Ha sido un año más que diferente para el género superheroico. Si le añadiéramos un adjetivo sería "especial". Tras el increíble neo-noir establecido en el Batman de Matt Reeves, la locura que proyectó Sam Raimi con Doctor Strange y la payasada con la Taika Waititi elevaba al poderoso dios del trueno-sin hablar de las series que Marvel Studios ha sacado, que no son pocas-, Dwayne Johnson llega a DC para hacer todo lo que ya ha hecho en otros papeles pero bajo el rol de Black Adam.

Con su aspecto mitológico y su enfático crecimiento argumental de forma circular, puesto que el misterio de su verdadero pasado se vuelve una herramienta repetitiva para que el espectador no se aburra, esta nueva película del universo cinematográfico de DC llega con la aparición de nuevos personajes que ayudan a que el argumento no se vuelva más chicloso de lo que puede ser en líneas generales.

Collet-Serra dirige como si fuera Zack Snyder, lo que hace que la película encuentre su sitio en el espíritu palomitero y simple del que se apropia en su identidad desde principio a fin, y ahí está el problema: no parece que haya un director diferente o una película ajena en forma y sustancia, sino otro elemento más del montón de películas que pecan de sentirse inferiores y acaban siendo una circunstancial apreciación para el fandom.

Pese a todo, no se le puede enfilar o rechazar por lo que es, ya que acaba siendo un producto más y, lo que es mejor aún, es que es consciente de eso y no pretende disfrazarse de complejos o delirios de grandeza. Es como un episodio de Los Simpson a las 14:00 del mediodía: ideal para almorzar mientras Homer Simpson la lía por enésima vez.

Sus escenas de acción definen mejor el sentido del espectáculo en comparación con la primera entrega, y su argumento parece expandir los acontecimientos post- primera fase del UCM, con la intención de presentar nuevos personajes para el futuro de la franquicia. Sin negar el atrevimiento que se establece en su guion por el hecho de dificultar el enfoque moral de los personajes y debatir su más preciado heroísmo, lo que puede sentirse en principio poco imaginativo y sólido debido el clásico villano que forma parte de este debate eterno en todo lo que dura el filme, muy lastrado por la deuda con el fandom de la etapa de Kurt Busiek y George Pérez a la hora de situarlo en escena.

Si bien el desarrollo del argumento en la primera entrega era sólido y contundente, en "La era de Ultrón" (2015) Joss Whedon alarga tanto la conversación y la charla que su inflexión hacia el crecimiento protagónico de Los Vengadores es realmente ilusorio y funciona simplemente como algo más grande en el futuro del planteamiento que pretende proyectar Kevin Feige.

No es efectivamente lo que muchos espectadores esperaban, pero dentro de toda su simpleza y su consolidación como nuevo producto audiovisual para la franquicia, la secuela dirigida nuevamente por Whedon goza de cierto disfrute y entretenimiento mientras su idoneidad como pieza añadida del engranaje es perceptible en esta segunda fase del UCM.

Lo que hace que el trabajo de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet sea una novedad y una vuelta de tuerca inteligente para esta saga es el hecho de haberla insertado en el inconsciente colectivo del cine de nuestro tiempo y encajar esas referencias que funcionan con un metalenguaje y una autoparodia que logra convencer al espectador de necesario que ha sido esta entrega.

A nivel técnico también es evidente el uso de paralelismos fílmicos con otros clásicos del terror y la forma en que ambos directores alargan el tratamiento del suspense en tomas donde se juega con la tensión y el susto del espectador es otro de los aspectos que conforman calidad y atractivo en este filme. Tiene en todo momento unas pautas que hacen recordar al rol del "Cluedo" y otros aspectos que llaman a la reflexión y a adentrarse en la verdad oculta que supone su misterio en cuanto a Ghostface.

El concepto del fandom y su punto crítico frente a la época del fanservice que se vive actualmente se siente liberado, principalmente por entrar sin tapujos a la visión que ofrece el cine sobre sí mismo tanto por parte de los espectadores como de sus realizadores. El homenaje a Wes Craven hace justicia en todo momento por su solidez y por su tratamiento a la hora de reinsertar a la tan conocida franquicia el gran talento que Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet han demostrado en todo momento, suponiendo además un enlace para conocer la saga y el subgénero del "slasher", ya que nunca viene mal poner en rigor sus componentes esenciales.

Zemeckis posee un sentido de la narración totalmente inteligente cuando se dedica a presentar a su duo dinámico en su primer tercio, para después usar la parábola de los viajes en el tiempo y las peculiaridades del científico loco encarnado por un divertidísimo Christopher Lloyd en un tono humorístico y aventurero.

Todo su lado juvenil reside en la nostalgia por la década de los 60, Zemeckis ejecuta un clásico indiscutible donde su guion hace ver el buen desarrollo de su argumento, sin cometer ni un desliz mientras se asegura el entretenimiento del espectador de una forma totalmente hipnótica de principio a fin.

Posiblemente sea la película perfecta en este subgénero, el manejo de la paradoja temporal y de las posibilidades de su guion son el resultado de emplear una buena película de humor donde la ciencia-ficción se extiende a lo largo de su metraje, componiéndose finalmente como una pieza clave para el género y el séptimo arte. Además, es el antecedente de que Justin Roiland y Dan Harmon crearan en el futuro la serie "Rick y Morty" (2013-), y de la misma forma que su secuela viajará hacia el futuro, aunque también estos dos personajes animados viajarían a la imaginación y a la nostalgia de Zemeckis después de este clásico.

El remake de la que dirigió Lewis Hamilton encabezado por eminencias como Frank Sinatra o Dean Martin conserva la misma matriz en el estilo de guion que se establece en el desarrollo de su argumento. Su gran elenco actoral y su capacidad para llamar la atención en este golpe y a través de todas sus facetas hace que su tono recuerde a “El Golpe” (George Roy Hill, 1973) la cual comprende el mismo espíritu y energía con la que se asemeja.

El estilo que emplea Soderbergh en la dirección es completamente similar al utilizado por Guy Ritchie en películas como “Snatch: cerdos y diamantes” (2000), el humor tan canalla y socarrón que conserva el porte de toda esta escuadrilla de Danny Ocean es el punto más fuerte del filme.

Además, se siente en todo momento atractiva y ordenada es tan sólida como los operarios “made in Ethan Hunt” que elabora este grupo de ladrones con aires grandilocuentes de espías. “Ocean´s Eleven” es un acierto reflejado en su buen uso de los códigos de este género tan poco extendido pero que con el tiempo se ha ido expandiendo con todas las características y peculiaridades suficientes para consolidarlo como un buen filtro de películas importantes para la historia del séptimo arte.