La cámara de Claire
2017 

6.2
1,428
Comedia. Drama
Durante un viaje de negocios al Festival de Cannes la joven Manhee (Kim Min-hee), asistente de ventas de una distribuidora, es despedida por su jefa acusada de ser deshonesta, pero en el fondo por una cuestión de celos. Por suerte, conocerá allí a una profesora llamada Claire (Isabelle Huppert), que hace fotos con su cámara Polaroid. Cada una de ellas tiene una peculiar visión de la vida, y juntas lograrán entender sus mundos. (FILMAFFINITY) [+]
13 de marzo de 2018
13 de marzo de 2018
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y se acabó. La gran epopeya de Hong Sang Soo de publicar cuatro películas el mismo año se cierra con la más esperada, esa que supone la vuelta de Isabelle Huppert a su cine tras In another country. No hay loas suficientes para un director que de manera improvisada ha logrado facturar en tiempo récord cuatro obras de gran calidad sin flaquear en ningún instante. Sang Soo demuestra que hacer una película no es tarea complicada: las cuatro, al igual que todo su cine, giran en torno a conversaciones, a casualidades, a encuentros fortuitos, a decepciones. No en vano siempre se le compara con Rohmer, hecho que nos hace pensar que igual la Claire que sostiene la cámara es aquella adolescente ingenua de La rodilla de Clara.
No parece complicado dirigir una película, decíamos, sino que lo verdaderamente difícil y meritorio es llegar al centro de un sentimiento y transmitirlo al espectador con una puesta en escena tan desnuda. Sang Soo nunca es artificio, siempre es verdad y emoción. El plato fuerte de Claire's camera, aparte de las dos estrellas femeninas, es el escenario elegido: Cannes en pleno festival.
La empleada de una distribuidora es despedida tras mantener un idilio con el director de la película. A su vez, sabremos poco después que la jefa mantiene otra relación clandestina con el mismo hombre. En esta confusión a tres bandas, Claire, una profesora de música de visita en el festival, capta con su cámara a las tres puntas del triángulo. A partir de esas imágenes será capaz de comprender lo que sucedió en el pasado y preveer lo que les traerá el futuro con gran facilidad.
Toda la historia transcurre en una burbuja ajena al espectáculo. Cuando el mayor escaparate de cine en el mundo tiene lugar a tan solo un par de calles, Sang Soo se venga del exceso de sus colegas de profesión que desfilan por la alfombra roja. Las dos mujeres protagonistas hablan en la playa de la importancia de las películas simples para pasarse el resto del film girando en torno a la decepción laboral y personal.
Cannes es una excusa que no hace más que resaltar la sencillez y la honestidad del relato que Claire retrata con sus polaroids, una tras otra, creando la historia. Si en algún momento alguien se esperase que el director nos colase en los entresijos del festival, saldría decepcionado. Al igual que The day he arrives, esta es una película de un laberinto de callejuelas y conversaciones en restaurantes. Los alumnos de la escuela de cine que aparecían al doblar cada esquina en The day he arrives jugaban el mismo papel que recae aquí sobre una perra dormilona y tranquila.
"La única forma de que las cosas cambien es volver a verlas otra vez, lentamente" le dice Claire a Manhee. Es por eso que lleva una cámara consigo. Es por eso que Sang Soo, con la misma fórmula de siempre, vuelve a ser capaz de regalarnos algo diferente. Un par de líneas de guión, un par de actores, un par de lugares, un par de conversaciones en una mesa y dejar que todo fluya. Una idea de dirección en torno a la que se creará la película basta: En Hill of freedom eran las páginas de una carta desordenadas, en In another country, tres relatos de una joven que se aburre, en Ahora sí, antes no la comparación de dos historias a partir de un ligero cambio...
En Claire's camera se trata de esta serie de fotos instantáneas que desdibujan la cronología de la película. Se provoca así una sensación de inestabilidad temporal que multiplica las posibilidades de significado de aquellos detalles que pueden pasar desapercibidos en la trama principal. Una película que, como Claire decía, invita a ser vista, otra vez, lentamente. Y efectivamente, cada vez se convierte en una historia distinta.
No parece complicado dirigir una película, decíamos, sino que lo verdaderamente difícil y meritorio es llegar al centro de un sentimiento y transmitirlo al espectador con una puesta en escena tan desnuda. Sang Soo nunca es artificio, siempre es verdad y emoción. El plato fuerte de Claire's camera, aparte de las dos estrellas femeninas, es el escenario elegido: Cannes en pleno festival.
La empleada de una distribuidora es despedida tras mantener un idilio con el director de la película. A su vez, sabremos poco después que la jefa mantiene otra relación clandestina con el mismo hombre. En esta confusión a tres bandas, Claire, una profesora de música de visita en el festival, capta con su cámara a las tres puntas del triángulo. A partir de esas imágenes será capaz de comprender lo que sucedió en el pasado y preveer lo que les traerá el futuro con gran facilidad.
Toda la historia transcurre en una burbuja ajena al espectáculo. Cuando el mayor escaparate de cine en el mundo tiene lugar a tan solo un par de calles, Sang Soo se venga del exceso de sus colegas de profesión que desfilan por la alfombra roja. Las dos mujeres protagonistas hablan en la playa de la importancia de las películas simples para pasarse el resto del film girando en torno a la decepción laboral y personal.
Cannes es una excusa que no hace más que resaltar la sencillez y la honestidad del relato que Claire retrata con sus polaroids, una tras otra, creando la historia. Si en algún momento alguien se esperase que el director nos colase en los entresijos del festival, saldría decepcionado. Al igual que The day he arrives, esta es una película de un laberinto de callejuelas y conversaciones en restaurantes. Los alumnos de la escuela de cine que aparecían al doblar cada esquina en The day he arrives jugaban el mismo papel que recae aquí sobre una perra dormilona y tranquila.
"La única forma de que las cosas cambien es volver a verlas otra vez, lentamente" le dice Claire a Manhee. Es por eso que lleva una cámara consigo. Es por eso que Sang Soo, con la misma fórmula de siempre, vuelve a ser capaz de regalarnos algo diferente. Un par de líneas de guión, un par de actores, un par de lugares, un par de conversaciones en una mesa y dejar que todo fluya. Una idea de dirección en torno a la que se creará la película basta: En Hill of freedom eran las páginas de una carta desordenadas, en In another country, tres relatos de una joven que se aburre, en Ahora sí, antes no la comparación de dos historias a partir de un ligero cambio...
En Claire's camera se trata de esta serie de fotos instantáneas que desdibujan la cronología de la película. Se provoca así una sensación de inestabilidad temporal que multiplica las posibilidades de significado de aquellos detalles que pueden pasar desapercibidos en la trama principal. Una película que, como Claire decía, invita a ser vista, otra vez, lentamente. Y efectivamente, cada vez se convierte en una historia distinta.
18 de noviembre de 2017
18 de noviembre de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo bello de este film radica en su exótico entretenimiento para focalizar la vida en unas cuantas secuencias y conversaciones. Cómo divagar sobre la profundidad de temas de forma casual y clara, sin cortapisas en su relato. La trama se moldea con un pequeño juego de disfunción temporal, que aviva la narración. Las interpretaciones, intensas y acuciadas por sus poliédricos personajes, viven el fulgor y el destello de las circunstancias adversas, que se crecen con el choque de sensaciones azarosas y aciagas. El guion nos muestra con facilidad la idea, la desarrolla con virtuosismo, pausadamente, lo que lastra al espectador a una especie de catarsis, de juego visceral donde su búsqueda se une a la despreocupación de Claire. Aún así, esa sensación de inacabado continuo hace que perdamos empatía con los personajes, no todo queda atado y pasa factura al producto final.
13 de julio de 2018
13 de julio de 2018
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manhee es una joven coreana que trabaja en el departamento de ventas de una distribuidora. Durante el Festival de Cannes, sin embargo, es despedida por la jefa bajo el pretexto de haberse comportado de manera deshonesta. Tal noticia llega a oídos de Wansoo, director del film en el que la distribuidora estaba realizando tareas de promoción, un tipo que conocía muy de cerca de la propia Manhee. Tanto el cineasta como la joven, entre tanto, conocerán en los rincones de la ciudad francesa a Claire, una profesora parisina que acaba de llegar al festival para ver la película que estrena una amiga suya. Con su cámara de fotos a cuestas y una visión abierta acerca de la vida, esta mujer se convierte en parte importante de la relación entre Manhee y el mencionado director de cine.
La cámara de Claire es uno de los últimos trabajos que ha firmado el afamado cineasta surcoreano Hong Sang-soo. Bastan apenas unos segundos para comprobar que el estilo de autor que el director de Ahora sí, antes no o En otro país ha exhibido a lo largo de su filmografía se mantiene intacto en este nuevo film. Con planos abiertos en los que se muestran largas y distendidas conversaciones, Sang-soo ni siquiera evita prescindir de la figura de Kim Min-hee, actriz presente en todos los últimos trabajos del cineasta y que aquí toma el papel protagonista de una mujer cuyo nombre recuerda claramente al de la propia actriz. Junto a ella se alza Isabelle Huppert, que ya colaboró con el realizador coreano en la mencionada En otro país, una notable película que además resulta muy recomendable para iniciarse en la obra de este autor.
Con todo, Sang-soo vuelve a mostrar en La cámara de Claire que perfectamente se puede poseer un sello reconocible como artista sin caer en lo repetitivo. La película no solo sigue la línea formal de los anteriores trabajos del cineasta, sino que también se nutre de su línea autoral en el contenido del guion. Las conversaciones que mantienen los personajes de la obra poseen al principio un tono muy tímido, de asentir a todo lo que dice la otra persona, de recurrir a tópicos por no saber muy bien qué se debe decir, hasta que una de las dos partes termina por romper el hielo con una invitación. Esto no solo se muestra en aquellas escenas de atracción hombre-mujer, como vemos en esta cinta y conocemos de muchas otras de Sang-soo, sino que también supone el origen de la interesante conexión que se establece entre Manhee y Claire, una pequeña amistad que rompe con aquellas barreras generacionales, culturales y profesionales que en un principio podíamos pensar que existían. El toque de comedia también está presente en casi todos los diálogos, casi siempre ocasionado de manera involuntaria por los personajes, pero no por un Sang-soo que sabe bien cómo dotar de gracia a las conversaciones que escribe.
Todo este relato se enmarca en la celebración del Festival de Cannes, de manera que Sang-soo también añade a su obra ciertos detalles acerca de las relaciones entre miembros de la industria fuera del propio trabajo cinematográfico. El personaje del director So Wansoo bien pudiera ser realmente un alter ego de Sang-soo, lo que sería un ejercicio de gran honestidad por parte del cineasta coreano al retratar la arrogancia que muchas veces caracteriza a los artistas. Sea como fuere, lo que es cierto es que La cámara de Claire supone otro notable trabajo para añadir a la colección de un Hong Sang-soo que ya es uno de los referentes en el panorama del cine de autor internacional. Conseguir que sus obras se sientan tan vivas y refrescantes sin que el coreano tenga la necesidad de moverse un ápice de su línea estilística es algo que solo está al alcance de genios como él.
Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para @CineMaldito
La cámara de Claire es uno de los últimos trabajos que ha firmado el afamado cineasta surcoreano Hong Sang-soo. Bastan apenas unos segundos para comprobar que el estilo de autor que el director de Ahora sí, antes no o En otro país ha exhibido a lo largo de su filmografía se mantiene intacto en este nuevo film. Con planos abiertos en los que se muestran largas y distendidas conversaciones, Sang-soo ni siquiera evita prescindir de la figura de Kim Min-hee, actriz presente en todos los últimos trabajos del cineasta y que aquí toma el papel protagonista de una mujer cuyo nombre recuerda claramente al de la propia actriz. Junto a ella se alza Isabelle Huppert, que ya colaboró con el realizador coreano en la mencionada En otro país, una notable película que además resulta muy recomendable para iniciarse en la obra de este autor.
Con todo, Sang-soo vuelve a mostrar en La cámara de Claire que perfectamente se puede poseer un sello reconocible como artista sin caer en lo repetitivo. La película no solo sigue la línea formal de los anteriores trabajos del cineasta, sino que también se nutre de su línea autoral en el contenido del guion. Las conversaciones que mantienen los personajes de la obra poseen al principio un tono muy tímido, de asentir a todo lo que dice la otra persona, de recurrir a tópicos por no saber muy bien qué se debe decir, hasta que una de las dos partes termina por romper el hielo con una invitación. Esto no solo se muestra en aquellas escenas de atracción hombre-mujer, como vemos en esta cinta y conocemos de muchas otras de Sang-soo, sino que también supone el origen de la interesante conexión que se establece entre Manhee y Claire, una pequeña amistad que rompe con aquellas barreras generacionales, culturales y profesionales que en un principio podíamos pensar que existían. El toque de comedia también está presente en casi todos los diálogos, casi siempre ocasionado de manera involuntaria por los personajes, pero no por un Sang-soo que sabe bien cómo dotar de gracia a las conversaciones que escribe.
Todo este relato se enmarca en la celebración del Festival de Cannes, de manera que Sang-soo también añade a su obra ciertos detalles acerca de las relaciones entre miembros de la industria fuera del propio trabajo cinematográfico. El personaje del director So Wansoo bien pudiera ser realmente un alter ego de Sang-soo, lo que sería un ejercicio de gran honestidad por parte del cineasta coreano al retratar la arrogancia que muchas veces caracteriza a los artistas. Sea como fuere, lo que es cierto es que La cámara de Claire supone otro notable trabajo para añadir a la colección de un Hong Sang-soo que ya es uno de los referentes en el panorama del cine de autor internacional. Conseguir que sus obras se sientan tan vivas y refrescantes sin que el coreano tenga la necesidad de moverse un ápice de su línea estilística es algo que solo está al alcance de genios como él.
Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para @CineMaldito
9 de abril de 2020
9 de abril de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil seguir a Hong Sang-Soo. Solo en los últimos diez años ha estrenado deiciseis largometrajes. Además, para mucha gente, todos ellos pecarán de ser iguales, o muy parecidos. Y todavía más, seguramente les resulten pedantes y aburridos. Para otra gente, nada más lejos de la realidad, pues el cinéfilo que penetre en la propuesta de Hong encontrará un mundo en el que personas normales se debaten sin grandes dramas en problemas cotidianos que, sin embargo, sí que son vividos como tales dramas, padecidos como circunstancias abrumantes, como atolladeros insuperables. Todo ello envuelto en una ligereza formal que lo acerca, efectivamente y como tanto se ha dicho, a un Eric Rohmer del siglo XXI. Y, sin embargo, posiblemente la distancia que media entre ambos cineastas sea mayor de la que parece.
Difícilmente se podría decir que La cámara de Claire (Keul-le-eo-ui Ka-me-la, 2017) sea La rodilla de Claire (La genue de Claire, 1970), ni ninguno de cualesquiera otros títulos del autor francés. Si la poesía de Rohmer se expresa desde la afinada perfección formal del poeta que repasa sus versos infinitamente hasta alcanzar la perfección, Hong hace estallar el instante, se desboca en la improvisación y de ella emerge una forma que revela un contenido. Ambos casos son ejemplos de una estética desarrollada y muy profunda, pero que funcionan y se expresan en formas muy diferentes. Rohmer es un clásico, Hong un manierista, y ambos tocan el mismo centro del ser humano.
Después de varios intentos fallidos en los que la fórmula parecía haberse agotado, el cine de Hong necesitaba un estímulo, un nuevo desafío. Hong es un cineasta valiente, como demuestra en todos sus filmes no teme enfrentarse a sí mismo. Sus seguridades, sus fortalezas, sus debilidades, sus temores, están en la misma superficie de sus películas. En este caso, ese desafío lo llevó a rebajar todavía más su cine, a hacerlo más sencillo, menos planificado, más espontáneo. El reto era hacer una película durante los días que debía pasar en el festival de Cannes de 2016 presentando Lo tuyo y tú (Dangsinjasingwa dangsinui geot, 2016). Hong acepta el desafío, une a dos grandes actrices y les proporciona un amplio margen para improvisar. El resultado es una película mínima, en todos los sentidos, y sin embargo, hermosa y compleja.
La cámara de Hong (que al final es la única cámara verdaderamente protagonista) sigue a Kim Min-hee y a Isabelle Huppert, las junta y las separa, cada cual con sus circunstancias, propias y comunes. Todo este vaivén para dejarnos claro que al final, lo importante, no es vivir nuestra verdad, cada cual la suya, sino compartir un espacio común en un momento dado. Ahí la vida. Y ahí es donde entra la profundidad del enfoque del método de Hong. Nada hay predeterminado, Hong lo cifra todo al instinto, la sensibilidad y la experiencia de sus actrices para encontrar ese punto central del alma humana, espera pacientemente a que de sus encuentros surja algo que pueda retener. Una cámara móvil que hace permanecer a sus protagonistas en el centro del encuadre permanentemente, una puesta en escena desnuda y el montaje harán el resto.
El cine de Hong se configura así como una poderosa arma de humanismo. El centro de su cine es la persona, sea quien fuere esta persona. En muchas ocasiones es él mismo, como nos ha mostrado muchas veces, a través de ese cambiante personaje que atraviesa tantas de sus películas en forma de director cine. En otras, como esta, son sus actrices, seguramente haciendo de algo muy parecidas a sí mismas, como la propia Kim Min-Hee, quien en el mismo momento rueda con el mismo Hong En la playa sola de noche (Bamui Haebyunaeseo Honja, 2017), filme que se adentra en la ruptura sentimental entre ambos.
Posiblemente La cámara de Claire sea una película menor en la filmografía de Hong Sang-Soo, pero eso ¿a quien le importa? Seguramente, ni a él mismo. Hong ha desarrollado su carrera de forma que sea más personal que perfecta. Lo que importa es que nos ha dado una obra valiente y plenamente disfrutable, sobre la que volveremos una y otra vez, y que en su día lo trajo de vuelta al primer nivel después de años rebajándose en muestras fútiles de retórica y autocomplacientes referencias a sí mismo, cuyo punto más bajo fue Ahora sí, antes no (Right Now, Wrong Then, 2015). De todas formas, Hong ya ha entrado en la historia, ya ha dejado su legado mayor, películas como La puerta del retorno (Saenghwalui balgyeon, 2002) ya son una referencia ineludible al hablar del cine del siglo XXI, y ahora, ¿que más podemos pedir que contentarnos con obras que nos sigan trayendo una voz tan intensa, tan sincera, tan necesaria?
Difícilmente se podría decir que La cámara de Claire (Keul-le-eo-ui Ka-me-la, 2017) sea La rodilla de Claire (La genue de Claire, 1970), ni ninguno de cualesquiera otros títulos del autor francés. Si la poesía de Rohmer se expresa desde la afinada perfección formal del poeta que repasa sus versos infinitamente hasta alcanzar la perfección, Hong hace estallar el instante, se desboca en la improvisación y de ella emerge una forma que revela un contenido. Ambos casos son ejemplos de una estética desarrollada y muy profunda, pero que funcionan y se expresan en formas muy diferentes. Rohmer es un clásico, Hong un manierista, y ambos tocan el mismo centro del ser humano.
Después de varios intentos fallidos en los que la fórmula parecía haberse agotado, el cine de Hong necesitaba un estímulo, un nuevo desafío. Hong es un cineasta valiente, como demuestra en todos sus filmes no teme enfrentarse a sí mismo. Sus seguridades, sus fortalezas, sus debilidades, sus temores, están en la misma superficie de sus películas. En este caso, ese desafío lo llevó a rebajar todavía más su cine, a hacerlo más sencillo, menos planificado, más espontáneo. El reto era hacer una película durante los días que debía pasar en el festival de Cannes de 2016 presentando Lo tuyo y tú (Dangsinjasingwa dangsinui geot, 2016). Hong acepta el desafío, une a dos grandes actrices y les proporciona un amplio margen para improvisar. El resultado es una película mínima, en todos los sentidos, y sin embargo, hermosa y compleja.
La cámara de Hong (que al final es la única cámara verdaderamente protagonista) sigue a Kim Min-hee y a Isabelle Huppert, las junta y las separa, cada cual con sus circunstancias, propias y comunes. Todo este vaivén para dejarnos claro que al final, lo importante, no es vivir nuestra verdad, cada cual la suya, sino compartir un espacio común en un momento dado. Ahí la vida. Y ahí es donde entra la profundidad del enfoque del método de Hong. Nada hay predeterminado, Hong lo cifra todo al instinto, la sensibilidad y la experiencia de sus actrices para encontrar ese punto central del alma humana, espera pacientemente a que de sus encuentros surja algo que pueda retener. Una cámara móvil que hace permanecer a sus protagonistas en el centro del encuadre permanentemente, una puesta en escena desnuda y el montaje harán el resto.
El cine de Hong se configura así como una poderosa arma de humanismo. El centro de su cine es la persona, sea quien fuere esta persona. En muchas ocasiones es él mismo, como nos ha mostrado muchas veces, a través de ese cambiante personaje que atraviesa tantas de sus películas en forma de director cine. En otras, como esta, son sus actrices, seguramente haciendo de algo muy parecidas a sí mismas, como la propia Kim Min-Hee, quien en el mismo momento rueda con el mismo Hong En la playa sola de noche (Bamui Haebyunaeseo Honja, 2017), filme que se adentra en la ruptura sentimental entre ambos.
Posiblemente La cámara de Claire sea una película menor en la filmografía de Hong Sang-Soo, pero eso ¿a quien le importa? Seguramente, ni a él mismo. Hong ha desarrollado su carrera de forma que sea más personal que perfecta. Lo que importa es que nos ha dado una obra valiente y plenamente disfrutable, sobre la que volveremos una y otra vez, y que en su día lo trajo de vuelta al primer nivel después de años rebajándose en muestras fútiles de retórica y autocomplacientes referencias a sí mismo, cuyo punto más bajo fue Ahora sí, antes no (Right Now, Wrong Then, 2015). De todas formas, Hong ya ha entrado en la historia, ya ha dejado su legado mayor, películas como La puerta del retorno (Saenghwalui balgyeon, 2002) ya son una referencia ineludible al hablar del cine del siglo XXI, y ahora, ¿que más podemos pedir que contentarnos con obras que nos sigan trayendo una voz tan intensa, tan sincera, tan necesaria?
19 de julio de 2018
19 de julio de 2018
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas cosas pueden ser más desconcertantes que la visión oriental de una historia occidental y que centra en el festival de cine de Cannes, el objetivo de la cámara polaroid que lleva, como si de un bolso se tratase, la protagonista Claire-Isabelle Huppert. No sabemos nada de la afición casi patológica de Claire, por llevar un artefacto tan en desuso si no es por querer contribuir a esa idea metafísica que tiene la protagonista de que después de un retrato, la persona ya no es la misma.
Claro que tal hobby, le permite a la protagonista meterse en la vida de las personas y formar parte de las mismas, osea que como inicio para una mistad o un rollo veraniego, no está nada mal. Por lo demás, muy poco que decir, salvo que las películas contemplativas de la trivialidad y hechas sin ninguna emoción, difícilmente pueden empatizar con la grada, más preocupada en aparentar caras reflexivas y gestos adustos de cinéfilos curtidos en mil batallas de arte y ensayo que de un público dispuesto y entregado, al disfrute y la emoción.
Claro que tal hobby, le permite a la protagonista meterse en la vida de las personas y formar parte de las mismas, osea que como inicio para una mistad o un rollo veraniego, no está nada mal. Por lo demás, muy poco que decir, salvo que las películas contemplativas de la trivialidad y hechas sin ninguna emoción, difícilmente pueden empatizar con la grada, más preocupada en aparentar caras reflexivas y gestos adustos de cinéfilos curtidos en mil batallas de arte y ensayo que de un público dispuesto y entregado, al disfrute y la emoción.
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