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El precio de la fama

Comedia A finales de los 70, en Vevey, una pequeña ciudad suiza, Eddy Ricaart sale de prisión y se aloja en casa de su amigo Osman. A cambio del alojamiento, Eddy se ocupará de cuidar a su hija de siete años mientras la mujer de Osman se somete a una revisión en el hospital. La víspera de Navidad se agudizan los problemas económicos de la familia; por eso, cuando la televisión anuncia la muerte del mítico Charlie Chaplin, a Eddy se le ocurre ... [+]
Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
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5
8 de octubre de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo el formato de una comedia dramática -más esto último que lo primero- el realizador francés Xavier Beauvois (a quién recordarán por su estupenda ‘De dioses y hombres’ en 2010 y quien dirige nuevos proyectos cada cuatro/cinco años) nos presenta su último trabajo llamado ‘El precio de la fama’.

‘El precio de la fama’ es una pequeña película francesa que narra la rocambolesca pero real historia transcurrida en 1977/78 donde un par de amigos deciden robar el ataúd con el cadáver del recién fallecido Charles Chaplin para pedir un rescate a la familia.

Son los años 70 y Eddy Ricaart (interpretado por el prolífico actor belga Benoït Poelvoorde) acaba de salir de la cárcel por robo. Allí a la salida le espera su buen amigo Osman (Roschdy Zem), quién a pesar de saber que no es una buena influencia para él se encuentra en deuda por un asunto del pasado. Osman acoge a Eddy a cambio de que éste se ocupe de su hija de siete años mientras él trabaja y cuida a su mujer en el hospital. Todo transcurre con normalidad hasta que los hábitos de Eddy empiezan a ganar espacio y le ofrece a Osman una extraña propuesta para salir de la triste situación económica en la que se encuentran: robar el cuerpo de Chaplin y pedir a la familia una compensación económica a cambio de su devolución.

La película va de menos a más y toma interés una vez pasan de la anodina y frugal vida diaria en Vevey (Suiza) a la aventura del secuestro del cuerpo de Chaplin. Filmada con austeridad la película de Beauvois refuerza excesivamente su visionado a través del apoyo musical de las piezas del mítico y muy veterano Michel Legrand (triple ganador del Óscar que ha compuesto para más de 200 películas y que, como curiosidad, compuso la banda sonora de las series animadas de televisión ‘Érase una vez… la vida’ y ‘Érase una vez…el espacio’), piezas musicales que se tornan redundantes -entre otras cosas- por la mala utilización que hace de ellas Xavier Beauvois. El film, dentro de sus limitaciones, presenta varios alicientes que pueden hacer de ella una interesante opción en cartelera: el principal radica en el homenaje claro que supone a la figura de Charles Chaplin, no solo por la propia temática y el robo de su féretro, sino también por los constantes guiños que se muestran en el guion realizado por Etienne Comar y que se aprecian en detalles como la gestualización del personaje de Eddy, sus andares y la evidente labor cómica en el desenlace del film. Además en el reparto del film nos encontraremos con la presencia de Dolores Chaplin (nieta de Charles) y Eugéne Chaplin (quinto hijo del genuino artista), con Chiara Mastroianni (un clon de su padre Marcello) y también con el curioso personaje interpretado por un bilingüe Peter Coyote (mantiene diálogos en ambos idiomas, de ahí la idoneidad de visionarla en versión original).

Un film que profundiza sobre la dignidad humana, la pobreza y la amistad que puede quedar un tanto deslucido por la intencionada aspereza de su propuesta.

Lo mejor: Conocer el hecho sucedido para quien no lo conociera. El juego de palabras con los films de Chaplin en su desenlace.
Lo peor: Se trata de un film con poco lustre y al que le cuesta arrancar.

Valoración:
Banda sonora: 6
Fotografía: 5
Interpretación: 6
Dirección: 5
Guion: 4
Satisfacción: 4,5
NOTA FINAL: 5,1

@hilodeseda - www.habladecine.com
3
5 de octubre de 2015 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la primera vez que el cine relata la historia de dos parias que se encuentran en una situación desesperada y que acuden a métodos ilegales y locos para salir del charco. Sin embargo sería injusto no concederle cierta originalidad, y frescor, a esta historia que discurre alrededor de un gran lago en suiza.

Xavier Beauvois es un conocido director francés. Se podría decir que su carrera llegó a la cima hace 5 años, ya que 'Dioses y hombres' le hizo ganar Cannes. Es posible que el hacerse con un premio de tan alta reputación culminara un periodo de esfuerzo creativo, dejando paso a un momento menos inspirado en el que Beauvois quizás simplemente ha hecho algo que tenía ganas de hacer.
Y es que queda claro que al menos en lo que respecta a la crítica, la película no va a cosechar un gran éxito. Sin embargo, ¿por qué no hacerlo? Rodar 'El precio de la fama', que por cierto tiene un título que no resulta demasiado esclarecedor, implica hacer una comedia amable y muy digestiva que, quién sabe, quizás le acerque aún más a un público que generalmente acoge de buena gana las “feelgood” movies.

No hay duda, la presente es una feelgood movie en toda regla, una cinta que pese a todo no consigue ser demasiado graciosa, pero que gracias a su ritmo, y sobre todo a unas buenas actuaciones hace pasar el tiempo sin que a nadie le dé por mirar el reloj. Los personajes son verosímiles, y tienen esa pizca de misterio que suelen tener los buenos personajes; éstos se encaran en una serie de encuentros, desencuentros, y en general unos diálogos ágiles.

Es un cine muy sencillo, sin grandes trucos. Un cine que gira alrededor de su reparto, del que bebe y respira y al que debe un filme, que de otra manera sí que hubiera revuelto en su tumba a Chaplin, pero esta vez en la realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Pero de qué habla esta historia? Pues bien, Osman y Eddy son dos viejos amigos que llevan años sin verse ya que Eddy ha pasado un tiempo en la cárcel: el filme comienza mostrando a un Eddy que sale de la cárcel (un Benoit Poelvoorde inspirado y cómodo en su papel) y es recibido por Osman (Roschdy Zem), que lo acoge en su casa motivado por una vieja lealtad que no puede ignorar. Una casa que no rebosa por otro lado de lujos precisamente: es una especie de chabola en la que Osman vive con su hija, mientras su mujer adolece en el hospital de una dolencia en las piernas. Éste trágico hecho es el elemento catalizador del filme ya que Osman termina incurriendo en un gasto al que de ninguna manera puede hacer frente.

¿Y que hay de divertido en todo esto? Hay que decir que el personaje que construye la comedia es Eddy, que tiene una personalidad arrolladora, todo él naturalidad, ganas de agradar, y una curiosa inocencia de entrañable ladronzuelo que no se quiere resignar. Su rebeldía termina por encontrar gasolina en el drama de su amigo Osman, que le sirve de estímulo para fraguar un loco plan: robar el ataúd del recientemente fallecido Charlie Chaplin y pedir un rescate por él.
4 de octubre de 2015
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es lugar común hablar del amor platónico como algo situado en las antípodas del amor carnal. Nada más lejos de la realidad: Platón consideraba el amor físico como una vicisitud más de la experiencia humana e incluso el primero de los tres grandes estadios en la persecución de la inmortalidad, pues de la fecundación biológica se consigue una suerte de eternidad gracias a algo que entonces no conocía el filósofo ateniense y que hoy denominados ADN, ácido desoxirribonucleico, que es un término científico en el que seguro que aparece un étimo griego, como en el sufijo “-ico”.

Así lo afirmó Platón (lo de la inmortalidad por la procreación, no lo del sufijo del posterior ADN, que como hemos comentado no se conocía aún en la Atenas clásica) en el diálogo El banquete, o Del amor, si bien ya hemos adelantado que ello se situaba en la posición más baja de su particular ranking de inmortalidades, siendo el siguiente la perennidad por la fama, que es el tema central de esta reseña, en palabras que pone en boca de Diotima: “No lo dudes, Sócrates, y si ahora quieres reflexionar un poco acerca de la ambición de los hombres, te parecerá poco de acuerdo con estos principios, a menos que no pienses en lo muy poseídos que están los hombres de crearse un nombre y de adquirir una gloria inmortal en la posteridad, y que este deseo, más aún que el amor paternal, es lo que los lleva a afrontar todos los peligros, sacrificar su fortuna, soportar todas las fatigas y hasta perder la vida”.

Ejemplifica luego Diotima su afirmación con los casos de Alcestis o Aquiles, cuya fama procede de episodios sangrientos, por lo que no gozan aún que es la inmortalidad del espíritu. Continuamos con Diotima: “Los que son fecundos según el cuerpo, aman a las mujeres y se dirigen con preferencia a ellas, creyendo asegurarse por la procreación de hijos la inmortalidad, la perpetuidad de su nombre y la felicidad en el transcurso de los tiempos. Pero los que son fecundos por el espíritu..., porque hay quienes son mucho más fecundos del espíritu que del cuerpo para las cosas que el espíritu es llamado a producir. ¿Qué cosas son éstas que el espíritu es llamado a producir? La sabiduría y las otras virtudes nacidas de los poetas y de todos los artistas dotados del genio de la inventiva”.

Amor al conocimiento, que es la transcripción directa de la palabra "filosofía", y como consecuencia de ello, inmortalidad por la sabiduría, o la creatividad.

Ésa es la eternidad de que goza Charles Chaplin y las migajas que pretendieron Eddy y Osman cuando robaron en marzo de 1978 el ataúd de Charlot, que es lo que recrea Xabier Beauvois en El precio de la fama (2014). Sin embargo, como afirma María Luisa Arcos, ambos personajillos se nos hacen entrañables por la simplicidad de sus aspiraciones y por sus planteamientos básicos: supervivencia física, en definitiva.

Y es que hay mendigos, dicho sea con la mayor ternura posible, que saben que la menesterosidad no es su lugar en esta vida. Hay otros que no, lamentablemente un colectivo bastante amplio, hay que otros que asumen que su rol es derramar lágrimas en el valle de lágrimas. Vivir batiendo penas, que provoca actitudes acomplejadas. No voy a hacer la exégesis de la indigencia, evidentemente, pero lo que Beauvois ofrece en su película son unos sin techo (viven en caravanas sin coche) que no se lamentan. No se trata de mantener actitudes desafiantes, ni tampoco una cuestión de pobreza digna, sino algo mucho más sencillo: la certeza de que su situación no es la que les corresponde y que la viven como una dura prueba que han de superar. No hay desgarro, ni rencor, sino la sensación de jugar la partida con las cartas que tienen, que no es poco y además nos recuerda al hombrecillo chapliniano en casi todas sus películas y muy especialmente en La quimera del oro (1925).

De las vicisitudes del robo del ataúd en sí, no hace falta detenerse demasiado, porque realmente son bastante patéticas. Mucho más importante se me antoja el inmenso homenaje que esta película constituye hacia el genial cineasta inglés. Guiños muy claros a La quimera del oro, como acabamos de comentar y a Candilejas (1952), cuya banda sonora llena la pantalla en los momentos más intensos del filme, también en la propia estética del largometraje de Beauvois: luces de vodevil en el de Charlie Chaplin, mitificación del circo en El precio de la fama. No en vano, el protagonista de Candilejas es un viejo payaso que salva la vida de una joven y la enseña todo lo que sabe sobre el teatro, y en el largometraje que nos ocupa, Eddy reconduce su vida empezando a trabajar como payaso.

La música, pues, la banda sonora, como gran protagonista de una película en la que Beauvois permite un momento de gloria a los grandes olvidados de la sociedad. Muy curioso el detalle de que en una ocasión el volumen de la música sube tanto, que ya no se oyen las voces de Eddy y Osman, por lo que asistimos a un diálogo propio del cine mudo, valga la paradoja, por si los homenajes al artista londinense no fueran ya demasiado evidentes en El precio de la fama.

Sin embargo, dentro de esas reflexiones no podemos olvidar que Charlie Chaplin, en particular, y la Paramount, en general, perdieron dos pleitos contra José Padilla, el compositor español de “La violetera”, que se utilizó en Luces de la ciudad (1931) sin el conocimiento previo de su autor, ni mencionarle en los créditos, lo que también roza el patetismo.

Pero finaliza El precio de la fama y el espectador en su butaca, en plena apoteosis de la banda sonora de Candilejas, que obtuvo el Oscar a la Mejor banda sonora, siente algo muy similar a las escenas finales de Cinema Paradiso (1988). Sensación de limpieza: otro mundo es posible o el cine como gran dinamizador de los sentimientos más bellos. Con ese mensaje me quedo.
5
3 de febrero de 2016 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El precio de la fama” de Xavier Beauvois ( en su película “De dioses y hombres” profundizaba en la valentía de unos abades del Magreb ante la posibilidad de que los pelaran a tiros unos terroristas. La cinta genera tensión mientras dura la proyección, del aplomo que sostienen los religiosos frente a su muerte segura) es una comedia dramática. La comedia está reflejada en lo gilipollas que llegan ser la pareja de tíos cuando quieren perpetrar un secuestro. El drama social viene de la mano de las condiciones en que se encuentra esa familia que no tiene donde caerse muerto y por si faltara poco se les añade un amigo recién salido de la cárcel.

cinefiloninoindi
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No se sabe muy bien por qué estaba allí, pero en cuanto le vemos robar un coche ya sabemos sus andanzas pasadas. Las condiciones de vida en ese estado están bajo mínimas, no se tiene ni para adornos navideños y menos para comprar una tele, aunque no se sabe cómo, ya aparecen cargados con ella por la puerta. Allí ven las noticias y una de ellas les va a salvar la vida. Una idea brillante secuestrar a Crarlot que se acaba de morir. La idea no acarrea ningún riesgo: se desentierra del lugar establecido por la familia y se vuelve a enterrar en un lugar donde solo lo sepan los secuestradores. Primero se inspecciona la zona como si de un atraca a un banco se tratara: ni vigilantes, ni policías, ni personal de por medio, solo campos y campos donde se indique una señal para colocar el fiambre. Por lo tanto, el riesgo es cero, no se puede morir el rehén más de lo que ya está, y menos el coñazo de tener que alimentarlo mientras esté secuestrado. Es un plan fácil de perpetrar, sin riesgos. El dúo atracador no está muy de acuerdo, pero ante las miserias de los humildes que están condenados a ser pobres de generación en generación, por mucho que la hija quiera unos estudios universitarios que no va a poder dárselos y si la hija les pide estudios de veterinaria les dice que puede como mucho trabajar en el zoo, echándoles de comer a las fieras. Esto se lo venden como si fuera casi lo mismo. En todo momento se quiere comparar la miseria de los personajes con las historias de Chaplin. Así, por ejemplo, el amigo compra una chuchería a la niña que se la zampa en un tris sin compasión para darle las migajas. Esto podría ser propio de una viñeta del mismo cómico, si le cambiamos el careto al personaje y le colocamos el dombín, el vigotillo y el garrote ya lo tenemos. Las referencias son constantes: así como la navidad con dos velas miserables y cuatro viandas escasas; por otro lado, una operación de la mujer que no pueden pagar. La miseria social va de la mano con la miseria de los personajes de las películas de Charlot: unas en blanco y negro, mudas, las otras en color y presumiblemente reales. Todo ello, aderezado con la música de Candilejas ( entre candilejas yo te ame…). En definitiva, la ficción de unos personajes marginales están al mismo nivel precario que los personajes de la película. Desde otra vertiente se quiere contraponer los dos extremos sociales: se aprecia el contraste, por un lado, entre las imágenes de la casa de los miserables ladrones de cadáveres y, por el otro, la mansión de los descendientes del famoso actor. Por lo tanto, las múltiples parodias tan criticadas por el mítico actor, por ejemplo en “Tiempos modernos” donde se mofa del el sistema de trabajo en cadena como si fuera una esclavitud esto de pasarse durante ocho horas enroscando una tuerca una detrás de otra sin parar, se ven ahora contrastadas y parodiadas con la realidad de la vida.
5
2 de abril de 2016 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que nada aprovecho para enmendar un error. En mi comentario sobre el anterior trabajo de Xavier Beauvois "De dioses y hombres" (2010), le adjudiqué la autoría de "Villa Amalia" (2010) cuyo director fue su compatriota Benoit Jacquot. Y dicho esto...
Hasta el título no está muy acertado en esta comedia agridulce o lo que sea con la que Beauvois da un giro a su linea netamente dramática. Su falta de tono crea un desequilibrio notable que a lo largo de un desmedido metraje y con una BSO extemporánea y pretenciosa nunca es capaz de corregir.
Se esfuerzan sus actores de forma loable en dar algo de sentido a la deriva de un guión simplón y lineal con niña, basado en un hecho real que hubiera dado para algo más que un patético homenaje a Chaplin y su encuentro póstumo con otros dos vagabundos sociales a los que acaba por ayudar como si fuera otra de sus comedias de dos rollos para la Mutual. Y que me perdone el genio allá donde esté por la comparación.
El tiempo se le va a Beauvois entre desentierros y entierros, números de payasos y cabinas telefónicas, estirando las escenas dispersas y deslavazadas a falta de otra cosa que contar.
El grupo de mecánicos polacos que secuestró el cadáver de Chaplin transcurridos apenas dos meses de su fallecimiento es sustituido por un galo y un argelino bienintencionados chapuzas en el oficio de delinquir, con los que debemos empatizar sí o sí. La productora se llama "Por qué no". Y uno no tiene más remedio que preguntarse "Por qué sí".
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