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La playa

Aventuras. Intriga. Drama Impulsado por el deseo de vivir experiencias y emociones apasionantes, Richard (Leonardo DiCaprio), un joven mochilero, viaja a Thailandia. En Bangkok se aloja en un hotel de mala muerte, donde conoce a una pareja de franceses, Étienne (Guillaume Canet) y Françoise (Virginie Ledoyen), y a Daffy (Robert Carlyle), un viajero consumido por años de sol y drogas y que está de vuelta de todo. Daffy, un ser tortuoso y paranoico, le cuenta a ... [+]
Críticas 105
Críticas ordenadas por utilidad
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7
13 de julio de 2010
260 de 304 usuarios han encontrado esta crítica útil
Danny Boyle acierta, con independencia de actores y desarrollo, en la adaptación de la novela de Alex Garland. Es veraz a lo que observé hace una década recorriendo las costas asiáticas desde Pekín hasta el canal de Suez. Y joder, qué quieren que les diga... con la mayoría de subnormales que aparecen en este film tuve que bregar día sí y día también. Y supongo que a raíz de ello, esta peli me ha gustado.

Durante el camino, me di cuenta de que siempre me topaba con dos tipos de viajeros. A la cabeza, a menudo andaban los más ruidosos, es decir, los del sex and drugs and sun and rock, y que arrasan por donde van sean ingleses, holandeses, alemanes o de Segovia. Los ves a la caza de menores en los antros y hoteles tailandeses que consiguen calzarse por cantidades ridículas. Escuchas sus eructos y sus gritos de mierda (sí, esos que hacen UH UH UH los yankies) a partir de madrugada hasta salir el sol. Olfateas la orina, el vómito, el sudor rancio que se pega a cada brizna de calle que asolan.

Hordas controladas que actuaban siempre de la misma manera y que funcionan con un repertorio de preguntas tan simples como ellos: ¿a dónde te diriges? ¿de dónde vienes? ¿qué has visitado? ¿follamos un rato?

Y aunque te joda, en el fondo sabes que son como tú.

Luego están los otros, los que tan bien describe esta película, la mayor élite de pringados perroflautas cuya máxima en esta vida es la consecución del placer por encima de todo. Pero no se engañen, son todos pijos, y tienen el culo asegurado por si algún día se cansan y deciden regresar al hogar para encargarse del bufete de abogados de papá. Hoy día creo que los llaman pihippies. Que no les engañen sus pies sucios o sus desaliñados cabellos, la mierda va por dentro.

Se tiran meses, incluso años, en el mismo país (últimamente Tailandia y alrededores, anteriormente Ibiza) buscando una paz interior como falsa y estudiada premisa de poder concederse a cualquier precio, los que piensan que serán los mejores años de sus vidas. Los detestaba más que a los otros. Conocí idiotas pihippies que portaban cuchillos como autodefensa en un país tan tranquilo como la India. Observé niñatas mojigatas expandir sus brazos en cruz mientras cerraban sus ojos para ser unas con el Taj Mahal. Pero sobre todo, y siempre en Tailandia, me presentaron inútiles de armas tomar que llevaban viviendo allí mil años y que serían incapaces de anudarse los cordones de las botas. Éso sí, muy guapos, con una educación media-alta, buen manejo de idiomas e interiorizada la extraña creencia de ser poseedores de las cualidades y técnicas físicas y espirituales que a todos los demás nos faltaban.

Esa es la gentuza egoísta y disparatada que disfrazada de amor fraterno tan locuazmente nos presenta Doyle, dando en el clavo al retratarlos como los mezquinos y modernos hijos de la gran puta sin ningún interés turístico ni particular que en realidad son.

Interesante.
8
18 de mayo de 2007
145 de 176 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1996 Alex Garland publicó su primera novela. Con tintes autobiográficos, pronto se convirtió en el Reino Unido en un Best-seller y fue publicada en varios idiomas. Recuerdo como llegó a mis manos “La playa”. Paseaba al medio día por una feria del libro y por casualidad cogí el libro. Leí rápidamente la contraportada y por quinientas pesetas lo adquirí (¡qué tiempos aquellos de las pesetas!). Me acerqué a la playa, me quité las chanclas y abrí el libro. Y entonces Richard, un británico con mal de amores decide escaparse de su rutina y su dolor cogiendo un avión y alejándose hasta el fin del mundo. Sonreí. Yo mismo, había recurrido a la misma escapatoria no hacía mucho tiempo. Sus páginas se convirtieron en mis páginas y pronto caí rendido a una forma de vida que comprendía y anhelaba. De todos los libros de viajes que hasta el momento había leído, Garland dio en el clavo al retratar de una manera cercana y acertada un mundo: el de los mochileros.
Fue como descubrir algo universal, un sentimiento compartido y un libro para no dejar jamás. Luego, lo he comprado en un par de ocasiones (antes de que fuera imposible encontrarlo por algún lado), siempre para regalar a gente que consideraba pudiera apreciar en su lectura experiencias afines.

Cuando Danny Boyle se puso tras los mandos del proyecto en la adaptación de la novela, esperé su resultado con un poco de pavor y algo de esperanza. Boyle cometió varias licencias, permitidas siempre por Garland que aunque no firmaba en el guión estuvo en la retaguardia. Y las licencias quitaron la esencia del libro. Richard se ligó a Françoise, el final lo cambiaron (aunque en el DVD se puede ver un final alternativo que es más fiel al libro) y olvidaron la adicción compulsiva (simplemente lo capearon de mala manera) de Richard a ciertos videojuegos que luego le hubieran dado más credibilidad o al menos comprensión, a la parte final de la película.
Considero imprescindible la lectura de la novela para poder apreciar la película; para sacarle todo el jugo y la compresión que esconden los comportamientos de unos personajes en su búsqueda del paraíso.

Pero… a pesar de las licencias, esta película con una gran banda sonora y una fotografía fantástica, es para mí, algo indispensable. Un mundo donde auto-conocerse, un mundo al que comprender, la complejidad del ser humano (tan bien tratada en la mayor influencia de Garland: “El señor de las moscas”) y un “Ven y mira” o “ven y aprende”. Y es que, viajar, es la mejor manera de aprender.
6
2 de febrero de 2009
70 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que son todo un estado de ánimo, verlas en el momento justo es adorarla o no hacerlo aborrecerla. A “La playa” le pasa eso, deberían de prohibirla o recetarla según los casos.

Sinceramente es muy difícil que alguien que le guste viajar pueda aborrecer esta película. Al menos viajar de la forma que muchos lo hacemos, sí, tirando para delante como los de Alicante, a pesar de que luego te ves en algunas situaciones surrealistas las más, peligrosas las menos, pero siempre inolvidables.

En “La playa” nunca se sabe bien lo que estás viendo, si es un viaje iniciatico, uno hedonista, una crítica a las minorías libertinas, una parida o simplemente una historia de cualquier libro de viajes. Tampoco Leonardo DiCaprio se define, pasa de héroe a villano, de cuerdo a loco, de enamoradizo a putero... esa dualidad la hace interesante, y la hace diferente.

Tiene algunos golpes muy logrados. Por citar uno la escena del tiburón y su posterior narración. El humor supera al drama a mi juicio, y eso es de agradecer, porque de lo que se trata aquí es de pasar el rato y “La playa” lo consigue.

Puede que sea realmente una soplapollez, no voy a discutir eso, pero estoy seguro que pasen los años que pasen siempre recordaras dos o tres escenas de ella al menos. Esa es una gran virtud del cine de Danny Boyle.

Estéticamente deliciosa, musicalmente pegadiza y narrativamente curiosa, hacen de “La playa” un trabajo que debe ser rescatado de las foribundas críticas a las que ha sido sometida.

Con respecto a Leonardo DiCaprio, muy correcto, su papel de norteamericano flipado, responde a la perfección al perfil que tantas veces nos hemos encontrado de niñatos por esas tierras donde Cristo perdió el mechero.

Si se van a ir de viaje exótico próximamente tres consejos, mucho autan, poco equipaje y un buen libro.
5
24 de julio de 2006
68 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
...porque una vez allí revienta en una película, sosa, aburrida y muy predecible. La primera parte de la película sí que me gusta, porque te explica la historia de la playa, como llegan allí los tres amigos, cuando descubren que aquello es una civilización y no unas vacaciones, cuando la francesita (lo peor de la película) y DiCaprio descubren tiernamente que están enamorados (pastelón)...
Pero cuando ya empieza la peli a ponerse oscura y DiCaprio a volverse loco ya no me hace gracia, pierde acción, es lineal y aburre como una cosa mala.
Lo mejor: la banda sonora y los paisajes, realmente espectaculares.
4
17 de febrero de 2007
46 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que se le viene a uno a la cabeza tras ver "La playa" son las dudas y esa sensación de aspereza y perplejidad por quienes firmaron la cinta.
Nada más y nada menos que el guionista John Hodge y el realizador británico Danny Boyle, cuyas colaboraciones tan buenos resultados habían dado anteriormente, otorgando films como "Tumba abierta" o "Trainspotting".
En cambio, tras esta cuarta aventura detras las cámaras, demostraron más bien poca pericia. El primero poca pericia en el momento de desarrollar una interesante idea y dejarla en un guión pobre, insustancialmente alargado y con momentos harto bochornosos. El segundo poca pericia al dejar de lado su particular estilo fotográfico en ciertos tramos de la obra, que podría haber ofrecido un certero efecto hipnótico, además de redondearlo con una ambientación que en ningún momento logra, y que debería poseer.

Por si ello fuera poco, algunas de las situaciones resultan excesivamente mal resueltas, siendo los cortes en algunas secuencias sus peores momentos y los instantes que deberían ser más pausados y mejor desarrollados un claro ejemplo del porque las cosas no salieron del modo deseado.
Quedan tras ella un inicio potente, una interesante interpretación de DiCaprio en sus primeros instantes, aunque vaya a peor paulatinamente y un mensaje que, aunque trillado, ofrecía una perspectiva mínimamente distinta que, al no haber sido desarrollada con suficiencia, quedó en prácticamente nada.
Una muestra más de como cruzar el charco sin acierto.
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