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Críticas de mpt
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Críticas 18
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
12 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de convertirse en un referente del cine de fantasía y aventuras con clásicos como Superman (1978), The Goonies (1985), Lady Halcon (1986) y la saga de acción Arma letal (1987), Richard Donner debutó en el largometraje en el año 1976 dirigiendo un clásico ya del cine de terror, La profecía. La película cuenta a grandes rasgos como un hombre, embajador de EEUU en Londres y su mujer, adoptan un niño que resulta ser la reencarnación del diablo.
Para ello contó con la interpretación estelar de Gregory Peck, conocido y premiado actor por títulos como Vacaciones en Roma (Wyler, 1953), Horizontes de grandeza (Wyler, 1958) o Matar a un ruiseñor (Mulligan, 1962).
La película llegaba justo un año después de la mítica y premiada El exorcista (Friedkin, 1975) y rápidamente se convirtió en otro título de culto y premiado con el Óscar a mejor banda sonora, obra de Jerry Goldsmith, el hombre detrás de la música de películas como Papillon (J.Schaffner, 1971), Alien (Scott, 1979), Rambo (Kotcheff, 1982) o Gremlins (Dante, 1984).
La película tuvo su continuación con una segunda parte muy inferior y un remake muy plano en el año 2006.
Casi cincuenta años después nos llega la que se dice ser su precuela, el origen de todo lo que pasó en la primera película.

Para ello nos encontramos con la debutante en un largo, Arkasha Stevenson. No es una tarea fácil coger un clásico del terror e intentar contar su origen, recientemente hemos podido ser testigos con la mediocre El exorcista: Creyente, de David Gordon Green.
En este caso, Stevenson demuestra un oficio ejemplar y un sentido del terror de primer nivel para tratarse de una debutante. Desde el primer momento vemos como cada plano y cada escena están creados y pensados al milímetro, con encuadres y enfoques originales, jugando con espejos y con el típico, pero magníficamente usado arsenal de elementos religiosos, estatuas, túnicas, cruces e iglesias.

La fotografía, elemento clave en este tipo de producciones, va a cargo de Aaron Morton, director de fotografía de títulos como Evil Dead (Alvarez, 2013) o de series como Spartacus (2011), Black Mirror (2016) y la reciente serie de El señor de los anillos (2022). Morton crea una atmósfera malsana digna de admirar.

Otro elemento destacable es la interpretación principal de la casi desconocida Nell Tiger Free. La actriz se mete de lleno en su papel y nos regala una interpretación progresiva acorde con la evolución de su personaje. Sus escenas de terror hacia el final del film son de alto calibre y nos regala momentos escalofriantes que aquí no voy a destripar.

Porque este es un elemento novedoso respecto al original, sus secretos y giros de guion que se van desvelando a lo largo del metraje.

Y por último, no podían faltar los easter eggs en relación con el material de 1976, con reapariciones de personajes, espacios conocidos y un final muy bien enlazado con la obra de Donner.

En definitiva, La última profecía es un magnífico film de género, que lo tenía muy difícil, ya no por igualar a su antecesora, que a momentos lo consigue, sino por no caer en un tópico y vulgar film hecho para ganar unos cuantos millones.
mpt
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9
8 de abril de 2024
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay tres nombres que han reinado con luz propia los últimos diez o quince años en la industria cinematográfica, esos nombres son Christopher Nolan con títulos como El caballero oscuro (2008), Interstellar (2014) o la reciente ganadora de los Oscar Oppenheimer, Damien Chazelle con títulos como Whiplash (2014), La La Land (2016) o Babylon (2023) y Denis Villeneuve con producciones como Incendies (2010), Prisioneros (2013), La llegada (2016) o Blade Runner 2049 (2017).
Hoy nos ocupa la nueva película de Villeneuve, Dune: Parte dos.

Recientemente, Steven Spielberg hablaba del director como uno de los directores que ya forman parte de la lista de creadores de mundos, y qué mundo, el mundo de Dune.
El director canadiense ha creado un verdadero hito de la ciencia ficción, una obra extraordinaria, grandilocuente y llena de épica.

Su antecesora, Dune, asentaba las bases necesarias para seguir avanzando en el proceso de autodescubrimiento de nuestro protagonista, Paul Atreides, interpretado por el actor de moda Timothée Chalame (Call Me by Your Name, Wonka).
Viendo los anteriores trabajos del director dentro del género de la ciencia ficción, la primera parte de Dune era todo aquello que podíamos esperar; nada de una historia fácil, apresurada o acelerada y nada de acción desmesurada y gratuita. La película anteponía los personajes, sus motivaciones, sus intenciones y su doble cara, y sobre todo anteponía la creación del mundo de Dune. Tal fue su éxito que la película acabó llevándose seis Óscar técnicos, aparte de nominaciones en las categorías principales como mejor película.
Con todo esto, el hype para esta segunda parte era mayúsculo, y no ha defraudado.

Villeneuve sigue apostando por un ritmo pausado, que ayude al espectador a situarse entre tanto caos, casas imperiales y personajes, pero esta vez su despliegue visual es superior.
Su fotografía desértica, obra del ganador del Oscar por la primera parte, Greg Freiser, es impecable, un espectáculo visual de primer nivel. Realmente sientes el desierto. Eso sí, hay que ver la película en la pantalla de cine más grande posible.

Por lo que respeta a la fotografía, mención aparte merece la secuencia que se desarrolla en el planeta Harkonnen, con un blanco y negro espectacular que engrandece la batalla de gladiadores galácticos que presenciamos.
La escena del protagonista domando a uno de los gusanos, con un plano desde la perspectiva del protagonista, deja al espectador mudo. Una escena espectacular, creando la sensación que de repente el desierto es un océano al que surfear.

Pero si por alguna cosa destaca Dune por encima de otros blockbusters o sagas galácticas es por la profundidad y complejidad de su historia y personajes, y aquí todo eso se acentúa. Paul empieza a tener dudas acerca de su papel en la historia, su madre va cogiendo una personalidad mucho más radical, el personaje interpretado por Zendaya se debate entre el amor por Paul o el amor de su pueblo Fremen y así todos los personajes.
Uno de los grandes temas de la película es el debate y enfrentamiento entre aquellos que apostan por la fe en la religión y en la llegada de un mesías, y los que creen con el poder del pueblo. Esta batalla llevará a un enfrentamiento moral a nuestros protagonistas.

Por lo que respeta al reparto, aparece un nuevo villano, un sociópata de la casa Harkonnen de primer nivel interpretado magistralmente por Austin Butler (Elvis). El resto del elenco sigue cumpliendo sus respectivos papeles de la primera parte, destacando quizás como punto negativo un Javier Bardem cuyo personaje en momentos parece un poco desubicado y sobreactuado.

A mencionar uno de los puntos fuertes, su banda sonora. Uno se queda sin adjetivos ante la épica compuesta por Hans Zimmer, ganador del Óscar por la música de la primera parte. Eso sí, Zimmer también nos regala alguna pieza con un toque más sentimental que funciona de maravilla en las escenas más íntimas de los protagonistas.

Como punto negativo, he hablado de un sobreactuado Bardem, pero también hay que hablar de un acto final, quizás un poco precipitado, teniendo en cuenta las expectativas generadas por los protagonistas.

En definitiva, una nueva obra maestra de uno de los directores modernos más importantes del cine actual, y que sigue creando mundos donde perdernos y que esperamos culmine con su tercera parte de igual forma que en esta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mpt
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8
19 de febrero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve Bayona. El director catalán presenta su nuevo proyecto después de dar el salto a Hollywood rodando la segunda parte de la trilogía Jurassic World o rodando el capítulo piloto de la ambiciosa serie de El señor de los anillos para Amazon.

No era una empresa fácil llevar a cabo un proyecto como La sociedad de la nieve. En primer lugar por su complejidad logística para ser filmada, y en segundo lugar porque como gran parte del público recuerda, ya existe Viven (Marshall 1992) una más que correcta versión de la tragedia acontecida en los Andes en 1972.

Bayona saca aquí toda su pericia técnica para deslumbrarnos con una fotografía impecable, excelente. El uso del color blanco de la nieve y de la montaña en sí, proporciona al espectador una mezcla de opresión pero a la vez de soledad absoluta en medio de la nada. El hecho de que Bayona utilice en muchos casos el recurso cámara en mano proporciona a la película la sensación de veracidad y de ser uno más en la montaña.

En los apartados sonoros, de efectos especiales, la película también se alza con fuerza. Las secuencias del accidente del avión o del alud que sufren nuestros protagonistas consiguen helar la sangre al espectador y hacernos sentir que realmente estamos allí sufriendo con ellos.

El maquillaje, obra de los ganadores al Oscar por El laberinto del fauno (Del Toro, 2006) David Martí y Montse Ribé, es excelente consiguiendo un realismo total en la degradación de los cuerpos.

A destacar también su reparto, lleno de actores uruguayos no conocidos por el gran público que ayudan aún más a dar sensación de realismo a la película.

Michael Giacchino, ganador del Oscar a mejor banda sonora por la película de animación Up (Doctor & Peterson, 2010), es el encargado de poner música y nos regala una partitura contenida, casi minimalista, a pesar de los momentos finales de la película en que todo va in crescendo. Un punto importante, ya que si de algo se le puede acusar al director es de un exceso de dramatismo en sus anteriores películas.

A destacar en la parte narrativa el riesgo que toma su director, con un giro de guion, por así llamarlo, en la narración que deja poso al espectador. Al final, La sociedad de la nieve es una película que habla tanto de supervivientes como de héroes, y en muchas ocasiones los héroes se quedan por el camino.

En definitiva, el director de El orfanato (2007), Lo imposible (2012) o Un monstruo viene a verme (2016) nos regala su mejor película hasta la fecha. Un logro imponente, una película sensible y triste, pero en ningún momento lacrimógena. Una historia impactante que a pesar de todo lo visto y leído aún sigue impresionando.
mpt
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8
7 de febrero de 2024
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas de la vida es muy complicado innovar o sorprender en el cine referente al Holocausto. La última innovación, o por lo menos, novedad técnica para contar los horrores del régimen nazi fue El hijo de Saúl (Nemes, 2015) que se alzó con el Oscar, Globo de Oro y BAFTA a mejor película de habla no inglesa. Además de muchos otros reconocimientos en Cannes y varias nominaciones en otros certamen.

Si miramos a los últimos 30 años, hemos podido disfrutar de la obra cumbre del Holocausto, La lista de Schindler (Spielberg, 1993) y de otras joyas como La vida es bella (Benigni, 1997), La zona gris (Nelson, 2001) o El pianista (Polanski, 2004).

Este año llega Jonathan Glazer (Reencarnación, Under the skin) que nos aporta una nueva película sobre los horrores de los campos de exterminio, La zona de interés. Una libre adaptación de la obra original de Martin Amis, de mismo nombre, y que gira a entorno la vida del comandande de Auschwitz y su família al lado del campo de concentración de Auschwitz.

Glazer lo aposta casi todo a un fuera de campo de más de hora y media dejando a la imaginación del espectador todo aquello que puede estar sucediendo en dicho campo, en este caso Auschwitz.
Para ello recurre a una edición de sonido brillante. Durante todo el film nos acompaña el sonido de los gritos, los disparos indicando la pérdida de una vida humana, ladrillos de perros, la electricidad de sus vallas o el sonido permanente de las chimeneas de los crematorios. El director logra que en sus primeros minutos todos estos sonidos nos resulten incómodos, para al cabo de unos minutos pasar a formar parte del ambiente sin despertar sorpresa o repulsión. Además, hay que añadir que prácticamente no se utiliza banda sonora, todo es sonido ambiente. Todo un logro técnico.

En el apartado de guion, sorprenden algunas conversaciones durísimas y que son una muestra de hasta qué punto puede llegar la banalidad del mal. Conversaciones entre nuestra protagonista y sus amigos a cerca de la ropa o utensilios de todas las víctimas del campo, o del frío que hace en la zona aun estando dentro de una casa con estufa, y alguna anécdota relacionada con los trenes. Conversaciones que duelen al espectador.

En las pocas escenas que podríamos decir que Galzer muestra, impacta. Podemos hablar de tres escenas concretas, las dos con los hijos del matrimoni Höss. Dientes, cenizas y primeros besos de un primer amor adolescente forman parte de ellas

En el campo de la interpretación, solo un nombre Sandra Hüller, vista este año en la notable Anatomía de una caída (Justin Triet). Hüller se come la pantalla y nos regala una actuación sublime, magnífica en todos su registro dramáticos. Una mujer convencida y entregada a la causa nazi y que no va a dejar a nada ni a nadie quitarle sus grandes comodidades aunque a su lado se esté cometiendo uno de los peores crímenes de la historia de la humanidad.

En conclusión, Jonathan Glazer nos regala un film duro e impactante. Una nueva obra de gran calibre de este gran 2023.
mpt
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8
5 de febrero de 2024
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director griego Yorgos Lanthimos llega con su nueva película y lo hace con infinidad de reconocimientos, nominaciones y premios.

El director de cintas tan polémicas y excitantes como Canino (2009), El sacrificio de un ciervo sagrado (2017) o La favorita (2018) nos presenta una historia que la podríamos catalogar como un Frankenstein sexualizado y con un gran mensaje de empoderamiento femenino

Lanthimos cuenta con una Emma Stone entregadísima a la película. Pocas veces hemos visto una actuación tan explosiva e histriónica en una pantalla. Cualquier elogio queda corto con el personaje que consigue crear la actriz ganadora de un Oscar por La La Land (Chazelle, 2016). La acompañan un Willem Dafoe y Mark Ruffalo pletóricos con sus respectivos personajes. El primero encarnando al inventor y creador, y al segundo al personaje que encarna la arrogancia, la soberbia y la insolencia.

A nivel técnico nada que objetar, solo elogio. Destacando por encima de todo unos efectos que recuerdan (homenajean?) los inicios del cine de Méliès y su increíble fotografía a cargo de Robbie Ryan. Lanthimos y Ryan juegan con el blanco y negro y el color. La imagen se nos muestra en blanco y negro cuando la protagonista sigue encerrada en la mansión de su creador. Mansión que podríamos denominar como su "prisión". La imagen pasa a color cuando ella decide huir y descubrir el mundo. Incluso este primer tramo de la historia podría recordarnos al mito de la caverna de Platón.

El problema para nuestra protagonista, de nombre Bella, llega cuando empieza a descubrir el mundo real. En ella vemos la bondad, la inocencia y el idealismo. Pero cuando la historia se traslada a uno de los viajes en barco es cuando Bella se da cuenta del tipo de mundo en el que vive y las desigualdades que debe afrontar.
El mensaje feminista se acentúa en las escenas en los burdeles de París. En un momento dado uno de los personajes de Emma Stone "Cuando dejes de sufrir será cuando el mundo será tuyo". Una digna competidora de Barbie (Gerwig, 2023) a la película feminista del año.

Para poner alguna pega. La única cosa que no acaba de encajar o que a momentos molesta es el uso de ciertos recursos y efectos de cámara que utiliza el director griego marca de la casa y su banda sonora. Se entiende que en una película tan extravagante la música debe ir acorde, pero a momentos más que remarcar esa extravagancia o surrealismo, la banda sonora molesta.

En definitiva, estamos ante una obra mayor, de lo mejor de este año, donde prácticamente todo encaja y se convierte en todo un alegato a la vida y al empoderamiento femenino.
mpt
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