La pirata
Drama
Alma es una mujer insegura; no se quiere mucho a sí misma y siente que sólo existe a través de la mirada de los otros. Sufre una necesidad imperiosa de que las otras personas la deseen. Necesita desesperadamente ser amada y le da igual que ese amor provenga de un hombre o de una mujer. De esta manera se convierte en víctima consciente de un triángulo amoroso formado por ella, su marido Andrew y Carol, una mujer de la que se enamora locamente. (FILMAFFINITY) [+]
29 de septiembre de 2006
29 de septiembre de 2006
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escrita y dirigida por Jacques Doillon ("La golfilla", 1979), se rodó en exteriores de una ciudad francesa y en plató, con un presupuesto modesto. Nominada a la Palma de oro de Cannes, obtuvo un César (Laure Marsac). Producida por Olivier Lorsac, se estrenó el 23-V-1984.
La acción tiene lugar en una ciudad indeterminada de Francia, en 1983/84, a lo largo de varias semanas. Narra la historia de Alma (Jane Birkin), de unos 30 años, casada sin hijos con Andrew (Andrew Birkin), insegura y frágil, que necesita sentirse deseada y amada, sea por un hombre o una mujer. Está locamente enamorada de Carol (Maruschka Detmers), pero no quiere dejar al marido, pese a las exigencias de ésta.
La película se adentra en el complejo mundo de Alma, dominada por una pasión imperiosa de sentirse amada por otras personas. No le basta saber que es querida, necesita constatarlo a través del contacto físico. El caso de Alma responde a una patología compleja, identificada y definida, conocida como síndrome o trastorno de Skinner. Éste puede presentar formas extremas, como es el caso de Alma, menos graves o leves. El trastorno es relativamente frecuente, aunque en muchos casos no llega a ser diagnosticado. Se trata de una disfunción psicológica, de causalidad no definida con precisión, que puede precisar asistencia especializada y tratamiento. Su emergencia suele asociarse a crisis de autoestima derivados de fracasos profesionales, separaciones sentimentales, pérdida de empleo o similares. Habitualmente el enfermo responde adecuadamente al tratamiento. La enfermedad de Alma, no diagnosticada y no tratada, la convierte en el punto más frágil y vulnerable de un triángulo formado por ella, el marido y Carol. El marido no la entiende, la trata con despecho y la obliga a la práctica del amor lésbico en su presencia, somo si de un número de circo se tratara. Carol, exigente y dominante, quiere que abandone al marido para que se le entregue plenamente. Turbada por impulsos contradictorios, cae en una espiral de sumisión y degradación personal. Complican la situación el personaje nº 5 (P. Léotard) y la joven amiga de Carol (Laure Marsac), que desea compartir amor y sexo con Alma. Su marginación levanta en ella celos y deseos de venganza.
La música, de Philippe Sarde, aporta una partitura de metal (clarinete bajo y saxo) de excelente factura, que anima la acción con melodías apasionadas, sensuales, románticas y dramáticas. La fotografía crea composiciones de excelente dibujo, contrastes de luz de buena factura y colores predominantes de la gama de los crema y pastel, que acompañan con calidez los desnudos. La imagen predomina claramente sobre el diálogo y la narración verbal. El guión muestra el drama de una mujer enferma. La interpetación es correcta, pese a sobreactuaciones de Birkin. La dirección elude la explicación de las causas del drama.
Interesante película sobre un tema poco tratado en cine. Algunas elipsis innecesarias dificultan la comprensión del espectador.
La acción tiene lugar en una ciudad indeterminada de Francia, en 1983/84, a lo largo de varias semanas. Narra la historia de Alma (Jane Birkin), de unos 30 años, casada sin hijos con Andrew (Andrew Birkin), insegura y frágil, que necesita sentirse deseada y amada, sea por un hombre o una mujer. Está locamente enamorada de Carol (Maruschka Detmers), pero no quiere dejar al marido, pese a las exigencias de ésta.
La película se adentra en el complejo mundo de Alma, dominada por una pasión imperiosa de sentirse amada por otras personas. No le basta saber que es querida, necesita constatarlo a través del contacto físico. El caso de Alma responde a una patología compleja, identificada y definida, conocida como síndrome o trastorno de Skinner. Éste puede presentar formas extremas, como es el caso de Alma, menos graves o leves. El trastorno es relativamente frecuente, aunque en muchos casos no llega a ser diagnosticado. Se trata de una disfunción psicológica, de causalidad no definida con precisión, que puede precisar asistencia especializada y tratamiento. Su emergencia suele asociarse a crisis de autoestima derivados de fracasos profesionales, separaciones sentimentales, pérdida de empleo o similares. Habitualmente el enfermo responde adecuadamente al tratamiento. La enfermedad de Alma, no diagnosticada y no tratada, la convierte en el punto más frágil y vulnerable de un triángulo formado por ella, el marido y Carol. El marido no la entiende, la trata con despecho y la obliga a la práctica del amor lésbico en su presencia, somo si de un número de circo se tratara. Carol, exigente y dominante, quiere que abandone al marido para que se le entregue plenamente. Turbada por impulsos contradictorios, cae en una espiral de sumisión y degradación personal. Complican la situación el personaje nº 5 (P. Léotard) y la joven amiga de Carol (Laure Marsac), que desea compartir amor y sexo con Alma. Su marginación levanta en ella celos y deseos de venganza.
La música, de Philippe Sarde, aporta una partitura de metal (clarinete bajo y saxo) de excelente factura, que anima la acción con melodías apasionadas, sensuales, románticas y dramáticas. La fotografía crea composiciones de excelente dibujo, contrastes de luz de buena factura y colores predominantes de la gama de los crema y pastel, que acompañan con calidez los desnudos. La imagen predomina claramente sobre el diálogo y la narración verbal. El guión muestra el drama de una mujer enferma. La interpetación es correcta, pese a sobreactuaciones de Birkin. La dirección elude la explicación de las causas del drama.
Interesante película sobre un tema poco tratado en cine. Algunas elipsis innecesarias dificultan la comprensión del espectador.
16 de diciembre de 2019
16 de diciembre de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
-“¿Es necesario amar a alguien?” -Amar a alguien no es sólo necesario, Pepito grillo, es vital, indispensable, trascendental… porque, hasta que no se ama, se sigue desconociendo el maravilloso potencial de la vida. Sólo el amor nos hace plenos, y únicamente amando, conseguimos ver todo lo bello que hay a nuestro alrededor.
Me entusiasmé cuando escuché a la muy seria y reflexiva amiga de Carol (Laure Marsac), hacerle aquella pregunta. Pensé, mientras escuchaba la sensual partitura de Philippe Sarde, que estaríamos ante un tratado de alto calibre sobre el amor y la pasión, pues, he oído decir dizque, “el amor nació en Francia”. Pero, lo que viene luego es un drama marcado por la teatralidad de las actuaciones y de la puesta en escena, y con unos diálogos que pretenden pintarse de poesía, pero no sobrepasan los intensos susurros de los personajes.
Se trata de un cuarteto amoroso: Alma, una mujer casada con un hombre con quien no luce estar en paz; está locamente enamorada de Carol, una preciosa chica que la ama de idéntica manera y, en medio de ellas, está Pepito grillo –así la llama, N° 5, un bufón que parece estar siempre ebrio y quien hace las veces de investigador privado, aunque jamás sabremos claramente qué es lo que investiga-. Esta niña, parece estar también enamorada de Alma… y un arma que le vemos llevarse al cinto en varias ocasiones, permite presagiar que, en algún momento, espera usarla.
La historia es plana, el exagerado e injustificado dramatismo de cada escena no consigue conmovernos ni un solo instante, y cuando se pasa a la relación del bufón con la pequeña, menos aún se logra conseguir que afloremos ni siquiera una sonrisa. Por su parte, el director Jacques Doillon (autor también del guion), nos deja la sensación de una pobre dirección de actores y su narrativa no logra diferenciar bien las personalidades de sus protagonistas. Alma, Carol e igual la niña, utilizan el mismo tipo de lenguaje y lucen como tres almas resurgidas de un solo Doillon.
Me confieso admirador de la gran belleza de, Maruschka Detmers, y tengo un buen recuerdo de varias canciones que hiciera la guapa, Jane Birkin, por los años 70 (“Jane B.”, “Je t’aime moi non plus”…), pero, en éste filme apenas resplandece la figura de la Detmers, mientras que, la actuación de ambas deja mucho que desear.
<<LA PIRATA>>, título de muy escaso relieve, quizás haga historia por tener a dos figuras de renombre jugando a las “escenas prohibidas”, pero, como drama o como estudio psicológico, se merece un lugar en el cesto del olvido.
Me entusiasmé cuando escuché a la muy seria y reflexiva amiga de Carol (Laure Marsac), hacerle aquella pregunta. Pensé, mientras escuchaba la sensual partitura de Philippe Sarde, que estaríamos ante un tratado de alto calibre sobre el amor y la pasión, pues, he oído decir dizque, “el amor nació en Francia”. Pero, lo que viene luego es un drama marcado por la teatralidad de las actuaciones y de la puesta en escena, y con unos diálogos que pretenden pintarse de poesía, pero no sobrepasan los intensos susurros de los personajes.
Se trata de un cuarteto amoroso: Alma, una mujer casada con un hombre con quien no luce estar en paz; está locamente enamorada de Carol, una preciosa chica que la ama de idéntica manera y, en medio de ellas, está Pepito grillo –así la llama, N° 5, un bufón que parece estar siempre ebrio y quien hace las veces de investigador privado, aunque jamás sabremos claramente qué es lo que investiga-. Esta niña, parece estar también enamorada de Alma… y un arma que le vemos llevarse al cinto en varias ocasiones, permite presagiar que, en algún momento, espera usarla.
La historia es plana, el exagerado e injustificado dramatismo de cada escena no consigue conmovernos ni un solo instante, y cuando se pasa a la relación del bufón con la pequeña, menos aún se logra conseguir que afloremos ni siquiera una sonrisa. Por su parte, el director Jacques Doillon (autor también del guion), nos deja la sensación de una pobre dirección de actores y su narrativa no logra diferenciar bien las personalidades de sus protagonistas. Alma, Carol e igual la niña, utilizan el mismo tipo de lenguaje y lucen como tres almas resurgidas de un solo Doillon.
Me confieso admirador de la gran belleza de, Maruschka Detmers, y tengo un buen recuerdo de varias canciones que hiciera la guapa, Jane Birkin, por los años 70 (“Jane B.”, “Je t’aime moi non plus”…), pero, en éste filme apenas resplandece la figura de la Detmers, mientras que, la actuación de ambas deja mucho que desear.
<<LA PIRATA>>, título de muy escaso relieve, quizás haga historia por tener a dos figuras de renombre jugando a las “escenas prohibidas”, pero, como drama o como estudio psicológico, se merece un lugar en el cesto del olvido.
24 de septiembre de 2022
24 de septiembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Experimental y desconcertante melodrama del siempre interesante Jacques Doillon. Si en películas como "La mujer que llora" —seguramente la más orgánica y brillante— o "La vie de famille" destaca ante todo por una dirección seca y directa pero contenida, su cinta de 1984 resulta mucho más excesiva y ambiciosa —y pese a ello, menos radical— que aquellas.
Ateniéndonos solo al argumento, "La pirata" está sustentada casi enteramente en la psicología de su protagonista, una mujer atormentada cuya enfermedad mental constituye el motor de los acontecimientos que se van desencadenando a lo largo del metraje. Es su conducta la que activa las tensiones que se generan entre los cinco personajes principales y la que hace tambalear las relaciones entre todos ellos.
Aquí Doillon se aleja por completo de esa narración de aroma más próximo al clasicismo, de un desarrollo lineal —considerablemente accesible para el público popular a pesar de su hermetismo habitual y sus tintes autobiográficos— y del realismo despojado de cualquier tipo de ornamento que caracterizaban a su obra maestra de 1979. El cineasta francés abandona aquella austeridad de "La mujer que llora", y muestra en "La pirata" una evolución tanto en su particular narrativa como en el método de interpretación de los actores.
La obra está cargada de elipsis inmensas, de presuntas secuencias que parecen haber sido arrancadas y que el espectador debe deducir. Los personajes hacen referencia en ocasiones puntuales a un pasado que jamás conoceremos con exactitud, pues ofrecen breves pinceladas que solo esbozan posibles piezas del puzle completo. El gran número de lagunas que da la sensación de guardar la película pueden hacer de la experiencia algo confuso y frustrante, pero la sustancia del film no reside precisamente en su argumento.
Uno tiene la sensación de que se trata de una obra consciente de la sencillez de su historia, y cuya belleza asoma por otros lugares. Doillon parece estar más enfocado en crear una composición centrada en la poesía de los diálogos, en una frase sugerente que se escapa y hace evocar cierto momento, pensamiento o idea. Formalmente, la película parece sostenerse en dos elementos estéticos que, por otro lado, la diferencian de muchas otras dentro de su filmografía: este torrente de diálogos excesivos —casi provocando a Douglas Sirk—, y la manera «teatral» (con muchas comillas) de recitarlos por parte de los personajes. Ambos elementos son deliberadamente no realistas, se complementan como dos caras de la misma moneda y es en este aspecto en el que reside la fuerza expresiva de la película. Y el que logra levantarla.
"La pirata" es un interesantísimo experimento, complejo y en ocasiones indescifrable, que en unos momentos fascina y en otros despista, pero cuyos códigos seducen y resiste sin naufragar a pesar del carácter arriesgado y nada realista de su propuesta.
Ateniéndonos solo al argumento, "La pirata" está sustentada casi enteramente en la psicología de su protagonista, una mujer atormentada cuya enfermedad mental constituye el motor de los acontecimientos que se van desencadenando a lo largo del metraje. Es su conducta la que activa las tensiones que se generan entre los cinco personajes principales y la que hace tambalear las relaciones entre todos ellos.
Aquí Doillon se aleja por completo de esa narración de aroma más próximo al clasicismo, de un desarrollo lineal —considerablemente accesible para el público popular a pesar de su hermetismo habitual y sus tintes autobiográficos— y del realismo despojado de cualquier tipo de ornamento que caracterizaban a su obra maestra de 1979. El cineasta francés abandona aquella austeridad de "La mujer que llora", y muestra en "La pirata" una evolución tanto en su particular narrativa como en el método de interpretación de los actores.
La obra está cargada de elipsis inmensas, de presuntas secuencias que parecen haber sido arrancadas y que el espectador debe deducir. Los personajes hacen referencia en ocasiones puntuales a un pasado que jamás conoceremos con exactitud, pues ofrecen breves pinceladas que solo esbozan posibles piezas del puzle completo. El gran número de lagunas que da la sensación de guardar la película pueden hacer de la experiencia algo confuso y frustrante, pero la sustancia del film no reside precisamente en su argumento.
Uno tiene la sensación de que se trata de una obra consciente de la sencillez de su historia, y cuya belleza asoma por otros lugares. Doillon parece estar más enfocado en crear una composición centrada en la poesía de los diálogos, en una frase sugerente que se escapa y hace evocar cierto momento, pensamiento o idea. Formalmente, la película parece sostenerse en dos elementos estéticos que, por otro lado, la diferencian de muchas otras dentro de su filmografía: este torrente de diálogos excesivos —casi provocando a Douglas Sirk—, y la manera «teatral» (con muchas comillas) de recitarlos por parte de los personajes. Ambos elementos son deliberadamente no realistas, se complementan como dos caras de la misma moneda y es en este aspecto en el que reside la fuerza expresiva de la película. Y el que logra levantarla.
"La pirata" es un interesantísimo experimento, complejo y en ocasiones indescifrable, que en unos momentos fascina y en otros despista, pero cuyos códigos seducen y resiste sin naufragar a pesar del carácter arriesgado y nada realista de su propuesta.
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