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España España · madrid
Críticas de dieguin
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Críticas 31
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
22 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terror, ciencia ficción, fantástico. Drew Goddard ha demostrado que sabe desenvolverse con soltura en diferentes géneros, ya sea como director (La cabaña en el Bosque), productor (Perdidos, Daredevil) o guionista (Guerra Mundial Z, The Martian). Con Malos tiempos en El Royale cambia de registro, escribiendo y dirigiendo un thriller con aroma a ‘film noir’ y toques de comedia negra. Es indudable que su envoltorio es tan vistoso y llamativo como cualquier título de Tarantino, pero la trascendencia de su contenido es discutible.

Malos tiempos en El Royale nos presenta a una serie de personajes variopintos que no se conocen entre sí, pero que lo acabarán haciendo, y de qué manera, al coincidir en El Royale, un hotel dividido literalmente por la frontera entre Nevada y California. Estamos a finales de los 60 y el establecimiento no es ni la sombra de lo que llegó a ser en sus días de gloria, cuando personajes ilustres se alojaban en sus habitaciones y disfrutaban de su casino, ahora prohibido. Durante una sola noche, tendrán que hacer frente a situaciones cada vez más extremas sin que podamos prever cual será su resultado.

Sabiendo de antemano su duración (dos horas y veinte), uno se da cuenta en la primera escena de que el director se tomará su tiempo en la presentación de personajes. Y la verdad es que no se hace pesada, puesto que logra plantar la semilla de la curiosidad en el espectador. ¿Qué está ocurriendo? ¿qué es exactamente ese hotel en medio de la nada? ¿qué secretos esconden los huéspedes?
Drew Goddard decide apostar por el detalle y confecciona un lienzo preciosista donde todo está perfectamente trazado. La producción artística es impecable. La música, influenciada inevitablemente por la ‘Motown’ y sus artistas, ambienta de manera excelente aquella época donde The Supremes, The Isley Brothers o Stevie Wonder llevaban la voz cantante. Y el escenario se convierte en un personaje más haciendo que queramos descubrirlo todo sobre cada rincón del hotel. Todos estos ingredientes eran suficientes para haber elevado Malos tiempos en El Royale a un escalafón superior del que finalmente acaba ocupando.

Y en gran medida es culpa del guión, el cual primero juega al despiste lanzando pistas sobre turbias intenciones de quienes llevan el hotel, tramas políticas que afectan a un presidente y supuestos espionajes, para después acabar ahogándose en la línea narrativa por la que decide apostar. Esta decisión coincide con el momento en el que toma protagonismo la historia de Dakota Jonhson. La actriz de 50 Sombras de Grey cumple con su papel, pero no puede hacer nada ante Jeff Bridges, Cynthia Erivo, y Jon Hamm, quienes pueden sacar más jugo a sus historias. Sin embargo, no es a ella a quien le toca la peor papeleta, sino a Chris Hemsworth. No es que su personaje sobre, pero sí es quien hace que Malos tiempos en El Royale acabe resultando larga y comience a dejar cabos sueltos e incongruencias.
Porque llegados al punto en donde el actor australiano toma las riendas, esa intriga inicial ya se ha tornado en escepticismo ante lo que acontece. No se entienden sus motivaciones ni menos sus intenciones de cara a los protagonistas y, si bien le regalan una extensa escena para que se luzca, ésta acaba resultando prescindible. Da la sensación de que durante la filmación se les olvidó decir “corten” y siguieron rodando de más.

Con todo, al nuevo largometraje de Drew Goddard se le perdona esa traición a nuestras expectativas, puesto que no deja de ser una experiencia estimulante donde nada es previsible. Quién sabe qué habría pasado si el Royale hubiera estado en la frontera entre Guadalajara y Teruel.
dieguin
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7
25 de octubre de 2018
12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es entretenimiento. No lo voy a discutir, pero también es verdad que puede ser educación, divulgación e incluso propaganda. De modo que si eres de los que sólo quiere reírse y pasar un buen rato frente a una pantalla grande, El fotógrafo de Mauthausen está en las antípodas de lo que buscas.

Ésto no significa que su visionado sea un sufrimiento, pero hablar del Holocausto genera fácilmente un nudo en el estómago. Mirando la parte positiva, si eso te sucede es síntoma de que tienes hasta sentimientos, a veces. El nuevo film de Mar Targarona no se entretiene en pormenores y va directamente al grano: los campos de concentración y el hecho que convirtió a Francesc Boix en un héroe sin capa y desnutrido, pero real.

Desde el principio se puede notar el gusto por los detalles y la sobriedad a la hora de reflejar aquella infame época, otro claro ejemplo de que la realidad tristemente puede superar a la ficción. Ya ha quedado probado que el cine español puede tener una factura técnica de calidad y a la altura de lo que el espectador espera. Atención a esos créditos finales, elegantes a la vez que desgarradores por lo que representan así como por la música que los acompaña. Lástima que el resto de la banda sonora no aporte un tono más épico al conjunto. Mario Casas nos sirve de hilo conductor para narrar lo ocurrido a un grupo de españoles en los últimos meses de la II Guerra Mundial y cómo su valentía fue crucial para rescatar unos negativos fotográficos que probaron las atrocidades cometidas por los Nazis durante dicho conflicto.

Al actor gallego se le podrá criticar por muchas cosas pero no por su solvencia ni compromiso. Él, cual Roberto Begnini en La vida es bella (referencia inevitable) tiene la misión de darle esperanza y alegría al espectador en un escenario cuanto menos adverso. El problema es que en ocasiones ese optimismo no concuerda con el tono del resto del metraje, especialmente desde que el protagonista es consciente del verdadero horror que lo rodea. Un cambio de actitud en su personaje hubiera dado más coherencia, profundidad y trascendencia al desenlace de El fotógrafo de Mauthausen. Es justo ahí cuando Mario Casas tiene algunas escenas forzadas e inverosímiles que recuerdan a sus papeles en televisión.

Aun así aprueba con nota el examen ayudado por la presencia de intérpretes alemanes que aportan verosimilitud y españoles como Alaín Hernández, Eduard Buch y Macarena Gómez, que apuntalan de manera muy positiva el relato. Incluso te quedas con ganas de que los secundarios hubieran tenido una mayor relevancia (no, no me refiero a los Nazis). Porque al final, la Historia es una recopilación de pequeñas historias anónimas que pueden parecer insignificantes pero que no lo son. Cada historia importa y merece ser contada. La de Francesc Boix es narrada de manera eficaz en El fotógrafo de Mauthausen, resultando un film de lo más recomendable que ojalá se hubiera podido catalogar como ciencia ficción.

Ésta y otras críticas en https://www.cineenserio.com/
dieguin
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8
9 de julio de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que en 1995 vio la luz Toy Story, cada película que Pixar ha estrenado se ha convertido en un acontecimiento. Y como le ocurre a Apple cuando lanza algún cachivache electrónico, mantener ese status eternamente es prácticamente imposible. Aunque la diferencia entre ambas empresas es que todavía no ha habido revueltas a la entrada de los cines en China...

Son muchos los que creen que desde Toy Story 3, la compañía no ha vuelto a mostrar la magia que sólo ella es capaz de sacarse de la chistera. Cars 2 y Brave fueron éxitos de taquilla pero no enamoraron como si hicieron Buscando a Nemo, Up o Ratatouille, entre otras. ¿Es Monstruos University parte del primer grupo o estamos ante una nueva maravilla?
En esta ocasión volvemos al mundo de los asustadores profesionales para conocer cómo se forjó la inquebrantable amistad entre Mike y Sulley. El escenario será la universidad de sustos con las hermandades yankees como tema central. Sí, lo sé, ya no sale Boo... y no me lo recordéis porque me pongo tristón.

Desde el principio queda claro lo que nos espera: un relato divertido, eficaz, ligero y, por qué no, nostálgico. En ningún momento tratan de convencernos de que la precuela es mejor que su antecesora. Quizás porque Monstruos S.A. es una obra maestra de los pies a la cabeza e intentar conseguir los mismos resultados artísticos, una quimera.

Y es gracias al recuerdo de ésta que instantes como el prólogo, con un Mike de niño, consiguen resultar maravillosos. A nadie le sorprende que el protagonismo en esta ocasión recaiga sobre ojito saltón. Él es la esencia y el culpable en gran medida de todo el éxito cosechado por ambos films. Por el contrario, Sulley pasa a un segundo plano aunque no por ello menos importante. A su lado, un buen puñado de personajes que por momentos se convierten en los reyes de la función. Posiblemente sean estereotipos, pero los compañeros de hermandad de Mike y Sulley tienen vida propia y encabezan algunas de las escenas más hilarantes de todo el metraje.

Ahí radica el pequeño "pero" de Monstruos University. Que los secundarios roben protagonismo a dos clásicos de la animación es signo de que quizás se ha perdido un poco la chispa que tuvieron antaño entre ellos. Puede que la razón sea porque el guión ha dejado de arriesgar y ha apostado sobre seguro, sin innovar ni sorprender como hiciera Monstruos, S.A. hace ya 12 años.

Por supuesto, la animación es extraordinaria, lo mismo que el diseño de los personajes. Pero la historia no cuenta nada nuevo. Todo lo hemos visto ya en una u otra película. Ya no es tanta la emoción que desprenden sus imágenes. Lo cual no quiere decir que aquí este narrado de forma torpe o aburrida. A pesar de que no sea una obra original e incluso se trate de una precuela más bien innecesaria, uno acaba dándose cuenta de que el sello de la casa del flexo sigue estando presente.

Como decía al principio, Pixar ha llegado a un nivel de perfección tal, que cualquier película que no sea de 10 se considera una decepción. Monstruos University no saca sobresaliente por culpa de las comparaciones con su hermana mayor, pero se gradúa con notable alto.

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dieguin
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7
26 de junio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca entenderé por qué hay gente que quiere ver juntos en pantalla a Superman y Batman. ¿Qué sentido tendría ver a un ricachón sin poderes al lado de un hombre al que le sobran unos cuantos? Más que unir fuerzas, el hombre murciélago resultaría un enorme estorbo para Clark Kent, habida cuenta de que éste último puede volar, ver a través de los materiales, lanzar rayos con los ojos, viajar a la velocidad del sonido, levantar toneladas de peso y si nos ponemos, seguramente bailar la Macarena recitando a Shakespeare… ¿Qué ofreces tú entonces, querido Batman, aparte de un mayordomo octogenario?

Puede que esa sea la razón del enorme espectáculo que nos ha brindado Zack Snyder, director de 300. Y es que cualquier batalla se antoja poco espectacular cuando en tus manos recae un superhéroe poco menos que invencible. Si a eso le añadimos que la historia de Superman es bien conocida por todos, el hándicap a la hora de innovar y sorprender es bastante grande.

Pero mira tú por dónde lo han conseguido. Algunos opinarán que para bien. Otros dirán todo lo contrario. Parafraseando al propio Kal-El en el tráiler… ¿Tú que crees?
En ese sentido, el prólogo es toda una declaración de intenciones. Si creíamos que lo habíamos visto todo en lo referido a Krypton, estábamos equivocados. Poco después nos trasladan a nuestro planeta y vuelven a sorprendernos con una narración a modo de flashbacks. Ahí acaban las sorpresas. La acción manda y en El Hombre de Acero es la reina de la función.

Ese reinado resta minutos a la parte humana del relato, sin duda, lo que mejor funciona, porque... ¿qué es Superman sino una historia sobre el rechazo y el miedo a lo desconocido? Son sus padres adoptivos los que reflejan la esencia del personaje. Ahí reside el alma del superhéroe. Ahí es donde tendrían que haber sumergido a los espectadores. Aun así son varios los momentos emocionantes que impregnan la película y le dan esa profundidad que se pierde un poco en el tramo final.

Además, hay que reconocer que han conseguido reunir a un reparto impresionante. Russell Crowe, Amy Adams, Diane Lane, Kevin Costner o Michael Shannon son algunas de las caras que se dejan ver por allí.
Aunque ya hay algunos que bromean con el actor de Gladiator diciendo que es poco menos que una azafata de vuelo kryptoniana, su presencia es siempre bienvenida y mejora sustancialmente el resultado final. En cuanto al resto, secundan a la perfección a un, todavía desconocido, Henry Cavill. Eso sí, yo le habría dado una tila al villano Zod (Michael Shannon) para que no se pusiera tan intenso en algunas escenas. Supongo que ser tan malvado es agotador.

Para agotadora, la larguísima batalla. Media horita menos no habría sido una desgracia. Nadie discute que visualmente es impresionante, fascinante y apabullante. Pero todo en su justa medida. La potencia sin control no sirve de nada. Han confundido la grandeza con la duración. Se entiende que con un protagonista con habilidades excesivas, la acción sea excesiva; pero no que sea interminable. No quiero ni pensar el dolor de cabeza de quien la ha visto en 3D. Tanta lucha hace que detalles como la relación de amor entre Superman y Lois Lane pase a un segundo plano.

Con todo, las virtudes superan a los defectos y consiguen que la historia resulte atractiva de cara a una secuela. Quién sabe, quizás en la segunda parte dejen que Henry Cavill saque a relucir esa faceta inocente y divertida que siempre ha caracterizado al álter ego de Superman y que en esta ocasión se ha quedado oculta. Aunque la pregunta que yo me hago es ¿para qué dejar para mañana lo que puedes hacer hoy?

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dieguin
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7
18 de junio de 2013
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Repasando la carrera de Danny Boyle uno se percata de que la principal característica de su filmografía es la variedad. Se le podrá acusar de muchas cosas, entre ellas el haber sido el responsable de La Playa, pero no de ser repetitivo o estar obsesionado con un tema en concreto como cierto director magistral que vive por y para la venganza...

Buena prueba de ello son títulos tan diferentes entre sí como 28 días después, Slumdog Millionarie, 127 Horas, Transpotting o Trance, su nuevo trabajo tras las cámaras. En esta ocasión no hay ni zombies, ni indios, ni (aunque a veces no lo parezca) drogas; porque la trama llega a ser tal follón que, o los guionistas se han puesto hasta las cejas o es que somos nosotros los que estamos en Trance.

Y eso que en principio el argumento parece de lo más sencillo. Un joven (James McAvoy) que trabaja en una casa de subastas planea robar un cuadro junto con otros chorizos, pero durante el saqueo recibe un golpe en la cabeza y olvida donde ha escondido el lienzo. Para recuperarlo, la banda acudirá a una hipnotizadora (Rosario Dawson) con el objetivo de hacerle recordar, después de que el método más rudimentario conocido como paliza resulte inútil.

Pero eso sería quedarse en la superficie. Poco a poco el argumento va ramificándose cual árbol en constante crecimiento. El problema es que las raíces a punto están de salirse de la tierra. Son tantos los giros y tantas las explicaciones que se nos dan, que a la postre uno no sabe si lo que está viendo es verdad, mentira o todo lo contrario. Vamos, que como te vayas a por unas palomitas estás vendido. Y más si vuelves en el tramo final cuando se descubre el pastel, momento en el que la frase "un poco desproporcionado el castigo ¿no?" toma más sentido que nunca.

Ahí reside la gracia del asunto. Danny Boyle nos lanza un órdago de intrigas y sucesos que parecen ser pero que no son y nos deja elegir si queremos ser de los que aceptamos el envite o apostamos mejor a chica. No le importa pasarse de la raya o provocar un cortocircuito en nuestro lóbulo occipital. Ya se sabe, quien no arriesga no gana.

Para ello tiene la suerte de contar con un trío protagonista (McAvoy, Dawson y Vincent Cassel) que está en estado de gracia; y menos mal, porque sino su intrincado guión se habría hundido más rápido que el Titanic. Mención especial para Rosario Dawson, a quien le toca encarnar a una femme fatale imposible y mostrar todas sus... vergüenzas.
De hecho el resto de personajes incluso nos sobran. Y junto a ellos, algún recurso tramposo al que acude el director para que el impacto sea mayor.

Al apartado interpretativo habría que añadir una puesta en escena imaginativa, una banda sonora a la altura y una fotografía excelente que no defraudarán a los seguidores del director de Sunshine. Su estilo marca la diferencia evitando que lleguemos a pensar que estamos ante un culebrón televisivo.

Pero claro, si eso te importa un rábano, has de tener fe en un relato no apto para escépticos y que, para bien o para mal, consigue sorprender. Que lo entiendas o no, ya es otra historia.

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dieguin
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