Era necesario. Teníamos que encajar las piezas de puzzle, recomponer la memoria fragmentada -qué memoria no lo es- y desbloquear las incógnitas que nos dejó la primera parte de la docuserie "Rocío, contar la verdad para seguir viva". Si en "Papá Piquillo", Chiquito de la Calzada prescindió de Bigote Arrocet sustituyéndolo por un mono, en esta ocasión, dejamos a Antonio David Flores en un segundo plano y ahondamos en la historia íntima de los Mohedano. Van a ser necesarios muchos episodios para poder obtener una versión completa, solida, compacta, de esta apasionante saga familiar. Los temas aquí tratados, son delicados, legal y judicialmente hablando, con lo que lo mejor es escuchar todos los testimonios aquí recogidos (Gloria Camila, Raquel Mosquera, Ortega Cano) como hicimos en su momento como en "Capturing the Friedmans", el documental dirigido por Andrew Jarecki. A seguir muy de cerca

Nada he visto más bochornoso que este mal llamado documental. Partimos de una base falsa, testimonio único e incoherente, para defecarse en el Estado de Derecho.
Rocío Carrasco nunca fue víctima de ninguna violencia, ni ha podido mostrar prueba alguna de lo que cuenta, lo dicen sendos Juzgados de Violencia de Género y lo digo yo, porque respeto a los Tribunales, ni su ex marido es un maltratador, ni repito, ella una víctima.
Esta “performance” pues parte de una falsedad legal, y la innombrable “Fábrica de la Tele” efectivamente hace gala de su nombre, fabrica un guion para tomar el pelo de espectadores, con la creencia absoluta que somos analfabetos y no sabemos sumar dos más dos… Jamás creí ver un espectáculo tan abominable como el ejecutado por esta gente, sin escrúpulos ni honestidad. Dónde queda la inocencia de ciudadanos que han pasado el filtro judicial, y que no han encontrado un sólo poso que aliente la puesta en escena de Rociito, mujer cuyo único oficio es el título de ser hija de una cantante?
Inconcebible manipulación reaccionaria que no se apoya en ninguna verdad probada ni ejecutada. Papeles que se muestran convenientemente sesgados y un triste espectáculo generador de odio, tanto que la “ intérprete” incluso se enorgullece del maltrato que inflige a su hija, digo hija para entendernos, no considero a la actriz para nada madre.