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El circo

Comedia Último film mudo de Chaplin. El vagabundo Charlot viaja con un circo ambulante y se enamora de una mujer jinete que está enamorada de un musculoso trapecista. Mientras tanto, le suceden mil y una peripecias. (FILMAFFINITY)
Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
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10
11 de enero de 2007
97 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
«¡Entren! ¡Pasen y vean el gran circo a ochocientas pistas! ¡El mejor circo del mundo! (Todos dicen lo mismo.) ¡Elefantes, caballos, cocodrilos, "ligres", gamusinos... y tiburones blancos, sí, también hay tiburones blancos! (¡Venga, hala, por inventar que no quede!)»

Bienvenidos, en serio, a las bambalinas reales del circo. Vistas desde la lente cómica deformante chaplinesca, pues su cine también es un espectáculo, pero sin perder la sinceridad. Porque Charlie habla de lo que conoce, y sabe que hasta –o especialmente– los payasos sufren mucho, y que se pasan malas rachas, y que se puede poner buena cara ante todo, porque las duras situaciones de hoy pueden tener su gracia mañana. Y eso mismo es lo que le pasa al vagabundo, que de la noche al día se convierte en la estrella de un pequeño circo ambulante y del día a la noche pierde ese estatus con la llegada de un nuevo funámbulo.

Contiene cuatro o cinco de los mejores gags del genio, y eso es muchísima tela. Aunque alguien no comparta mi idolatría por esta película, entenderá perfectamente el porqué de mi nota cuando le diga que una de mis diez maneras preferidas de morir sería de asfixia –por las carcajadas– durante la escena del Charlot equilibrista. Estuve a puntito de hacerlo.

(En el spoiler hay una recopilación de curiosidades relacionadas con esta película. No se desvela nada importante del argumento.)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Curiosidades:

• Verdadera última película muda de Chaplin –tanto "Luces de la ciudad" como "Tiempos modernos" ya se distribuyeron con banda integrada de sonido en el celuloide que contenía música y otros efectos sincronizados con la imagen–.

• Chaplin practicó durante varias semanas para poder rodar la escena final de la cuerda floja. No usó dobles, fue él mismo el que se subió al alambre, que en ocasiones llegó a estar situado a 12 metros de altura. Sin embargo, durante la edición se deterioró el negativo y tuvo que volver a grabarse la escena. Según el propio Chaplin, la primera versión era más graciosa que la que finalmente hemos podido ver. (¡Qué jodío; si casi me muero de la risa con ésta, no quiero ni pensar lo que me habría pasado con la otra!)

• Esta película, y la vida de Charlie en general, están íntimamente ligadas a la historia de los Oscar.
El rodaje de "El circo" se vio interrumpido al coincidir con una de las etapas más difíciles en la vida del director: el divorcio de su segunda mujer, Lita Grey, en 1927. La boda había sido de penalti dos años antes. Anteriormente ya se habían hecho públicas algunas aventuras sentimentales con jovencitas, e incluso arrastraba otro matrimonio de trayectoria similar a la de éste; pero ninguno de esos escándalos, aun habiéndole traído muchos problemas –el rodaje de "El chico" también peligró debido al primero de sus divorcios–, alcanzó tanta repercusión como éste. Los sectores puritanos de la sociedad se le echaron encima y la familia Grey, que era una clara muestra de clan carroñero, le interpuso una demanda que le dejó con los bolsillos tiritando y el prestigio por los suelos.
Los premios de la Academia fueron creados en 1928, y su primera ceremonia tuvo lugar el 16 de mayo de 1929. A pesar de estar nominado al mejor actor y al mejor director por este trabajo, se decidió concederle un premio Honorífico fuera de concurso, un tanto rebuscado y con la finalidad de limpiar públicamente su nombre, pero infinitamente merecido, por «el genio y la versatilidad demostrados al interpretar, escribir, dirigir y producir "El circo"».
Todo esto fue antes de que se le persiguiera con motivo de la "caza de brujas". Eso sería otra historia.
Hay gente que todavía sigue pensando que ésta ha sido la única película de Chaplin que ha ganado algún Oscar. Esto es falso y hay una historia curiosa al respecto: en 1973 le concedieron el Oscar a la mejor banda sonora original a "Candilejas", que tenía una producción fechada 20 años antes, aprovechándose de la condición de estos premios por la que sólo se pueden entregar a películas estrenadas en los Ángeles en el último año. Evidentemente, "El circo" fue estrenada en esa ciudad por primera vez en 1972.
9
30 de octubre de 2007
45 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que mañana por la noche me voy a disfrazar de Charlot, porque Charles Chaplin es un Monstruo, compañeros. Es un monstruo en esto del mundo del cine. En eso que se llama escribir guiones milimétricos de historias entrañables donde risa y lágrimas se funden con ternura. Es un monstruo de esos de la interpretación que haga lo que haga siempre me convence y enternece, de aquellos que dirigen con maestría a cualquier bicho viviente que esté en la película (incluidos todos los bichos que aparecen en “El circo”), es un monstruo capaz de engancharnos en una historia de 72 minutos. De llorar por no parar de reír y reír al no poder parar de llorar. Compañeros, Chaplin es el mayor monstruo de la historia del cine y por eso me disfrazaré en Halloween de Charlot.
9
30 de noviembre de 2008
34 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charlot, el vagabundo más adorable y apaleado de la historia del celuloide, vuelve a hacer de las suyas en esta preciosa comedia con trazos de romance y de drama. En una obra de Chaplin nunca pueden faltar esos detalles que hacen del amor desinteresado una bandera, y que hacen de los sinsabores y descalabros un puente agridulce hacia la capacidad de levantarse una y otra vez de las caídas. De seguir adelante con la conciencia tranquila y el alma tal vez herida, pero no derribada.
Charlot, el patoso caballero educado, bondadoso y sin blanca, acaba siendo sin pretenderlo el payaso estrella de un circo en dificultades. Sus meteduras de pata continúan divirtiendo a todos los públicos (tanto a los asistentes al circo como a los que estamos al otro lado de la pantalla), y su romanticismo trémulo acaricia los recovecos más suaves del espíritu, despertando esa simpatía que para mí estará perpetuamente ligada al personaje más tierno que ha pasado jamás ante mis ojos de espectadora.
“El circo”, además, despereza ciertos recuerdos atesorados. Las remembranzas de aquellos tiempos en los que aún se mantenía el esplendor de aquellos espectáculos nómadas. Circos de nombres exóticos que anunciaban maravillas, que efectuaban aquellas giras multitudinarias y que deslumbraban con sus números de magia, de humor, de riesgo, de palpable peligro, y de perplejidad.
Acudir al circo era comprar un billete para presenciar lo increíble, lo que no se podía ver en vivo todos los días. Era quedarse boquiabierto con los brillos de las lentejuelas, con la solemnidad del maestro de ceremonias, con los intrépidos trapecistas que se jugaban la vida por unos aplausos y por un plato de comida, con el valor de los domadores que circulaban sin aparente temor entre fieras salvajes que podrían destrozarlos de un zarpazo o de una dentellada, con el brillante humor de los payasos vestidos de forma ridícula, con aquellos prestidigitadores que hacían desaparecer ante nuestras narices personas, animales y objetos, con aquellos malabaristas que hacían equilibrios con espadas sobre sus cabezas o manteniendo en el aire un montón de pelotas, bolos, aros, que hacían girar platos sobre palos flexibles sin que se cayeran, o aquellos faquires que caminaban sobre clavos o tragaban fuego.
Los circos entraron en decadencia y crisis, y ya hoy día son muy pocos los que recorren las carreteras inclementes para ofrecer espectáculos cada vez más deslucidos y menos audaces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La vida del artista circense es muy dura, y eso es algo que, cuando somos pequeños, no advertimos aún. Es una profesión muy ingrata, dando bandazos por todas partes sin asentarse en ningún lugar, llevando el hogar a cuestas, montando y desmontando cientos de veces todo el tinglado sin saber bien adónde llevará la siguiente función, entrenar y practicar sin descanso, mantener y amaestrar a los animales, y lo más difícil: ofrecer una función impecable, siempre luciendo una sonrisa en el rostro maquillado, portando seguridad en los gestos y transportando al heterogéneo y no siempre complaciente público al reino encantado de la fantasía.
Un esfuerzo y un sacrificio enormes que suelen ser recompensados con la cada vez mayor indiferencia de la gente y con las gradas cada vez más vacías.
El circo al que va a parar Charlot se observa desde dentro: los acuciantes problemas económicos, la rudeza del jefe, la tristeza de su maltratada hija bailarina, la falta de chispa de los comediantes y payasos… Todo lo que se intenta disimular ante el público pero que éste sí puede intuir desde las gradas.
Pero nuestro encantador trotamundos logrará, con la buena estrella que siempre reparte entre los demás (y en mucha menos cantidad para sí mismo, como icono de la generosidad que lo entrega todo por amor y abnegación), hacer resurgir el esplendor perdido.
Y otra vez con uno de los finales más conmovedores con que se pueda rematar un trozo de puro corazón transformado en película.
10
27 de mayo de 2006
36 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde un filósofo clásico como Aristóteles en su segundo libro de poética acerca de la comedia a un filósofo del siglo XX como Henri Bergson en su estudio “La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico”, muchos han sido los trabajos teóricos sobre el humor.

Pero la mejor forma de constatar la risa es ver al maestro de los payasos en su salsa, en el circo. Sir Charles Chaplin nos brinda una lección práctica insuperable: la risa no se origina por una situación dada sino por el estilo y la mirada con que es presentada; el humor no nace de la realidad misma sino de cuestionarla.
10
12 de enero de 2007
25 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es la que más he gozado de todas las películas que he visto de Chaplin (que son alrededor de siete). Contiene un excelente guión, unos gags formidables y el final es de lo más tierno que tiene dentro de su filmografía quizá junto con "Luces de la Ciudad", sin llegar al efectismo y forzados finales felices de otras películas como "La Quimera de Oro", "Tiempos Modernos", "Candilejas", que aún así me parecen notables.
En fin, estamos ante un genio y no queda nada más que disfrutar de sus obras.
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