Película indie, muy modesta, con algunos habituales del círculo de Jim Jarmusch como Tom DiCillo (fotografía) o Jonh Lurie (música), cuyo mayor interés reside en asistir a los primeros pinitos de dos tremendos secundarios: Luis Guzmán y Will Patton, que aquí ya apuntaban maneras. Destaca por un realismo que consigue soltando a los actores en escenarios auténticos (ya sea un bar, una lonja o un parque de atracciones) y dándoles margen para la improvisación. Esto le confiere un saborcillo documental que añade turbiedad y sordidez al asunto, pero el relato de la obsesión erótica es torpe y está descaradamente alargado (es un film ideal para darle continuos golpecitos clitóricos al botón de avance 10 segundos). Aunque bordea el ridículo en ocasiones, no es tan mala como "Ruleta sexual" o cualquiera de las otras cintas X que proyectan en el cine Variety, donde el mejor espectáculo es la taquillera.