NaqoyqatsiDocumental
7.0
1,131
Documental
Tercera parte de la trilogía formada por Koyaanisqatsi (1982), Powaqqatsi (1988) y Naqoyqatsi (2002). (FILMAFFINITY)
15 de junio de 2007
15 de junio de 2007
33 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vi por primera vez esta película, entendí al instante que estaba siendo bautizado con chorros de sabiduría planificada, comprendí que me estaban empapando de algo que no había visto nunca, ni imaginaba que pudiera haberse hecho.
Cuando la partitura de Philipp Glass comenzó a coger vida gradualmente, en una evolución continua de intronspección expresiva sobre esa ruinas que se asemejan al Babel más codiciado, supe que iba a recordar esta película no sólo como otra muestra del buen cine, sino como un ejemplo del gran arte que los seres humanos somos capaces de hacer de vez en cuando.
La experimentación visual toca el cielo en "Naqoyqatsi" (bastante más que en las dos precedentes y que en casi cualquier película) los ejes visuales normales, las texturas básicas y los cromatismos naturales se los fumó en tres caladas Godfrey Reggio, creando un pacto que debe ser firmado por el espectador si quiere disfrutar plenamente de la atmosféra de "Vivir en guerra".
Philipp Glass realiza una de las bandas sonoras más impresionantes de la historia del cine. Pudo hacerlo al ser el protagonista principal de este documental, salpicado únicamente de imágenes excelentes y música apoteósica. La elegancia sólo está superada por la intimidad que provoca, a ritmo de latidos, en la primera pieza, induce aque el espectador sincronice las emociones que va gestando interiormente con la música que escucha; con ello, el señor Glass atrapa y arrasta a sus súbditos (en esto nos convertimos) por donde le da la gana.
La fuerza audiovisual, el poderío audiovisual, la magnificiencia audiovisual, me deja con la boca cerrada y el culo prieto, los ojos al borde del llanto y el alma repicando como una campana. (tópicos)
La película reflexiona sobre nosotros en un segundo plano, sobre como nos hemos desarrollado desde una cultura puramente naturalista a una tecnológica, adentrándonos en una espiral de violencia, competitividad y soledad. Y esta cavilación le sale maravillosa a este par de genios.
Disfrutad
Cuando la partitura de Philipp Glass comenzó a coger vida gradualmente, en una evolución continua de intronspección expresiva sobre esa ruinas que se asemejan al Babel más codiciado, supe que iba a recordar esta película no sólo como otra muestra del buen cine, sino como un ejemplo del gran arte que los seres humanos somos capaces de hacer de vez en cuando.
La experimentación visual toca el cielo en "Naqoyqatsi" (bastante más que en las dos precedentes y que en casi cualquier película) los ejes visuales normales, las texturas básicas y los cromatismos naturales se los fumó en tres caladas Godfrey Reggio, creando un pacto que debe ser firmado por el espectador si quiere disfrutar plenamente de la atmosféra de "Vivir en guerra".
Philipp Glass realiza una de las bandas sonoras más impresionantes de la historia del cine. Pudo hacerlo al ser el protagonista principal de este documental, salpicado únicamente de imágenes excelentes y música apoteósica. La elegancia sólo está superada por la intimidad que provoca, a ritmo de latidos, en la primera pieza, induce aque el espectador sincronice las emociones que va gestando interiormente con la música que escucha; con ello, el señor Glass atrapa y arrasta a sus súbditos (en esto nos convertimos) por donde le da la gana.
La fuerza audiovisual, el poderío audiovisual, la magnificiencia audiovisual, me deja con la boca cerrada y el culo prieto, los ojos al borde del llanto y el alma repicando como una campana. (tópicos)
La película reflexiona sobre nosotros en un segundo plano, sobre como nos hemos desarrollado desde una cultura puramente naturalista a una tecnológica, adentrándonos en una espiral de violencia, competitividad y soledad. Y esta cavilación le sale maravillosa a este par de genios.
Disfrutad
22 de noviembre de 2012
22 de noviembre de 2012
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Naqoyqatsi es una expresión de la lengua de los indios hopi que significa “vida en guerra” o “la guerra como forma de vida”. Con este film, Reggio cierra la trilogía que comenzó en 1982 con Koyaanisqatsi (“Vida fuera de equilibrio”) y continuó en 1988 con Powaqqatsi (“Vida en transformación”), con la colaboración del compositor minimalista Philip Glass. Estos films son verdaderas sinfonías visuales, donde las imágenes y la música se fusionan en perfecta armonía sin la necesidad de las palabras. Se trata de una obra única dentro del cine contemporáneo, donde Reggio propone una profunda meditación acerca del hombre, la naturaleza y el impacto de la tecnología en nuestras vidas.
Naqoyqatsi trabaja a partir de films militares, material de archivo, videos corporativos, animación, publicidades, filmaciones deportivas, alteradas mediante los últimos medios de edición digital, para examinar bien de cerca nuestra problemática relación de con el mundo de la tecnología y la virtualidad.
Dice Reggio: “la tecnología no es algo que usamos sino algo que vivimos, que respiramos como el oxígeno a nuestro alrededor, que nos trasforma sin nuestro consentimiento… Pero, ¿Cuál es el precio que pagamos por la búsqueda de esta felicidad tecnológica? Yo veo Naqoyqatsi como un film acerca de un evento que es innombrable. Tengo un profundo sentimiento de que no tenemos un lenguaje para describir el mundo en que vivimos. Por eso este film sin palabras es el intento de reanimar ese viejo adagio que dice que “una imagen vale más que mil palabras”. Solo que en este caso, cientos de imágenes alcanzan a formar su significado”.
Como una sinfonía, Naqoyqatsi se compone de tres movimientos:
Uno/Numerica.com: el lenguaje humano, el espacio real, dan paso al código numérico y a la realidad virtual.
Dos/Cirkus Maximus: la competición, el triunfo y el amor al dinero son elevados a los principales valores de la vida. La vida se convierte en un juego.
Tres/Rocketship 20th Century: la aceleración electrónica puede describirse como velocidad de escape, un acontecimiento que borra toda percepción, disuelve todo significado, rompe los lazos con la tierra, produce un mundo que nuestro lenguaje no puede describir. El resultado de este explosivo tiempo de la tecnología es guerra, es la violencia de la civilización.
Para este film, Reggio se inspiró en las tesis de pensadores como Ivan Illich y Jacques Ellul, quienes consideran que la tecnología se ha vuelto autónoma, nada exterior la orienta y solo progresa de manera casual. La tecnología se ha vuelto nuestro amo y señor. Ya Koyaanisqatsi y Powaqqatsi fueron el intento de revelar “la belleza de la bestia”, mostrándonos los estragos que produce el hombre para solventar la existencia de los grandes centros urbanos, no solo destruyendo el medio ambiente, sino también condenando a la desaparición a culturas milenarias. En Naqoyqatsi, Reggio trata de pensar el actual fenómeno de la globalización. Para ello, pone el mismo discurso de la tecnología en el centro del cuestionamiento, esperando que los espectadores reflexionen y sientan cierta inquietud ante esas imágenes que consumimos sumisamente todos los días.
Naqoyqatsi trabaja a partir de films militares, material de archivo, videos corporativos, animación, publicidades, filmaciones deportivas, alteradas mediante los últimos medios de edición digital, para examinar bien de cerca nuestra problemática relación de con el mundo de la tecnología y la virtualidad.
Dice Reggio: “la tecnología no es algo que usamos sino algo que vivimos, que respiramos como el oxígeno a nuestro alrededor, que nos trasforma sin nuestro consentimiento… Pero, ¿Cuál es el precio que pagamos por la búsqueda de esta felicidad tecnológica? Yo veo Naqoyqatsi como un film acerca de un evento que es innombrable. Tengo un profundo sentimiento de que no tenemos un lenguaje para describir el mundo en que vivimos. Por eso este film sin palabras es el intento de reanimar ese viejo adagio que dice que “una imagen vale más que mil palabras”. Solo que en este caso, cientos de imágenes alcanzan a formar su significado”.
Como una sinfonía, Naqoyqatsi se compone de tres movimientos:
Uno/Numerica.com: el lenguaje humano, el espacio real, dan paso al código numérico y a la realidad virtual.
Dos/Cirkus Maximus: la competición, el triunfo y el amor al dinero son elevados a los principales valores de la vida. La vida se convierte en un juego.
Tres/Rocketship 20th Century: la aceleración electrónica puede describirse como velocidad de escape, un acontecimiento que borra toda percepción, disuelve todo significado, rompe los lazos con la tierra, produce un mundo que nuestro lenguaje no puede describir. El resultado de este explosivo tiempo de la tecnología es guerra, es la violencia de la civilización.
Para este film, Reggio se inspiró en las tesis de pensadores como Ivan Illich y Jacques Ellul, quienes consideran que la tecnología se ha vuelto autónoma, nada exterior la orienta y solo progresa de manera casual. La tecnología se ha vuelto nuestro amo y señor. Ya Koyaanisqatsi y Powaqqatsi fueron el intento de revelar “la belleza de la bestia”, mostrándonos los estragos que produce el hombre para solventar la existencia de los grandes centros urbanos, no solo destruyendo el medio ambiente, sino también condenando a la desaparición a culturas milenarias. En Naqoyqatsi, Reggio trata de pensar el actual fenómeno de la globalización. Para ello, pone el mismo discurso de la tecnología en el centro del cuestionamiento, esperando que los espectadores reflexionen y sientan cierta inquietud ante esas imágenes que consumimos sumisamente todos los días.
2 de agosto de 2009
2 de agosto de 2009
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La materia, el material, la vida, el hombre, la tecnología, la prueba de un avance, deshumaniza el terreno y automatiza el trabajo.
La procesión de imágenes encadenadas muestra una sucesión de programados encuentros vista-oído, con una insuperable sensación de necesitar ocultar la retina cuando ya consigues sentir el sonido en cada parte de la hostil mirada que nos atrapa. Un transporte extremista o pausado, un cúmulo de eslabones perdidos a la vez que conmemorativos.
Los años pasan y al tiempo que las imágenes se pueden trampear, la música permanece intacta, impasible, prevista de lo necesario para olvidar y disfrutar. Anegar con acuosos indultos estilísticos.
La estética como perfil. Bombardeo de imaginería con acordes mayores. Las ideas de Reggio coexisten con los sueños de Glass, en un tercer y último intento por mostrar la belleza de lo básico y natural y la violencia del absurdo hombre que lucha contra sí mismo. Una última vez que Glass acompañó al mundo que deseamos observar por voluntad propia. Sólo por su música yo lo disfruté. Cerramos pues este último asalto con aplausos o con lágrimas. Todas las opciones abiertas ante una hazaña personal.
La procesión de imágenes encadenadas muestra una sucesión de programados encuentros vista-oído, con una insuperable sensación de necesitar ocultar la retina cuando ya consigues sentir el sonido en cada parte de la hostil mirada que nos atrapa. Un transporte extremista o pausado, un cúmulo de eslabones perdidos a la vez que conmemorativos.
Los años pasan y al tiempo que las imágenes se pueden trampear, la música permanece intacta, impasible, prevista de lo necesario para olvidar y disfrutar. Anegar con acuosos indultos estilísticos.
La estética como perfil. Bombardeo de imaginería con acordes mayores. Las ideas de Reggio coexisten con los sueños de Glass, en un tercer y último intento por mostrar la belleza de lo básico y natural y la violencia del absurdo hombre que lucha contra sí mismo. Una última vez que Glass acompañó al mundo que deseamos observar por voluntad propia. Sólo por su música yo lo disfruté. Cerramos pues este último asalto con aplausos o con lágrimas. Todas las opciones abiertas ante una hazaña personal.
14 de junio de 2024
14 de junio de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Antes de comenzar mi crítica, decir que soy fan total del cine experimental, que considero Koyaanisqatsi una obra cumbre y que amo las películas de Ron Fricke, director de fotografía de las de Reggio, además de su dignísimo heredero.
Pero esta película fracasa estrepitosamente en lo visual.
Siendo de 2002, la sensación que transmite es de pertenecer a la década anterior, dado el uso que hace de los efectos digitales, más propios de un CD-ROM de los primeros 90 que del momento de su estreno.
Por otra parte, la narrativa es mucho menos sutil y más machacona. Siendo Koyaanisqatsi una película con mucho más guion, argumento y giros narrativos que la mayoría de películas habladas, en esta ocasión parece que hay mucho menos que contar, que está todo menos hilvanado. Aunque es cierto que se podría defender esta aproximación como una metáfora del desorden cognitivo en el que vivmos, y lo digo sin pizca de ironía, creo que simplemente no funciona.
Musicalmente también la encuentro decepcionante. Soy MUY fan de Philip Glass, he escuchado absolutamente todo desde sus primeras piezas hasta 1993 (Hydrogen Jukebox) y bastante de lo que hizo luego. Pero si cito 1993, es porque es donde sitúo el giro de inflexión entre el Glass artista y el Glass "franquicia". Creo que desde ese año, a Philip le componen la música los becarios.
Esto se aprecia claramente en la película. Si en las dos anteriores encontrábamos los típicos arpegios y arreglos casi casi matemáticos, aquí la música deja de ser menos abstracta, con más adornos y giros caprichosos y, en definitiva, menos inductora de estados de trance. Dicho de otra manera, deja traslucir que hay un compositor detrás que está expresando su individualidad, y nada me parece más alejado del espíritu glassiano original.
Y es que con Koyaanisqatsi, y a ratos con Powaqqatsi, puedo flotar y olvidarme de todo. Pero con esta, por todo lo que he expuesto, no puedo, lo siento.
Pero esta película fracasa estrepitosamente en lo visual.
Siendo de 2002, la sensación que transmite es de pertenecer a la década anterior, dado el uso que hace de los efectos digitales, más propios de un CD-ROM de los primeros 90 que del momento de su estreno.
Por otra parte, la narrativa es mucho menos sutil y más machacona. Siendo Koyaanisqatsi una película con mucho más guion, argumento y giros narrativos que la mayoría de películas habladas, en esta ocasión parece que hay mucho menos que contar, que está todo menos hilvanado. Aunque es cierto que se podría defender esta aproximación como una metáfora del desorden cognitivo en el que vivmos, y lo digo sin pizca de ironía, creo que simplemente no funciona.
Musicalmente también la encuentro decepcionante. Soy MUY fan de Philip Glass, he escuchado absolutamente todo desde sus primeras piezas hasta 1993 (Hydrogen Jukebox) y bastante de lo que hizo luego. Pero si cito 1993, es porque es donde sitúo el giro de inflexión entre el Glass artista y el Glass "franquicia". Creo que desde ese año, a Philip le componen la música los becarios.
Esto se aprecia claramente en la película. Si en las dos anteriores encontrábamos los típicos arpegios y arreglos casi casi matemáticos, aquí la música deja de ser menos abstracta, con más adornos y giros caprichosos y, en definitiva, menos inductora de estados de trance. Dicho de otra manera, deja traslucir que hay un compositor detrás que está expresando su individualidad, y nada me parece más alejado del espíritu glassiano original.
Y es que con Koyaanisqatsi, y a ratos con Powaqqatsi, puedo flotar y olvidarme de todo. Pero con esta, por todo lo que he expuesto, no puedo, lo siento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Se me hacen especialmente odiosos los logos de marcas en 3D apareciendo cada poco. Sí, puede que sea metáfora de las constantes interrupciones publicitarias. Pero se me hacen odiosos.
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