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Noche de fuego

Drama En un pueblo ubicado en la Sierra de México, controlado por un cártel de la droga, las madres de niñas las disimulan cortándoles el pelo, y tienen en sus casas un escondite para que estén a salvo de quienes se las llevan. Los ecos de la violencia inherente al lugar son una amenaza ineludible. (FILMAFFINITY)

Seleccionada por México para representar al país en los Oscar 2022.
Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
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9
28 de septiembre de 2021
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Noche de fuego es una de las mejores películas mexicanas que vi en los últimos tiempos, ya que nos proyecta a una dura realidad social, de una forma muy auténtica, y con un apartado visual bastante sensible.

La película es tan realista y tan observadora, que por momentos fácilmente podría pasar por un documental, y no es sorpresa, ya que la directora ha realizado documentales destacados a lo largo de su carrera.

La obra nos retrata cómo una comunidad secuestrada por el narco, intenta salir adelante en medio del caos, nos muestra las costumbres, las miserias, las alegrías y los miedos de todos nuestros personajes, que entre más avanza la historia, más se van pareciendo a nosotros mismos.

Y aunque la película pareciera ambientada en una distopía, lamentablemente es la realidad de muchos pueblos rurales en México y en américa latina, mostrando la complejidad de una situación que rebasa por completo a sus habitantes.
9
18 de enero de 2022
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que brotan lágrimas en la película, Ana las ha dejado caer ante la pérdida de su cabello. La madre se lo ha mandado a cortar bajo el pretexto de unos piojos inexistentes. En la escena posterior, la niña camina sola ladera abajo entremedio del ganado, mientras la naturaleza llora junto a ella (que bella elipsis), una simbólica lluvia a cántaros que expresa la tristeza ante la pérdida de su femineidad. Ana deberá semejarse a un niño, debido a que ser mujer es peligroso en ese entorno, la directora nos irá dando pistas para desentrañar el misterio.

Las palabras no dichas tienen un peso enorme, el silencio es una especie de código que hay que saber interpretar. El ruido que rompe el silencio que emana de los insectos es siempre amenazante, una escena cargada de rojo nos advierte del peligro.

Las flores rojas de las amapolas también desentrañan peligro, su belleza no es suficiente para ocultar la opresión que se vive en esa aldea en las montañas del estado de Jalisco.

En los primeros cuarenta minutos hemos descubierto el origen del peligro.

Los planos fijos al interior de la casa son demoledores. Rita (la madre de Ana) siempre espera que llegue el momento de la desgracia, sentada en medio del sillón de la habitación principal. En esos silencios de quietud todo está pasando: miedos, tristeza, sobre todo silencio. La ausencia de acción presagia un desenlace terrible.

Todo lo anterior parece una distopía recreada en la mente de la directora, pero estamos frente a una realidad vivida en muchos poblados de Latinoamérica, donde los femicidios suceden a diario y las mujeres son una moneda de cambio.

La directora ha contado esta historia bajo una mirada documental, un entomólogo que ha dado cuenta de los insectos que habitan el valle. En ningún momento expresa sensiblería melodramática. Este es un drama griego y las pocas veces que asoman las lágrimas son para interrumpir la opresión que ni siquiera el silencio puede contener.

Esta producción mexicana recuerda esa atmósfera opresiva de La tierra y la sombra (2015) del colombiano César Augusto Acevedo. Persiste esa incapacidad de los personajes de escapar de ese purgatorio de muertos vivientes, se nota en la postura de los cuerpos de las madres, derrotadas por la explotación de la tierra y sumidas en las sombras de sus mentes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por los noticieros nos enteramos de la corrupción de la policía, no sólo hay que temer de los narcotraficantes que esclavizan a la población. El profesor rural les pregunta a las madres por sus miedos y el silencio impone un manto sobre los misterios de las desapariciones. Nunca serán explicadas, pero el espectador intuye que un peligro antinatural se cierne sobre las hijas.

También hay tiempo para los toros en medio de canciones populares. Las muchachas han crecido bajo la apariencia de chicos y su danza desnuda la feminidad escondida. Regresan a casa de noche y en el camino descubren a una chica muerta, una señal de que los narcos vendrán a buscarlas.

En la escena siguiente, un becerro entra a la casa y se sube a una cama, las cosas están trastocadas en esa aldea donde hasta los animales se sublevan. Se intercala lo lúdico, las chicas se abrazan y tararean una melodía, la amistad cómplice es lo único que las protege, la cámara gira mientras juegan a adivinar sus pensamientos.

Los disparos interrumpen la tranquilidad, surgen las camionetas negras de los traficantes y la directora nos explica qué hacía Ana en la primera escena: esconderse en una excavación en la tierra para que los delincuentes no se enteren de su presencia.

Ellas habitan una tierra de nadie, los narcotraficantes asolan el valle disparando sus metralletas ante la vista y paciencia de uniformados que se cubren bajo sus vehículos.

Los habitantes del lugar trabajan en la recolección de goma de amapolas (precursor del opio) que mueve la economía bajo la complicidad de la policía. Los que desempeñan esa labor están protegidos y no deben pagar por su protección. Los animales pastan en libertad, en cambio esa gente es trasladada en camiones asegurados por candados. Viven en una prisión, en tanto Ana atrapa a un alacrán dentro de un frasco. Todos son insectos en ese pueblo, esperando su muerte, el alacrán simboliza que no hay escapatoria.

«Me escondes como un gusano», le dice Ana a su madre. Rita le confiesa que algo le hacen a las niñas y el silencio esconde los detalles. Las chicas se bañan en el arroyo y enlazan sus manos bajo el agua. Tararean esa canción mirando al cielo, se relajan, pero luego el rotor de los helicópteros anuncia el peligro sobre la población.

Las adolescentes adivinan sus pensamientos a través de un hueco en la pared. Ana ha tenido su primera menstruación y la madre reacciona con frialdad, sabiendo que no es bueno convertirse en mujer en ese verdadero infierno.

La cámara enfoca la luna. Aparecen las camionetas negras, con vidrios polarizados para escudar a los victimarios. La madre esconde a Ana bajo tierra y estalla en un grito nervioso. Las balas arremeten contra el frontis y ambas mujeres lloran. Esta segunda vez para comunicarle al espectador que las lágrimas son una cuestión de vida o muerte. Tendrán que huir… Ana corre desesperada hacia el pueblo, en un travelling inquietante que desembocará en barricadas levantadas por los hombres del pueblo, dando comienzo a esa noche de fuego que anuncia algo peor: María (otra de las amigas y hermana de Margarito) ha sido secuestrada por los terroristas, los perros no ladraron y el llanto de su madre es desgarrador. Ana enfrenta con su silencio al hermano, sabe que es culpable por haberse involucrado con el narcotráfico. Las dos amigas sobrevivientes huyen de espaldas a la cámara. El silencio es sobrecogedor.

Los ruidos de helicópteros, camionetas, de perros ladrando interrumpen esos silencios y los tiñen de sangre, del color de las amapolas, que esconde una historia de sucesivas muertes y desapariciones.

Al día siguiente, las mujeres abandonan el pueblo. Ana tararea la melodía de siempre y el fundido a negro pone punto final a esta pesadilla.
6
3 de febrero de 2022 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el comienzo del film, una niña se mete en un pozo con aspecto de tumba. La escena inquieta y nos alerta de que algo no anda nada bien allí. Lo que sigue mantiene el estado de peligro, ese que Tatiana Huezo, detrás de las cámaras, se encarga de mostrar con un estilo particular que no ahonda en detalles.

La cinta mexicana nos enseña una realidad triste, en donde la libertad de los habitantes de una zona montañosa en México, es arrebatada por un grupo de narcotraficantes que siembran miedo con cada una de sus apariciones.

Explotación y un suelo en el que la infancia y el paso a lo adolescencia no valen nada, producto de las amenazas externas constantes. Una región en la que por más pequeñas distracciones que encuentren nuestras protagonistas, en ese vínculo amistoso y unido que han construido, la tensión está siempre a punto de emerger.

Huezo se vale de silencios, de planos que se estiran, intentando darle un sentido más real y natural al relato. Queda en cada espectador, a partir de lo mencionado, definir las sensaciones personales y si la narración trasciende o si funciona sin demasiada repercusión.

6,5 Alancitos Alertados sobre 10
6
9 de febrero de 2022
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo honesto me esperaba muchísimo más de Noche de Fuego, al ver su gran acogida sobre todo en Cannes, pensé que me iba a brindar sobre todo una mejor historia, pero lamentablemente no incursiona mucho en el género de narcotráfico y desapariciones.

Noche de Fuego es el típico drama social latino, se centra más en la misera vida de los protagonistas que en sí la historia que uno piensa ver, por más crudo que suene, pensé ver una historia centrada en las niñas desaparecidas por los carteles de narcos en México, realidad que si pasa y no solo por ser explotadas sexualmente sino por ser esclavizadas en trabajos forzados, la película sin ir a más no aporta mucho al que el típico drama social, así que mi puntuación es más una desilusión, la dirección tampoco es que me pareció tan espectacular como dicen algunos.
5
26 de marzo de 2023 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama sobre la difícil vida de las niñas en los territorios controlados por los cárteles de la droga mexicanos. Viven con sus madres en una sierra del interior del país y trabajan en plantaciones propiedad uno de estos grupos criminales. El destino de estas niñas es ser entregadas al alcanzar una edad, por lo que sus madres deben afanarse en ocultarlas.

Me sabe mal no darle más puntuación, porque la historia que cuenta es muy dura y con un poso de realidad innegable. La factura técnica es irreprochable así como las actuaciones. Lo que falla es que durante la mayor parte del metraje solo nos muestra en día a día de estas personas, sin que ocurra nada especialmente relevante. Parece un docudrama más que una obra de ficción.

Recomiendo, si no son originarios de Mexico, verla con subtítulos, ya que para los no oriundos, incluso hispanohablantes, cuesta entender algunos diálogos. Pasa lo mismo con el cine español, ojo. Lamento no poder darle una mejor puntuación, repito, pero durante casi toda la película apenas experimenté emoción alguna, más allá del aburrimiento.
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