En la ciudad de Sylvia
2007 

6.2
2,574
Drama. Romance
Un hombre vuelve a Estrasburgo para buscar a una mujer de la que se enamoró seis años atrás y recuperar aquel mágico momento. Es verano. El joven extranjero callejea observando y dibujando gestos y expresiones captadas azarosamente en la calle sin dejar de buscar a esa mujer, cuyo recuerdo gravita sobre la ciudad. Esa búsqueda le conduce a otra mujer y ésta a otra... siempre bajo la invocación de la ausente. (FILMAFFINITY)
27 de septiembre de 2007
27 de septiembre de 2007
62 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Titulo mi crítica robándole esta frase al propio Guerín porque me parece que resume, al menos parte de, sus inquietudes al hacer esta película. De ahí sale esa influencia de Hitchcock de la que tanto se ha escrito. De ese suspense buscado, pero llevado a otro terreno, al de la busqueda del significado de un gesto, de una mirada, de un ideal. Con él consigue una carga emocional y una empatía intensa, que se puede comprobar cada vez que aparece, directamente o traves de cristales o reflejos, una Pilar López de Ayala sublime y guapísima. Cada una de esas apariciones produce un vuelco en el espectador, con el que haya podido conectar claro. La narración es particular, calmada, utilizando una cantidad de diálogos mínima, comprensible que no todos los espectadores conecten. Yo mismo vi salir a gente de la sala antes de terminar. En mi caso, al principio estuvo cerca de llegar al tedio, hasta que el festival de gestos, esa naturalidad, por su cercanía al documental y la increible labor de los actores, pero también por la labor de Guerín, por el tempo que utiliza, por esa repetición de figurantes que le da caracter propio a la ciudad (el africano que vende carteras, el acordeonista rumano...), un caracter al que estamos acostumbrados, y también esa carga de simbolismo y, sobretodo, esa hiperexpresividad, consiguió engancharme y de ahí ya no pude salir. Guerín consigue sacar expresión (una expresividad brutal de hecho) de Pilar López de Ayala hasta de espaldas. El trabajo con el sonido es igualmente increible.
Es cierto, y no deja de ser curioso, que en algunos momentos mi mente me llevó a historias propias, pero todo ello sin dejar en ningún momento la película. Quizás esas historias vividas por mí, pero evocadas por gestos de los personajes, fuesen a lo que Guerín se refería con querer hacer al público participe absoluto de la película rellenando lo que, él expresamente había vaciado. En otras circunstancias esa pretenciosidad me hubiese parecido tramposa y falsa, pero en este caso funcionó realmente conmigo, y posiblemente de ahí venga ese 9 que no estoy seguro de que la película objetivamente merezca.
Es cierto, y no deja de ser curioso, que en algunos momentos mi mente me llevó a historias propias, pero todo ello sin dejar en ningún momento la película. Quizás esas historias vividas por mí, pero evocadas por gestos de los personajes, fuesen a lo que Guerín se refería con querer hacer al público participe absoluto de la película rellenando lo que, él expresamente había vaciado. En otras circunstancias esa pretenciosidad me hubiese parecido tramposa y falsa, pero en este caso funcionó realmente conmigo, y posiblemente de ahí venga ese 9 que no estoy seguro de que la película objetivamente merezca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ese ansia de vacíar de Guerín aparece especialmente con el personaje principal. No sabemos nada de él, salvo de esa busqueda obsesiva que le tortura y de la que, a la vez, disfruta plenamente. Si partimos de la base de que la labor del artista consiste en una busqueda eterna de la belleza, no resulta dificil sacar la conclusión de que Sylvia es la belleza (el ideal de belleza del chico), y él es el artista (como posible pista, se dedica a pintar todo lo que observa). Ahora bien, no se puede negar que el protagonista se dedica, la mayor parte a mirar a mujeres de una belleza indiscutible, y sin embargo la sensación que me dio es que su busqueda se centraba en la (una vez más) expresividad de sus gestos, en esa vida descrita en cada una de ellas por sus miradas. Quizá de ahí la imagen, casi al final, de la mujer deformada. Ella también puede ser Sylvia, también puede ser belleza.
26 de septiembre de 2007
26 de septiembre de 2007
64 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio parece que va a ser una versión muda (o afónica al menos) de "Antes del atardecer/anochecer": jóvenes guapos y enamorados dando vueltas por una ciudad histórica europea (en este caso, Estrasburgo). La película tiene imágenes muy sensibles y emocionantes (esas sombras en las paredes del hotel, muchos rostros, miradas, gestos, silencios, presencias y ausencias, luces). Todo esto está muy bien y se agradece la voluntad de romper con la retórica al uso en el cine (aunque, claro está, Guerín no renuncia a que los protagonistas sean un estilosísimo macizo de ojos azules y Pilar López de Ayala, aquí no queremos feos que nos revienten la película); pero...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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...pero la película, a mi modo de ver, no resuelve una contradicción que la lastra: no se puede tener vocación objetiva y documental y, al mismo tiempo, estilizar la realidad hasta el amaneramiento. La película peca de inverosimilitud y la caracterización de los personajes es muy forzada, absolutamente increíble. Guerín pinta al tiempo con un pincel finísimo y con una brocha: a menudo sus imágenes me parecían redundantes y alargadas. Al final, lo que menos me interesaba era la peripecia del protagonista y miraba más a lo que ocurría a su alrededor: allí sí palpitaba la película.
27 de septiembre de 2007
27 de septiembre de 2007
60 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este falso documental es, en realidad, bastantes cosas:
- Es una epifanía.
- Un precioso autorretrato.
- Un mapa delicioso del eterno femenino.
- Una topología íntima y maravillosa de Estrasburgo.
- Un viaje sentimental.
- Un pálpito de vida callejera.
- Un ejercicio de cine depurado: imagen y sonido.
- Una llamada desaparecida.
- Un juego de miradas.
- El nacimiento de la luz.
- Caminos que se cruzan.
- El título de un libro de Canetti.
- Un rostro imaginario y sonriente.
- Un mar estilizado de reflejos.
- La búsqueda infinita.
- Un tranvía casi inmaterial.
- Un instante de paz en una tarde de domingo.
- Unos ojos azules.
- Un nido de labios.
- El vacío.
- Es el rodar de una botella.
Y, bueno, lo confieso: a mí también me encantan las mujeres.
- Es una epifanía.
- Un precioso autorretrato.
- Un mapa delicioso del eterno femenino.
- Una topología íntima y maravillosa de Estrasburgo.
- Un viaje sentimental.
- Un pálpito de vida callejera.
- Un ejercicio de cine depurado: imagen y sonido.
- Una llamada desaparecida.
- Un juego de miradas.
- El nacimiento de la luz.
- Caminos que se cruzan.
- El título de un libro de Canetti.
- Un rostro imaginario y sonriente.
- Un mar estilizado de reflejos.
- La búsqueda infinita.
- Un tranvía casi inmaterial.
- Un instante de paz en una tarde de domingo.
- Unos ojos azules.
- Un nido de labios.
- El vacío.
- Es el rodar de una botella.
Y, bueno, lo confieso: a mí también me encantan las mujeres.
15 de septiembre de 2007
15 de septiembre de 2007
45 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una lírica visita a una ciudad donde lo que fascina al viajero no son las catedrales, los puentes o los museos, sino las múltiples variantes de mujeres que por allí deambulan; en las terrazas de los cafés, en las callejuelas estrechas, en los bares de copas, en las estaciones...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Una obsesiva y poética mirada de artista, que al final, cuando más nos ha conseguido involucrar en su busqueda constante de la mujer soñada o anhelada, termina.
Y yo particularmente me he quedado con ganas de mirar un poco más. Igual que el fascinado y ensimismado protagonista de la historia observaba con mirada atenta y concentrada.
La película ha terminado demasiado pronto para mí. Aunque así suele suceder también con las mujeres que buscamos o encontramos en la vida real; que muchas veces desaparecen demasiado pronto, sin dejarnos siquiera la oportunidad de conocerlas, de tocarlas, de saber como se llaman, quizás de besarlas...
¿Dónde estará aquella chica que me sonrió aquel día que yo salía del aeropuerto cargado con un equipaje excesivo? ¿Seguirá viva? ¿la reconocería si volviese a verla ahora? ¿Será razonablemente feliz?
¿Y si hubiese dejado el equipaje en el suelo para besarla en los labios?
Besar a una desconocida. Después de esa bella sonrisa que me regaló, ¿hubiese respondido a mí beso?
Y yo particularmente me he quedado con ganas de mirar un poco más. Igual que el fascinado y ensimismado protagonista de la historia observaba con mirada atenta y concentrada.
La película ha terminado demasiado pronto para mí. Aunque así suele suceder también con las mujeres que buscamos o encontramos en la vida real; que muchas veces desaparecen demasiado pronto, sin dejarnos siquiera la oportunidad de conocerlas, de tocarlas, de saber como se llaman, quizás de besarlas...
¿Dónde estará aquella chica que me sonrió aquel día que yo salía del aeropuerto cargado con un equipaje excesivo? ¿Seguirá viva? ¿la reconocería si volviese a verla ahora? ¿Será razonablemente feliz?
¿Y si hubiese dejado el equipaje en el suelo para besarla en los labios?
Besar a una desconocida. Después de esa bella sonrisa que me regaló, ¿hubiese respondido a mí beso?
21 de febrero de 2011
21 de febrero de 2011
32 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el aparente minimalismo del argumento, se oculta, en mi opinión, en “En la ciudad de Sylvia” uno de los grandes temas de la experiencia humana: la Búsqueda, planteada aquí desde una perspectiva platónica, como búsqueda de la Idea inteligible desde el mundo de lo sensible (1) [notas en spoiler]; búsqueda, en este caso, de la Idea de lo eterno femenino (de la Belleza, desde otra perspectiva), que obsesiona al protagonista desde que, seis años atrás, una experiencia de revelación marcara decisivamente su vida; experiencia que no ha podido olvidar o que, si olvidó, fue para recuperarla luego y reconstruir mediante la memoria (2) un sentido a partir de un vestigio: un simple posavasos de un bar que quiere utilizar, a modo de icono sagrado, para acceder a una realidad de orden superior.
En alguna medida, “Él” (3) ya ha reconstruido interiormente esa experiencia, pero cae en la “tentación de la exterioridad”, de traer el cielo a la tierra, y, arrastrado por la necesidad de una inútil e imposible confirmación (4), se lanza a la búsqueda de “Ella” en el mundo físico, arrastrado por la inercia perceptiva que atribuye más realidad al espejismo ruidoso de la materia que a lo que el alma construye en el silencio (5). Tentación fatal ésta de buscar a Ella entre ellas, condenada de antemano al fracaso (6).
La ciudad, la ciudad-de-Sylvia, se convierte así en un espacio literalmente meta-físico, en donde se confronta la realidad interior de “Él” y la realidad exterior de “el mundo”. Estamos ante una búsqueda esencialmente caballeresca, perfectamente equiparable a la odisea artúrica (7). Búsqueda que es, a la vez, un trayecto o viaje iniciático (8), al final del cual, el protagonista accede quizás a un conocimiento: la realidad interior (que no es lo mismo que “subjetiva”) no necesita ni puede obtener su sanción de ninguna exterioridad.
El resultado de esa imposible colusión entre interioridad y exterioridad, entre alma y mundo material, no puede ser otro que la catástrofe; con ella, la decepción, la renuncia y la entrega a una aventura banal, carente de todo encanto, surgida en un tugurio decadente, lo que implica un verdadero crimen (9).
El final de la película para mí se mantiene enigmático. Exactamente igual que ocurría en “Tren de sombras”. O Guerin [sin acento] no sabe terminar sus películas o yo no he sabido leer sendos finales, o toda mi lectura es errónea, lo que también puede ser.
Película sutilísima, en todo caso, en la que todo está implícito y casi nada explícito —o sólo tenuamente explícito—(10), de un minimalismo que emana de una esencialización inspirada y que no es (como tantas veces) un mero disfraz para la ausencia de algo medianamente interesante que contar. Guerin es uno de los pocos directores —entre los españoles el único, yo creo, vista la inactividad de Erice— que nos hacen confiar en que el cine puede ser algo más que industria del espectáculo.
En alguna medida, “Él” (3) ya ha reconstruido interiormente esa experiencia, pero cae en la “tentación de la exterioridad”, de traer el cielo a la tierra, y, arrastrado por la necesidad de una inútil e imposible confirmación (4), se lanza a la búsqueda de “Ella” en el mundo físico, arrastrado por la inercia perceptiva que atribuye más realidad al espejismo ruidoso de la materia que a lo que el alma construye en el silencio (5). Tentación fatal ésta de buscar a Ella entre ellas, condenada de antemano al fracaso (6).
La ciudad, la ciudad-de-Sylvia, se convierte así en un espacio literalmente meta-físico, en donde se confronta la realidad interior de “Él” y la realidad exterior de “el mundo”. Estamos ante una búsqueda esencialmente caballeresca, perfectamente equiparable a la odisea artúrica (7). Búsqueda que es, a la vez, un trayecto o viaje iniciático (8), al final del cual, el protagonista accede quizás a un conocimiento: la realidad interior (que no es lo mismo que “subjetiva”) no necesita ni puede obtener su sanción de ninguna exterioridad.
El resultado de esa imposible colusión entre interioridad y exterioridad, entre alma y mundo material, no puede ser otro que la catástrofe; con ella, la decepción, la renuncia y la entrega a una aventura banal, carente de todo encanto, surgida en un tugurio decadente, lo que implica un verdadero crimen (9).
El final de la película para mí se mantiene enigmático. Exactamente igual que ocurría en “Tren de sombras”. O Guerin [sin acento] no sabe terminar sus películas o yo no he sabido leer sendos finales, o toda mi lectura es errónea, lo que también puede ser.
Película sutilísima, en todo caso, en la que todo está implícito y casi nada explícito —o sólo tenuamente explícito—(10), de un minimalismo que emana de una esencialización inspirada y que no es (como tantas veces) un mero disfraz para la ausencia de algo medianamente interesante que contar. Guerin es uno de los pocos directores —entre los españoles el único, yo creo, vista la inactividad de Erice— que nos hacen confiar en que el cine puede ser algo más que industria del espectáculo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1) mundo que, como la caverna platónica, sólo permite ver sombras o reflejos (omnipresentes en el film) de la verdadera realidad.
2) La memoria y el tiempo (alusión a las cerezas), creadores de realidad: uno de los grandes temas de Guerin (“Tren de sombras”).
3) Llamo “Él” y “Ella” a los dos protagonistas, anónimos en la película; anónimos como la ciudad, a la que, en concordancia con la abstracción de todo lo particular, tampoco se nombra.
4) La orientación equivocada de su búsqueda se le anuncia de varias formas: la camarera torpe que vierte su café sobre el plano que simboliza su proyecto, el silencio y luego la inversión del libro (¡muy zen!) que está leyendo de la chica de al lado (lectura “al revés” de la realidad), etc., pero Él no entenderá los mensajes.
5) Silencio que ostensiblemente le pide, con el dedo sobre los labios, la imagen de una enorme valla publicitaria, gesto que repite Ella en el tranvía.
6) En su cuaderno, Él convertirá explícitamente “ella” en “ellas”.
7) Guerin ha dicho que, para él, la visión del Lancelot de Bresson “fue como una revelación” (extras edición Intermedio). La dimensión caballeresca de la búsqueda está confirmada por: las “Ninfas del bosque” de Josquin Desprez (única música no diegética del film), el rosetón de la catedral como halo a la cabeza de Ella, la permanente alusión en los muros a la Laura de Petrarca, la estética prerrenacentista de los rostros en el café, que, contra toda perspectiva, parecen dialogar entre sí, y quizás otros muchos detalles que se me escapan.
8) Piénsese en la alusión sonora (v. o. francesa), cogida al vuelo, a “La Marelle” (rayuela, juego construido sobre el simbolismo del viaje) por las embaldosadas calles de la ciudad, o el “Voyage, voyage”, en la radio, que tararea la camarera.
9) Como anuncia el periódico que Él lee ante la sonrisa irónica de la camarera: “Un nouveau crime: Une femme sauvagement tuée...” [“Un nuevo crimen: Una mujer salvajemente asesinada...”] Esa mujer no es otra que Sylvia, a la que El ha hecho víctima de una materialización asesina.
10) No trato con estas notas de proponer una lectura indagatoria o detectivesca de la película que se perdería estérilmente en los detalles. Muy al contrario. Pero es preciso ser conscientes de lo que vemos, para poder luego “olvidarlo” en una visión posterior más sintética que analítica, más poética que narrativa, más imaginativa que racional. Pienso que nada en esta película es gratuito, ni siquiera la desaparición de la señal de dirección prohibida junto a la cual se pierde Sylvia al bajar del tranvía y que, misteriosamente, ya no estará allí en los dos planos que veremos poco después de ese mismo lugar. Hay otros muchos detalles (no necesariamente conscientes por parte del director), aquí no citados (he apurado al máximo el espacio), susceptibles de ser interpretados. Tampoco pretendo proponer una interpretación unívoca, pues sin duda es posible una pluralidad de lecturas.
2) La memoria y el tiempo (alusión a las cerezas), creadores de realidad: uno de los grandes temas de Guerin (“Tren de sombras”).
3) Llamo “Él” y “Ella” a los dos protagonistas, anónimos en la película; anónimos como la ciudad, a la que, en concordancia con la abstracción de todo lo particular, tampoco se nombra.
4) La orientación equivocada de su búsqueda se le anuncia de varias formas: la camarera torpe que vierte su café sobre el plano que simboliza su proyecto, el silencio y luego la inversión del libro (¡muy zen!) que está leyendo de la chica de al lado (lectura “al revés” de la realidad), etc., pero Él no entenderá los mensajes.
5) Silencio que ostensiblemente le pide, con el dedo sobre los labios, la imagen de una enorme valla publicitaria, gesto que repite Ella en el tranvía.
6) En su cuaderno, Él convertirá explícitamente “ella” en “ellas”.
7) Guerin ha dicho que, para él, la visión del Lancelot de Bresson “fue como una revelación” (extras edición Intermedio). La dimensión caballeresca de la búsqueda está confirmada por: las “Ninfas del bosque” de Josquin Desprez (única música no diegética del film), el rosetón de la catedral como halo a la cabeza de Ella, la permanente alusión en los muros a la Laura de Petrarca, la estética prerrenacentista de los rostros en el café, que, contra toda perspectiva, parecen dialogar entre sí, y quizás otros muchos detalles que se me escapan.
8) Piénsese en la alusión sonora (v. o. francesa), cogida al vuelo, a “La Marelle” (rayuela, juego construido sobre el simbolismo del viaje) por las embaldosadas calles de la ciudad, o el “Voyage, voyage”, en la radio, que tararea la camarera.
9) Como anuncia el periódico que Él lee ante la sonrisa irónica de la camarera: “Un nouveau crime: Une femme sauvagement tuée...” [“Un nuevo crimen: Una mujer salvajemente asesinada...”] Esa mujer no es otra que Sylvia, a la que El ha hecho víctima de una materialización asesina.
10) No trato con estas notas de proponer una lectura indagatoria o detectivesca de la película que se perdería estérilmente en los detalles. Muy al contrario. Pero es preciso ser conscientes de lo que vemos, para poder luego “olvidarlo” en una visión posterior más sintética que analítica, más poética que narrativa, más imaginativa que racional. Pienso que nada en esta película es gratuito, ni siquiera la desaparición de la señal de dirección prohibida junto a la cual se pierde Sylvia al bajar del tranvía y que, misteriosamente, ya no estará allí en los dos planos que veremos poco después de ese mismo lugar. Hay otros muchos detalles (no necesariamente conscientes por parte del director), aquí no citados (he apurado al máximo el espacio), susceptibles de ser interpretados. Tampoco pretendo proponer una interpretación unívoca, pues sin duda es posible una pluralidad de lecturas.
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