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Sunset

Drama 1913, Budapest. Después de pasar su infancia en un orfanato, Irisz Leiter llega a la capital húngara con 20 años y la esperanza de trabajar de sombrerera en la antigua tienda de sombreros de sus padres biológicos. Pero Oszkar, el nuevo propietario, la rechaza. A su vez, se tendrá que enfrentar a su pasado cuando descubre un hermano que nunca supo que tenía. Su misión de encontrarlo la lleva a descubrir oscuros secretos mientras el país ... [+]
Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
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6
24 de octubre de 2018
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película toma lugar en la capital húngara años antes del estallido de la I Guerra Mundial. Y esto se dice porque podemos perdernos durante dos horas y media entre las personalidades de alta alcurnia que abarrotan la pantalla ya que, de ser una película española situada inmediatamente antes del comienzo de nuestra más que fílmicamente trillada Guerra Civil (la última es a la que me refiero, ya se sabe…) este dato no podría pasar desapercibido a la hora de juzgarla y percibirla. Nosotros sabemos enmarcar el humor satírico de La Vaquilla, los húngaros también saben reconocer el resentimiento por la larga sombra bajo la que, la otra gran capital del Imperio Austro-Húngaro, escondía la bella y tumultuosa ciudad en la que debería estar disfrutando de mi beca Erasmus, la cual, he de decir, todavía no ha sido cargada debidamente en mi cuenta bancaria.
La razón principal del posible extravío por la laberíntica amalgama de datos y referencias históricas de la película es la histeria que se apodera del film cuando seguimos a su protagonista soplándole en la nuca cámara al hombro, con primeros planos de su cara cada vez que ésta se da la vuelta y todo ciudadano que entra en plano corriendo de un lado para otro por calles abarrotadas. He leído en artículos de críticos de verdad que el estilo y los recursos que László Nemes utiliza en este film son refritos de su oscarizada El Hijo de Saúl. Yo no tengo ni idea, no la he visto, pero estoy seguro de que alguien que lo haya hecho podrá identificarlos en Sunset ya que conforman una narrativa caótica y estimulante para el espectador, no sé si por dos horas y media para todo el mundo pero sí al menos para mí. La historia y sus detalles se van desvelando de manera confusa, en ocasiones incluso con la cámara desenfocada, esto ayuda a un cierto placer paranoico que refuerza (o no) el interés por saber qué coño es lo que está pasando. Su verdadero punto fuerte no se apoya sobre su confusa y dudosamente motivada protagonista (Juli Jakab) sino en la superposición de su trama familiar junto con la rabia contenida que, en segundo plano formal, corre por las esquinas de cada calle y configura el verdadero mensaje histórico del film. El simbolismo es la gota que colma el vaso de la perfección formal de esta obra, el lenguaje que se lleva a cabo en torno a la dialéctica de los sombreros y pies descalzos junto con la reiteración de los tándem luz-oscuridad, masculinidad-feminidad arroja nuevas lecturas que invitan a la reflexión en un más que posible segundo visionado por parte de este servidor. Es difícil para mí discernir la calidad narrativa de la obra sin nociones básicas sobre el momento histórico y social de Budapest a principios del siglo XX. En cualquier caso, Sunset (prepárense para que llegue a las carteleras españolas traducida como “Ocaso” o “Atardecer”) posee un aura enigmática de gran calibre y un apartado técnico soberbio: no solo cuenta con un desfile de vestuario bellamente acurado a la época (ya sólo faltaba en una película sobre sombreros caros) sino que también tiene el orgullo de haber desarrollado una ambientación de principio de siglo realmente impactante que merece nuestro tiempo y dinero, en especial por parte de los que hemos tenido la suerte de visitar esta hermosa ciudad en la actualidad.
5
26 de noviembre de 2018
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
László Nemes se ha acomodado en su visión específica del mundo. Ha aprovechado su fascinación y buen hacer para explicar cualquier atisbo de realidad a través de su prisma: intimista, cercano, agobiante, truculento y cerrado. Las consecuencias son devastadoras para una historia, intensa en demasía y sin atisbo de remontar el vuelo por un defecto de forma que agazapa cualquier posibilidad de alzar la perspectiva. La desesperación de un rostro inquieto y angustiado, que sobrelleva cada giro dramático anteponiendo la desesperanza al raciocinio lleva a cerrar el encuadre hasta la exasperación del espectador. Hay necesidades, momentos, que conllevarían un alarde de perspectiva y que no es expresado. Intensas son las tramas, con altibajos y fluctuaciones, acorde a una situación social que se plasma en todo momento y que transmite al espectador de forma directa. Los personajes, oscuros y cerrados, como el encuadre y la fotografía, son piezas claves en la composición del producto final. El tempo y el locus encierran un clamor que se hace permanente en toda la cinta y que no deja respirar a los que se sumergen en su trama.
3
16 de julio de 2019
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine de barrio y noche de verano. Suena a planazo, ¿a qué si?

Va a ser que no.

Lo que empieza como un suspense termina siendo un lío patatero. Dos horas y medias en las que luchaba para mantenerme despierta, mientras la sala se iba vaciando paulatinamente. Si señores, de 10 gatos que éramos, 4 se fueron yendo incapaces de aguantar semejante "obra maestra".

Eso si, no te cansarás de ver planos secuencias, angustia y movimiento. El departamento artístico está muy bien logrado, pero le falla EL GUION.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La protagonista se pasa toda la película buscando su hermano. El colmo es que no aparece en ningún momento, y al final te queda la duda de si ella se transviste en hombre para luchar en las trincheras o es una enfermera. ( Esa fue la explicación que nos dio la chica intelectual una vez terminó la película)

Luego se disuelve un poco la trama y resulta ser que la casa de sombreros termina siendo, efectivamente, una casa de Sombreros ( los catalanes decimos Casa de Sombreros ( barrets) para referirnos a prostíbulos, por una famosa sombrerería que estuvo durante años en Barcelona)

Las chicas monísimas, el vestuario de 10, los sombreros espléndidos en cada detalle... pero empizas 0 con la protagonista y su historia familiar....
3
13 de enero de 2019
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director húngaro László Nemes se dio a conocer hace unos años con su opera prima “El Hijo de Saúl”, donde nos mostraba como era el día a día de un prisionero judío en el campo de concentración de Auschwitz. Mucho espectadores la consideran una obra maestra, para mí es un película decente con un estilo narrativo nuevo, eso sí visualmente espectacular. Ahora nos presenta su segundo largometraje “Atardecer”, la película estuvo en la sección oficial del Festival de Cine de Venecia y también participó en la sección oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla donde ganó el premio Eurimages.

La historia se centra en el año 1913, donde la protagonista Írisz después de pasar más de 20 años en un orfanato, vuelve a la capital húngara con el deseo de trabajar en la tienda de sombreros, la cual perteneció a sus padres. Una vez en Budapest empezará a descubrir que todo ha cambiado, el ambiente está muy convulso y su único objetivo será encontrar a su hermano desaparecido.

El director vuelve a utilizar los mismos estilos tanto visuales como narrativos que utilizó con su anterior película, pero aquí no consigue que el espectador entre en ella, durante 2 horas y media vamos viendo a un personaje que va de un lado a otro y una cámara que le persigue en primer plano. La historia va entrando en una continua conspiración, donde aparecerán hasta terroristas infiltrados en carruajes de caballos. Aunque la cinta posee una más que agradable ambientación y un relato histórico de la situación política del país, no consigue en ningún momento que empatices con la protagonista, deseas que termine de una vez, porque la película esta tan mal contada que no merece mucho la pena seguir hablando de ella. Es de ese estilo de películas en las que continuamente espera que vaya a pasar algo, pero nunca sucede.

Lo mejor: La ambientación
Lo peor: El resto

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
6
3 de enero de 2019 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de aquellas películas que podamos anticipar, o nuevas etapas en la obra de autores consolidados, el cine vive de inesperadas sorpresas, obras que sacuden el panorama y fascinan a la bancada. En 2015 el caso más evidente de este fenómeno fue el de la fascinante El hijo de Saúl, que fascinó al que escribe estas líneas. Su éxito fue tal a nivel crítico y en el recorrido de galardones a nivel internacional que László Nemes pasó caso inmediatamente a ser un director de primera línea, con filas de cinéfilos ansiando como el comer que llegará su nueva película. Su película se esperaba para el Cannes de 2018, pero finalmente fue en Venecia donde se programó, haciéndose allí con el premio Fipresci de la Crítica Internacional. Su película, de la que hablamos hoy, es Atardecer. Si bien el recibimiento fue mayormente tibio, sí que hubo entusiastas, y su llegada a España se confirmó pronto tras su adquisición por Avalon y su paso por el Festival de Sevilla. La confirmación de la asistencia al pase de prensa de diciembre era evidente, y se produjo de manera inmediata. Siempre conviene dilucidar entre el ruido y las opiniones formadas por grupos masificados, más aún en una película que prometía mantener muchos de los elementos de la que es una de mis películas favoritas de esta década. Y reconozco que, aún sin poder negar las evidentes virtudes de una película harto interesante y elaborada, la decepción fue evidente. Una claustrofóbica narración de depurado estilo y minuciosa reconstrucción histórica, pero de confuso argumento y cargante metraje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Abarrotada y refinada Budapest, 1913. La joven Irisz Leiter llega a la urbe para encontrar trabajo en la sombrerería más antigua de la prestigiosa empresa de sombreros Leiter, con cuyo dueño guarda parentesco biológico. Sin embargo, desde el primer momento es recibida con recelo y desprecio, rechazada por el nuevo propietario, Oskarz. Conforme indague, descubrirá que tiene un hermano. Los secretos de este se vinculan sin remedio con la raíz del conflicto de un país al borde de la guerra. Una narración ambientada en la Europa de las Guerras. No ya la Segunda Guerra Mundial, sino los albores de la Primera. Y el dispositivo se mantiene. Planos cerrados, siempre medios, alrededor de la figura de una Irisz a la que nunca abandonamos y a la que siempre vemos la cara o el cogote. Una elección formal que sigue siendo fascinante, y que nos brinda una película de hermosa fotografía que logra con nota incomodar al espectador, transmitir al espectador la asfixia y opresión pegajosa y sombría de este universo. La buena dirección es la virtud que destaca del filme, así como unas correctas interpretaciones y una consistencia tonal de elegancia cruel y sórdida que no dejan indiferente. Una película con poco que reprochar en el plano técnico.

Del mismo modo que el dispositivo elevaba y estaba orgánicamente integrado en el devenir de Saúl, este no marida con la misma armonía con la historia de Irisz, entorpeciéndola en ocasiones. La trama es harto confusa, y muchas veces no sabemos bien dónde está Irisz o porque se abalanza sobre una estancia o una conversación concreta. El espacio no está bien definido, en tanto la diégesis se sitúa en un mundo más amplio y bello, lamentando que los encuadres no nos permitan disfrutar como desearíamos de del excelente trabajo del equipo de dirección artística, en una película en la que se percibe un sustancial aumento del presupuesto y los medios de producción. Los personajes y sus relatos de este filme largo y extenuante, en suma, terminan por ser difusos, a la sombra de una elección fotográfica que es exhibida más como un mérito en sí misma que como un medio al servicio de la mejor narración de esta historia de la gestación del infierno terrenal.

Opresiva, caótica y despiadada, Atardecer es una mirada a la Europa del Horror de seductor estilo, pero en la que la forma siempre está por encima del impreciso fondo.
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