¡Vente a Alemania, Pepe!
1971 

5.2
3,607
Comedia
Peralejos, un tranquilo pueblo del Alto Aragón, es un lugar donde nunca pasa nada. Un día regresa al pueblo para pasar las vacaciones Angelino (Sacristán), un emigrante que conduce un magnífico Mercedes y cuenta maravillas sobre Alemania y sus mujeres. Pepe (Landa), fascinado por las historias de su amigo, decide emigrar también, pero su sueño empieza a las cinco de la mañana, limpiando cristales, y concluye a las doce de la noche pegando carteles. (FILMAFFINITY) [+]
22 de abril de 2008
22 de abril de 2008
59 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ácida y cómica crítica a la situación de mucho españoles hace treinta y tantos años, buscando "El Dorado" fuera de sus fronteras.
La visión podría haber sido cruel y esperpéntica (todos tenemos muchos ejemplos hoy en día a nuestro alrededor de lo desorador y agónico que puede ser el querer buscar un mundo mejor para los tuyos fuera de tu país); pero lejos de eso, Pedro Lazaga lo convierte en una comedia donde los sueños truncados de casa y Mercedes, se convierten en un trabajo exclavo, en un país donde no entiendes a la gente cuando habla.
Grandes todos: Landa, Sacristán, Cuervo, Guillén... actores de raza como no volverán a existir en nuestro país (al paso que va la burra) que hacen de ésta una película que cada cierto tiempo conviene volver a revisar (como tantas y tantas de la época, que siguen sin envejecer)
Esta vez, JuanCádiz, espero acertar, o al menos que coincidamos al decir que; con respecto al cine patrio y exceptuando quince o veinte excepciones cualquier tiempo pasado fue mejor, ya que ni los guiones (Los Tramposos, La Gran Familia, Bienvenido Mr. Marshall...), ni los actores (Closas, Ozores, LeBlanc, Landa...), ni las películas son ni serán como aquellas.;-)
La visión podría haber sido cruel y esperpéntica (todos tenemos muchos ejemplos hoy en día a nuestro alrededor de lo desorador y agónico que puede ser el querer buscar un mundo mejor para los tuyos fuera de tu país); pero lejos de eso, Pedro Lazaga lo convierte en una comedia donde los sueños truncados de casa y Mercedes, se convierten en un trabajo exclavo, en un país donde no entiendes a la gente cuando habla.
Grandes todos: Landa, Sacristán, Cuervo, Guillén... actores de raza como no volverán a existir en nuestro país (al paso que va la burra) que hacen de ésta una película que cada cierto tiempo conviene volver a revisar (como tantas y tantas de la época, que siguen sin envejecer)
Esta vez, JuanCádiz, espero acertar, o al menos que coincidamos al decir que; con respecto al cine patrio y exceptuando quince o veinte excepciones cualquier tiempo pasado fue mejor, ya que ni los guiones (Los Tramposos, La Gran Familia, Bienvenido Mr. Marshall...), ni los actores (Closas, Ozores, LeBlanc, Landa...), ni las películas son ni serán como aquellas.;-)
2 de junio de 2008
2 de junio de 2008
46 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vente a Alemania, Pepe es uno de esos productos típicos del tardofranquismo que recoge el conflicto entre la sociedad tradicional española y la modernidad que empuja cada vez con más fuerza y a la que el propio franquismo ha de adaptarse, aunque esto llevase, paradójicamente, a su desaparición. Por supuesto hay un mirada conservadora (que es la oficial) que destaca los “peligros” y los problemas de esa modernidad, contraponiéndolos a las ventajas de la sencillez e inocencia de la vida tradicional y los valores del nacionalcatolicismo. La pretensión de la película no es desde luego deslizar una crítica, pero en ese conflicto se pueden hacer visibles algunas de las contradicciones que recorrían la sociedad española y que evidenciaban el conflicto entre la ideología del franquismo y la de necesidad de cambios para que lo fundamental (la salvaguarda del capitalismo) permaneciese.
Ese conflicto es el núcleo de la película, pero aparece (como no podría ser de otra forma) reducido a lo más anecdótico y banal. Su objetivo no es otro que minimizar el impacto de esa inevitable modernización, atenuándola, matizándola y llevándola allí donde el choque es meramente figurado y no puede ir más allá poniéndola en quiebra. Es un reflejo de la gran operación desarrollista de los tecnócratas que, al tiempo que impulsaban la transformación de la sociedad contenían, enmascaraban y contrarrestaban aquello potencialmente peligroso para el Estado franquista y para el futuro del orden socio-político que podía surgir de ese choque. No es casualidad que el destape surja en estos años. Un par de tetas no escandalizan a nadie más que a cuatro beatas y a los curas, pero la reflexión crítica sobre la sexualidad puede trastocar muchas cosas especialmente en una sociedad tan inestable como la española de aquella época. Era preciso contrarrestar ese peligro con algo banal pero aparentemente rupturista como fue ver por primera vez en una pantalla de cine unos muslos o una teta de una actriz española.
El tema central de la película es la emigración de españolitos a Europa. Yendo más allá de lo evidente, del humor fácil y tópico y de las pretensiones del director y del guionista se pueden comprender algunos de los factores conflictivos que intervenían en ella y contrastarlos con el momento actual en el que hemos pasado de ser los “hermanos pobres” a formar parte de la elite de países ricos y recoger la inmigración de otros países. Hay que destacar el choque entre la visión que todos los inmigrantes tienen de la sociedad de acogida antes de emprender su odisea y la realidad que les espera. Esta visión distorsionada es favorecida por aquellos que regresan y que cuentan las supuestas maravillas del mundo al que huyeron para esconder la miseria en la que viven, su frustración y su soledad. Aunque todo esto se reduce en la película a la mera morriña de España, de sus embutidos y de su vino.
Ese conflicto es el núcleo de la película, pero aparece (como no podría ser de otra forma) reducido a lo más anecdótico y banal. Su objetivo no es otro que minimizar el impacto de esa inevitable modernización, atenuándola, matizándola y llevándola allí donde el choque es meramente figurado y no puede ir más allá poniéndola en quiebra. Es un reflejo de la gran operación desarrollista de los tecnócratas que, al tiempo que impulsaban la transformación de la sociedad contenían, enmascaraban y contrarrestaban aquello potencialmente peligroso para el Estado franquista y para el futuro del orden socio-político que podía surgir de ese choque. No es casualidad que el destape surja en estos años. Un par de tetas no escandalizan a nadie más que a cuatro beatas y a los curas, pero la reflexión crítica sobre la sexualidad puede trastocar muchas cosas especialmente en una sociedad tan inestable como la española de aquella época. Era preciso contrarrestar ese peligro con algo banal pero aparentemente rupturista como fue ver por primera vez en una pantalla de cine unos muslos o una teta de una actriz española.
El tema central de la película es la emigración de españolitos a Europa. Yendo más allá de lo evidente, del humor fácil y tópico y de las pretensiones del director y del guionista se pueden comprender algunos de los factores conflictivos que intervenían en ella y contrastarlos con el momento actual en el que hemos pasado de ser los “hermanos pobres” a formar parte de la elite de países ricos y recoger la inmigración de otros países. Hay que destacar el choque entre la visión que todos los inmigrantes tienen de la sociedad de acogida antes de emprender su odisea y la realidad que les espera. Esta visión distorsionada es favorecida por aquellos que regresan y que cuentan las supuestas maravillas del mundo al que huyeron para esconder la miseria en la que viven, su frustración y su soledad. Aunque todo esto se reduce en la película a la mera morriña de España, de sus embutidos y de su vino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La admiración que le profesan al emigrado José Sacristán sus convecinos al regresar al pueblo es un bálsamo frente a las penurias que pasa cada día en Alemania. Evidentemente, la pretensión es exaltar la España franquista y mostrar cómo, a pesar de algunos pequeños defectos que hay que limar, es indudablemente mejor que lo que hay fuera. Se desliza la idea de necesidad de cambios al tiempo que se mantienen las esencias de la España carpetovetónica. La emigración es necesaria por motivos económicos, así como la adaptación a la economía mundial, pero han de preservarse los valores propios de la nación. El sueño de la pareja interpretada por los Guillén Cuervo, ahorrar para volver a España y montar una gasolinera, es el sueño del franquismo, es el único sueño permitido: el de la prosperidad económica y el no pensar en nada más.
La falsedad de un mito se hace evidente viendo esta película. Ese mito que tanto gusta a nuestros representantes políticos (y a mucho desertor del arao) y que afirma que los españoles, a diferencia de los inmigrantes que hoy vienen aquí, iban todos con papeles en regla y con un puesto de trabajo seguro. Alfredo Landa no sólo no va con sus papeles en regla sino que acude a un compatriota que se encarga de arreglar la situación de los ilegales y de darles trabajo. Pero, por supuesto, esto no puede ser dicho crudamente. Hay que salvarle el culo al franquismo. El protagonista simplemente se ha olvidado los papeles (es que los españoles somos así) porque se ha marchado impulsivamente sin tener en cuenta que hay que pasar por unos trámites burocráticos. La realidad que refleja la película aunque oculta tras un cortinaje, es la de la miseria y la de explotación de mano de obra barata, la misma que sufren aquellos que hoy vienen aquí en busca de un sueño que además es más falso que un duro de tres pesetas.
Otro aspecto muy interesante de la película es la figura del exiliado. En un momento de conflicto en el que cada vez es más difícil acallar las voces críticas la aparición y tratamiento de este personaje en una película no es casual. Ferrandis interpreta a un exiliado nostálgico de España, que la critica pero que en el fondo la ama y la añora. Es un gesto hacia aquellos que se fueron por razones políticas y a los que se trata de atraer de nuevo para refundar la España moderna. Es el reflejo, aunque muy sutil y, desde luego, no consciente de los pactos que habrían de venir y que acabarían por conformar la España democrática en la que los posfranquistas y los “desafectos” del régimen se daban la mano para caminar juntos hacia un porvenir que se presentaba como nuevo pero que no era sino la adaptación a unos tiempos nuevos en los que el franquismo era un anacronismo, un lastre para lo realmente importante: el desarrollo económico. Es la llamada a la reconciliación nacional, reconciliación fundada, por supuesto, en el reconocimiento del capitalismo como única realidad posible y en el amor a la patria.
La falsedad de un mito se hace evidente viendo esta película. Ese mito que tanto gusta a nuestros representantes políticos (y a mucho desertor del arao) y que afirma que los españoles, a diferencia de los inmigrantes que hoy vienen aquí, iban todos con papeles en regla y con un puesto de trabajo seguro. Alfredo Landa no sólo no va con sus papeles en regla sino que acude a un compatriota que se encarga de arreglar la situación de los ilegales y de darles trabajo. Pero, por supuesto, esto no puede ser dicho crudamente. Hay que salvarle el culo al franquismo. El protagonista simplemente se ha olvidado los papeles (es que los españoles somos así) porque se ha marchado impulsivamente sin tener en cuenta que hay que pasar por unos trámites burocráticos. La realidad que refleja la película aunque oculta tras un cortinaje, es la de la miseria y la de explotación de mano de obra barata, la misma que sufren aquellos que hoy vienen aquí en busca de un sueño que además es más falso que un duro de tres pesetas.
Otro aspecto muy interesante de la película es la figura del exiliado. En un momento de conflicto en el que cada vez es más difícil acallar las voces críticas la aparición y tratamiento de este personaje en una película no es casual. Ferrandis interpreta a un exiliado nostálgico de España, que la critica pero que en el fondo la ama y la añora. Es un gesto hacia aquellos que se fueron por razones políticas y a los que se trata de atraer de nuevo para refundar la España moderna. Es el reflejo, aunque muy sutil y, desde luego, no consciente de los pactos que habrían de venir y que acabarían por conformar la España democrática en la que los posfranquistas y los “desafectos” del régimen se daban la mano para caminar juntos hacia un porvenir que se presentaba como nuevo pero que no era sino la adaptación a unos tiempos nuevos en los que el franquismo era un anacronismo, un lastre para lo realmente importante: el desarrollo económico. Es la llamada a la reconciliación nacional, reconciliación fundada, por supuesto, en el reconocimiento del capitalismo como única realidad posible y en el amor a la patria.
16 de agosto de 2010
16 de agosto de 2010
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, no es "El Sur", ni "El Verdugo", ni "La Caza". Por eso no le doy un 9 o un 10. Pero no entiendo a aquellos que por no se sabe bien que velo extraño en la vista, de repente cierran los ojos a los valores filmicos de una pelicula a causa de sus prejuicios.
Como comedia es divertida, sin histrionismos ni artificios innecesarios. Eso sí, es un humor a la medida del argumento, es decir tragicómico.
El lenguaje cinematográfico es más que correcto, con una narración ágil, con un montaje dignamente concebido... Resulta extraño tener que explicar por qué una película bien hecha está bien hecha, pero bueno.
Los actores, así, así. Muchos critican a Landa pero sin él el landismo no habría sido tal. Pocos actores tan buenos son, a la vez tan cómicos.
Pero lo que más digno me resulta de esta película es el tratamiento maduro y desacomplejado, lejos de maniqueísmos, que se da al tema central: La necesidad de la emigración, con sus luces y sus sombras. La juventud con poco que perder es la que más padece el desarraigo, pero su ilusión lo compensa. El matrimonio de mediana edad, con su proyecto bien definido, encaja con entereza las decepciones. El republicano exiliado, no puede ocultar la nostalgia de la tierra natal, pero la vejez es terca y la ideología le ata al presente porque le impide olvidar el pasado.
Es una película hija de su tiempo (cierto moralismo conservador, tendencia a evitar análisis sociológicos profundos...), pero nadie puede negarle valentía aunque sólo sea por meter al personaje de Antonio Ferrandis. La comedia habría funcionado igualmente sin él, pero su inclusión completa el fresco histórico.
Como comedia es divertida, sin histrionismos ni artificios innecesarios. Eso sí, es un humor a la medida del argumento, es decir tragicómico.
El lenguaje cinematográfico es más que correcto, con una narración ágil, con un montaje dignamente concebido... Resulta extraño tener que explicar por qué una película bien hecha está bien hecha, pero bueno.
Los actores, así, así. Muchos critican a Landa pero sin él el landismo no habría sido tal. Pocos actores tan buenos son, a la vez tan cómicos.
Pero lo que más digno me resulta de esta película es el tratamiento maduro y desacomplejado, lejos de maniqueísmos, que se da al tema central: La necesidad de la emigración, con sus luces y sus sombras. La juventud con poco que perder es la que más padece el desarraigo, pero su ilusión lo compensa. El matrimonio de mediana edad, con su proyecto bien definido, encaja con entereza las decepciones. El republicano exiliado, no puede ocultar la nostalgia de la tierra natal, pero la vejez es terca y la ideología le ata al presente porque le impide olvidar el pasado.
Es una película hija de su tiempo (cierto moralismo conservador, tendencia a evitar análisis sociológicos profundos...), pero nadie puede negarle valentía aunque sólo sea por meter al personaje de Antonio Ferrandis. La comedia habría funcionado igualmente sin él, pero su inclusión completa el fresco histórico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando al viejo republicano le ofrecen vino retira el vaso con premura, como dando a entender un cierto desprecio patrio; pero sólo es una falsa impresión: El vaso estaba lleno de agua y hay que vaciarlo para beber ese buen vino español tan añorado.
Más adelante en mitad de una bronca entre Landa y Tina Sainz, sale Antonio Ferrandis y dice ¿que pasa?, y Landa dice "Que tendrian que haber fusilado al primero que vino a Alemania". Ferrandis, un republicano que evitó el fusilamiento emigrando, hace un gesto significativo.
En mitad de una explicacion sobre la batalla del Ebro donde las divisiones son botes de salsas, Sacristan rompe la gravedad de la disquisición pidiendo la salsa de tomate por el nombre del cuerpo militar.
Más adelante en mitad de una bronca entre Landa y Tina Sainz, sale Antonio Ferrandis y dice ¿que pasa?, y Landa dice "Que tendrian que haber fusilado al primero que vino a Alemania". Ferrandis, un republicano que evitó el fusilamiento emigrando, hace un gesto significativo.
En mitad de una explicacion sobre la batalla del Ebro donde las divisiones son botes de salsas, Sacristan rompe la gravedad de la disquisición pidiendo la salsa de tomate por el nombre del cuerpo militar.
10 de febrero de 2011
10 de febrero de 2011
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta si que es una película española y no las de ahora que resultan cutres y con el argumento de típico “pedo, culo, caca”… Si, es una película de esas de antes, la típica españolada con la que no te partes de risa, pero que te estás riendo hasta que pone el FIN. Típico humor español, y exenta de esa cutrería rancia de las que ahora subvencionan para desgracia de los bolsillos de los que no vamos a verlas. Salvo las de Santiago Segura (Saga “Torrente”), casi todas producen auténtico ardor de estómago e impotencia al comprobar en lo que se gastan el dinero para confeccionar este amasijo de tripas de gorrino caducadas.
En fin, voy a lo que voy. El director Pedro Lazaga nos sirve su habitual modelo de película, consiguiendo entretenernos y que no perdamos la sonrisa durante algo más de noventa minutos. La inconfundible pareja Alfredo Landa (No desearás a la mujer del vecino, 1971, “El Crack”, 1981) y Tina Sainz (“Las Ibéricas F.C., 1971). Ambos actores hace que el pueblo de Peralejos, situado en Aragón, pierda el aburrimiento cotidiano cuando aparece Angelino (José Sacristán), un emigrante con su flamante Mercedes circulando por el pueblo y presumiendo al tiempo que narraba las maravillas, las aventuras y sus ligues con las chicas alemanas. Aparece la figura de un José Sacristán muy joven, que no me ha hecho nunca ni pizca de gracia, pero ahí está… como la Puerta de Alcalá.
Ante el discurso de su amigo, Pepe (Alfredo Landa) queda alucinado de las aventuras con las alemanas, con el Mercedes y con la posibilidad de poder vivir en carne propia todas esas experiencias que hasta entonces le parecían inalcanzables. Así que toma la decisión de abandonar la monotonía y el aburrimiento de ese pueblo y decide preparar la maleta para largarse a Alemania a probar fortuna y… las alemanitas.
Pepe llega a Alemania y su sueño comienza a cumplirse, eso si, desde las 5 de la mañana cuando comienza levantarse hasta las 12 de la noche cuando llega a su casa mas muerto que vivo. Trabaja como un negro en todo lo que puede y desarrolla su instinto sexual intentando ligar con esas mujeres que cada vez que las mira le quitan el hipo y las ganas de trabajar.
Es la típica película de Alfredo Landa, ese monstruo de la pantalla que cada vez que aparecía en los carteles tenía el lleno asegurado hasta la bandera. Merece la pena verla, sobretodo en estos momentos en los que aparece de nuevo la posibilidad de que muchos españoles tengan que irse a Alemania a trabajar.
En fin, voy a lo que voy. El director Pedro Lazaga nos sirve su habitual modelo de película, consiguiendo entretenernos y que no perdamos la sonrisa durante algo más de noventa minutos. La inconfundible pareja Alfredo Landa (No desearás a la mujer del vecino, 1971, “El Crack”, 1981) y Tina Sainz (“Las Ibéricas F.C., 1971). Ambos actores hace que el pueblo de Peralejos, situado en Aragón, pierda el aburrimiento cotidiano cuando aparece Angelino (José Sacristán), un emigrante con su flamante Mercedes circulando por el pueblo y presumiendo al tiempo que narraba las maravillas, las aventuras y sus ligues con las chicas alemanas. Aparece la figura de un José Sacristán muy joven, que no me ha hecho nunca ni pizca de gracia, pero ahí está… como la Puerta de Alcalá.
Ante el discurso de su amigo, Pepe (Alfredo Landa) queda alucinado de las aventuras con las alemanas, con el Mercedes y con la posibilidad de poder vivir en carne propia todas esas experiencias que hasta entonces le parecían inalcanzables. Así que toma la decisión de abandonar la monotonía y el aburrimiento de ese pueblo y decide preparar la maleta para largarse a Alemania a probar fortuna y… las alemanitas.
Pepe llega a Alemania y su sueño comienza a cumplirse, eso si, desde las 5 de la mañana cuando comienza levantarse hasta las 12 de la noche cuando llega a su casa mas muerto que vivo. Trabaja como un negro en todo lo que puede y desarrolla su instinto sexual intentando ligar con esas mujeres que cada vez que las mira le quitan el hipo y las ganas de trabajar.
Es la típica película de Alfredo Landa, ese monstruo de la pantalla que cada vez que aparecía en los carteles tenía el lleno asegurado hasta la bandera. Merece la pena verla, sobretodo en estos momentos en los que aparece de nuevo la posibilidad de que muchos españoles tengan que irse a Alemania a trabajar.
10 de octubre de 2015
10 de octubre de 2015
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo críticas de toda clase y lo cierto es que prefiero no hacer ni caso a quienes parecen más preocupados por que la película sea de 1971, que por que sea buena. Por supuesto, si nos fijamos solo en los detalles técnicos le encontraremos mil y una irregularidades, porque «Vente a Alemania, Pepe» no es un alarde de virtuosismo cinematográfico. ¿Cuál lo es? Pedro Lazaga dirige con soltura, monta con coherencia, los actores están sobrados, con un Ferrandis que hoy en día se llevaría el Goya por esta interpretación; y la historia consigue algo dificilísimo: hacer reír y llorar a la vez. Y no me refiero a que en una escena te rías y a la siguiente llores, sino que en una misma estás riéndote y con las lágrimas saltadas de emoción. Igual que Pepe viendo esos bailes regionales que en su pueblo le parecían un tostón y que en Munich le hacen un nudo en el estómago. Cuánta razón.
Todo, o casi todo, en esta vida tiene sus luces y sus sombras y, aunque a algunos les parezca imposible, en el pasado éramos mucho más maduros que hoy para afrontar con un enfoque objetivo y desacomplejado cuestiones tan tremendas y espinosas como los exiliados españoles. Pocas veces he visto, y de hecho no recuerdo, un republicano tan conmovedor como este señor Emilio, exiliado que no esconde su ideología ni su crítica a aquella España de la que huyó por convicción y a la que, treinta años después, ya no pude volver. El desarraigo, la tristeza, la nostalgia que reflejan sus ojos te llega de un modo directo al corazón. ¿Qué es la patria? Casi no es ni un país: es una forma de vida, un olor, un río, una tarde de caza, el calor del sol, los amigos que perdiste, los enemigos que han muerto. Si eso ya no está, ¿para qué volver? Mejor que quede tu patria en tu recuerdo imborrable, perenne en el tiempo.
Aparte de esta trama sentimental, tenemos la historia de Pepe, un granjero aragonés que quiere ganar más dinero que el que gana en España y decide emigrar a Alemania llamado por los cuentos de su amigo Angelino (José Sacristán). Ellos demostrarán que hombres, hombres son, así que parece hacer frente a los machos ibéricos hay que ser toda una mujer de casta, y es aquí donde Tina Sáinz y su Pilar arrasarán por donde pisan y doblegarán a su enamorado por la pura fuerza de su feminidad. Angelino, querido, aprende que eso de «jarabe de palo» no sirve para una verdadera mujer española.
Un título imprescindible. Digan lo que digan.
Todo, o casi todo, en esta vida tiene sus luces y sus sombras y, aunque a algunos les parezca imposible, en el pasado éramos mucho más maduros que hoy para afrontar con un enfoque objetivo y desacomplejado cuestiones tan tremendas y espinosas como los exiliados españoles. Pocas veces he visto, y de hecho no recuerdo, un republicano tan conmovedor como este señor Emilio, exiliado que no esconde su ideología ni su crítica a aquella España de la que huyó por convicción y a la que, treinta años después, ya no pude volver. El desarraigo, la tristeza, la nostalgia que reflejan sus ojos te llega de un modo directo al corazón. ¿Qué es la patria? Casi no es ni un país: es una forma de vida, un olor, un río, una tarde de caza, el calor del sol, los amigos que perdiste, los enemigos que han muerto. Si eso ya no está, ¿para qué volver? Mejor que quede tu patria en tu recuerdo imborrable, perenne en el tiempo.
Aparte de esta trama sentimental, tenemos la historia de Pepe, un granjero aragonés que quiere ganar más dinero que el que gana en España y decide emigrar a Alemania llamado por los cuentos de su amigo Angelino (José Sacristán). Ellos demostrarán que hombres, hombres son, así que parece hacer frente a los machos ibéricos hay que ser toda una mujer de casta, y es aquí donde Tina Sáinz y su Pilar arrasarán por donde pisan y doblegarán a su enamorado por la pura fuerza de su feminidad. Angelino, querido, aprende que eso de «jarabe de palo» no sirve para una verdadera mujer española.
Un título imprescindible. Digan lo que digan.
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