Extranjero... ¡haz la señal de la cruz!

Siempre se ha dicho que las 'opera prima' de un director es el mejor reflejo de lo que quisiera que fuese el resto de su obra, aunque no siempre logre que esos sueños se hagan realidad en la totalidad de su carrera. En el caso de Fidani, conocido como 'el Ed Wood del 'spaguetti western', ante lo que nos encontramos es ante una declaración de intenciones tan chapucera como divertida, descacharrante más de una vez y a ratos sorprendente.

No tenía aún reseña aquí y yaya si lo merece!!
Inmerso como estoy desde hace semanas en el visionado a mansalva de 'spaguettis' y tras chuparse uno, por ejemplo, en estos días toda la serie de Sartana, de violencia tan efectista, pirotécnica, casi circense, pero de fondo tan inane e intrascendente, se agradece este remanso de violencia seca y casi 'naif', esta improvisación e ingenuidad, estas ganas de hacer cine de modo desnudo y descarnado, sin artificios. Mucho más cerca de Sam Peckimpah o de monte Hellman que de pasteleos a lo Burt Kennedy.

Porque se nota que muchas secuencias casi no se ensayaron. Y que se debieron rodar casi de corrido, sin apenas medios (sin planos ni contraplanos, por supuesto). Pero cuánta verdad hay en ellas y en lo que dicen los actores. Y en cómo se mueven. Porque, pese a todos los defectos que se le pueden achacar a esta la peli, está hecha con cualquier cosa menos con desgana.

Esos planos medios en interiores por los que los actores deambulan y sueltan sus verdades como piedras como si se tratara de un "Estudio 1" de TVE rodado en una jaula de fieras, esas colocaciones de cámara imposibles, esas secuencias, como la de los huevos iniciadas con un contrapicado del suelo al cielo, o ese plano subjetivo del malvado Donovan antes de morir, rodeado de la peña. Esos desopilantes primeros 15 minutos, incluía la huida de los créditos, con la vieja acuchillada, el cura temblón, la mujer salvajemente morreada al ser atracada en el casino, y lo de los niños...

Brutalidad sin velos, y no gratuita. También en lo sexual, como en la violación de Mrs y Miss Sullivan (Simonetta Vitelli, la hija de Fidani, que luego repetirá en casi todas sus pelis) O incluso en el abrupto y violento abordaje por el protagonista (Charles Southwood) de Trudie (Cristina Penz). Cazador luego cazado de manera que mueve a la hilaridad por lo ingenuamente que cayó en la trampa. Pueden más dos tetas que dos carretas y hasta el pistolero más avezado olvida toda precaución.

Y ese cojo (Ettore Manni) que esconde un secreto y dará una sorpresa.

Ese espíritu de cómic de dos duros, de novela de kiosko de dos centavos, esos 'saloones' cuadrados y angostos (no amplios y alargados), sin apenas aire. Esos sombreros grandotes de los parroquianos y esas chicas de 'saloon' que no son casi nunca feas pero tampoco son espectaculares ni van ataviadas con esplendor hollywoodiense, como si lo cutre de la producción hiciera de la necesidad virtud. Todo eso estará en el resto de la obra de Fidani, pero aquí, en su 'opera prima', había llegado ya para quedarse.

Y con el concurso de 'tiro al huevo' aún me estoy riendo. Porque toda la secuencia en la que participa el luego director Joe D,Amato es desternillante. Y el 'prota' hasta 'se marca un Sartana' con el 'gadget' del revolver/cantimplora .

Por eso cuando ves que a veces falta 'raccord', o que el 'flashback' no es demasiado útil o explicativo, o que la música no puede ser más inadecuada y peor elegida para cada secuencia, no te importa y hasta sonríes. Porque forma parte del espectáculo.

Y no sé si es la mejor de sus películas, porque no las he visto todas, aunque estoy en ello. Pero esta 'ópera prima' de Demófilo está incluso por encima del resto de las que perpetró.