Shiva Baby

*Feminismo ilustrado

Shiva Baby es una comedia negra de origen judío ambientada durante una shiva, una conmemoración fúnebre religiosa. La protagonista, Danielle, es una universitaria que se ocupa de los estudios de género y que, al mismo tiempo, se encuentra inmersa en un mundo turbio; el filme comienza con Danielle haciendo el amor con un “sugar daddy”, Max, un hombre mayor al que ha conocido a través de internet. Su vida es un desastre y su libertad es solo una forma de escapar de una familia demasiado aprensiva.

Casualmente, ambos se encontrarán, desprevenidos, en el mismo funeral; la continuación del relato será una serie de catastróficas desdichas.

*Espacios cerrados, planos agobiantes

La película de Seligman se desarrolla casi en su totalidad en espacios reducidos: una casa atestada de los amigos -más bien conocidos lejanos- y los familiares del fallecido. Así, el filme es una sucesión constante de primeros planos y/o planos detalle de los personajes. La cámara se mueve rápidamente, construyendo trayectorias de miradas y deseos. Una técnica que resulta un tanto incómoda, pues nos introduce directamente en la intimidad de personajes de los que no sabemos nada. Hay una falta evidente de planos generales, o medios planos, que nos permitan familiarizarnos y tener una visión global más amplia de los acontecimientos.

Sin embargo, hay ocasiones en que la construcción dramática resulta acertada y convincente. La pesadilla -cada vez más oscura- en la que Danielle cae de pronto se amplifica con distorsiones sonoras y visuales, mostrando claramente la agonía lenta y tragicómica de la protagonista.

*Estructura narrativa

Si el prólogo es la ilusión de una película diferente -que no se producirá- y la larga parte central se edifica sobre las líneas de una humillación que irá in crescendo, el epílogo es un bello reensamblaje; finalmente, las tensiones se disuelven en una situación de ridículo -frágil, temporal-, pero capaz de calmar todas las almas. Aunque sea por un segundo.

*Conclusiones

Shiva Baby se recrea en su protagonista, Rachel Sennot, una joven revelación que lleva gran parte del peso del filme: su capacidad de expresar un nivel creciente de estrés, así como la correspondiente reacción imperturbable en su rostro.

Hacia el final, Danielle cede a la impotencia de estar completamente abrumada, un momento que aterriza con mayor impacto después de un año de aislamiento colectivo. Shiva Baby conoce muy bien este sentimiento: que en medio del estrés y las distracciones ininterrumpidas, un momento de clama y ternura espontánea puede marcar la diferencia.

Escrito por Soraya Unión Álvarez

Shiva Baby es una comedia dramática en todo su esplendor, no aseguro risas pero si aseguro entretenimiento de primera gracias a un gran guión.

La película es sencilla, ligera pero con una buena idea exponiendo una comedia judía poco convencional, en la que una joven ve llegar a su amante en una ceremonia shiva, desde ahí se darán una serie de eventos que más que comedia terminan en desenlaces bastante dramáticos, con unas actuaciones de primera y un escenario perfecto parra lo que vas a ver. Shiva Baby es una comedia digna de aplausos, así de sencillo se hace cine, siempre y cuando la idea y el guión surjan de la mejor manera, después viene una gran dirección y reparto, así hay pocos directores que debutan por la puerta grande, esta vez le tocó a Emma Seligman, ojalá nos siga trayendo joyitas como esta.

Emma Seligman hace su debut dentro del mundo del cine con esta espléndida comedia negra que es una adaptación de un cortometraje de ocho minutos que lleva el mismo nombre y que vio la luz en 2018. La cinta es acida, irónica y mordaz hasta extremos insospechables.
Con un guion muy inteligente y sofisticado, Seligman nos presenta la historia de una adolescente judía que se encuentra de forma fortuita a su exnovia y a su nuevo amante mientras se encuentra velando a un familiar lejano en una ceremonia funeraria junto a sus exigentes y excéntricos padres.


El encuentro/desencuentro no podría ser más incómodo y tenso para ella. Sobre todo, cuando se suma la presencia de la mujer de su nuevo amante y del bebe que ambos han tenido recientemente. Lo que parecía una velada ya de por si incomoda, poco a poco se va convirtiendo en una serie de enredos de los que parece imposible salir. La cinta nos habla de las dificultades a las que debe hacer frente una adolescente bisexual dentro de una comunidad hermética y cargada de prejuicios, en la que buscarse a uno mismo o no cumplir las expectativas ajenas supone una grave falta. Sin embargo, no lo hace desde un punto de vista dramático. Lo que podría haber sido un drama visceral, se convierte en una comedia con muy mala baba que resulta muy entretenida durante su visionado.


De este modo, Danielle debe vivir una vida de secretos y mentiras para encontrar cierta parcela de libertad dentro de su realidad. Pero no le será nada fácil mantener su farsa cuando comprenda que no solo debe cumplir las expectativas de unos padres exigentes que la siguen considerando un lindo bebe, sino que además debe cumplir las expectativas que su comunidad y su entorno han proyectado sobre ella. Poniendo en tela de juicio su futuro laboral y su propia sexualidad.


Aunque todo el reparto cumple con creces su misión de conseguir momentos verdaderamente incomodos y divertidos, los nombres de Rachel Sennott, Molly Gordon, Polly Draper y Fred Melamed consiguen destacar entre los demás, mostrándonos unas actuaciones muy logradas. Dianna Agron también consigue crear un personaje que nos recuerda al que interpreto anteriormente en la conocida serie ‘’Glee’’.


Podemos decir sin ninguna duda que ‘’Shiva Baby’’ es una comedia ligera que hará las delicias de los espectadores más exigentes.

No hay que ser necesariamente judía para entender la contrariedad de Danielle: tener que cumplir con las expectativas que hay sobre ti no sólo como miembro de una grey religiosa ortodoxa, sino de las exigencias que hay para las chicas por la misma sociedad, sobre sus roles, su futuro, su cuerpo, su sexualidad.

Mostrándose como un personaje femenino que decide en lo privado sobre su vida amorosa, todo cambia de perspectiva cuando, enclaustrados en un shiva (funeral judío) se develan algunas verdades no sólo de Danielle, sino de muchas de las personas que la rodean: familia, amante, amiga, un bebé; dejando en claro que todos ante los demás somos unos, tratando de cumplir expectativas, cuidando las apariencias; pero en lo personal podemos diametralmente ser otros. Ni buenos ni malos, sólo personas con distintos intereses, con una visión de la vida propia.

¿Hasta qué punto somos libres de decidir nuestra vida lejos de la expectativas familiares y sociales-religiosas? ¿Hasta qué punto termina la libertad y comienza el egoísmo? ¿Debemos preocuparnos sobre cómo afectan a los demás sobre lo que decidamos y vivir con ciertos estigmas? El shiva es ideal para representar ese extracto de la sociedad conservadora que aún en pleno S. XXI busca que las mujeres cumplan ciertas roles de género, poniendo por encima la idea de familia perfecta antes de la felicidad personal; solapando las hipocresías que de todo esto derivan.

Con una cámara en mano cada vez más enclaustrante (Maria Rusche), con una banda sonora entre tétrica y tradicional (Ariel Marx), y un argumento que que genera una situación contenida a punto de estallar, junto con la directora Emma Seligman y su protagonista, ponen de manifiesto todo lo anterior y algunas cosas más, sin perder el piso de que al final el vínculo familiar puede ser algo tan encerrado como una van, en la que hay que aprender a viajar en este camino llamado vida.

Los funerales en muchos países incluyen en la ceremonia de despedida del difunto un ligero ágape en su propia casa al objeto de seguirlo recordando, y en esto, Israel no es una excepción.

Una gran mesa llena de viandas y numerosas bebidas pretenden inicialmente, reponer las fuerzas de los amigos y familiares del finado tras la penosa ceremonia del entierro, en numerosas ocasiones lo que comenzó siendo un acto de amables recuerdos y sentimientos afligidos, por efecto de las bebidas y demás viandas, va animando a los presentes que tienden a crear pequeños corros de confraternización y en algunos de ellos, las penas evaporadas como los efluvios de un buen vino dejan paso a los comentarios insidiosos sobre algunos de los integrantes de la ceremonia para especial regocijo de algunas mujeres, auténticas expertas en propagar infundios y en desplumar verbalmente a quien se les ponga a tiro.

Emma Seligman nos ofrece de forma acertada su propuesta sobre estas convenciones religiosas y sociales en las que la naturalidad, el respeto y los buenos sentimientos no están ni se los espera.

Buen papel de Rachel Sennott en la piel de una ayer jovencita, hoy mujer, que se abre como una flor al mundo y a sus pasiones, devorando con fruición los afrodisiacos que se pongan a su alcance y como si de marisco se tratara, lo mismo da cuenta de una ración de percebes que de una de almejas.