Ella y el miedo

Viendo Ella y el miedo se me ha ocurrido pensar que ELLA podía haber sido Doris Day en Un grito en la niebla, y que esas secuencias góticas recuerdan a La escalera de caracol de Siodmak, pero no hay necesidad de buscar similitudes. Ella y el Miedo es así, y así está bien.

Entre el terror de la novia al estar perseguida por un personaje cercano a Mr Hyde, el argumento es el de un recién matrimonio muy convencional en el trato. Él, funcionario del INP y ella ex bailarina con contrato de Derecho a No alternar con los clientes.

El marido cumple su función de crear el clima adecuado para este tipo de misterio, en el que el asesino en la sombra puede ser cualquiera del reparto, aunque este marido no sea un actor que deslumbre por su interpretación.

El que se sale es el inspector de Policía Rojas, Jorge Rigaud, soberbio en su papel. Un inspector amable, que te trata como de la familia, un hombre preocupado por el bienestar del ciudadano. Su interpretación daba la impresión de formar parte de una serie de televisión policíaca, que de haber existido podía haber dado excelentes resultados.

La fugaz aparición de Antonio Ozores en el tren sí que es un misterio. No sabemos si era para apoyar un poco más el guión como personaje involucrado en la trama, interpretando el mismo papel cómico que ha hecho toda su vida, o que si había llorado y suplicado al director para que le diera una oportunidad.

Es evidente que la trama de Ella y el Miedo queda descafeinada pasados los años, y que además son incongruentes algunas reacciones de los personajes, pero finalmente se puede valorar el conjunto como un trabajo serio y más que aceptable.

Una muchacha asustada por haber sido testigo involuntario de un crimen y temerosa de que el asesino la encuentre para eliminarla. Con este punto de partida se consigue una película bastante especial. El guión está lleno de detalles bien planificados que inquietan al espectador. Los momentos previos a la visión del asesinato cuándo la protagonista camina sola en la noche hacía el apartamento ya resultan inquietantes. Esta vez el versátil Klimovsky supo aprovechar las posibilidades del argumento que tenía entre manos y logró una película absorbente. May Heatherly interpreta con un buen dominio expresivo el papel principal y sorprenden las fugaces pero acertadas colaboraciones de Rafaela Aparicio y Antonio Ozores. La fotografía en blanco y negro que tiene resulta muy adecuada para la atmósfera que impera en una película que despierta interés.

Tiene como virtud el haber sido de las primeras películas de terror (bueno, más bien en este caso suspense e intriga) del cine español. En esa década y siguientes fueron haciéndose más y más, con desiguales resultados.
En este caso se sigue sin problemas y no se puede decir que aburra pero tampoco que interese demasiado.
Lo mejor son sus más bien pocos detalles costumbristas, que acontecen en el pueblo del marido, una vez casados. Las apariciones de personajes como Rafaela Aparicio otorgan un plus a este, por otra parte, discreto filme.
Está tras las cámaras León Klimovsky, hombre de experiencia, que saca lo mejor de sus escasos mimbres, pero siempre dentro del convencionalismo más absoluto.
Se puede ver perfectamente pero no es muy buena que digamos.

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