtico Mesías que es condenado al ostracismo por los incrédulos y corruptos tiempos modernos, y por sus líderes religiosos que se afanan a ideales atrofiados y completamente vacíos de significado que les impiden ver ni contemplar la posibilidad de los milagros que tan concienzudamente defienden a la hora de captar adeptos. ¿Y qué se puede decir de las interpretaciones? Cada uno de los actores da un particular recital interpretativo como pocas veces se han visto. ¿Y Dreyer? Lo de este hombre no es normal. En este filme nos encontramos ante uno de los trabajos de dirección cinematográfica más complejos y laboriosos que jamás se hayan visto.
En definitiva, "Ordet" ofrece un espectáculo de primer orden a todos los niveles: la dirección de Dreyer logra tocar el cielo; las interpretaciones poseen una intensidad grandiosa; el guión rebosa de conceptos e ideales que difícilmente son tratados en el cine por su enorme complejidad... Todo ello, unido a unas escenas memorables y a un pulso narrativo absorbente logra generar una verdadera experiencia religiosa para el espectador, tanto a nivel cinematográfico como personal.
15 de mayo de 2010
15 de mayo de 2010
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la granja de Borgensgaard viven los Borgen, una familia católica y tradicional. La familia está formada por Morten (Henrik Malberg), el padre, junto con sus tres hijos: Mikkel (Emil Hass Christensen), Anders (Cay Kristiansen) y Johannes (Preben Lerdorff Rye), además de la mujer de Mikkel, Inger (Birgitte Federspiel). Ésta está a punto de dar a luz, con lo que sería el tercer hijo de ella y Mikkel. Anders trata de casarse con Anne (Gerda Nielsen), la hija del sastre, a cuyo matrimonio se oponen los padres de ambos por interpretar el cristianismo de distinta forma. Por último, Johannes era un estudiante de teología animado por su padre que acabó por enloquecer y vive encerrado en su habitación. Únicamente sale para predicar la palabra, porque se cree que es Jesús de Nazaret. Un día, la familia será víctima de una profunda desgracia, a la que únicamente un milagro podría ofrecer algún tipo de solución.
Carl Theodor Dreyer ya se consolidó como dinosaurio del cine con La Pasión de Juana de Arco (1928). Al igual que otro director también nórdico como Ingmar Bergman, Dreyer exploraba en sus películas los temas religiosos y filosóficos. De hecho, ambos directores, aún habiendo crecido en el protestantismo, se pasaron al catolicismo con el tiempo. Dreyer se caracteriza por una evolución hacia la búsqueda de lo abstracto en cada una de sus películas, tratando de quitar protagonismo al espacio para concedérselo a los conflictos que viven sus personajes.
Ordet (La palabra), basada en la obra teatral de Kaj Munk, posee uno de los finales más famosos de la Historia del Cine. En la película vemos una interpretación pausada de los actores, que rara vez se miran a los ojos (acercándose de ese modo a la espiritualidad), así como una práctica ausencia de música a lo largo de todo el filme. Ordet (La palabra) es una película lenta, lo cual, por supuesto, no quiere decir que no tenga ritmo, porque lo cierto es que lo tiene, y muy cuidado. Uno de los elementos que contribuyen a crear ese ritmo lento son esos larguísimos planos (a veces planos secuencia) en los que el realizador no corta. De ahí que la película, en más de una ocasión, nos recuerde más bien al escenario de un teatro en el que los actores se desenvuelven e interpretan su papel en el tiempo exacto que dura la obra.
También con una fotografía muy cuidada, Ordet (La palabra) de Dreyer es todo un manifiesto filosófico en el que se defiende que, más que decirse creyente, lo que cuenta es hacer las buenas acciones que de un verdadero creyente se esperan. Hay que ser una buena persona, amar al prójimo y ser más humilde, porque importan más los actos que la fe. Amén.
Carl Theodor Dreyer ya se consolidó como dinosaurio del cine con La Pasión de Juana de Arco (1928). Al igual que otro director también nórdico como Ingmar Bergman, Dreyer exploraba en sus películas los temas religiosos y filosóficos. De hecho, ambos directores, aún habiendo crecido en el protestantismo, se pasaron al catolicismo con el tiempo. Dreyer se caracteriza por una evolución hacia la búsqueda de lo abstracto en cada una de sus películas, tratando de quitar protagonismo al espacio para concedérselo a los conflictos que viven sus personajes.
Ordet (La palabra), basada en la obra teatral de Kaj Munk, posee uno de los finales más famosos de la Historia del Cine. En la película vemos una interpretación pausada de los actores, que rara vez se miran a los ojos (acercándose de ese modo a la espiritualidad), así como una práctica ausencia de música a lo largo de todo el filme. Ordet (La palabra) es una película lenta, lo cual, por supuesto, no quiere decir que no tenga ritmo, porque lo cierto es que lo tiene, y muy cuidado. Uno de los elementos que contribuyen a crear ese ritmo lento son esos larguísimos planos (a veces planos secuencia) en los que el realizador no corta. De ahí que la película, en más de una ocasión, nos recuerde más bien al escenario de un teatro en el que los actores se desenvuelven e interpretan su papel en el tiempo exacto que dura la obra.
También con una fotografía muy cuidada, Ordet (La palabra) de Dreyer es todo un manifiesto filosófico en el que se defiende que, más que decirse creyente, lo que cuenta es hacer las buenas acciones que de un verdadero creyente se esperan. Hay que ser una buena persona, amar al prójimo y ser más humilde, porque importan más los actos que la fe. Amén.
9 de enero de 2012
9 de enero de 2012
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra cuenta saldada. A pesar de su parsimoniosa puesta en escena, la realización es perfecta con encuadres impecables, además del debate y reflexión religiosa que propone. Me he llevado lo que me esperaba, una obra maestra incontestable para paladares apropiados, otro tipo de cinéfilos la aborrecerán pero resulta que en aquellos años había muy pocos directores que mimaran tanto su manera de construir una película siendo fieles a sí mismos.
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