Pasillos de sangre

Aceptable cinta, con fotografía en Blanco y Negro, con un elenco interesante, encabezado por un avejentado Boris Karloff, y secundado por otros memorables del cine, como Finlay Currie, Christopher Lee y el siempre imponente Francis de Wolff. La historia parte bien, pero en mi opinión, se empieza a enredar. Destacar el papel de Karloff y el empeño que puso en demostrar sus teorías, aun con un grupo de adversarios y colegas implacables. Correcta ambientación del siglo XIX y decorados de buen nivel. Pienso que esta película podía dar más en vista del elenco con que contaba, por eso le doy solo un Pasable.

R. Day dirige con habilidad la historia escrita por J.S. Rogers en la que se combinan datos históricos y de ficción sobre el descubrimiento de la anestesia a finales del siglo XIX.
El argumento es realmente bueno y llama la atención la excelente ambientación de los entornos en que se desarrolla la acción y la caracterización psicológica de los personajes.
La narración posee pausa e intriga, resulta interesante, dinámica, fluida y debe destacarse la magnífica interpretación de B. Karloff.
Sólo algunos extremos poco definidos o expuestos con cierta precipitación restan mérito a un largometraje que acredita notables valores cinematográficos.

"El dolor y el cuchillo se pueden separar".

Interesante film británico que cuenta como mejor aval la presencia del gran Boris Karloff, interpretando con propiedad un personaje real, aunque dramatizado para la ocasión cinematográfica.
Recuerda no poco, aunque esta es anterior, a "La carne y el demonio", más que nada por el fondo de la historia, con esos conseguidores de cadáveres, gentes de baja estofa, que para ganar dinero proveían a los doctores de cuerpos muertos de seres humanos para las prácticas de anatomía.
Sin embargo, la historia es diferente y se sustenta por los continuos y fracasados intentos por encontrar un producto químico para anestesiar a las personas que iban a ser operados, ya que hasta el momento de su descubrimiento sufrían horribles dolores durante las operaciones.
Esto es lo que le lleva hasta casi sus últimas consecuencias al protagonista, que experimenta sobre sí mismo.
El filme es entretenido pero a veces le falta la fuerza y pasión que sí tenía "La carne y el demonio". Pero el empaque técnico es admirable con, una vez más en el cine británico, una impecable ambientación.
Son interesantes y muy creíbles, las escenas de las operaciones, delante de los estudiantes y de los familiares de los enfermos, que por lo que se ve en la cinta, podían estar delante viéndolo y sufriéndolo todo. Ahí podemos ver también las más bien pocas medidas higiénicas en las mismas.
Una película que tiene como mejor aval que está sustentada en la verdad aunque como producto cinematográfico es mejorable. Le falta en algunos momentos chispa y un mayor y mejor ritmo interno, pero es competente y muy digna.
Y no se debe olvidar la inquietante presencia de un Christopher Lee malévolo y asesino sin piedad.

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Se trata de un brillante guion que mezcla realidad histórica y ficción.. Los personajes son absolutamente convincentes, en especial los asesinos que venden cadáveres a los hospitales.
No estamos ante uno de esos artificiosos argumentos de la Hammer, que descarrilan por la vía del sensacionalismo torpe. Aquí se vive la tensión y angustia de un cirujano (Boris Karloff) que experimenta con productos químicos para anestesiar a sus pacientes y evitarles el horrible dolor que presidía las operaciones quirúrgicas hasta mediados del siglo XIX.
El acierto y la actualidad del fil reside en el destino trágico de un médico bondadoso que sufre la fatalidad de fracasar al intentar demostrar lo que ha descubierto. Se describen muy bien el egoísmo y el prejuicio de sus colegas y alumnos, así como la necesidad de pactar con delincuentes para poder seguir investigando.
Como película, pues, resulta un logro artístico de primer orden. Bien dirigida y magistralmente interpretada por Karloff, Francis de Wolf y otros excelentes actores británicos. Pero...
Pero lo desconcertante es que el personaje al que se le atribuye el descubrimiento de la anestesia, Thomas Bolton (al que se dedica la película) no consta en ninguna enciclopedia.
Fué Williams Thomas Morton, un norteamericano, el que figura como descubridor. Y, por supuesto, su vida nada tiene que ver con la del Bolton del film.