Arizona vuelve

Spaguetti western, con el personaje de Arizona Colt de nuevo, no aportando nada ídem. Todo es repetitivo y, aunque algunos intérpretes se esfuercen, como el bueno de Roberto Carmardiel, siempre excelente, pues no se logra remontar el camino de lo muy irregular y trillado.
Tiene buena fotografía, pero el bueno de Sergio Martino, director que me es simpático por su filmografía, que me hizo pasar buenos momentos de chico y adolescente, logra que el filme pase de mediocre, sin que ni siquiera la música de Bruno Nicolai, que siempre quiere parecerse a Morricone, le salva.
Lo de siempre, pero no bien narrado, haciéndose larga pese a su stándard duración.
¡Ah! Y, sí, un ejemplo claro de lo mal actor que fue siempre Anthony Steffen, el actor de spaguettis que sin duda, físicamente, más se le pareció nunca a Clint Eastwood. Poco más tienen en común, salvo el puro en la boca.

Un lio de historia y de guion con una pésima realización.
Llega Arizona (Steffen) con su amigo Doble Whisky (Camardiel), los encierran y cuelgan al pistolero. Pero no se muere, mientras tanto la banda de Keane (Sambrell) roba al rico y se lleva a su hija que se va encantada de la vida.
Lo dicho, un lío sin pies ni cabeza.
Lo mejor la contabilidad que lleva el borrachín. Mil dólares de recompensa a repartir entre seis cazadores salen según él a 170 justos por cabeza. Poca cosa, y eso que redondea al alza porque a nuestra calculadora le salen 166'6666 ridículos dólares. Otro atontado que anda por allí afina más, calcula que con solo el 10 % de lo que le da el malo saca más del doble que con el bueno. Los dineros son los dineros.
Poca sustancia más. El intento vano de hacer pasar a Steffen por Eastwood y a Sambrell por Volonté. Me quedo antes con Camardiel.
Para este viaje no hace falta que venga Arizona. Huir.