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Críticas 277
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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30 de octubre de 2022
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fallida revisión de uno de los episodios de la mítica serie de Chicho Ibañez Serrador que cuando se compara con el original resulta bastante floja a causa de su pretenciosidad y los escasos resultados. Lo más salvable quizá sea la fotografía y el esfuerzo que se ha hecho en diseño de producción, muy en la línea de anteriores trabajos de su directora, lo que cuando se ve lo poco que, pese a ello, engancha la narración, y lo aburrida y confusa que resulta en relación a su referente, sobre todo en el tramo final, da algo de pena.

El intento de adaptar la historia a patrones de corrección política con la conversión del personaje central del episodio en un emigrante subsahariano en la Galicia de 1880 resulta asimismo muy cuestionable al estar metido con calzador. Aunque daría igual si lo que se cuenta interesase, pero eso es algo que nunca llega a ocurrir del todo, ya que casi nunca está bien expuesto, por innovadora que quiera ser la relectura del episodio de la serie original, por artificiosa que sea la puesta en escena y por muy cuidados que estén los decorados, la ambientación y el vestuario.

Una pena, en definitiva, y probablemente sea el peor episodio de las dos nuevas temporadas, ya que le falta asiento, sosiego y claridad y le sobra cripticismo, pretenciosidad y apariencia. Y por supuesto que no hay en él tampoco rastro de la dosificación de la tensión del original, en el que, por citar un detalle, la secuencia inicial en la taberna, con todo el pueblo alrededor del médico interpretado por Tomás Blanco, es antológica.
31 de agosto de 2019
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya algún tiempo que disfruté mucho con la notable y magnífica "El Ojo de Cristal" (1956), la única película que hasta la fecha había visto, que yo sepa, de Santillán, un cineasta que me sigue pareciendo tan olvidado como interesante pese a decepcionarme "Cuatro en la frontera". Y es que aunque esta coproducción de Iquino con Francia sorprende en su planteamiento y hasta fascina en algunos momentos por su originalidad y bella factura, se atasca mucho en el desarrollo de la trama, quiere contar muchas cosas y lo hace de forma bastante confusa. Y, en mi modesto juicio, falla en eso bastante el guión en que intervino De la Loma, algo atropellado y apresurado, falto de un desarrollo más pausado para construir las distintas líneas argumentales.

Ahora bien: mola y, como decía, sorprende y fascina, que estando inscrita la peli en eso que se llama "policial barcelonés" en realidad sea, sobre todo, y más que nada, un western. Casi un genuino prespaghetti en ByN de esos que hizo Romero Marchent. Este, del Subgénero hispano pirenaico. Y de frontera. Y de los de ranchos. Y que lo del maromo en el rancho acompañado de tan majas imagenes de valles y vacas le traslade y haga pensar a uno en algun momento en obras maestras como Pradera sin Ley (King Vidor, 1956), filmada solo dos años antes. Y que quién sabe si influyó algo en esta. Aunque aquí Frank Latimore no toque el ukelele (¿o era el banjo lo que tocaba Kirk Douglas?) y la música la ponga de vez en cuando Julio Riscal, al marcarse como quien no quiere la cosa una copla en el tajo en plan Antonio Molina en "Esa voz es una mina" (Luis Lucía, 1955).

Como mola también mucho Juan de Landa, que siempre aporta valor añadido a las pelis que hizo. Y que es una pena que fueran tan poquitas. De hecho, la mejor secuencia tal vez sea la de la pelea en el comedor de los empleados del rancho entre Latimore y Landa.

Después está lo del confuso McGuffin del contrabando en la frontera, ya se ha dicho. Algo a lo que ni siquiera el que Miguel Ligero esté bastante contenido y sin hacer demasiadas de sus habituales muecas contribuye mucho a aclarar. Aunque la contención en las muecas se agradezca. Interpreta el papel de un viejo contrabandista que se encuentra en la indigencia. Mas no será en el fondo, en la Cataluña de los años 50 y en la frontera con Perpignan de un veterano exmaquis de lo que quiere hablársenos?

¿Y las tensiones amorosas dentro del rancho? Lo de las cuñadas celosas prometía mucho en un principio y la secuencia de la cena con Gerard Tichy en plan Abismos de Pasión (Luis Buñuel, 1954) tiene su aquel. Luego, es parte fundamental de la historia. Pero no funciona del todo bien. Y se agosta antes de resolverse de una manera algo ramplona.

Con todo, quedo atento la espera de ver más pelis de Santillán. Aunque todas las que me restan por ver fuesen, como esta, algo fallidas, tengo la impresion de que tambien me encontraré en ellas con cosas interesantes.
31 de agosto de 2019
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque la adaptación de esta conocida novela de Eduardo Mendoza cuenta con una realización seca y aparentemente algo desmañada no le va nada mal a la historia sórdida, esperpéntica y neurótica que cuenta, a la que Cayetano del Real en su primera y última película supo además imprimir un ritmo narativo que termina por engancharte.

El guión, en el que intervino Mendoza y que, como el libreto original, está repleto de humor, está asimismo muy bien servido por y para el gran Pepe Sacristán, que le vino como anillo al dedo al papel del delincuente de poca monta con problemas psiquiátricos que, no obstante, se las sabe todas, y no quiere volver al sanatorio en que estuvo recluido. Uno empatiza con él desde el primer fotograma y la ternura con la que Mendoza trata en la novela al personaje se traslada con eficacia a la gran pantalla. 

Y es que para meter humor en un thriller (o en cualquier otro género, dicho sea de paso) no hace falta sal gorda ni trazo grueso. Y si a ello añadimos que la aparición de la misteriosa belleza de Blanca Guerra en la última media hora de la cinta la eleva varios enteros, incluidas sus tiernas (sí, volví al utiliza esa palabra) secuencias de amor junto a Sacristán (no creo haber visto nunca un desnudo parcial tan natural, elegante y "exigido por el guión" en el cine español de aquella época llamada "del destape" como el de la mexicana aquí), llegaremos a la conclusión de que no nos encontramos solo ante un tierno thriller humorístico protagonizado por un perdedor en el que no faltan sutiles apuntes sociales, sino ante una peli que, a partir de la irrupción de la actriz azteca, incluso ofrecería destellos que podrían remitirnos, en clave de parodia melancólica y triste, a los thrillers románticos de Hithcock o Donen. Aunque ni Sacristán ni su personaje tengan el menor parecido con Cary Grant y los tipos que él incorporaba en esos filmes. Y aunque, como decimos, la supuesta referencia de "La cripta" a aquellos modelos no sea más que un fulgurante, pálido y distorsionado reflejo quinqui-cañí de aquellas intrigas de altos vuelos, hoteles y coches de lujo.

Suménse a todo ello secuencias tan divertidas como las de las indagaciones con los dos jardineros o la del teléfono en el bar (con un curioso cameo del filósofo Eugenio Trías) y el gran trabajo de secundarios como Carlos Lucena (llena la pantalla cada vez que sale) para que aunque no estemos ante La Octava Maravilla del Séptimo Arte, "La Cripta" sea una película muy disfrutable.

Interesará especialmente a los frikis del "cine transitivo" en busca de algo distinto, a los fans de Sacristán, a los lectores de Mendoza y a los amantes de la Barcelona del fin de los años 70. 

Y, sobre todo, les gustará mucho a los amantes de Gustavo Adolfo Becquer. Pero probablemente no tanto a quienes les guste la Coca Cola (sigo en el spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y es que el personaje de Pepe Sacristán tiene una fijación algo obsesiva con la Pepsi Cola (que no con la CocaCola), que quiere beber en todas partes y a todas horas, desde que cautivo en el psiquiátrico lo aficionaron al brebaje para que se estuviera tranquilito. Un poco como lo que les pasaba a las castas inferiores de la novela de Aldous Huxley "Un Mundo Feliz" con su dependencia de aquella droga llamada "soma", no sé si me explico.

Y aunque no sea eso algo que tenga que ver con la trama aparentemente principal (la desaparición de unas adolescentes en un internado de monjas) quizá sí que tenga que ver, y bastante, con el verdadero fondo de la película, eso que poniéndonos estupendos llamaríamos el subtexto. Y que en este caso para mi no es otro que el reto del personaje encarnado por Sacristán de no volver al psiquiátrico del que sale para cumplir la misión que le encomienda la Policía. 

Pero el personaje interpretado por Sacristán (que, como se ha dicho en una crítica anterior, ni siquiera tiene nombre) renunciará a dicho anhelo de libertad por amor a Mercedes (Blanca Guerra), a quien no delata por la muerte del depravado 'pez gordo' raptor de niñas. Una muerte que Mercedes ejecuta salvándole así a él la vida en la cripta, y de la que él se inculpa.

Si bien el final, al poner pies en polvorosa nuestro antihéroe en los ultimos fotogramas, en un inesperado giro en que rehusa traspasar el umbral del psiquiátrico, lo que revela es que tras la odisea vivida y lo aprendido y conocido esos dias de periplo por el exterior, en el futuro sus aspiraciones ya no se van a limitar a beber Pepsi Cola en la cantina del sanatorio y a jugar al fútbol con otros internos.

Porque el "hombre sin nombre", aunque no sea culto y a diferencia de su amada, ignore quien es Stravinsky, conoce y ama la obra de Gustavo Adolfo Becquer. Robó las Rimas y Leyendas en un kiosko, siendo un chaval, antes de dedicarse a la delincuencia. Y se las sabe. Lo primero que hace al recobrar la libertad es repetir la operación en un puesto de Las Ramblas. Y enseguida le recitará en la escena de el bar a la pareja de intelectuales de que forma parte Eugenio Trías el "que solos se quedan los muertos". Como también por boca de Becquer hablará en la cama de amor a su amada Mercedes. Y ya casi al final, al despedirse en el coche de Policía, le regalará el libro robado. Becquer o muerte.
14 de octubre de 2024
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al parecer, y según él mismo ha contado, Pedro Almodóvar tenía una espina fuertemente clavada desde que tuvo en sus manos el guión de "Brokeback Mountain" (Ang Lee, 2005) pero no llegó a un acuerdo con la industria hollywoodiense para dirigirla porque, en su opinión, aquel western de amor entre dos hombres necesitaba más sexo.

Pues bien, casi 20 años después, a través de su productora "El Deseo", y con el respaldo de la casa de modas Yves Saint Lauren, y aunque sea bajo formato de mediometraje, Pedro filmó al fin en el desierto de Tabernes el western que hubiera querido. O, para ser más justos, ya que 30 minutos dan lo que dan de sí, un esbozo del mismo.

Y el resultado, pese a los varios defectos del filme, es más que interesante. E incluso imprescindible para cualquier cinéfilo. Y, sobre todo, tiene el innegable sello de Almodóvar, con todo lo bueno y lo menos bueno que, como suele ocurrir con un creador tan singular, ello implica.

Y es que, conociendo la práctica totalidad de la obra del manchego hasta la fecha, en mi opinión, conviven en ella excelsas cumbres ["Qué hecho yo para merecer esto" (1984), "Atame" (1989),"La Flor de mi Secreto" (1995), "Carne Trémula" (1997), "Volver" (2006), "Dolor y Gloria" (2019) junto a pelis más fallidas ["La Mala Educación", (2004), "Julieta"(2016], irregulares ("La Piel que habito" (2011), "Madres paralelas" (2021)] o primerizas ("Pepi,Luci y Bom (1980), Laberinto de Pasiones (1982").

Aunque siempre son interesantes, y casi siempre notables (no se trata de citarlas a todas), con las únicas excepciones, quizá, de la espantosa "Kika" (1993), y de la anodina patochada "Los Amantes Pasajeros" (2013), Agreguemos asimismo que si se contempla toda la trayectoria de Almodóvar en conjunto, se aprecia una progresiva depuración y adopción de formas clásicas.

No ocultaré, en ese sentido, que, como me sucede con Tarantino, un cineasta muy distinto al manchego, pero también muy personal, soy más partidario del Almodóvar austero que del estridente. Y del más contenido frente al desaforado. Dos caras de su cine que, en mayor o menor proporción, están presentes, en todas sus películas. Y también en esta.

Y qué le voy a hacer, siendo la peli estupenda en su planteamiento y en casi todo lo que muestra, no solo por poco común, sino por la maestría con que se hace (y no me sobra el fado inicial de Amalia Rodrigues, le da personalidad a la cinta), me parece que el 'flashback' en que los jóvenes se morrean y lamen bajo la tinaja de vino es más que cuestionable, ya que rompe totalmente con el estilo del resto del mediometraje. Aunque también es evidente que Almodóvar tenía interés en meterlo para mostrar su autoría y que él va más allá de" Brokeback Mountain".

Y aunque hay quien aquí lo haya incluso calificado como "passoliniano" por su puesta en escena, lo cierto es que, al menos a mí, me parece que a la peli no le favorece. Primero, por su incoherencia con el resto, pero también porque tampoco los intérpretes principales de esa secuencia están a la altura de Ethan Hawke y Pedro Pascal, cuya interpretación es en todo momento prodigiosa. Por no hablar de la vulgaridad de todo el 'atrezzo' y ambientación general del 'flashback' de marras y, particularmente, de la pobre interpretación y desdibujada participación de las féminas que los acompañan (que ni van vestidas de mexicanas, sino de flamencas, en la peor tradición del tratamiento del cine de Hollywood, y del 'western', de lo hispano).

(sigo en zona Spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Esa cutrez es la gran aventura amorosa que ambos vivieron en México durante dos meses y que Pascal evoca en su encuentro con Hawke? ¿No hubiese sido mucho más sugerente no mostrar nada de aquel pasado y que nos lo imaginemos a partir de lo muchísimo que, sin necesidad de ser tan explícito se nos expone a través de Hawke y Pascal, en las dos secuencias antes y después de acostarse juntos?

En las imágenes, en sus gestos, en lo natural, salvaje, descarnada, glamurosa que es su conversación. En los encuadres, como ese plano del culo de Pascal, desnudo de cintura para abajo, tras haber hecho el amor con Hawke. En toda la tensión sexual del antes, y también del después, de haber estado ambos follando sin necesidad de que el folleteo se nos enseñe.

Y que es lo mejor que la peli tiene. Además de ese irónico, tierno, desconcertante, provocador, maravilloso final, que pide a gritos una segunda parte, después de que Pascal se ponga a cuidar a Hawke tras haberle herido y se salga con la suya. Que, de algún modo, como alguien ha dicho aquí, recuerda a los cuidados de Antonio Banderas a Victoria Abril en "Átame".

¿Era necesario el viaje a México para recoger tan poca cosa en las alforjas? Claro que se trata de una elección personal de Pedro. Y, como bien se encargó de recordar, a él el guión de "Brokeback Mountain" le pareció blandito...Pues vale, pero a mí me parece una pena, porque con eso se carga un poco una peli que, por lo demás, es conmovedora. Y que ya iba bastante más allá de "Brokeback Mountain" sin necesidad del 'flashback. Aunque habrá quien pensará otra cosa, claro.

Luego están también los otros fallos que la cinta tiene y otros han mencionado: la única secuencia de acción, la del tiroteo, no es lo más brillante. Y, sobre todo, el atropellamiento en la exposición del verdadero motivo por el que, movido por el amor paterno-filial, Pascal ha ido a ver al sheriff Hawke tras 25 años. Que por el modo como se hace, sin dar pistas, y tras ya haberse acostado los protagonistas, lo deja a uno descolocado.

No deja de ser extraño que en ningún momento hablen ambos del hijo de Pascal durante la cena aunque se acostasen luego, pues el sheriff sabía. como queda claro luego, que su examante es el padre del principal sospechoso del asesinato de su cuñada. Y, como la película tampoco nos dice lo contrario, también hay que pensar que el personaje de Pascal sabe que el otro lo sabe. Y es que aunque puede que todo se reduzca a aquello, tan viejo como el mundo, de "de momento vamos a a echar un polvo, que luego ya veremos", es muy difícil de creer que ninguno dijera ni 'mu' antes.

Un tipo de dobleces, sobreentendidos y malentendidos entre personajes por lo demás bastante habituales en el cine del manchego y con los que a veces construye sus tramas más folletinescas y que, mira por dónde, por su carácter algo morboso y retorcidete, además de por su tendencia a lo inverosímil, es algo que a mí no me ha convencido nunca del todo, aunque hay que reconocerle su mérito [sería el caso, por ejemplo, de "Madres Paralelas" y también, si no recuerdo mal, de "Hable con ella" (2002), entre otras].

Pero que aquí, nos gusten más o menos, ni siquiera se desarrollan. De hecho la otra trama, la del asesinato, apenas se expone. Y lo poco que se atisba es un esbozo poco satisfactorio, desaprovechando lastimosamente a Pedro Casablanc. Y aunque se pueda argumentar como causa la limitación temporal de un mediometraje, no me parece excusa.

Pero insisto: este es, aunque sea en esbozo, el 'western' que Pedro Almodóvar quería hacer. Y hay que decir en su favor que vuelve a ser una película radicalmente libre. Si de algo ha presumido siempre Pedro, y tiene motivos para ello, es de haber hecho el cine que quería. Casi siempre algo hiperbólico, conmovedor y salvaje, tierno y provocador, estridente y contenido, cutre y glamuroso. Lo que también es el caso de esta pequeña película de 31 minutos a la que por algo le habré puesto un 7.
7 de julio de 2023
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tan prolífico como a veces sorprendente Iquino rodó está agridulce comedia romántica algo esperpéntica de cuyo argumento y guión fue responsable también Rafael Azcona y que parte de una premisa algo inverosímil: una modesta pareja de recién casados decide pasar su luna de miel en Pamplona sin planificar el viaje ni reservar habitación, por lo que su estancia allí se convertirá en un infierno al no encontrar un lugar para consumar su matrimonio.

Rodada con esa planificación y puesta en escena de Iquino tan particular y naturalista en la que la cámara pocas veces se está quieta y hay más de un encuadre imposible, la mínima trama sirve de excusa para realizar una serie de apuntes del natural de la España de entonces, comenzando por el accidentado viaje en tren de la pareja y acabando con la despendolada fiesta en el vestíbulo de la pensión en que han sido acogidos.

Rodada en Pamplona durante las fiestas, de las que se incluyen varias secuencias reales, como las de los encierros, en las que los actores incluso llegan a participar realmente, se trata de un filme bastante curioso, pese a lo limitado de sus propósitos.
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