Schultze Gets the Blues

Sospecho que habrá quien encuentre esta película lenta o aburrida.
Y debo reconocer que el ritmo no es apto para todos los públicos.
Al principio da la sensación que nos enfrentamos a algún tipo de drama humano, loboral o social… pero pronto empiezan a ocurrir cosas simples, aquí todo aparenta ser muy simple, que llevan a nuestro protagonista, Schultze y al film por derroteros inesperados y cada vez más sorprendentes.
La música es en parte el hilo conductor del cambio. De la polka al country, de Sajonia (o Bavaria, no sé) a los pantanos de Texas.
Los amigos son amigos, el idioma no es barrera y para pasarlo bien solo hay que atreverse y romper algún que otro molde, dejarse ir… No se necesita nada más.
Schultze Gets the Blues es una película, cálida y sugerente que invita a la improvisación a la exploración y al contacto humano.
No importa mucho de dónde vengas, ni tampoco a donde vayas. Lo que importa es hacer algo, si es posible hacerlo con alguien. Y, en cualquier caso, dejarse llevar… suavemente...

Gozosa reivindicación de la raíces europeas de la música tradicional norteamericana, historia agridulce donde las haya y agradable sorpresa que navega por las aguas de la tragicomedia posmoderna a la europea con el misnmo rumbo que otras joyitas como "Kitchen Stories" de Bent Hamer, "Leningrad Cowboys Go America" de Aki Kaurismäki o algunos films de Emir Kusturica. Su ritmo moroso te obliga a esperar pero premia la paciencia con afortunadas secuencias.

Un brindis por el bueno de Schultze que tras su embrutecido aspecto y su tosca buena educación esconde la sensibilidad que le permite reconocer que la música que interpreta al acordeón ha evolucionado al otro lado del Atlántico y ni corto ni perezoso se embarca en un viaje de descubrimiento cuando decide que ya está bien de aburrirse en la vieja y oxidada Europa.