Un buen "telefilm" llevado a la gran pantalla sin acierto y con demasiadas pretensiones. Auspiciada desde la Comunidad de Madrid cabía esperar mayor rigor a la hora de abordar temas tan complejos y dolorosos, especialmente para las minorías migrantes.

Además de la calidad de fotografía y música, la excelente interpretación de sus actores y actrices (desconocidos todos ellos para mi), su buena ambientación, vestuario y decorados muy cuidados, lo que más valoro de la película es su valentía y objetividad al tratar un tema que pudiera resultar controvertido.

Sin necesidad de remarcar bandos políticos o falsas ideologías, sin caer en el maniqueísmo de buenos y malos, el director se esmera a la hora de describir de manera sencilla, sin aspavientos ni truculencias, el comportamiento ruin y criminal de unos bárbaros descreídos (sin nombre ni apellidos) y la ejemplaridad y coherencia con sus creencias cristianas de otros. Y muy especialmente la entrega de su protagonista, protectora de los desamparados y finalmente beatificada.

Concebida y dirigida de forma magistral, el resultado es un bella película, emocionante y sincera.

No debió de ser por casualidad que esta maravillosa película, estrenada en 2008, fuera ganadora del Oscar, del Globo de Oro y del BAFTA a la mejor película de animación. Se trata de una joya del estudio Pixar, que narra en clave de humor la historia del pequeño y valiente robot WALL-E y su fantástico viaje por el espacio en busca de su verdadero amor, una moderna y complicada robot llamada EVA.

"Este sufrimiento no puede durar... Nada dura realmente. Ni la felicidad ni la desesperación. Ni siquiera la vida dura tanto. Llegará un día... en el que pueda mirar atrás y decir en paz y tranquilidad lo tonta que fui... ¡No, no, no quiero que ese momento llegue nunca! Quiero recordar cada minuto, siempre, siempre hasta el fin de mis días".

Emocionante, valiente y libre de especulaciones. Una brillante película que nos enseña sin juzgar, que se posiciona pero no culpabiliza, que no degrada el tema ni las decisiones de sus personajes. Mantiene la tensión narrativa sin recurrir a dramatismos, nos deja pensar y sentir, nos entristece y nos permite la risa. Tan solo intenta comprender la situación que aborda; algo cotidiano de lo que preferimos no hablar, mientras otros predican y hacen negocio.
Por el derecho a una vida digna, ¡que nos dejen morir en paz!