Los ojos azules de la muñeca rota
1973 

5.3
293
Terror. Intriga. Thriller
Gilles, un ex-presidiario, busca trabajo y acepta el empleo que le ofrece Claude, una bella joven, que tiene una mano ortopédica y vive en un sombrío caserón, en compañía de sus hermanas Yvette y Nicole. Yvette es paralítica. Nicole es un ser frustrado y dominado por un insaciable deseo sexual. La llegada de Gilles crea un drama de terrible tensión entre las tres mujeres. Inspirada en un hecho real. (FILMAFFINITY)
29 de junio de 2012
29 de junio de 2012
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si yo fuera una chica francesa atormentada por una mano hecha cisco y cubierta por una horrible prótesis y me encontrara conduciendo a solas una oscura noche de invierno, lo más probable es que no deseara otra cosa que toparme con un atractivo desconocido de dudoso pasado haciendo auto-stop y ofrecerle, tras un par de minutos de charla, un empleo de jardinero en una casa repleta de hembras tan especiales y desequilibradas como yo. Qué diablos, ya me diréis si hay un modo mejor de animar la monótona vida de una tullida amargada, una minusválida psicótica y una ninfómana siempre al borde de la ebullición que tener permanentemente a su disposición el poderoso cuerpo y la brillante mente de Jacinto Molina.
Y digo lo de brillante sin ironía, que conste. Porque hay que ver cómo se curró el guión el tío. Los más puntillosos dirán que la primera parte de la peli parece sacada de “El seductor”, con Jacinto ejerciendo de Eastwood cañí, catando bíblicamente a las hembras de la casa y partiendo leña a torso desnudo, pero cuando la cosa empieza a descarrilar y a convertirse en el correcalles de un pollo descabezado, con pistas y falsas pistas y guiños y flashbacks y derrapes y tumbos e hipnosis y sangre y sangre y sangre, le entran a uno unas ganas locas de quitarse el sombrero, la camiseta y hasta los calzoncillos a la salud de don Jacinto. Y es que a la hora de descarrilar, nadie descarrila como él.
Seamos positivos, venga. Démosle un puntillo a la peli por su correcto y respetuoso trasplante de la estética del giallo italiano, por su, a ratos, sugerente ambientación tenebrista, por la atmósfera malsana de alguna de sus escenas. Los otros tres puntos, desde luego, se los gana a pulso la estupenda lencería violeta de Eva –ñam, ñam- León, de largo la estampa más perdurable de la función. De no ser porque despues de ver la peli me he dado de bruces con Angela Merkel en la tele, aún me durarían los efectos de verla en semejante atuendo. Menos mal, porque ya dolía.
El problema es que no puedo darle más estrellitas a este engendro. Y la culpa no es de esa tabernera que pretende pasar por francesa porque fuma con boquilla y sirve bocadillos de fromage y vasitos de vin rouge, pero que apesta a carajillo de cazalla y a callos con chorizo. Ni de esas lechugas y esos pimientos y esos tomates que brotan alegremente en la nieve de la sierra madrileña, donde –oh là là- se recreó la pintoresca Francia de Jacinto. Ni por ese montaje que parece obra de las domingas de la León. No, la culpa es de la música (y la llamo así porque de algún modo hay que llamar a eso) que Juan Carlos Calderón pergeñó y que algún lumbrera por identificar desparramó sin miramientos a lo largo de todo (y todo es TODO) el metraje de la peli. Ganas le entran a uno de ponerse de rodillas y suplicarle a bueno de don Jacinto que en vez de que el asesino le arranque los ojos a nadie, vaya y le arranque las orejas a quien sea capaz de tolerar semejante tortura hasta el final. Que ya es mérito.
Y digo lo de brillante sin ironía, que conste. Porque hay que ver cómo se curró el guión el tío. Los más puntillosos dirán que la primera parte de la peli parece sacada de “El seductor”, con Jacinto ejerciendo de Eastwood cañí, catando bíblicamente a las hembras de la casa y partiendo leña a torso desnudo, pero cuando la cosa empieza a descarrilar y a convertirse en el correcalles de un pollo descabezado, con pistas y falsas pistas y guiños y flashbacks y derrapes y tumbos e hipnosis y sangre y sangre y sangre, le entran a uno unas ganas locas de quitarse el sombrero, la camiseta y hasta los calzoncillos a la salud de don Jacinto. Y es que a la hora de descarrilar, nadie descarrila como él.
Seamos positivos, venga. Démosle un puntillo a la peli por su correcto y respetuoso trasplante de la estética del giallo italiano, por su, a ratos, sugerente ambientación tenebrista, por la atmósfera malsana de alguna de sus escenas. Los otros tres puntos, desde luego, se los gana a pulso la estupenda lencería violeta de Eva –ñam, ñam- León, de largo la estampa más perdurable de la función. De no ser porque despues de ver la peli me he dado de bruces con Angela Merkel en la tele, aún me durarían los efectos de verla en semejante atuendo. Menos mal, porque ya dolía.
El problema es que no puedo darle más estrellitas a este engendro. Y la culpa no es de esa tabernera que pretende pasar por francesa porque fuma con boquilla y sirve bocadillos de fromage y vasitos de vin rouge, pero que apesta a carajillo de cazalla y a callos con chorizo. Ni de esas lechugas y esos pimientos y esos tomates que brotan alegremente en la nieve de la sierra madrileña, donde –oh là là- se recreó la pintoresca Francia de Jacinto. Ni por ese montaje que parece obra de las domingas de la León. No, la culpa es de la música (y la llamo así porque de algún modo hay que llamar a eso) que Juan Carlos Calderón pergeñó y que algún lumbrera por identificar desparramó sin miramientos a lo largo de todo (y todo es TODO) el metraje de la peli. Ganas le entran a uno de ponerse de rodillas y suplicarle a bueno de don Jacinto que en vez de que el asesino le arranque los ojos a nadie, vaya y le arranque las orejas a quien sea capaz de tolerar semejante tortura hasta el final. Que ya es mérito.
17 de abril de 2009
17 de abril de 2009
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tipo (Paul Naschy) llamado Gilles (como el personaje histórico en estaba inspirado su Alaric de Merniac: Gilles de Rais) del cual sospechamos que tiene un turbio pasado, es recogido cuando hacia auto stop por el sur de Francia, por una mujer que tiene un brazo ortopédico y tras aceptar la proposición que esta le hace de que vaya a trabajar a la casona en la que vive con sus dos hermanas, este acepta, encontrándose a una de las hermanas en silla de ruedas y a la otra pelín ninfómana.
A partir de aquí y con el tipo ya instalado, empiezan a suceder sangrientos asesinatos de atractivas mujeres que aparecen sin ojos (nunca vemos al asesino, solo los zapatos y que va envuelto en un gabán), amén de un totum revolutum entre las atractivas y en edad de merecer mujeres de la casona ante la llegada del atractivo macho.
Historia truculenta (atención a la matanza del cerdo) y erótica con acusados tintes fetichistas, con una atmosfera, las mas de las veces enfermiza, en la que se juega de forma magnífica con el suspense, ya que hasta el final no sabemos quién está provocando las muertes, a la que quizá le hubiera venido bien una fotografía un poco más luminosa y en la que los actores realizan un buen trabajo (como venía siendo habitual con este tipo de producciones, al doblar las voces de los actores, te encuentras con casos chirriantes, como por ejemplo la voz que le han puesto a Luis Ciges), con el plus añadido de la belleza de las implicadas en la función.
Recomendable.
A partir de aquí y con el tipo ya instalado, empiezan a suceder sangrientos asesinatos de atractivas mujeres que aparecen sin ojos (nunca vemos al asesino, solo los zapatos y que va envuelto en un gabán), amén de un totum revolutum entre las atractivas y en edad de merecer mujeres de la casona ante la llegada del atractivo macho.
Historia truculenta (atención a la matanza del cerdo) y erótica con acusados tintes fetichistas, con una atmosfera, las mas de las veces enfermiza, en la que se juega de forma magnífica con el suspense, ya que hasta el final no sabemos quién está provocando las muertes, a la que quizá le hubiera venido bien una fotografía un poco más luminosa y en la que los actores realizan un buen trabajo (como venía siendo habitual con este tipo de producciones, al doblar las voces de los actores, te encuentras con casos chirriantes, como por ejemplo la voz que le han puesto a Luis Ciges), con el plus añadido de la belleza de las implicadas en la función.
Recomendable.
21 de agosto de 2009
21 de agosto de 2009
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film particularmente demencial y hasta divertido si se ve con el ánimo adecuado (esta ambientada de aquella manera en Francia, censura obliga, pero por mucho que Pilar Bardem se pasee fumando con boquilla el bar que regenta es mesetario a más no poder), pero un producto malo de solemnidad, principalmente por culpa de un guión mentecato y carente de cualquier estructura mínimante reconocible, además de trufadita de recursos ratoneros. Una trama (o así) por la que pululan unos personajes sin pies ni cabeza, un caos absoluto que desde luego Carlos Aured no mejora (recordar que este hombre es autor de un título ya perteneciente al acervo popular, esa cumbre del “S” que fue: “El fontanero su mujer y otras cosas de meter”) por mucho que se esfuerce en dotar a la película de cierto empaque visual, hay que reconocer que en su segunda película Aured se muestra más mañoso con la cámara, la pelea final en las escaleras está estupendamente rodada e iluminada (no así los ridículos “flashback” alucinados), pero igual de necio con la narrativa que en “El espanto surge de la tumba” (tiene recursos de verdadera vergüenza ajena y carcajada involuntaria), lo que acaba por dar como resultado un título de cierto empaque técnico pero nulo ritmo interno, que aburre soberanamente durante su primera parte, animada por el desnudista furor uterino de la suculenta Eva León, e indigna en una resolución más allá de lo rocambolesco y lo barriobajero, incluso para los estándares embaucadores del género al que imita. Por lo general una película soportable que trata de mimetizar sin creatividad alguna el tono de los exitosos “gialli” coetáneos, reproduciendo los consuetudinarios crímenes fetichistas sobre beldades acosadas por el charcutero de turno en algún lugar aislado (premisa que el “slasher” reduciría a su esencia: teta, grito y cuchillazo), a los que se salpimenta con mucha actividad picante (a veces de una grosería sonrojante), perversidades de todo tipo y un Paul Naschy más narcisista aún que de costumbre, luciendo torso de luchador entre un gineceo de taradas y necesitadas. Queda la clase de Maria Perschy (encantadora actriz austriaca que trabajó incluso para Hawks en “Su juego favorito” y que recaló en la muy activa cinematografía popular española de los 70) y algunos momentos muy logrados (la muerte sobre la nieve, el santuario del asesino, la mano dejando su huella ensangrentado sobre el suelo blanco...) todos ellos torpedeados por una banda sonora de Juan Carlos Calderón capaz de provocar embolias.
2 de mayo de 2020
2 de mayo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carlos Aured crea un estremecedor relato en torno a la psicosis creciente en una mansión alejada donde residen tres hermanas con tenebrosas auras a partir de la incursión de un ex-convicto como empleado del hogar, Gilles, interpretado por un formidable Paul Naschy que hace las delicias del público manteniendo la compostura y el tormento de su personaje a través de una expresividad feroz, triste y apagada. Influenciada, supuestamente, por hechos reales, el guión también de Carlos Aured está perfectamente estructurado para que el encanto del misterio, teniendo aspectos del giallo italiano, para mantenerlo hasta los últimos instantes haciendo dudar al espectador sobre la implicación de todos y cada uno de sus personajes, desde el más inofensivo hasta el más sospechoso, relacionándose los unos con los otros para enfatizar en el dibujo psicológico que traza el espectador a través de dichas relaciones, acciones y reacciones. La ambientación está perfectamente lograda para el óptimo desarrollo de los acontecimientos, como es habitual, con una presentación del lugar de desarrollo utilizando planos largos y PAN panorámicas evitando hacer hincapié en los detalles para luego sorprender al espectador utilizando la escenografía y recursos externos. El aspecto que más engrandece a esta película es el ritmo tan rápido que mantiene, evitando largos diálogos para esclarecer hechos de manera tempranera para dar paso a una acción argumental viva que, aunque por ello pueda haber ciertos agujeros de guión, estos permanecen totalmente ocultos hasta la resolución de la historia y, también, condimenta ligeramente el carácter de thriller psicológico manchado de terror que, supongo intencionadamente, tan bien casa con la atmósfera de la película. Las interpretaciones están muy correctas, sobresaltando la del propio Naschy y la de Eduardo Calvo interpretando al entrañable doctor Phillipe, y femeninas, aún estando todas a un muy alto nivel parejo, me ha gustado especialmente la de Diana Lorys como Claude. Los traumas neuróticos son empleados para crear la atmósfera insana que cubre todos los fotogramas de la cinta, así como recurso para profundizar en las personalidades de sus personajes, arrojando pistas al espectador para tratar de descubrir al culpable de la serie de homicidios ocurridos en la localidad francesa. Siendo producida y rodada principalmente en España, era obvio que la fotografía evocaría esa sensación de soledad del caserón donde transcurre la historia empleando los grandes paisajes de la sierra madrileña como Navacerrada (como también recreó muy bien Eugenio Martín en la eterna Pánico en el Transiberiano, 1972). Los efectos especiales, propios de una película de bajo presupuesto, son muy setenteros en el sentido de representar la sangre en tonos rojos muy carmesí, esparciéndola a diestro y siniestro tanto en cadáveres como, en ocasiones, en el objetivo de la cámara de grabación buscando la impresión del espectador a partir de planos subjetivos y planos detalle de los cuerpos sin vida, haciendo especial énfasis en la captura del sufrimiento de la víctima en el momento de ser asesinada. La banda sonora queda en manos de un Juan José Calderón que no sé muy bien si conocía la temática de la película por la utilización constante de melodías alegres y pegadizas que están muy lejos de ser utilizadas como elemento de profundización en la trama, repitiendo los mismos temas a la mínima oportunidad y solapando en muchas ocasiones lo que más destaco de esta cinta: la edición de sonido. Con todo, es una gran película, muy bien contada y realmente estremecedora en gran parte de los sentidos.
27 de mayo de 2019
27 de mayo de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un evidente atmósfera de opresión y una nota de inquietud aparecen enseguida en la pantalla como el presagio de una historia tortuosa.
Pero, desgraciadamente, el mal augurio afecta sobre todo al desarrollo cinematográfico porque tiende a la simplificación y a prestar escasa atención a los detalles.
La intriga resulta afectada y poco natural y las tramas apenas son capaces de eludir un estado casi permanente de atonía a pesar de que la historia posee elementos argumentales de innegable interés.
También la interpretación ofrece momentos de debilidad y, en general, resulta poco convincente.
Pero, desgraciadamente, el mal augurio afecta sobre todo al desarrollo cinematográfico porque tiende a la simplificación y a prestar escasa atención a los detalles.
La intriga resulta afectada y poco natural y las tramas apenas son capaces de eludir un estado casi permanente de atonía a pesar de que la historia posee elementos argumentales de innegable interés.
También la interpretación ofrece momentos de debilidad y, en general, resulta poco convincente.
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