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La mujer de barro

Drama María, (Catalina Saavedra) cuida de su hija Teresa (12) a pocos kilómetros de la frontera entre Chile y Argentina. Hace diez años que no vuelve a trabajar como temporera de la fruta. Esta temporada ha decidido regresar para juntar el dinero y poder viajar a la capital, pero antes deberá resolver su inconcluso pasado. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
3 de noviembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La Mujer de Barro” es el segundo largometraje de ficción de Sergio Castro San Martín tras “Paseo” (2009) y varios trabajos documentales que componen su filmografía, que llega tras una destacada participación en el circuito internacional de festivales en más de quince países -incluyendo la Berlinale 2015-, obteniendo los premios a Mejor Fotografía y Mejor Actriz en el International Images Film Festival de Zimbabwe.

Inspirado en la historia de María Cartagena y su familia en 1974 y la realidad de cientos de temporeras chilenas que se ven obligadas a alejarse de sus familias por un trabajo en el que abundan los tratos vejatorios y abusos laborales, “La Mujer de Barro” es un drama intimista sobre María (Catalina Saavedra), una mujer que retoma su trabajo como temporera, debiéndose alejar de su hija y teniendo que convivir en un ambiente laboral hostil, donde la soledad, las necesidades y su retraído carácter la pueden hacer tomar una difícil decisión.

El barro, quizás la mezcla más fácil de conseguir en el planeta, tiene propiedades asombrosas. Repone la actividad normal de los órganos vitales, devuelve las energías y purifica el alma. Tiene propiedades desinfectantes y cicatrizantes, elimina toxinas y agentes tóxicos del cuerpo. Su uso terapéutico es empleado desde tiempos inmemoriales mejorando la calidad de vida animal y humana. María está hecha de barro. Manos alfareras moldearon su vida, su cuerpo y su mente. Una guerrera que no necesita escudo. Ella es un escudo, pero por sus venas corre esa sangre que sólo quiere estallar. Los golpes no duelen y las cicatricen se entierran bajo su piel blanca, translúcida y gastada por el trabajo que le significa llevar una vida de sacrificio, como muchas, o como pocas.

María, y el resto de mujeres que llegan a la empresa agrícola en época de siembra, cosecha y exportación, son tratadas como ganado por un jefe (Daniel Antivilo) cuya única virtud es, probablemente, su género y voz gruesa. Junto a Violeta (Paola Lattus), otra temporera más joven, intentan sentirse humanas en la medida de lo posible, entre conversaciones monosilábicas en sus ratos libres, haciéndose compañía en las frías noches y maqueteando una amistad inocua pero a la vez gigante; el único resquicio de valor y respeto, al final del día.

Odiamos a la mujer de barro. Odiamos a Catalina Saavedra y odiamos a María. Siempre lo hemos sabido y nuestros brazos siempre están cruzados. La depresión y la desesperación conviven con María y, lamentablemente, no es sólo un personaje: es la realidad de un país que tiene en su mano de obra rural el eslabón más importante de un modelo económico sostenido que aplauden en el extranjero, pero que lleva décadas de abandono laboral y legislativo, de regularizaciones e inspecciones, de injusticias y vejámenes insólitos que subyacen en la impunidad. Detrás de este personaje está Catalina Saavedra, quizás la mejor actriz chilena de la historia y, seguro, de la última década, que en “La Mujer de Barro” consigue lo imposible: igualar o superar su trabajo en “La Nana” (2009). Una interpretación desgarradora, contenida y trascendental, sin titubeos y con los matices que el guion exige. A ratos creemos estar viendo un documental (no es casualidad siguiendo la trayectoria del director) de Catalina, que dejó la actuación para dedicarse a la agricultura. Sin duda, un valor que en Chile jamás ha tenido el reconocimiento que se merece, no así en el extranjero, donde sus papeles son aplaudidos de pie.

Los relatos personales siempre han sido tema obligado de la cinematografía chilena, casi como un factor de identidad de la industria local. “La Mujer de Barro” si bien continúa esa línea y se desarrolla con un ritmo narrativo poco atractivo para las masas, la sinceridad en cada plano y secuencias por parte del director, la sensibilidad de su fotografía y las inmejorables actuaciones, consiguen un thriller de moral estoica –en su máxima definición filosófica- sobre la naturalidad del ser humano, el dolor de la individualidad obligada y el instinto universal de la sobrevivencia, muchas veces, por sobre la razón.

Sergio Castro San Martín escribe y dirige uno de los filmes mejor logrados del año junto a un equipo de primer nivel. Sergio Armstrong en la fotografía, Marcela Urivi en el arte, Erick del Valle en el sonido y Andrea Chignoli en el montaje, pintan un cuadro hecho a mano por Catalina Saavedra, Paola Lattus y Daniel Antivilo, quienes interpretan un cuento de terror del que podemos escapar pero nunca dejar de mirar.


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www.elotrocine.cl
Wladimyr Valdivia
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28 de noviembre de 2015
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La mujer de barro es un buen intento de cine independiente rodado casi como un documental. Después de 10 años una mujer vuelve a trabajar como temporera en las labores agrícolas requeridas en cada momento y, de paso, tendrá que enfrentarse a su pasado volver a revivir momentos muy desagradables por la necesidad de obtener algo de dinero.

La mujer de barro, dirigida por Sergio Castro San Martín, trata de reivindicarse como una denuncia social de la situación de las temporeras que trabajan en los campos chilenos. Jornadas inabarcables de trabajo por muy poco dinero, peonadas que no se reflejan en ningún contrato, condiciones infrahumanas de los barracones en los que son alojadas y en último caso, hasta violaciones y violencia machista son algunas de las pinceladas que dibuja una cinta con clara vocación de crear conciencia sobre una situación injusta.

La denuncia de La mujer de barro, sin embargo, busca más la dureza que agradar al público, que tendrá que trabajar por su cuenta para interiorizar el mensaje. El guión que se desarrolla de una forma casi documental no da pistas acerca de lo que está ocurriendo, no se pone al espectador en la situación y eso, hará que los giros en la trama principal simplemente exploten, sin más. Cada uno tendrá que buscar las razones, o en su defecto, Spoilers en Internet para comprender el sentido de una película árida, pasiva y además lenta en su desarrollo (incluso para aquellos que ya estamos acostumbrados al cine latinoamericano).

Lo mejor de la película es, además de sacar a la luz un tema como la explotación laboral en este sector económico, es la interpretación de una Catalina Saavedra ajada por la tristeza, con el rostro tiznado de pobreza y desesperación en cada uno de los planos. Magnífica interpretación en esta difícil película que, de no haber tenido a una intérprete solvente, hubiera naufragado irremediablemente.

Tiene también una fotografía con una clara intención narrativa que aporta emoción al filme. Fotogramas quemados por el sol mientras se agostan las chumberas o las tonalidades verdes en los refugios de las temporeras para matizar el ambiente de podredumbre, son algunas de los trabajos que la dirección fotográfica sabe poner en su justa medida para dar la estructura de imagen que requiere el filme.

Durante su presentación en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, una de las productoras de la película, Gabriela Sandoval, quiso poner en valor el trabajo de investigación previo que se llevó a cabo para sacar a la luz este problema que se da entre las jornaleras chilenas “y que es muy habitual en ciertas regiones”. Para ello, las grabaciones se realizaron en fincas reales “en las que nos aseguramos de que tuvieran legalmente contratadas a sus mujeres” por lo que los escenarios y la gran mayoría de trabajadoras que aparecen en la cinta son reales.

Este modo de actuar, de llevar la cámara al lugar idóneo, permite, sin duda amplificar el efecto documentalista y de denuncia social. Pero La mujer de barro, no será una película para todos los públicos, ni comprendida en gran medida. En su purismo narrativo, radica también su principal debilidad, es difícil acceder al fango que pretende mostrar.

http://www.viveiberoamerica.com/la-mujer-de-barro-fango-escondido/

@iberoamericavi
Palomitasconchoco
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31 de enero de 2017
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María (Catalina Saavedra) vive con su hija cerca de la frontera entre Chile y Argentina, opta por ir a trabajar en la temporada de cosecha y empaquetado de la vid. Su intención es recaudar dinero para poder irse a la Capital, pero su estancia en estas labores, a pesar del compañerismo, presenta algunos problemas referentes a un pasado oculto.

Segundo largometraje de ficción de San Martín, con guion propio propone en pantalla un drama rural que sigue una línea contemplativa, de muchos silencios y ritmo pausado. Un trabajo donde la parte ficción de la trama, se envuelve de la situación real de las mujeres que realizan estas labores, por lo cual, también ofrece una dosis de denuncia.

La fotografía a cargo del propio director, recurre a la luz natural para transmitir una sensación de realismo cuasi documental, cuestión que tampoco es ajena a San Martín quien tiene en su filmografía varios trabajos de este género.

El argumento tiene dos vertientes, por un lado, evoca la cuestión económica, mujeres que en su gran mayoría se mueven para realizar estas labores, que les funciona como ingresos momentáneos. Una situación vivencial complicada que las obliga a alejarse de sus familias, a llevar un trabajo con pocas condiciones laborales, muy físico y bajo el sol.

Por otro lado, hay una sensación de abusos y sumisión llevada por la protagonista, cuestiones que referentes a años atrás que la llevan a buscar una venganza. María trabaja pero tiene siempre en mente el deseo de reivindicarse consigo misma, deseo que se ve aumentado por un hecho acontecido durante la mitad del metraje.

La mujer de barro se muestra en la última secuencia del largometraje, tras el insidioso clímax, María busca cerrar esa dolorosa página purificando su alma mediante esta mezcla producida al mezclar la tierra y el agua.

En su conjunto, a pesar de la excelente interpretación de Saavedra, a la película le hace falta más fuerza narrativa en su desarrollo, hay cierto estancamiento durante su desarrollo, lo que hace que se pierda el interés en varios tramos. Más allá de eso, se agrade la intención del director de ofrecer una perspectiva laboral tan hiriente y real.
10P24H
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