Burning
6.9
8,771
Drama. Intriga
Cuando hace una entrega, Jongsu (Yoo), un joven mensajero, se encuentra por casualidad con Haemi (Jun), una chica que vivía en su vecindario. La joven le pide que cuide a su gato durante su viaje a África. A su regreso, Haemi le presenta a Ben (Yeun), un joven misterioso y con dinero que conoció allí. Un día, Ben revela a Jongsu un extraño pasatiempo que tiene... Adaptación de una historia de Haruki Murakami. (FILMAFFINITY)
16 de diciembre de 2018
16 de diciembre de 2018
305 de 329 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta crítica habla de lo que yo he entendido, con esos matices que sólo percibes como parte de un todo, cuando acabas de ver la película, dado que leo otras críticas y veo que no se acercan a la historia que yo he visto.
Por ello, escribo en spoiler, para que SÓLO DESPUÉS DE VERLA, se puedan interpretar y recordar ciertos aspectos que redondean la película.
Quien lea este spoiler antes de ver la película se va a destrozar el visionado, pero quien lo lea después espero que contribuya a su valoración y disfrute.
Por ello, escribo en spoiler, para que SÓLO DESPUÉS DE VERLA, se puedan interpretar y recordar ciertos aspectos que redondean la película.
Quien lea este spoiler antes de ver la película se va a destrozar el visionado, pero quien lo lea después espero que contribuya a su valoración y disfrute.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- La chica sí existe. La conocen y hablan de ella la vecina, la familia que tiene un sencillo restaurante… NO es invento de la fantasía de la mente del escritor.
- La chica muestra sus pechos en dos ocasiones durante la película. Básico detalle para entender la película:
La primera vez, en su apartamento, con el joven rural, tiene el pecho totalmente plano, tanto con sujetador como sin él.
La segunda vez, durante la puesta de sol y con la música de Miles Davis (“Ascensor para el cadalso”) en una danza liberadora, muestra un pecho abultado, redondo, magnífico y recién operado. Incluso se percibe la forma de la silicona.
- La quema de invernaderos es una metáfora:
esos invernaderos feos, vacíos, solitarios y abandonados que hay por todo Seúl.
en cuanto les echas un poco de gasolina arden.
- Son las chicas solitarias, “feas” y abandonadas, por falta de autoestima o por recién acabada una relación anterior, las que conquista y luego quema el niño rico. Todas ellas usan baratijas, joyitas de mercadillo, sencillas, clase social baja….. no las echa nadie de menos….
- El joven rural comprueba que los invernaderos, para arder, no necesitan gasolina: son de plástico y éste arde inmediata y espectacularmente en cuanto se les acerca un mechero.
- El niño rico conquista a esas chicas vacías y abandonadas, echándoles un poco de gasolina, de interés, de curiosidad, de lujo…
- Es el niño rico el que se divierte jugando, maquillando a sus muñecas, modificando su forma de vestir (ambas chicas mejoran su estilo después de conocerle)
- Igualmente el niño rico se divierte con el joven de pueblo: sabe que éste le sigue y le persigue (le mira desde el gimnasio, le muestra el gato de la chica, sabiendo que puede retornar al apartamento de la chica, no le importa que éste lo vea limpio y arreglado, como su casa….). Entre ellos tienen una relación que no es de amistad sino casi de admiración o envidia el uno hacia el otro, recíproca. El niño rico una vez le dice al joven rural escritor que algún día le contará su vida, para que escriba un libro sobre ella…. Y durante toda la historia le está constantemente mezclando en su vida, para que entienda que es él quien la ha matado y, una vez que el joven rural le clava el cuchillo, le abraza y mira a los ojos…. Sabe que éste escribirá su historia y le hará eterno.
- El niño rico siente interés cuando lloran las personas porque él nunca ha llorado. No sabe si ha tenido momentos de tristeza porque las lágrimas son un indicio de ello y, sin embargo, él nunca ha llorado. Además se aburre y bosteza en cualquier reunión de amigos, se ríe cuando el otro chico le confiesa estar enamorado de su “juguete”….. no tiene empatía, no tiene sentimientos de tristeza ni de amor… es un psicópata.
- Las llamadas de teléfono a horas intempestivas y en las que no hablan las hace la madre que, finalmente se decide a hablar, cuando reconoce varias veces la voz de su hijo y una vez el exmarido está encarcelado (debe de haberse enterado por las noticias), al que no ve desde hace 16 años.
- Lo que no acabo de entender es el comportamiento de la madre... está distraída, atendiendo su móvil y riéndose con cada wasap…. después de tantas llamadas y de 16 años sin ver a su hijo no le hace ni caso... ¿le pide dinero?. No entiendo qué significado tiene ese personaje y relación –por si alguien quiere abrirme los ojos escribiéndome un correo a través de filmaffinity-
- Un Pigmalión que juega (su trabajo es un juego) con las chicas, las modela según sus gustos (operación de pecho de la primera, maquilla a la segunda) y se divierte con ellas hasta que se aburre y entonces las quema, las destruye, las volatiliza, tras dos o tres meses. También juega con su rural escritor, explicándole la historia de quemar invernaderos pero dejándose el mechero expresamente, haciendo que dé vueltas y verifique diariamente los alrededores de su casa, enseñándole su gato, su baño…. su cofre del tesoro….
- La chica muestra sus pechos en dos ocasiones durante la película. Básico detalle para entender la película:
La primera vez, en su apartamento, con el joven rural, tiene el pecho totalmente plano, tanto con sujetador como sin él.
La segunda vez, durante la puesta de sol y con la música de Miles Davis (“Ascensor para el cadalso”) en una danza liberadora, muestra un pecho abultado, redondo, magnífico y recién operado. Incluso se percibe la forma de la silicona.
- La quema de invernaderos es una metáfora:
esos invernaderos feos, vacíos, solitarios y abandonados que hay por todo Seúl.
en cuanto les echas un poco de gasolina arden.
- Son las chicas solitarias, “feas” y abandonadas, por falta de autoestima o por recién acabada una relación anterior, las que conquista y luego quema el niño rico. Todas ellas usan baratijas, joyitas de mercadillo, sencillas, clase social baja….. no las echa nadie de menos….
- El joven rural comprueba que los invernaderos, para arder, no necesitan gasolina: son de plástico y éste arde inmediata y espectacularmente en cuanto se les acerca un mechero.
- El niño rico conquista a esas chicas vacías y abandonadas, echándoles un poco de gasolina, de interés, de curiosidad, de lujo…
- Es el niño rico el que se divierte jugando, maquillando a sus muñecas, modificando su forma de vestir (ambas chicas mejoran su estilo después de conocerle)
- Igualmente el niño rico se divierte con el joven de pueblo: sabe que éste le sigue y le persigue (le mira desde el gimnasio, le muestra el gato de la chica, sabiendo que puede retornar al apartamento de la chica, no le importa que éste lo vea limpio y arreglado, como su casa….). Entre ellos tienen una relación que no es de amistad sino casi de admiración o envidia el uno hacia el otro, recíproca. El niño rico una vez le dice al joven rural escritor que algún día le contará su vida, para que escriba un libro sobre ella…. Y durante toda la historia le está constantemente mezclando en su vida, para que entienda que es él quien la ha matado y, una vez que el joven rural le clava el cuchillo, le abraza y mira a los ojos…. Sabe que éste escribirá su historia y le hará eterno.
- El niño rico siente interés cuando lloran las personas porque él nunca ha llorado. No sabe si ha tenido momentos de tristeza porque las lágrimas son un indicio de ello y, sin embargo, él nunca ha llorado. Además se aburre y bosteza en cualquier reunión de amigos, se ríe cuando el otro chico le confiesa estar enamorado de su “juguete”….. no tiene empatía, no tiene sentimientos de tristeza ni de amor… es un psicópata.
- Las llamadas de teléfono a horas intempestivas y en las que no hablan las hace la madre que, finalmente se decide a hablar, cuando reconoce varias veces la voz de su hijo y una vez el exmarido está encarcelado (debe de haberse enterado por las noticias), al que no ve desde hace 16 años.
- Lo que no acabo de entender es el comportamiento de la madre... está distraída, atendiendo su móvil y riéndose con cada wasap…. después de tantas llamadas y de 16 años sin ver a su hijo no le hace ni caso... ¿le pide dinero?. No entiendo qué significado tiene ese personaje y relación –por si alguien quiere abrirme los ojos escribiéndome un correo a través de filmaffinity-
- Un Pigmalión que juega (su trabajo es un juego) con las chicas, las modela según sus gustos (operación de pecho de la primera, maquilla a la segunda) y se divierte con ellas hasta que se aburre y entonces las quema, las destruye, las volatiliza, tras dos o tres meses. También juega con su rural escritor, explicándole la historia de quemar invernaderos pero dejándose el mechero expresamente, haciendo que dé vueltas y verifique diariamente los alrededores de su casa, enseñándole su gato, su baño…. su cofre del tesoro….
11 de diciembre de 2018
11 de diciembre de 2018
118 de 129 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la primera película de Lee Chang-Dong que visualizo. Y lo que me animo a verla fue descubrir que su argumento estaba basado en un relato de Haruki Murakami, uno de mis escritores favoritos. Además se debe contar con el añadido del maravilloso elenco protagonista. Dos de los mejores actores coreanos del panorama actual; Yoo Ah In y Yeun Steven.
Contando con todo esto me esperaba encontrarme una gran película y el resultado final no me ha decepcionado en lo absoluto.
Pero empecemos por el principio. El argumento.
Lee Chang-Dong nos presenta un hibrido entre drama romántico y thriller. La historia que se nos narra comienza con el encuentro casual entre dos viejos amigos de la infancia que han vuelto a reencontrarse de la forma más inesperada. Estos son Jongsu y Haemi. El primero es hijo de un ganadero que tiene problemas de ira y trabaja como mensajero y cuidando la granja de su padre. Pese a su origen humilde sueña con ser escritor y está inmerso en la redacción de su primera novela. Haemi a su vez también se ve obligada a aceptar trabajos que detesta para poder subsistir y pagarse un pequeño apartamento en el que vive con su gato Caldero, un misterioso animal que teme a los extraños y nunca se deja ver.
Durante sus primeros encuentros Haemi le pide a Jongsu que cuide a su gato mientras ella viaja a África. Aunque no se conocen mucho, en una de sus charlas Haemi le relata la existencia de una tribu donde se distinguen dos clases de personas. Se trata de los hambrientos y de los muy hambrientos. Los primeros tienen hambre, los segundos desean algo más. La curiosidad existencial, algo que solo existe para aquellos que nunca se llenan con nada. Ni físico ni material y que siempre andan deseosos de tomar un poco más de lo que anhelan.
A su regreso a Corea, Haemi trae consigo a un misterioso chico que ha conocido durante su viaje. Se llama Ben y a diferencia de ambos no ha crecido en una granja de mala muerte escuchando las consignas de Pyongyang y aislado de la corriente capitalista. Ben representa esa parte de la Corea occidentalizada y atrapada por las fauces del capitalismo. Mientras el triangulo amoroso se cuece a fuego lento, Ben decide confesarle a Jongsu su pasatiempo favorito; le encanta incendiar invernaderos.
A partir de esta escena empieza la verdadera película pero no somos conscientes de ello hasta más tarde cuando recordamos una conversación acaecida entre Jongsu y Haemi en uno de sus primeros encuentros.
Acompañada de una banda sonora espectacular y una fotografía sublime estamos ante una gran película que muestra muchísimo más de lo que se puede apreciar a simple vista y que lleva implícita en ella una gran denuncia social. La desigualdad económica de una Corea que se resquebraja, que no sabe donde están sus raíces. Que camina a la deriva entre la tradición y la modernidad, luchando por encontrar su propia identidad.
Contando con todo esto me esperaba encontrarme una gran película y el resultado final no me ha decepcionado en lo absoluto.
Pero empecemos por el principio. El argumento.
Lee Chang-Dong nos presenta un hibrido entre drama romántico y thriller. La historia que se nos narra comienza con el encuentro casual entre dos viejos amigos de la infancia que han vuelto a reencontrarse de la forma más inesperada. Estos son Jongsu y Haemi. El primero es hijo de un ganadero que tiene problemas de ira y trabaja como mensajero y cuidando la granja de su padre. Pese a su origen humilde sueña con ser escritor y está inmerso en la redacción de su primera novela. Haemi a su vez también se ve obligada a aceptar trabajos que detesta para poder subsistir y pagarse un pequeño apartamento en el que vive con su gato Caldero, un misterioso animal que teme a los extraños y nunca se deja ver.
Durante sus primeros encuentros Haemi le pide a Jongsu que cuide a su gato mientras ella viaja a África. Aunque no se conocen mucho, en una de sus charlas Haemi le relata la existencia de una tribu donde se distinguen dos clases de personas. Se trata de los hambrientos y de los muy hambrientos. Los primeros tienen hambre, los segundos desean algo más. La curiosidad existencial, algo que solo existe para aquellos que nunca se llenan con nada. Ni físico ni material y que siempre andan deseosos de tomar un poco más de lo que anhelan.
A su regreso a Corea, Haemi trae consigo a un misterioso chico que ha conocido durante su viaje. Se llama Ben y a diferencia de ambos no ha crecido en una granja de mala muerte escuchando las consignas de Pyongyang y aislado de la corriente capitalista. Ben representa esa parte de la Corea occidentalizada y atrapada por las fauces del capitalismo. Mientras el triangulo amoroso se cuece a fuego lento, Ben decide confesarle a Jongsu su pasatiempo favorito; le encanta incendiar invernaderos.
A partir de esta escena empieza la verdadera película pero no somos conscientes de ello hasta más tarde cuando recordamos una conversación acaecida entre Jongsu y Haemi en uno de sus primeros encuentros.
Acompañada de una banda sonora espectacular y una fotografía sublime estamos ante una gran película que muestra muchísimo más de lo que se puede apreciar a simple vista y que lleva implícita en ella una gran denuncia social. La desigualdad económica de una Corea que se resquebraja, que no sabe donde están sus raíces. Que camina a la deriva entre la tradición y la modernidad, luchando por encontrar su propia identidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena a la que me refería es esta.
Haemi está sentada en la mesa de un restaurante y le muestra a Jongsu como pelar una mandarina imaginaria. Según ella, el verdadero deleite que implica tal acto no se puede disfrutar si sigues siendo consciente de que la mandarina es imaginada. Solo cuando la comienzas a ver como algo real, solo en ese momento podrás disfrutar verdaderamente de ella y encontrarle un sentido al simple acto de devorarla.
Nos convertimos en esa mandarina pelada por Haemi pero esta vez dentro de los ojos de Jongsu. Porque cuando su amiga desaparece sin dejar rastro atrás, este decide sacar sus propias conjeturas.
Un gato que aparece de repente en el edificio de Ben y que responde al nombre de Caldero, un reloj que comparten todas las chicas que trabajan junto a Haemi y que este esconde en su apartamento, un invernadero incendiado que nunca se encontró y un pozo que quizá podría haber existido conjuran la chispa de la sospecha de Jongsu.
El chico de granja que un día soñó que le hablaba Faulkner.
Y como él, sacamos nuestras propias conjeturas con los escasos datos que tenemos.
Porque esta historia no es brillante por los hechos que relata, si no por lo que recrea en cada espectador que la visualiza.
Es cuando tomamos por posible lo dudoso cuando la convertimos en una gran historia. En una historia real.
De este modo, Jongsu elige creer que Ben es un asesino y acaba con su vida.
Ni nosotros ni el sabemos si es verdad o es mentira que asesino a Haemi pero hemos decidido que sea nuestro asesino y solo cuando tomamos esa decisión empezamos a disfrutar la película.
Jongsu empieza a escribir su novela, esta vez de verdad y mata a Ben dejando atrás un gran incendio.
Nunca sabremos si el deseo de matar nació en Ben o en Jongsu, quien era la víctima y quien el verdugo.
Si haemi sigue en el pozo o simplemente desapareció.
Pero hemos disfrutado conjurando la historia que creemos haber visto.
En este planteamiento reside la magia de la película.
Y es que la vida no es más que cuestión de perspectiva. Del lado del que sea.
Haemi está sentada en la mesa de un restaurante y le muestra a Jongsu como pelar una mandarina imaginaria. Según ella, el verdadero deleite que implica tal acto no se puede disfrutar si sigues siendo consciente de que la mandarina es imaginada. Solo cuando la comienzas a ver como algo real, solo en ese momento podrás disfrutar verdaderamente de ella y encontrarle un sentido al simple acto de devorarla.
Nos convertimos en esa mandarina pelada por Haemi pero esta vez dentro de los ojos de Jongsu. Porque cuando su amiga desaparece sin dejar rastro atrás, este decide sacar sus propias conjeturas.
Un gato que aparece de repente en el edificio de Ben y que responde al nombre de Caldero, un reloj que comparten todas las chicas que trabajan junto a Haemi y que este esconde en su apartamento, un invernadero incendiado que nunca se encontró y un pozo que quizá podría haber existido conjuran la chispa de la sospecha de Jongsu.
El chico de granja que un día soñó que le hablaba Faulkner.
Y como él, sacamos nuestras propias conjeturas con los escasos datos que tenemos.
Porque esta historia no es brillante por los hechos que relata, si no por lo que recrea en cada espectador que la visualiza.
Es cuando tomamos por posible lo dudoso cuando la convertimos en una gran historia. En una historia real.
De este modo, Jongsu elige creer que Ben es un asesino y acaba con su vida.
Ni nosotros ni el sabemos si es verdad o es mentira que asesino a Haemi pero hemos decidido que sea nuestro asesino y solo cuando tomamos esa decisión empezamos a disfrutar la película.
Jongsu empieza a escribir su novela, esta vez de verdad y mata a Ben dejando atrás un gran incendio.
Nunca sabremos si el deseo de matar nació en Ben o en Jongsu, quien era la víctima y quien el verdugo.
Si haemi sigue en el pozo o simplemente desapareció.
Pero hemos disfrutado conjurando la historia que creemos haber visto.
En este planteamiento reside la magia de la película.
Y es que la vida no es más que cuestión de perspectiva. Del lado del que sea.
25 de septiembre de 2018
25 de septiembre de 2018
76 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Burning” de Lee Chang- Dong fue una de las sensaciones del último Festival de Cine de Cannes donde se hizo con el premio FIPRESCI fruto de las alabanzas que consiguió por parte de la prensa. Se trata de una adaptación de un cuento del escritor Haruki Murakami, lo cual ya dice mucho pues con excepción de Tokio Blues las adaptaciones del japonés no han tenido una acogida muy importante en el mundo cinematográfico, por lo que “Burning” rompe la tendencia y de qué forma.
Chang- Dong crea un thriller diferente, que hasta cierto punto se le puede acusar de predecible con las pistas que va brindando, pero es la forma en que el coreano cuenta esta historia lo que hace de “Burning” un producto único. Se le puede atribuir su excelencia al gran trabajo atmosférico que el director consigue con la ayuda de su director de fotografía Kyung- pyo Hong (el mismo de “Snowpiecer” y “The Wailing”) el cual nos mantiene en una sensación de soledad y ahogo durante la mayor parte de la trama, sin embargo las imágenes también se elevan a un nivel casi poético donde lo cotidiano se transforma en una auténtica hipnosis visual, hay pequeñas sensaciones oníricas que dejan la espina de si lo que se está viendo en pantalla es la realidad, ficción o fantasía, quizá sea ambas cosas y es ahí donde me rindo ante la propuesta que es “Burning”.
El guion es un auténtico deleite, se toma su tiempo para ir presentando a los personajes, desarrollando poco a poco la historia y casi sin que uno se dé cuenta se encuentra metido en el laberinto de misterios que es “Burning”, donde además se da el lujo de crear pequeñas metáforas acerca de la economía actual en el ámbito laboral, en ese aspecto los protagonistas del relato funcionan como polos opuestos para proyectar la diferencia de clases sociales así como las oportunidades que se les van brindando a los jóvenes en el mundo, ejemplo claro está en Jognsu quien sueña con ser escritor, está escribiendo una novela, pero sólo consigue empleo en trabajos poco satisfactorios para él, en la trama se muestra el choque de clases cuando conoce a Ben, un joven de posición alta que puede aparentemente hacer de su vida lo que él quiera, desde tener un auto de lujo hasta viajar a África, y justo en medio esta Haemi, el más fascinante de los personajes, una chica de espíritu libre que se encuentra justo en medio de estos dos puntos.
“Burning” posee algunos de los mejores momentos del año, pero me quedo sobre todo con una secuencia poética donde Haemi se contrasta con el cielo, el atardecer mientras se libera del mundo físico y la fascinante banda sonora completando el cuadro. Probablemente la mejor escena del año.
Han pasado ya unos días desde que visualice “Burning” y las sensaciones ahí siguen, las ideas van cogiendo fuerza y tamaño, confirmando que se trata de una película muy especial que ira creciendo con el tiempo y los visionados. Una nueva demostración de que actualmente nadie hace cine como los coreanos.
Chang- Dong crea un thriller diferente, que hasta cierto punto se le puede acusar de predecible con las pistas que va brindando, pero es la forma en que el coreano cuenta esta historia lo que hace de “Burning” un producto único. Se le puede atribuir su excelencia al gran trabajo atmosférico que el director consigue con la ayuda de su director de fotografía Kyung- pyo Hong (el mismo de “Snowpiecer” y “The Wailing”) el cual nos mantiene en una sensación de soledad y ahogo durante la mayor parte de la trama, sin embargo las imágenes también se elevan a un nivel casi poético donde lo cotidiano se transforma en una auténtica hipnosis visual, hay pequeñas sensaciones oníricas que dejan la espina de si lo que se está viendo en pantalla es la realidad, ficción o fantasía, quizá sea ambas cosas y es ahí donde me rindo ante la propuesta que es “Burning”.
El guion es un auténtico deleite, se toma su tiempo para ir presentando a los personajes, desarrollando poco a poco la historia y casi sin que uno se dé cuenta se encuentra metido en el laberinto de misterios que es “Burning”, donde además se da el lujo de crear pequeñas metáforas acerca de la economía actual en el ámbito laboral, en ese aspecto los protagonistas del relato funcionan como polos opuestos para proyectar la diferencia de clases sociales así como las oportunidades que se les van brindando a los jóvenes en el mundo, ejemplo claro está en Jognsu quien sueña con ser escritor, está escribiendo una novela, pero sólo consigue empleo en trabajos poco satisfactorios para él, en la trama se muestra el choque de clases cuando conoce a Ben, un joven de posición alta que puede aparentemente hacer de su vida lo que él quiera, desde tener un auto de lujo hasta viajar a África, y justo en medio esta Haemi, el más fascinante de los personajes, una chica de espíritu libre que se encuentra justo en medio de estos dos puntos.
“Burning” posee algunos de los mejores momentos del año, pero me quedo sobre todo con una secuencia poética donde Haemi se contrasta con el cielo, el atardecer mientras se libera del mundo físico y la fascinante banda sonora completando el cuadro. Probablemente la mejor escena del año.
Han pasado ya unos días desde que visualice “Burning” y las sensaciones ahí siguen, las ideas van cogiendo fuerza y tamaño, confirmando que se trata de una película muy especial que ira creciendo con el tiempo y los visionados. Una nueva demostración de que actualmente nadie hace cine como los coreanos.
8 de octubre de 2018
8 de octubre de 2018
52 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Burning narra un rencuentro entre dos jóvenes del mismo pueblo años después en Seúl. Jongsu y Haemi vuelven a descubrirse el uno al otro hasta el día en que Haemi decide irse a África. A su vuelta, la joven viene acompañada de Ben, un coreano rico que ha conocido en pleno viaje. El tríangulo amoroso se mantiene hasta que un día, los tres juntos, Ben revela a Jonsu su extraño pasatiempo: quemar invernaderos.
La película se basa en un relato de Murakami que Lee Chang Dong ha adaptado libremente. Lo fascinante de Burning es cómo la revelación de Ben cambia por completo la narración de la cinta. Lo que hasta ese preciso momento era un drama amoroso va mutando de manera imperceptible al thriller, dándonos además cuenta bastante tarde. Desde luego que alguien confiese su afición a quemar invernaderos es motivo de perplejidad, pero si además tal afirmación la hace alguien que se pavonea con su discurso de dobles sentidos y que además cuenta con una descarada predisposición a ocultar aspectos banales de su vida, son motivos más que suficientes para inquietarse.
Ben y Jongsu cara a cara. Dos Coreas distintas en la parte sur de una Corea ya fragmentada. El mundo rural contra el urbano, las granjas desde las que se oye las proclamas propagandísticas de Pyongyang contra el mundo de negocios en contacto con el capitalismo global. Un niño rico de ciudad que se divierte quemando el paisaje en el que crecieron niños como Jongsu, la globalización destruyendo la tradición.
La película se basa en un relato de Murakami que Lee Chang Dong ha adaptado libremente. Lo fascinante de Burning es cómo la revelación de Ben cambia por completo la narración de la cinta. Lo que hasta ese preciso momento era un drama amoroso va mutando de manera imperceptible al thriller, dándonos además cuenta bastante tarde. Desde luego que alguien confiese su afición a quemar invernaderos es motivo de perplejidad, pero si además tal afirmación la hace alguien que se pavonea con su discurso de dobles sentidos y que además cuenta con una descarada predisposición a ocultar aspectos banales de su vida, son motivos más que suficientes para inquietarse.
Ben y Jongsu cara a cara. Dos Coreas distintas en la parte sur de una Corea ya fragmentada. El mundo rural contra el urbano, las granjas desde las que se oye las proclamas propagandísticas de Pyongyang contra el mundo de negocios en contacto con el capitalismo global. Un niño rico de ciudad que se divierte quemando el paisaje en el que crecieron niños como Jongsu, la globalización destruyendo la tradición.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ambos hombres se hacen frente en el momento clave del relato: Haimi desaparece sin avisar. Ben dice a Jongsu, de hecho, que se ha evaporado. Jongsu sabe que su investigación tanto puede ser falsa como cierta ¿Haimi ha querido desaparecer o le ha ocurrido algo? Jongsu va encontrando indicios que no puede confirmar: un reloj que todas las modelos de la empresa de Haimi llevan, un gato que no se sabe si es de Haimi o no, el pozo del pueblo que algunos vecinos recuerdan y otros no, los viejos invernaderos alrededor, intactos, un viaje a un embalse... Todo o nada puede ser cierto.
Ya en su primera cita Haimi nos daba la pista definitiva para resolver el misterio: cuando hacemos el gesto de comer una mandarina invisible, no hay que pensar que la mandarina no es real, sino olvidar que es imaginada. Pero también había explicado a Jongsu que en su viaje por África aprendió que una tribu distingue entre el concepto de hambre pequeña, para las ganas de comer y hambre grande, para la curiosidad existencial. Todo lo que ocurre tras la desaparición de la chica será por tanto consecuencia del hambre grande de Jongsu.
Los elementos que Lee Chang Dong va introduciendo para constituír el thriller aparecen sin que seamos conscientes de su importancia, y pese a todo, la dirección del coreano hace que seamos capaces de dejarnos llevar. Renunciar al ritmo trepidante del género nos hace seguir el relato como si desconectásemos, como si flotásemos, en esas largas escenas de ligeros movimientos de cámara, fascinantes, que juegan con la luz mientras los minutos avanzan. Remarcable por su aparente simpleza la maravillosa escena en la que los tres personajes se encuentran en casa de Jongsu, con un atardecer interminable de fondo, un baile en topless de Ascensor para el cadalso y el ya mencionado tenebroso momento de la revelación entre la penumbra de los últimos rayos del sol. Una escena que al parecer tardó meses en ser terminada para poder pulirla de forma tan sutil que el resultado habla por sí solo.
hommecinema.blogspot.fr
Ya en su primera cita Haimi nos daba la pista definitiva para resolver el misterio: cuando hacemos el gesto de comer una mandarina invisible, no hay que pensar que la mandarina no es real, sino olvidar que es imaginada. Pero también había explicado a Jongsu que en su viaje por África aprendió que una tribu distingue entre el concepto de hambre pequeña, para las ganas de comer y hambre grande, para la curiosidad existencial. Todo lo que ocurre tras la desaparición de la chica será por tanto consecuencia del hambre grande de Jongsu.
Los elementos que Lee Chang Dong va introduciendo para constituír el thriller aparecen sin que seamos conscientes de su importancia, y pese a todo, la dirección del coreano hace que seamos capaces de dejarnos llevar. Renunciar al ritmo trepidante del género nos hace seguir el relato como si desconectásemos, como si flotásemos, en esas largas escenas de ligeros movimientos de cámara, fascinantes, que juegan con la luz mientras los minutos avanzan. Remarcable por su aparente simpleza la maravillosa escena en la que los tres personajes se encuentran en casa de Jongsu, con un atardecer interminable de fondo, un baile en topless de Ascensor para el cadalso y el ya mencionado tenebroso momento de la revelación entre la penumbra de los últimos rayos del sol. Una escena que al parecer tardó meses en ser terminada para poder pulirla de forma tan sutil que el resultado habla por sí solo.
hommecinema.blogspot.fr
6 de agosto de 2018
6 de agosto de 2018
34 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Burning empieza y termina con dos planos largos, uno en plena ciudad y otro en la cuneta de una carretera. Y entre ambos momentos, Chang-Dong introduce la mejor escena de la película, probablemente la secuencia más bella del año, en toma única: el baile de Haemi, el vértice femenino del triángulo, bañado por la luz anaranjada del atardecer mientras una bandera de Corea del sur, apunte aparentemente vanal pero preñado de significado, ondea a capricho. Pura geometría. Porque, aunque a veces parece una película errática, Burning es un thriller de una precisión envidiable, calculado al milímetro para que el espectador entienda a cada instante lo justo y necesario, sin posibilidad de avanzarse a la trama y, por lo tanto, a merced de los quiebros enrarecidos del director.
Chang-Dong, que fue Ministro de Cultura de su país, no duda en atacar el sistema establecido y las bases sociales de Corea en una historia que tiene mil y una ramificaciones, también símbolos poderosos cual Lynch onírico. El interés de la trama no reside tanto en la literalidad de su argumento como en su atmósfera, entre reconocible y extraña. Burning se pliega hasta tal punto que llega a cuestionarse a sí misma: aunque avistemos las más de dos horas de relato desde los ojos de Jongsu, un aspirante a escritor con poca suerte, la mano maestra de su director consigue que al final nos distanciemos de Jongsu y nos cuestionemos todas sus acciones. Y con ellas, la película entera. O mejor: su misterio, que pivota sobre la eterna diferencia de clases. Burning, vaya, tarda en prender llama, pero incendia, y de qué manera.
Burning, en resumen, no sorprende tanto por lo que cuenta como por lo que deja intuir. Convencen más sus dudas que sus certezas. Chang-Dong encuentra la poesía en sus imágenes precisamente porque no la busca: como narrador se guarda varios ases en la manga, pero nunca fuerza los mecanismos de la historia para epatar al personal con uno u otro giro, ya que todo el conjunto se intuye coherente, orgánico; y formalmente es un artista sin dobleces, muy austero, fiel creyente de que menos es más. En un Festival de Cannes cuya sección oficial ha incluído varias ficciones con desapariciones de por medio, Burning destaca como una de las más obsesivas y obsesionantes. Y como Chang-Dong nos deja el desasosiego en la mente y el susto en el cuerpo, no nos quedará otra que ver el film una y otra vez hasta convertirlo en lo que ya es: una de las películas más importantes de la contemporaneidad.
@CinoscaRarities, http://cachecine.blogspot.com
Chang-Dong, que fue Ministro de Cultura de su país, no duda en atacar el sistema establecido y las bases sociales de Corea en una historia que tiene mil y una ramificaciones, también símbolos poderosos cual Lynch onírico. El interés de la trama no reside tanto en la literalidad de su argumento como en su atmósfera, entre reconocible y extraña. Burning se pliega hasta tal punto que llega a cuestionarse a sí misma: aunque avistemos las más de dos horas de relato desde los ojos de Jongsu, un aspirante a escritor con poca suerte, la mano maestra de su director consigue que al final nos distanciemos de Jongsu y nos cuestionemos todas sus acciones. Y con ellas, la película entera. O mejor: su misterio, que pivota sobre la eterna diferencia de clases. Burning, vaya, tarda en prender llama, pero incendia, y de qué manera.
Burning, en resumen, no sorprende tanto por lo que cuenta como por lo que deja intuir. Convencen más sus dudas que sus certezas. Chang-Dong encuentra la poesía en sus imágenes precisamente porque no la busca: como narrador se guarda varios ases en la manga, pero nunca fuerza los mecanismos de la historia para epatar al personal con uno u otro giro, ya que todo el conjunto se intuye coherente, orgánico; y formalmente es un artista sin dobleces, muy austero, fiel creyente de que menos es más. En un Festival de Cannes cuya sección oficial ha incluído varias ficciones con desapariciones de por medio, Burning destaca como una de las más obsesivas y obsesionantes. Y como Chang-Dong nos deja el desasosiego en la mente y el susto en el cuerpo, no nos quedará otra que ver el film una y otra vez hasta convertirlo en lo que ya es: una de las películas más importantes de la contemporaneidad.
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