La higuera de los bastardos
2017 

5.2
850
30 de noviembre de 2017
30 de noviembre de 2017
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuantas más veces la veo, más me gusta, y la he visto ya tres veces. El arranque de la película con el coche de los falangistas, a vista de pájaro, acompañado por la música, excelente de Adrian García de los Ojos, y Aitzol Sarachaga, y fotografía de Josu Inchaustegui, escena que culmina en el caserío de los Urbieta, permite intuir la buena película que vamos a ver.
La película se mueve entre el drama y la comedia negra, pero fusionando ambos, de modo que tras una primera parte, esencialmente dramática da paso a una comedia, en la cual, es inevitable reir, con la pareja de Karra, y Pepa Aniorte, con tintes esperpénticos, y fantásticos, pero sin abandonar el drama, siempre presente. Creo es un mérito de la dirección, la confusión de ambos géneros, la mezcla hasta en la escena última de la película porque por debajo, de la fábula, comedia, esperpento, no se olvida en ningún momento, que el ermitaño, está ahí, por la madre del cordero, la higuera, y lo que la misma esconde, y la muerte violenta, es sin duda la mayor de las tragedias.
La película basada en la novela de Ramiro Pinilla, premio Nacional de Narrativa, cuenta la historia de un falangista, que obsesionado por la mirada de odio de un niño, hijo y hermano de las victimas, que Karra ha asesinado, se convierte en ermitaño, al cuidado de la higuera, que planta, el chico, y bajo la que yacen los cuerpos enterrados, de su padre, y hermano, no decepciona, gusta, y mucho, Ana Murugarren consigue lo imposible, hacer una película con una visión de la guerra diferente, contada desde el punto de vista, de los vencedores, pero con un tacto exquisito, humaniza al falangista, con el personaje de Rogelio, interpretado magistralmente por Karra Elejalde, de tal manera, que al final si hay una moraleja, es la inexistencia de vencedores, y vencidos, y la sin razón, no creo que sea una fábula sobre la culpa, no tengo claro, si Karra, se queda en la higuera, por culpa, remordimiento, para evitar su propia muerte, por admiración hacia la valentía del vencido, para resarcirle de su pérdida, que aunque inevitable, enmarcada dentro de la purgación del mal, (por eso digo que no hay un arrepentimiento del propio acto), no deja de ser una pérdida, dolorosa para la otra parte en el conflicto, o lo que más creo, para dignificar la memoria de los muertos. En esa humanización del personaje se comprende, el acercamiento al niño, y el cumplimiento de la condición.
Brillante dirección, buenos actores, tanto principales, como secundarios, me gusta especialmente Pepa Aniorte, todo un descubrimiento para la comedia, los mejores momentos de la película son sin duda, la pareja de Karra, y Pepa, y la de Karra y Areces. Destacada la interpretación de Mikel Losada, y de Andrés Herrera, así como Ylenia Baglietto, y de todos los demás (Azucena Trincado, la cuadrilla, Jordi Sánchez, Enriqueta Vega, Quique Gago, Alen López, Ramón Barea, June, Pinilla, etc), incluidos figurantes, entre quienes me incluyo, porque se partió de un casting impecable. También está muy bien el niño, Marcos Balgañon Santamaría desprende una ternura, y una fuerza en la mirada, a iguales partes, reseñar la bajada de pestañas, que parece decir “riega”, que remueve la conciencia, y nos obliga a hacer memoria.
María Luisa Santamaría Esnaola
La película se mueve entre el drama y la comedia negra, pero fusionando ambos, de modo que tras una primera parte, esencialmente dramática da paso a una comedia, en la cual, es inevitable reir, con la pareja de Karra, y Pepa Aniorte, con tintes esperpénticos, y fantásticos, pero sin abandonar el drama, siempre presente. Creo es un mérito de la dirección, la confusión de ambos géneros, la mezcla hasta en la escena última de la película porque por debajo, de la fábula, comedia, esperpento, no se olvida en ningún momento, que el ermitaño, está ahí, por la madre del cordero, la higuera, y lo que la misma esconde, y la muerte violenta, es sin duda la mayor de las tragedias.
La película basada en la novela de Ramiro Pinilla, premio Nacional de Narrativa, cuenta la historia de un falangista, que obsesionado por la mirada de odio de un niño, hijo y hermano de las victimas, que Karra ha asesinado, se convierte en ermitaño, al cuidado de la higuera, que planta, el chico, y bajo la que yacen los cuerpos enterrados, de su padre, y hermano, no decepciona, gusta, y mucho, Ana Murugarren consigue lo imposible, hacer una película con una visión de la guerra diferente, contada desde el punto de vista, de los vencedores, pero con un tacto exquisito, humaniza al falangista, con el personaje de Rogelio, interpretado magistralmente por Karra Elejalde, de tal manera, que al final si hay una moraleja, es la inexistencia de vencedores, y vencidos, y la sin razón, no creo que sea una fábula sobre la culpa, no tengo claro, si Karra, se queda en la higuera, por culpa, remordimiento, para evitar su propia muerte, por admiración hacia la valentía del vencido, para resarcirle de su pérdida, que aunque inevitable, enmarcada dentro de la purgación del mal, (por eso digo que no hay un arrepentimiento del propio acto), no deja de ser una pérdida, dolorosa para la otra parte en el conflicto, o lo que más creo, para dignificar la memoria de los muertos. En esa humanización del personaje se comprende, el acercamiento al niño, y el cumplimiento de la condición.
Brillante dirección, buenos actores, tanto principales, como secundarios, me gusta especialmente Pepa Aniorte, todo un descubrimiento para la comedia, los mejores momentos de la película son sin duda, la pareja de Karra, y Pepa, y la de Karra y Areces. Destacada la interpretación de Mikel Losada, y de Andrés Herrera, así como Ylenia Baglietto, y de todos los demás (Azucena Trincado, la cuadrilla, Jordi Sánchez, Enriqueta Vega, Quique Gago, Alen López, Ramón Barea, June, Pinilla, etc), incluidos figurantes, entre quienes me incluyo, porque se partió de un casting impecable. También está muy bien el niño, Marcos Balgañon Santamaría desprende una ternura, y una fuerza en la mirada, a iguales partes, reseñar la bajada de pestañas, que parece decir “riega”, que remueve la conciencia, y nos obliga a hacer memoria.
María Luisa Santamaría Esnaola
30 de noviembre de 2017
30 de noviembre de 2017
19 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Simbología obvia y gruesa para una duración estrepitosa teniendo en cuenta lo (no) contado.
Si digamos que hay un prólogo, un desarrollo y un final, podríamos quitar la mitad (todo lo gordo) y nos quedaría el inicio (mucho más reducido mejor, para qué tanto insistir en lo mismo, en las bellaquerías de los truhanes de telenovela barata) y el seco final (más un epílogo minúsculo). El resto es morralla, repetición, personajes de cartón piedra, malos de opereta y cuchufleta, maniqueísmo y una superficialidad en la que es imposible entrar a buscar cualquier tipo de información, imaginación o gracia. Minutos eternos de situaciones insostenibles, reiterativas, absurdas en su vacío y nulo interés.
Guecho. Los nacionales malos matan a los rojos buenos (se supone, da por descontado ¿o no?). Vamos bien. Todo en orden. Como (casi) siempre en estos casos cinematográfico españoles. Hay una mirada. Una culpa. Una paranoia. Y una higuera.
¿Redimirá sus pecados asesinos el falangista felón? ¿La higuera será el lugar de penitencia del malandrín o de peregrinación de todas las muchedumbres necesitadas de luz? ¿La higuera molestará a los que del pasado ya nada malo quieren recordar?
Si digamos que hay un prólogo, un desarrollo y un final, podríamos quitar la mitad (todo lo gordo) y nos quedaría el inicio (mucho más reducido mejor, para qué tanto insistir en lo mismo, en las bellaquerías de los truhanes de telenovela barata) y el seco final (más un epílogo minúsculo). El resto es morralla, repetición, personajes de cartón piedra, malos de opereta y cuchufleta, maniqueísmo y una superficialidad en la que es imposible entrar a buscar cualquier tipo de información, imaginación o gracia. Minutos eternos de situaciones insostenibles, reiterativas, absurdas en su vacío y nulo interés.
Guecho. Los nacionales malos matan a los rojos buenos (se supone, da por descontado ¿o no?). Vamos bien. Todo en orden. Como (casi) siempre en estos casos cinematográfico españoles. Hay una mirada. Una culpa. Una paranoia. Y una higuera.
¿Redimirá sus pecados asesinos el falangista felón? ¿La higuera será el lugar de penitencia del malandrín o de peregrinación de todas las muchedumbres necesitadas de luz? ¿La higuera molestará a los que del pasado ya nada malo quieren recordar?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ni se entiende ni se explica cómo es posible que durante veinte años, nada menos, eso parece, el malvado del pueblo (lamentable personaje y ridícula interpretación), a pesar de querer eliminar, con malsana obsesión, a Karra y a su higuera, no lo logre. Tanto poder omnímodo para nada. Los Altos Hornos enteros para ti y ni puedes con ese botarate. Neguri para él solo y el mequetrefe ahí que sigue dale que te pego con su chabola y su árbol de la ciencia.
Areces y Aniorte (muy bien) hacen lo que pueden. No son malos personajes, pero, una vez presentados, se pasan el resto del metraje repitiendo, sin parar, su (igual) conducta; sin evolución, humanidad o cosa parecida. Como les pasa a los demás, a todos (Karra cambia pronto y ya), que se quedan como estaban desde un principio; congelados, inanes, fantoches sin vida ni fuste.
Daba, como decíamos, para un corto (bueno, materia prima había). El símbolo aplasta el relato. No lo deja respirar. Esa higuera santa entierra a todos, a los hunos y a los hotros.
Areces y Aniorte (muy bien) hacen lo que pueden. No son malos personajes, pero, una vez presentados, se pasan el resto del metraje repitiendo, sin parar, su (igual) conducta; sin evolución, humanidad o cosa parecida. Como les pasa a los demás, a todos (Karra cambia pronto y ya), que se quedan como estaban desde un principio; congelados, inanes, fantoches sin vida ni fuste.
Daba, como decíamos, para un corto (bueno, materia prima había). El símbolo aplasta el relato. No lo deja respirar. Esa higuera santa entierra a todos, a los hunos y a los hotros.
29 de noviembre de 2017
29 de noviembre de 2017
11 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Floja cinta que no engancha y que no dice nada. Intrascendencia, vacío. La fotografía y la cámara no son malas. El ritmo tampoco. Pero no hay emoción. Los actores, incluso Karra, parecen poco naturales, como encorsetados. Da la impresión de que ni ellos se creen la película. Quizá lo peor que puedo decir de ella es que al magnífico Pinila no le hubiera gustado la adaptación de esta su obra al cine.
Se cuenta deslavazadamente, sin emoción. Solo una serie de clichés descaradamente maniqueos ya muy superados por el cine español hace décadas.
Se sale del cine y al cuarto de hora ya no se acuerda uno de la película.
El chaval que supongo debería ser eje del proyecto para mí está mal elegido, debería tener una mirada mucho más interesante.
Puede uno dormir a gusto sin riesgo a perderse mucho. La película da para ello.
Mal.
Se cuenta deslavazadamente, sin emoción. Solo una serie de clichés descaradamente maniqueos ya muy superados por el cine español hace décadas.
Se sale del cine y al cuarto de hora ya no se acuerda uno de la película.
El chaval que supongo debería ser eje del proyecto para mí está mal elegido, debería tener una mirada mucho más interesante.
Puede uno dormir a gusto sin riesgo a perderse mucho. La película da para ello.
Mal.
26 de noviembre de 2017
26 de noviembre de 2017
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La higuera de los bastardos contiene humor surrealista, tensión narrativa, enormes interpretaciones (por no destacar a los de siempre, subrayaré el trabajo de Pepa Aniorte), una fotogafía preciosa bajo la lluvia... Quien goce del esperpento está de suerte: no os la perdáis.
6 de noviembre de 2023
6 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película española del 2017, de una duración de 95 minutos, con una valoración de 6/10, dirigida por Ana Murugarren y guión de Ramiro Pinilla, con un presupuesto de 2 millones.
Una adaptación de la novela "LA HIGUERA" escrita por el Premio Nacional de Literatura Ramiro Pinilla, protagonizada por actores como Carlos Areces, Karra Elejalde, Jordi Sánchez, Pepa Aniorte y Ramón Barea.
Quizá sobre el papel esta comedia entre dramática esperpéntica, con elementos fantásticos y trasfondo político, tuviera cierta gracia, pero el resultado en imágenes es bastante alucinante. El filme relata la historia de un falangista que se convierte en ermitaño al ver la mirada de odio del hijo de una de sus víctimas. No es que sea exactamente un proceso de redención porque la historia se desplaza por territorios imposibles, en los que Karra Elejalde no sabe qué hacer con este ermitaño al cuidado de una higuera. Lo mismo para Carlos Areces o Jordi Sánchez, actores dotados para la comedia pero no para tanto disparate.
Todo lo nutritivo de la historia se lo carga sobre sus espaldas el personaje de Rogelio (Karra Elejalde) , falangista reconvertido en anacoreta, con ese tacto único que tiene el actor para deshojar la tragedia en comedia. No es fácil pillarle el punto a lo que tiene de gruesa metáfora y de sutil esperpento (el personaje de Ermo (Carlos Areces), de bruta y sucia comicidad, es irrespirable en su caricatura), lo cual te obliga como espectador a afinar el tiro.
Es un largometraje entretenido y sobre todo interesante, en una extraña fórmula que funciona, aunque en tramos decaiga en ritmo. Sin embargo no puedo hacer otra cosa que recomendarla al estar ante una obra con muchos ingredientes que atrapará a los espectadores. Y no nos confundamos: no estamos de nuevo ante otra historia de la guerra civil, sino ante una hermosa narración que tiene como telón de fondo aquellas y que resulta un soplo de aire fresco en nuestro cine.
En medio de un conjunto que va adquiriendo poco a poco un tono surrealista, de relato berlanguiano, no parece haber un sentido oculto, aunque quizá se esconda alguna metáfora sobre el mal y su castigo, digo yo. Pero en fin, quién lo sabe, porque el espectador buscará en vano un motivo del actuar del protagonista, cuyo peregrino personaje le va al pelo al apreciado Karra.
Una adaptación de la novela "LA HIGUERA" escrita por el Premio Nacional de Literatura Ramiro Pinilla, protagonizada por actores como Carlos Areces, Karra Elejalde, Jordi Sánchez, Pepa Aniorte y Ramón Barea.
Quizá sobre el papel esta comedia entre dramática esperpéntica, con elementos fantásticos y trasfondo político, tuviera cierta gracia, pero el resultado en imágenes es bastante alucinante. El filme relata la historia de un falangista que se convierte en ermitaño al ver la mirada de odio del hijo de una de sus víctimas. No es que sea exactamente un proceso de redención porque la historia se desplaza por territorios imposibles, en los que Karra Elejalde no sabe qué hacer con este ermitaño al cuidado de una higuera. Lo mismo para Carlos Areces o Jordi Sánchez, actores dotados para la comedia pero no para tanto disparate.
Todo lo nutritivo de la historia se lo carga sobre sus espaldas el personaje de Rogelio (Karra Elejalde) , falangista reconvertido en anacoreta, con ese tacto único que tiene el actor para deshojar la tragedia en comedia. No es fácil pillarle el punto a lo que tiene de gruesa metáfora y de sutil esperpento (el personaje de Ermo (Carlos Areces), de bruta y sucia comicidad, es irrespirable en su caricatura), lo cual te obliga como espectador a afinar el tiro.
Es un largometraje entretenido y sobre todo interesante, en una extraña fórmula que funciona, aunque en tramos decaiga en ritmo. Sin embargo no puedo hacer otra cosa que recomendarla al estar ante una obra con muchos ingredientes que atrapará a los espectadores. Y no nos confundamos: no estamos de nuevo ante otra historia de la guerra civil, sino ante una hermosa narración que tiene como telón de fondo aquellas y que resulta un soplo de aire fresco en nuestro cine.
En medio de un conjunto que va adquiriendo poco a poco un tono surrealista, de relato berlanguiano, no parece haber un sentido oculto, aunque quizá se esconda alguna metáfora sobre el mal y su castigo, digo yo. Pero en fin, quién lo sabe, porque el espectador buscará en vano un motivo del actuar del protagonista, cuyo peregrino personaje le va al pelo al apreciado Karra.
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