En la nave del encantoDocumental
2024 

5.1
63
Documental
Pedro Alonso y su equipo se embarcan en un viaje a través de vías meditativas, acercándose al mundo del chamanismo. Dibujando un ocho por los márgenes de la geografía mexicana, la travesía les llevará al encuentro de maestros medicina tradicionales con los que compartir una particular mirada sobre la vida de naturaleza panteísta, pero también sus protocolos de sanación y sus rituales de visión, en los que participan durante el rodaje. ... [+]
9 de enero de 2025
9 de enero de 2025
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que hay que tener un gran sentido de la responsabilidad a la hora de difundir determinada información, más aún si se trata de un tema tan delicado como es el uso terapéutico de plantas enteógenas, ya que dicha información, si no es completa o está sesgada o es meramente subjetiva, podría transmitir una idea errónea acerca del tema, pudiendo provocar a su vez consecuencias dramáticas en aquellos que decidan seguirla y "confiarse" (término este que Pedro Alonso utiliza varias veces en su documental). Curiosamente, al inicio del mismo vemos el fragmento de una entrevista que hicieron a Pedro Alonso en una cadena de televisión argentina, donde el entrevistador, con muy buen criterio, le señala este punto al actor en referencia al tema que va a abordar: “Hay que ser muy, muy responsable”. Pues bien, pienso que Pedro Alonso no lo ha sido. Y a continuación paso a explicar los motivos…
En otro excelente documental también de Netflix titulado “Magic Medicine”, cuyo visionado recomiendo encarecidamente, vemos cómo un grupo de psicólogos y psiquiatras en Inglaterra recurren a la utilización de la psilocibina como herramienta de apoyo para terapias psicológicas en pacientes con depresión crónica. El uso de esta sustancia se lleva a cabo en un contexto clínico, supervisado por un psicólogo y un psiquiatra, con las dosis ajustadas y un seguimiento posterior de meses para observar la evolución y el efecto que ha tenido en su salud mental el empleo de la psilocibina. De hecho, el uso de dicha sustancia proporciona a los investigadores prometedores resultados a la hora de tratar diversas afecciones psíquicas; algo que ya se vio en los primeros años sesenta, cuando se comenzó a usar el recién descubierto LSD para tratar el alcoholismo, entre otras patologías. Desgraciadamente, su uso quedó prohibido y fue demonizado a causa de su salida del entorno médico, para pasar a ser consumido indiscriminadamente en las calles en la década de los 70. En la actualidad, parece que poco a poco vuelve a permitirse el estudio del uso de los psicodélicos para el tratamiento de diversas enfermedades mentales, siempre en estos entornos supervisados antes mencionados donde se prioriza la seguridad y el bienestar de los pacientes.
Consumir este tipo de sustancias en ceremonias de medicina indígenas por parte de personas occidentales puede ser una práctica arriesgada, ya que, por muy preparado que esté un chamán y por muy sagrado que sea el ritual, una vez terminada la sesión, el consumidor queda a la intemperie (psicológicamente hablando) con su experiencia vivida y tendrá que procesarla de una manera adecuada en los posteriores días, meses e incluso años. Puede ocurrir, y yo personalmente conozco un caso cercano, que si la persona no sabe gestionar cuidadosamente las visiones que ha tenido durante la sesión (y algunas pueden llegar a ser muy oscuras) padezca posteriormente algún tipo de trastorno mental más o menos grave, pudiendo ser este transitorio (en el mejor de los casos) o crónico (en el peor). Un chamán no es un psicólogo ni podrá hacer un correcto seguimiento para valorar si la sustancia en cuestión ayudó a su cliente o lo hundió en una angustiosa pesadilla. Pienso que esto es muy importante tenerlo en cuenta antes de consumir este tipo de plantas.
Que a Pedro Alonso le sienten bien no quiere decir que a todos nos suceda lo mismo. Si bien es cierto que él afirma en el documental que “Esto no es para todo el mundo”, en ningún momento explica verdaderamente el porqué. Y debería, porque eso es lo que significa hacerse verdaderamente responsable a la hora de difundir este tipo de prácticas como herramientas de “sanación”.
Personalmente, he tomado cada una de las sustancias que se consumen en este documental (hongos mágicos, ayahuasca y peyote) varias veces y en ceremonias chamánicas muy similares a las que se muestran en él, así que sé perfectamente de lo que hablo. Aunque con todas ellas tuve experiencias que considero subjetivamente positivas (puede que para otros no lo sean), me hubiera gustado contar con la presencia de un psicólogo cualificado durante la sesión, y después también. De hecho, y tras varios años de terapia psicológica, sugiero al lector que antes de probar cualquiera de estas sustancias, acuda primero a un buen psicólogo que le ayude a bucear en su subconsciente y a arrojar luz sobre sus traumas o heridas de la infancia; así, si algún día una planta enteógena le llegara a mostrar sus demonios, al menos sabrá de antemano de qué tamaño son.
Por último me gustaría saber, por curiosidad, cuánto dinero han pagado a los humildes chamanes mexicanos por ceder su imagen en un documental vendido a una plataforma como Netflix, por el que seguro que Pedro Alonso (actor de fama internacional gracias a "La casa de papel") y la productora se han embolsado un buen dineral. ¿Les habrán pagado tan solo sus honorarios estándar por hacerles la ceremonia o habrán sido lo suficientemente generosos para no fomentar así la infame "leyenda negra", tan de moda hoy en día, que afirma los españoles nos aprovechamos de los indígenas? The answer, my friend, is blowing in the wind...
En otro excelente documental también de Netflix titulado “Magic Medicine”, cuyo visionado recomiendo encarecidamente, vemos cómo un grupo de psicólogos y psiquiatras en Inglaterra recurren a la utilización de la psilocibina como herramienta de apoyo para terapias psicológicas en pacientes con depresión crónica. El uso de esta sustancia se lleva a cabo en un contexto clínico, supervisado por un psicólogo y un psiquiatra, con las dosis ajustadas y un seguimiento posterior de meses para observar la evolución y el efecto que ha tenido en su salud mental el empleo de la psilocibina. De hecho, el uso de dicha sustancia proporciona a los investigadores prometedores resultados a la hora de tratar diversas afecciones psíquicas; algo que ya se vio en los primeros años sesenta, cuando se comenzó a usar el recién descubierto LSD para tratar el alcoholismo, entre otras patologías. Desgraciadamente, su uso quedó prohibido y fue demonizado a causa de su salida del entorno médico, para pasar a ser consumido indiscriminadamente en las calles en la década de los 70. En la actualidad, parece que poco a poco vuelve a permitirse el estudio del uso de los psicodélicos para el tratamiento de diversas enfermedades mentales, siempre en estos entornos supervisados antes mencionados donde se prioriza la seguridad y el bienestar de los pacientes.
Consumir este tipo de sustancias en ceremonias de medicina indígenas por parte de personas occidentales puede ser una práctica arriesgada, ya que, por muy preparado que esté un chamán y por muy sagrado que sea el ritual, una vez terminada la sesión, el consumidor queda a la intemperie (psicológicamente hablando) con su experiencia vivida y tendrá que procesarla de una manera adecuada en los posteriores días, meses e incluso años. Puede ocurrir, y yo personalmente conozco un caso cercano, que si la persona no sabe gestionar cuidadosamente las visiones que ha tenido durante la sesión (y algunas pueden llegar a ser muy oscuras) padezca posteriormente algún tipo de trastorno mental más o menos grave, pudiendo ser este transitorio (en el mejor de los casos) o crónico (en el peor). Un chamán no es un psicólogo ni podrá hacer un correcto seguimiento para valorar si la sustancia en cuestión ayudó a su cliente o lo hundió en una angustiosa pesadilla. Pienso que esto es muy importante tenerlo en cuenta antes de consumir este tipo de plantas.
Que a Pedro Alonso le sienten bien no quiere decir que a todos nos suceda lo mismo. Si bien es cierto que él afirma en el documental que “Esto no es para todo el mundo”, en ningún momento explica verdaderamente el porqué. Y debería, porque eso es lo que significa hacerse verdaderamente responsable a la hora de difundir este tipo de prácticas como herramientas de “sanación”.
Personalmente, he tomado cada una de las sustancias que se consumen en este documental (hongos mágicos, ayahuasca y peyote) varias veces y en ceremonias chamánicas muy similares a las que se muestran en él, así que sé perfectamente de lo que hablo. Aunque con todas ellas tuve experiencias que considero subjetivamente positivas (puede que para otros no lo sean), me hubiera gustado contar con la presencia de un psicólogo cualificado durante la sesión, y después también. De hecho, y tras varios años de terapia psicológica, sugiero al lector que antes de probar cualquiera de estas sustancias, acuda primero a un buen psicólogo que le ayude a bucear en su subconsciente y a arrojar luz sobre sus traumas o heridas de la infancia; así, si algún día una planta enteógena le llegara a mostrar sus demonios, al menos sabrá de antemano de qué tamaño son.
Por último me gustaría saber, por curiosidad, cuánto dinero han pagado a los humildes chamanes mexicanos por ceder su imagen en un documental vendido a una plataforma como Netflix, por el que seguro que Pedro Alonso (actor de fama internacional gracias a "La casa de papel") y la productora se han embolsado un buen dineral. ¿Les habrán pagado tan solo sus honorarios estándar por hacerles la ceremonia o habrán sido lo suficientemente generosos para no fomentar así la infame "leyenda negra", tan de moda hoy en día, que afirma los españoles nos aprovechamos de los indígenas? The answer, my friend, is blowing in the wind...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No entiendo a qué viene la entrevista a la mujer que acompaña a las personas en sus últimas horas de vida, ya que el tema de la muerte no es algo en lo que se profundice en ningún momento. Parece algo fuera de lugar.
Cuando están en la cueva, Pedro Alonso habla del mito de la caverna de Sócrates, cuando fue Platón el creador de dicho mito.
En un momento del episodio 3, se afirma que Nancy era una monja de clausura que probó el peyote y a consecuencia de ello abandonó la orden religiosa, cuando minutos más tarde la propia Nancy afirma que nunca ha probado el peyote.
Cuando están en la cueva, Pedro Alonso habla del mito de la caverna de Sócrates, cuando fue Platón el creador de dicho mito.
En un momento del episodio 3, se afirma que Nancy era una monja de clausura que probó el peyote y a consecuencia de ello abandonó la orden religiosa, cuando minutos más tarde la propia Nancy afirma que nunca ha probado el peyote.
14 de enero de 2025
14 de enero de 2025
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me acerqué a este documental con las ganas de disfrutar un paisaje maravilloso, lleno de luz, naturaleza y sentimientos puros, y sí, todo eso está, y además de una personalidad como Alonso al que siempre que lo veo en entrevistas o haciendo de actor, le profeso un especial cariño, por su ternura y vulnerabilidad, añadiendo un magnifico equipo que nos hace las delicias de respirar un poco de naturaleza y aire fresco. También, por una vez, dejando los rostros toscos y duros de la gente que vive en los lugares visitados, me dan a conocer personajes que creen en ese mundo espiritual y hasta me sorprende que en una región como Chiapas, no se hayan topado con algún obstáculo como las noticias, de vez en cuando, nos hacen llegar.
Al pronto, me doy cuenta que se utilizan constantemente música y canciones de tipo, para mi gusto, muy poco adecuado al tema que estamos viendo, como si se tratara de una selección del gusto de ellos mismos y no del ambiente que describen. Y sin más, pasamos al motivo de este tipo de celebración espiritual que se puede conseguir a través de unas plantas que no son otra cosa que LSD natural. En los años 70 también experimenté una vez el "trip" o secante como lo llamaban entonces, solo una vez, porque a pesar de que mi cuerpo parecía elevarse por encima de todos los problemas y depresiones que pudiera tener, pues no me sirvió para nada más, y preferí emborracharme, hasta perder el conocimiento, alguna que otra vez. Fue bueno mientras duró y punto.
En lo referente a las ceremonias oficiadas por los chamanes y atendiendo a mi condición de ateo, mis reservas son evidentes, pues no deja de ser una manera de sentir la religión, que al no creer en ninguna (siempre respetando la de los que sí creen en ellas) me considero un escéptico (se me antoja que tanto las religiones establecidas son igual o más paganas, culto al sol, al fuego, a los sacrificios a dioses, etc. etc. muy parecidas entre si, como la Egipcia) me pareció de una ingenuidad total la confesión de la monja vegana que no concibe el sacrificio de animales y la respuesta de una componente del séquito del chaman: "es que los animales acuden al sacrificio por propia voluntad". Bueno deberíamos meditar un poco sobre este particular.
Bien, en el fondo disfruté de un documental hecho con una gran buena fe por parte de todos, que es lo importante y a pesar de discrepancias no deja de estar presente su buen gusto y calidad técnica.
Al pronto, me doy cuenta que se utilizan constantemente música y canciones de tipo, para mi gusto, muy poco adecuado al tema que estamos viendo, como si se tratara de una selección del gusto de ellos mismos y no del ambiente que describen. Y sin más, pasamos al motivo de este tipo de celebración espiritual que se puede conseguir a través de unas plantas que no son otra cosa que LSD natural. En los años 70 también experimenté una vez el "trip" o secante como lo llamaban entonces, solo una vez, porque a pesar de que mi cuerpo parecía elevarse por encima de todos los problemas y depresiones que pudiera tener, pues no me sirvió para nada más, y preferí emborracharme, hasta perder el conocimiento, alguna que otra vez. Fue bueno mientras duró y punto.
En lo referente a las ceremonias oficiadas por los chamanes y atendiendo a mi condición de ateo, mis reservas son evidentes, pues no deja de ser una manera de sentir la religión, que al no creer en ninguna (siempre respetando la de los que sí creen en ellas) me considero un escéptico (se me antoja que tanto las religiones establecidas son igual o más paganas, culto al sol, al fuego, a los sacrificios a dioses, etc. etc. muy parecidas entre si, como la Egipcia) me pareció de una ingenuidad total la confesión de la monja vegana que no concibe el sacrificio de animales y la respuesta de una componente del séquito del chaman: "es que los animales acuden al sacrificio por propia voluntad". Bueno deberíamos meditar un poco sobre este particular.
Bien, en el fondo disfruté de un documental hecho con una gran buena fe por parte de todos, que es lo importante y a pesar de discrepancias no deja de estar presente su buen gusto y calidad técnica.
23 de enero de 2025
23 de enero de 2025
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Superfluo. No se entiende: hay tanta pretenciosidad que el mensaje se pierde. La disolución del ego requiere silencio, y en este documental falta precisamente eso: silencio. Es una verborrea constante que resulta cansina.
Al final del documental, no queda nada claro sobre ninguna de las culturas milenarias que menciona y explora. No se profundiza realmente en ellas. En ocasiones, incluso parece que las ridiculiza o las cuestiona, como ocurre con el señor de las velas. No percibo humildad en sus palabras ni en sus acciones. Siendo Pedro un hombre blanco europeo que representa precisamente la amenaza que estas culturas enfrentan. No plantea preguntas clave a las personas que conducen los rituales, preguntas que podrían ayudar al espectador a comprender lo que está viendo y fomentar un mayor respeto.
Sólo veo un documental de colegas que van de aquí para allá probando diferentes cosas sin mostrar las experiencias con el tiempo o la profundidad necesarios. La rara vez que se escuche a alguien hablar que no sea Pedro, el espacio que se le concede es demasiado breve e insustancial. Da la sensación de que el documental trata más sobre él mismo que sobre las culturas que supuestamente pretende explorar.
Al final del documental, no queda nada claro sobre ninguna de las culturas milenarias que menciona y explora. No se profundiza realmente en ellas. En ocasiones, incluso parece que las ridiculiza o las cuestiona, como ocurre con el señor de las velas. No percibo humildad en sus palabras ni en sus acciones. Siendo Pedro un hombre blanco europeo que representa precisamente la amenaza que estas culturas enfrentan. No plantea preguntas clave a las personas que conducen los rituales, preguntas que podrían ayudar al espectador a comprender lo que está viendo y fomentar un mayor respeto.
Sólo veo un documental de colegas que van de aquí para allá probando diferentes cosas sin mostrar las experiencias con el tiempo o la profundidad necesarios. La rara vez que se escuche a alguien hablar que no sea Pedro, el espacio que se le concede es demasiado breve e insustancial. Da la sensación de que el documental trata más sobre él mismo que sobre las culturas que supuestamente pretende explorar.
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